Victoria llegó a mi consulta hace unos meses con su chico, entre ellos apenas había comunicación y la convivencia era asfixiante.
Él tenía una gran coraza y no me dejaba adentrarme en su mundo, me daba respuestas evasivas y estaba claro que no tenía muchas ganas de venir, solo venía como una concesión hacia ella pero no tenía ninguna intención de abrirse o de trabajarse.
Ella venía intentando cambiarlo, intentando que él se comunicase, que fuese más atento, que tuviese más muestras de afecto con ella y que le hiciese caso. Evidentemente yo no accedí a negociar cambios, Pedro es como es y nadie debe intentar cambiarlo. Si no quiere comunicarse o dar muestras de afecto, es su problema.
El se sentía agobiado por los intentos de ella de cambiarlo y por sus frecuentes celos que no le dejaban relacionarse con sus amigas en libertad.
Acudieron a tres sesiones y abandonaron el proceso. No pude ayudarles a establecer un cambio significativo ya que no me dejaron hacerlo porque mis preguntas les dolían.
Tal y como suele ocurrir en estos casos, cuando hay tal resistencia a la ruptura aparece un tercero en discordia que es el que facilita el proceso a ambos; de modo que Victoria comenzó a tontear con un chico, nada serio y nada que pasase de tomarse unos cafés juntos. Pedro se enteró, los vio juntos. La vida en su infinita sabiduría creó ese escenario para que él no se sintiese culpable por dejarla y fuese capaz de llevar a cabo aquello que rondaba por su mente desde hacía años. Finalmente la dejó.
Victoria se quedó desolada ya que el otro chico en realidad no le gustaba, solo era una distracción para tener un poco de atención masculina ya que Pedro no se la daba. Entonces comenzó el drama, Victoria tenía toda su autoestima puesta en su imagen, en encajar con el modelo estándar socialmente preestablecido y ser la viva imagen de la felicidad. Quería acercarse a los cánones de la pareja feliz, poner las fotos ideales con Pedro en el facebook y ese tipo de cosas.
Su madre y su padre venían de un pueblo donde la gente estaba muy preocupada por las apariencias y en el que la imagen era la prioridad número uno.
Victoria no aceptaba la ruptura, se encerró en casa y tardó meses en decírselo a sus padres. Después de la ruptura acudió otra vez a mí buscando consuelo, quizá todavía con la ensoñación de que yo le enseñase técnicas para poder volver con él. Evidentemente yo no hago eso, yo enseño a la gente a aceptar la ruptura y a empoderarse, a ver el regalo que esa ruptura supone para que se enfrenten con sus miedos y crezcan.
Evidentemente duele, igual que cuando estás creciendo te duelen los huesos y el cuerpo. Duele porque socialmente se identifica como un fracaso, porque nos han enseñado que la pareja es para toda la vida y al que no le dura toda la vida es un fracasado.
Yo todavía me pregunto dónde hablaron Jesús, del «para toda la vida», pero la cuestión es que para Victoria era un drama, no porque él no estuviera con ella, porque si era honesta consigo misma estaba mucho más tranquila sin él, sino porque se tenía que enfrentar a todo el sistema de creencias de su mundo, de sus padres y de su pueblo. En su pueblo muchas parejas no se aguantaban, pero preferían seguir juntos aparentando estar bien que enfrentarte a ser dados de lado por la sociedad solo porque se habían separado. Ese sistema de creencias se cebaba especialmente con las mujeres. Una mujer que no ha sido capaz de retener a un hombre a su lado seguro que tiene una tara, no es normal y abre la veda para que todo el pueblo la critique…
Victoria me confesaba entre sollozos que ella era la primera que criticaba a la gente que se divorciaba y que rompían la relación, tal y como había visto hacer a sus padres y abuelos. Y yo le respondía:
«¿Pero no te das cuenta de que lo criticaban porque ellos reprimían su propia necesidad de separarse? Porque en el fondo lo estaban deseando inconscientemente pero no se lo permitían, de modo que todo aquel que se permitiese ser honesto con su sentir y ser libre era un proscrito para el pueblo, porque les estaba mostrando que todo su sacrificio por permanecer y durar en una relación de pareja era en balde y un sinsentido».
El ego no consiente que la gente se enfrente a sus miedos y se libere, el ego lo juzga y lo critica porque sabe que amenaza su supervivencia.
Victoria se quedaba en casa, se negaba a quedar con sus amigos por miedo a que la juzgasen, a que la viesen como una fracasada, a tener que admitir que su relación era un fraude.
