Si estás atento la vida te regala continuas oportunidades de crecer, amar y sanarte

CONTENIDO CULTURA & ETILO DE VIDA

Por Rebeca Holms WebberREB

Cuando alguien nos agrede, podemos elegir y poner amor, contemplar la inocencia del otro y elegir nuestra paz interior, independientemente de lo que esté ocurriendo fuera.

Y de eso es lo que les quiero narrar, en una ocasión volvía a casa después de impartir un taller donde precisamente había expuesto estos conceptos. Iba en el metro muy cansada y desde el lugar donde se desarrollaba el taller hasta mi casa había 40 minutos de trayecto.

Entraron en el vagón una madre y sus dos hijos, una niña de unos cinco años y un niño de 10. El niño estaba chillando, se mostraba agresivo e insultaba a su madre, se separó de ella unos metros y con los ojos llenos de ira no paraba de gritar e insultar. El niño actuaba como si estuviese solo, como si no hubiera 20 personas observándole en ese preciso instante, absorto como estaba en su lucha y descargando toda su ira contra su madre Ella le miraba con desprecio y no se enfrentaba a él, aunque guardaba las formas también transmitía mucha hostilidad a través del lenguaje corporal. El niño estaba completamente encolerizado y furioso llamando «puta» a su madre.

Entonces comprendí que mi presencia en ese vagón no era casual, que la vida me había puesto en esa situación por algo, que Dios no da puntada sin hilo y que yo podía poner amor allí. Justamente en el taller había teorizado sobre cómo desde el amor se puede neutralizar cualquier ataque…

y la vida me ponía en bandeja unas prácticas reales.

Me acerqué al niño y muy suavemente le pregunté: «¿Por qué estás tan enfadado?». Me esforcé en sentir amor y mirarle con amor; él titubeó por un instante, luego se giró y dirigió su furia hacia mí: «Déjame en paz», me dijo, y continuó descargando su rabia. Me acerqué de nuevo y le dije calmadamente: «Tranquilo, tranquilo, mamá te quiere mucho».

 El niño continuaba agitado, pero poco a poco iba aflojando. Me acerqué a él sintiendo autentico amor, ese niño estaba hecho polvo y era digno de todo mi amor, le cogí suavemente la cabeza y le acaricié el pelo, en ese momento el niño rompió a llorar.

Comenzó a decirme entre sollozos que su madre no le quería, que solo quería a su hermana, yo le dije que eso no era cierto y le abracé. Él se empezó a calmar y se convirtió en un niño tranquilo en mis brazos.

Le acaricié la cara y le dije: «Dale un beso a mama». El niño, dócilmente, se acercó a darle un beso a su madre y esta apartó la cara. Yo abracé una vez más al niño y lo dejé llorando, luego me acerqué a hablar con su madre.

Le dije, bajito: «Has hecho mal en no aceptar su beso, fue un enorme gesto de generosidad por su parte».

Entonces me tocó escuchar la versión de la madre, era muy guapa, joven y extranjera, de algún lugar de Europa del Este, aunque hablaba castellano. Me comentó que el niño se había pasado toda la tarde pegando a su hermana, que no paraba de atacarla y darle puñetazos, y que no podía consentírselo.

Photo by Kindel Media


Este niño estaba pidiendo amor y atención, rivalizaba con su hermana porque no se sentía querido, la mejor manera de que deje de pegar a su hermana no es castigarlo sino acariciarlo y darle besos. Entonces, sin cortarme, le pregunté a la madre si había sido un niño deseado. Ella abrió los ojos de par en par y me dijo que no, que no había sido deseado y, no solo eso, sino que el niño había estado expuesto a violencia desde que era un bebé porque el padre del niño la pegaba.

No lo verbalizó, pero estoy segura de que ella, inconscientemente, responsabilizaba a ese bebé de tener que estar atada a un maltratador y ese niño percibió todas esas variables que se estaban moviendo a nivel inconsciente y creció sintiéndose un estorbo.

Traté de explicarle a la madre lo mejor que pude y supe hacerlo que ese niño llevaba todo eso dentro y que simplemente estaba pidiendo amor, que era una petición desesperada de amor, entonces la madre se acercó al niño y le tocó la cabeza. Llegamos a la estación de Legazpi y coincidió que nos bajamos todos.

El niño, al ver que yo me bajaba con ellos, me cogió dócilmente la mano, caminé acariciándole la mano como buenamente pude hasta que me tuve que separar de ellos. El niño estaba calmado y me preguntó: «¿Te vienes con nosotros?».

Su madre me miraba alucinada, «no hace eso con nadie», me dijo.

Fue duro y a la vez muy bonito, creo que fue transformador para el niño, para la madre y para mí misma que me sentí llena de gratitud al poder experimentar en primera persona la importancia de dar amor allí donde hay dolor encubierto de agresión.

Muchas veces los asistentes a mis conferencias me preguntan: «¿Cómo puedo llevar lo que tú dices a la práctica?» y a mí eso me molesta, porque para mí todo de lo que hablo no es teoría, yo vivo así.

Si estuviéramos más atentos seríamos capaces de ver que todas las experiencias de las que la vida nos provee son las que nos llevan a ser una mejor versión de nosotros mismos y a integrar el amor hacia nosotros mismos mediante el espejo de las relaciones.

Si estuviéramos presentes veríamos la enorme oportunidad de sanación para nuestros corazones en ese niño que está chillando en el metro o en esa vecina que se queja de tu perro o en ese jefe cabrón, porque si realmente estuviéramos presentes veríamos que todo son oportunidades de experimentar el amor que somos, de experimentar nuestra sanación.

Yo las veo en muchas ocasiones, pero en otras no; supongo que todavía no estoy plenamente presente, que todavía no estoy totalmente conectada con mi corazón, aunque la vida no para de regalarme ocasiones para verlo y cada día supone una nueva oportunidad. Por eso cada día me gusta más vivir, porque si estás atento la vida te regala continuas oportunidades de crecer, amar y sanarte

Photo by Alexandro David

No dejes que termine

sin haber sido un poco mas feliz,

sin haber alimentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho de expresarte, que es casi un deber de haber alimentado tus sueños.

No abandones tus ansias ni pasión de hacer de tu vida algo extraordinario.

No dejes de creer que el amor, la compasión, la esperanza y la risa,

sí pueden cambiar el mundo…

REBECA HOLMS WEBBER

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