Por Renata Vázquez Salcedo

CONTENIDO CRISTIANO
Hoy quiero hablarte de algo que puede transformar tu vida y testimonio. En la mayoría de las iglesias cristianas nos exhortan a dar un buen testimonio de nuestra fe en Dios y obediencia a Sus mandatos, tanto dentro de la comunidad cristiana como con aquellas personas que no conocen al Señor. Y en ese afán de dar un buen testimonio, podemos caer en algunos errores:
- Darle mayor peso a la opinión del hombre acerca de nuestras vidas que a la aprobación de Dios.
- Buscar enseñar una buena imagen a pesar de que nuestros corazones no estén en el lugar correcto.
- Seguir una lista de buenas acciones que nos harían los “favoritos” de Dios o el pastor.
- Medirnos con la regla humana en vez de compararnos con el Varón Perfecto (Cristo).
- Esperar recibir bendiciones a cambio de nuestro buen comportamiento.
- Sentirnos superiores a otros por nuestra aparente piedad y obediencia.
Realmente podemos amar a Dios y buscar obedecerlo en todas las áreas de nuestras vidas.
Podemos cumplir con todos los requisitos de la iglesia: tomar estudios bíblicos, asistir a las predicaciones semanales y aprendernos un sin fin de pasajes de la Biblia.
Pero si nuestro corazón no está en el lugar correcto, completamente rendido a Cristo y temeroso del Señor, de nada nos van a servir todas estas buenas obras.
¿Te suena familiar todo esto? ¿Cuál era el grupo de personas a los que Jesús señalaba más?
¡A los hipócritas! Aquellos maestros de la Ley judía que aparentaban una vida perfecta pero su corazón estaba lejos de Su Creador.
Aquellos fariseos que asistían a todos los sermones en la sinagoga y se sentaban en primera fila, pero eran los últimos en tratar al prójimo con misericordia y amor.
Jesús los llamaba “sepulcros blanqueados”, señalando su imagen perfecta y desaprobando el pecado y la muerte en su corazón
27¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
MATEO 23.27
Muchos cristianos, siendo yo la primera, no nos damos cuenta de algo preocupante: estamos viviendo en hipocresía. Estamos queriendo servir a dos señores:
a Dios y al hombre. Pero aún estamos a tiempo de revertir esta mala tendencia.
En el Antiguo Testamento, vemos a un pueblo hebreo que tenía que cumplir la Ley de Moisés “al pie de la letra” para mantenerse limpio delante de Dios.
El libro de Levítico nos da una idea de todo lo que los hebreos tenían que hacer para estar en buenos términos con Dios a través del sacerdocio de los levitas. Difícilmente leemos acerca del corazón del hombre en estos pasajes.
Pero en el Nuevo Testamento tenemos una historia diferente. Jesús cumplió la Ley y presentó una nueva forma de vida. Una vez reconciliado con Dios, el nuevo creyente viviría bajo la Ley del Reino, la Biblia, pero ahora pesaría más la condición del corazón que el exterior.
No se trataría de cumplir por cumplir. La obediencia tiene que venir desde el corazón y así afectar el pensamiento, las palabras y las acciones.
Lo vemos en estas palabras que Jesús dirigió a los maestros de la Ley:
“¡Fariseo ciego! Primero lava el interior de la taza y del plato, y entonces el exterior también quedará limpio.”
MATEO 23.26
El nuevo orden que Jesús presenta a Su pueblo tiene como principio un corazón limpio. Dios quiere que llevemos a cabo buenas obras y para lograrlo es esencial limpiar primero nuestro interior.
Lo único que puede dejar el corazón tan blanco como la nieve es la sangre de Jesucristo.

Recuerda que ya no se trata de dar una imagen perfecta excluyendo por completo la intención del corazón.
El Rey David oraba pidiéndole al Señor que examinara hasta lo más profundo de su corazón y Job le pedía a Dios que le mostrara aquellas cosas equivocadas que estaban ocultas en su interior.
Y esa es mi oración el día de hoy: que Dios pueda trabajar tanto en nuestro interior, que la imagen externa solo sea el resultado de un corazón transformado.
El corazón alegre hermosea el rostro; mas por el dolor del corazón el espíritu se abate.”
proverbios 15:13


Señor mío y Dios mío, los primeros rayos del alba nos anuncian la llegada de un nuevo día y en esta mañana yo me acerco hasta Ti para darte gracias por permitirme abrir mis ojos y poder seguir disfrutando del bello regalo de la vida.
Gracias Señor por todas las cosas maravillosas que Tú has hecho, por concederme un hogar, una familia, por darnos siempre tu amor inmenso e incondicional y por cuidar de nosotros brindándonos salud, vestido, alimento y una vida digna, feliz y bendecida.
Amado Dios, en esta mañana acudo hasta Ti para pedirte que tomes mi mano, que me cubras con tu presencia y que me prepares para poder hacer de este nuevo día un tiempo de conquistas, de prosperidad y de bienestar.
Por favor mira mi vida, la vida de mi familia, nuestros propósitos e ilusiones. Acompáñanos en el trabajo, en el estudio, en cada una de nuestras actividades y permite que nuestros actos sean productivos y agradables para Ti.
Por Ma. Guanajuato G.