La vida, en su infinita sabiduría, le hizo llegar el mensaje de que su gente ya lo sabía, se habían enterado. Y eso le horrorizaba. Qué maestría tiene la vida para ponernos nuestros miedos delante y podamos trascenderlos, para que podamos experimentar una vez más que el miedo no es real.
Había gente que la llamaba y que se ofrecían a escucharla y ayudarla, pero era tal la vergüenza que sentía que se negaba a aceptar su ayuda. La vergüenza es miedo.
Ella acudía a mí en su formato más auténtico, dulce y honesto, con su herida supurante confesándome todo su dolor. Qué bonito era escucharla, conmigo se permitía ser ella, ser auténtica, decir lo que pensaba y sentía.
Era ella en esencia, me llenaba de amor y de ternura, me abría el corazón, era una flor. Una flor inconsciente de su fragancia divina sufriendo por resistencias de su viejo ego mundano.
Entonces la mire a los ojos y le dije:
«Victoria, ¿no te das cuenta de que la vida te está enseñando a amar? No te das cuenta de que te está enseñando a amar de verdad, a superar el apego, que era lo que tenías con Pedro.
¿No te das cuenta de que amabas a Pedro porque él te proporcionaba lo que necesitabas para sentir que habías alcanzado el objetivo de casarte? Porque él te proporcionaba la apariencia de mujer felizmente casada deseable para encajar en ese pueblo de tradiciones obsoletas.
¿No te das cuenta de la enorme oportunidad que te da la vida de sanar el transgeneracional de antepasados atados a relaciones insatisfactorias por miedo al qué dirán?
¿No te das cuenta de que tienes en tus manos el poder de ser la primera mujer libre de la familia? Tienes en tus manos la increíble oportunidad de sanar a tu madre y a tus abuelas».
Ella recordó como sus abuelas la juzgaban cuando llegaba tarde o cuando se ponía una camiseta ajustada, como en una ocasión una de ellas le había dicho que era una guarra por una de esas tonterías.
Qué bonito, qué bella es la vida que le estaba proveyendo de una oportunidad de amar realmente, de aprender a amarse y empoderarse, todo lo que no habían podido hacer todas esas mujeres constreñidas y oprimidas por su egoico sistema de creencias. Qué belleza, Victoria tenía delante de sí la oportunidad de honrarlas y sanar todo su árbol familiar. Ella tenía la oportunidad de amar y era una pionera en su familia en el arte de aprender a amar. Pura belleza.
Pero ella pataleaba y se resistía al proceso.
El ego, cuando comienza a morirse, hace salir a flote todo el dolor que teníamos escondido, y de pronto sentimos de golpe ese miedo, soledad y culpa, y nos retorcemos de dolor. En realidad eso siempre ha estado ahí, que salga es una buena señal porque quiere decir que el ego se está muriendo.
De modo que Victoria tenía ante sí una enorme oportunidad de crecimiento, de desmontar la máscara de esposa ideal y de comenzar a ser la flor que realmente era sin necesitar ningún marido para brillar. Pura belleza.
Por fin sus padres se enteraron de la ruptura, les daba vergüenza que algo semejante ocurriese y se tenían que enfrentar a la deshonra pública que eso suponía en el pueblo. Aun así, aceptaron lo que había pasado y apoyaron a su hija sin apenas juzgarla. Qué belleza, dos seres aterrados por el que dirán superando su miedo más arraigado y enfrentándose a él por amor a su hija, saliendo de casa con la cabeza bien alta a pesar de que a su hija la había abandonado un hombre. Sus padres estaban aprendiendo a amarse y a enfrentarse a sus miedos por amor a su hija. Por amor a ella se estaban convirtiendo en una mejor versión de sí mismos, era pura belleza.
Victoria les estaba regalando una enorme oportunidad de crecimiento, de amor y superación, y sus padres estaban transitando el camino en aras de su propio crecimiento personal.
Qué perfecta es la vida, ¡todo es perfecto! Ella seguía sumida en su apego, hasta que un día algo dentro le hizo clic y comenzó a sonreír, a ser consciente de que era libre y de que eso que ella percibía como un fracaso era una enorme victoria. Desde ese día su vida nunca volvió a ser la misma.
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“El tiempo
se pasa lento para los que esperan,
muy largo para los que se lamentan,
muy corto para los que celebran.
pero para los que aman, el tiempo es eterno.
aparte de hacerte feliz , es importante que nos haga conscientes.”
Un comentario en “LA ACEPTACIÓN DE UNA RUPTURA”