
Por Atenea del Mar
Compromiso es una palabra que me suscita ambivalencia. Por un lado, por compromiso entiendo la responsabilidad de ser integro, honesto y auténtico con los demás. Esta es la parte que comparto plenamente, aunque me gusta más decir integridad que compromiso.
Entiendo que el compromiso principalmente tiene que ver con los hijos, y esa es la responsabilidad que adquieren dos personas cuando deciden traer hijos a este mundo. Es una responsabilidad compartida, no algo que recae solo en uno de los progenitores, tal y como pasa muchas veces en la vida real.
Tener hijos es una gran responsabilidad. Ambos miembros deberían tener el propósito de amar incondicionalmente a ese hijo, de comprometerse con su desarrollo, con su bienestar hasta que sea capaz de valerse por sí mismo.
Respecto a la integridad de ser fiel a la pareja:
Yo no concibo engañar, poner los cuernos o tener amantes porque me parece una falta de integridad, no juzgo a la gente que lo hace, cada uno es libre de hacer lo que quiera con su vida, pero personalmente prefiero interrumpir una relación y dejarlo con alguien que perpetuar una mentira. Es mi elección personal.
Para mí el compromiso es diferente a la integridad. En él también puede haber un apego encubierto y una necesidad de agarrar al otro para que se quede a mi lado. El compromiso implica de alguna forma un miedo encubierto.
Creo que las personas tenemos derecho a cambiar de opinión; hoy nos puede apetecer estar con alguien y mañana podemos decidir que ya no queremos estar con esa persona. Establecemos contratos y compromisos como garantía de que vamos a estar siempre con la otra persona, de que no vamos a fallarle, etc., y no nos damos cuenta de que la motivación última de ese compromiso que exigimos al otro es un miedo encubierto. Buscamos convertir esa relación en algo inamovible
Pero eso no es real. Ni siquiera el matrimonio nos asegura un contrato de por vida ya que dos de cada tres matrimonios se rompen. El compromiso no es ninguna garantía
Yo, personalmente, no necesito ese compromiso, aunque sí pido que si alguien está conmigo esté solo conmigo y solo conmigo…
eso sí, hoy. No marco un horizonte temporal, no pongo condicionantes, no me proyecto en el tiempo, porque sé que eso es proyectar mi miedo al abandono, al rechazo, a la soledad, y eso es lo que sostiene el compromiso.
Creo en el amor desde el estado de presencia basado en el ahora, en compartir este instante, sin imposiciones ni ataduras y desde la libertad.
Creo firmemente en que lo mejor que puedes hacer para que alguien te ame y desee estar contigo es desapegarte y soltarlo, dejarlo libre, dejarle su espacio y que en paralelo a la relación tenga su vida y sus aficiones, que haga sus cosas, incluso que tenga su espacio privado dentro de casa.

Creo que es esencial para que una pareja funcione realmente que ambos miembros realicen planes y actividades por su cuenta, incluso sin tener que dar explicaciones al otro más allá de las meramente informativas por cuestiones prácticas; creo que esa es la clave de un amor pleno.
Un amor en el que los miembros deciden libremente qué hacer con sus vidas y tras hacer sus planes individuales se reencuentran como individuos plenos y comparten.
Yo me he empoderado tanto, me he vuelto tan independiente, tengo tantos amigos varones con los que comparto momentos y confidencias, me relaciono con tantos grupos diferentes de personas, que no le consentiría a mi pareja que me limitase a la hora de quedar con otras personas o hacer aquello que me apetece.
Eso sí, mi tiempo, mis amistades y mis aficiones siempre están abiertas a mi pareja para que me acompañe cuando lo desee. Aunque, por otro lado, creo que si me acompañase todos los días terminaría agobiándome, así que, definitivamente, necesito mi propio espacio.
Al igual que a mis amigos no les exijo nada y tampoco espero nada de ellos, acepto que se acerquen a mí cuando quieran aunque lleven 6 meses sin dar señales de vida. Del mismo modo mis planes siempre están abiertos para ellos.
Nunca entendí esa actitud de no querer mezclar gente diferente o tener grupos de amigos que son compartimentos estancos, eso es miedo.
Con la pareja es igual, no necesito a esa persona constantemente a mi lado, puedo hacer planes por mí misma y de hecho siempre los estoy haciendo, y él, si quiere, puede acompañarme.
Hay que encontrar un equilibrio entre el compartir y el respeto a nuestra individualidad y a nuestro espacio. Es algo parecido a cuando hablábamos de fluir y de ese equilibrio entre la energía ying y la energía yang.
En ocasiones me escriben personas con dudas, me cuentan que están cansados de sus parejas porque no se comprometen como a ellos les gustaría.
En mi opinión sus parejas tienen miedo al compromiso igual que ellos tienen apego y miedo al abandono o al rechazo.
Su pareja les está ofreciendo una experiencia perfecta para su evolución al negarse a aceptar el compromiso, les refleja el mismo miedo que ellos tienen en otro formato y les obliga a ver que se conforman con migajas de afecto en lugar de aspirar a un amor pleno.
Del mismo modo, la persona que rechaza el compromiso quizá no es capaz de amar plenamente, quizá necesita sentir que ejerce poder sobre varias personas o tiene miedo a la intimidad y a su pareja, que pidiéndole más compromiso y cercanía le está llevando a enfrentarse con sus miedos.
La aceptación también implica eso: no tratar de cambiar a nadie, incluso cuando tengas claro que es lo que el otro necesita para su evolución, es la persona la que tiene que descubrirlo por sí misma.
Podemos dar nuestra opinión en forma de consejo tratando de ayudar si alguien nos pide ayuda, como en este caso, pero de ningún modo debemos tratar de convencer al otro de que tenemos razón y sabemos lo que él o ella necesita.


PENSAMIENTO
Esta mañana le he contado a las flores lo que haría por ti…
y han florecido.
Antoinew de Saint-Exupéry
¡Hola Bienvenido!

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