
Por Rebeca Estrada C.
Según la Biblia, Dios planifica nuestros planes. “El corazón del hombre traza su rumbo, pero sus pasos los dirige el Señor” Proverbios 16:9
El autor asume que mientras hacemos nuestros planes, estos encajan en los planes de Dios.
Hay muchos textos que entrelazan el Libre albedrío y la soberanía de divina en formas que nos asustan. En Génesis 50:20, José se explica cómo Dios usó la acción malvada de sus hermanos de venderlo como esclavo para hacer un gran bien.
“es verdad que ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios transformó ese mal humor n bien para lograr lo que hoy estamos viendo: salvar la vida de mucha gente.”
Nota que José asumió que lo que hicieron era malo: “pensaron” hacerle mal, fue intencional. sin embargo, señala que el plan de Dios prevaleció, y que ÉL usó los problemas y las penas de José para llevar a cabo Sus buenos propósitos.
“Dios dispone todas las cosas para el bien de quien lo aman”
Romanos 8:28
En Hechos 2:23, Pedro nos dice nuevamente que Jesús fue crucificado “según el determinado propósito” de Dios, pero quienes lo mataron fueron culpables de injusticia y anarquía. En otras palabras, la muerte de Jesús fue determinada por la voluntad de Dios; no era posible que no sucediera. Sin embargo, ninguno de los que traicionaron y mataron a Jesús fue determinada por la voluntad de Dios; no era posible que no sucediera.
Sin embargo, ninguno de los que lo traicionaron y mataron a Jesús fue obligado hacerlo. Todos eligieron libremente lo que hicieron totalmente responsable de sus decisiones.
Jesús mismo reúne estas verdades en una sola oración:
“ A la verdad el Hijo del hombre se irá según lo que está decretado, pero ¡ ay de aquel que lo traicionara!.
Lucas 22:22

Uno de los ejemplos más fascinantes de esta perspectiva se encuentra en el relato de la confrontación de Moisés con Faraón en Éxodo 7-14.
Una y otra vez Moisés llama a Faraón a liberar a los Israelitas de la esclavitud y le declara que esta es la voluntad de Dios. En varios capítulos se nos señala que Faraón “endureció” su corazón y se negó tercamente a liberar a su pueblo. Este rechazo obstinado condujo a los egipcios a miserias y muerte indescriptibles. Pero lo fascinante es que del texto nos dice que Dios endureció el corazón del Faraón (Éxodo 7:3; 9:12; 10:1; 11:10; 14:4,8) casi la misma cantidad de veces que nos indica que Faraón endureció su propio corazón (Éxodo 8:15; 32; 9:34; 10:3; 13:15). Entonces, ¿lo hizo Dios? ¿Lo hizo Faraón?
La respuesta bíblica a ambas preguntas es sí.
Piensa en todos los pescados del patriarca Jacob, cuya vida se relata en el libro de Génesis. Jacob engañó a su padre y le robó a su hermano, como resultado, tuvo que huir de su tierra natal y experimentó gran sufrimiento e injusticia en un país extranjero. Sin embargo, allí se encontró con el amor de su vida y tuvo hijos que formaron parte del linaje de Jesús.
Su pecado no activó ningún “plan B” para su vida
Todo era parte del plan perfecto de Dios para él, e incluso para la salvación del mundo. ¿Era responsable de su pecado? Sí.
¿Sufrió las consecuencias de su comportamiento necio? Sí.
Pero aunque Jacob era responsable, Dios estaba en control.
A fin de cuentas, el concepto cristiano de la soberanía de Dios es un principio maravilloso y práctico. Nadie puede decir que sabe exactamente cómo encajan estas dos verdades. Sin embargo, muchos de nosotros somos capaces de dirigir a las personas por un camino sin violar su libre albedrío.
La soberanía de Dios es misteriosa pero no contradictoria.
Significa que tenemos un gran incentivo para utilizar nuestra sabiduría y voluntad para hacer las cosas de la mejor manera posible, sabiendo que Dios nos sostiene y sabiendo que de lo contrario sufriremos las consecuencias de nuestra necedad y maldad.
Por otro lado, existe una promesa absoluta de que no podemos arruinar completamente nuestras vidas. Incluso nuestros fracasos y problemas serán utilizados para la gloria de Dios y nuestros beneficios. No conozco una verdad mas reconfortante que esta “Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que todo lo hace para mi” (Sal 57:2)

Al que come,
Dios le da pan;
Y al que siembra,
semilla para sembrar…
…No para comer.
La tierra donde siembras,
tu Dios la proveerá,
tu Dios la hará crecer;
la multiplicará…
…Para aumentar tu fruto.

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