Por René Dubois

El apego surge de la dependencia, de proyectarnos en el otro y verlo como una solución a nuestras necesidades, de sentirnos carentes y sentir que el otro nos completa.
El apego hace que nos aferremos y que nos identifiquemos tanto con el otro que lo veamos como nuestro, como algo irreemplazable, y que nos obsesionemos con que nuestro bienestar o felicidad está supeditado a que el otro esté a nuestro lado o nos quiera.
Es absurdo, pero es una estrategia de supervivencia del ego. El ego se empeña en hacernos creer que somos especiales ya que él tiene la necesidad de ser especial, porque en caso contrario reconoceríamos nuestra unicidad y que en esencia todos somos lo mismo.
Reconocer que todos somos iguales, que todos somos uno y que todos somos Dios sería un desastre para el ego porque se carga su programa. Destroza su especialísimo y nos devuelve a la consciencia.
Por eso al ego le encantan las relaciones especiales en las que puede proyectarse y sentirse especial perpetuando sus miedos: miedo al rechazo, al abandono, a no merecerlo. Además, puede sentir culpa y todas esas cosas que le encantan.
El ego depende, se identifica como alguien pequeño que necesita al otro, que necesita cosas de fuera y busca el amor fuera. Y ya sabemos que fuera no vamos a encontrar nada, que es dentro donde debemos buscar.
El ego necesita que nosotros seamos especiales y por tanto vuelve especial a nuestra pareja, al objeto de deseo, al que hacemos depositario de toda nuestra felicidad; y digo objeto de deseo porque eso no es amor, es AP-EGO = EGO.
El apego es una de las artimañas de supervivencia del ego.
Por eso dependemos de nuestra pareja, porque el ego nos cuenta historias de terror que nos hacen dependientes. Estos son algunos de sus argumentos que se manifiestan en nuestros pensamientos:

–
Nuestro pasado en común
– Mis hijos me van a odiar si lo hago.
– No puedo vivir sin él.
– Sin él mi vida no tiene sentido.
– Tengo que luchar y hacer lo que sea necesario para que no me abandone.
– Es mi culpa.
– Soy un desastre.
– No sé relacionarme en pareja.
– Algo falla conmigo.
– ¿Qué voy a hacer ahora?
– ¿Qué va a ser de mí? ¿El dinero? ¿Los fines de semana?
– ¿Qué va a pensar la gente cuando se entere?
Miedo, miedo y más miedo.
Y toda esa retahíla de historias destructivas que nos cuenta el ego, que es el mejor guionista de pelis de terror que existe. De hecho los de Pesadilla en Elm street se quedan cortos comparados con la capacidad de recreación y sublimación de pesadillas de horror, pérdida, culpa, miedo y desamor que crea el ego. Permanecemos como zombis en relaciones de mierda durante años porque el ego nos cuenta su guion de la versión de la ruptura.
Pero nuestro corazón siempre es la clave de la felicidad, lo del ego solo son guiones de mierda, que te paralizan pero que cuando te enfrentas a ellos después de la resistencia y el dolor inicial descubres que no eran verdad.
Cuando te enfrentas al ego y al miedo descubres que el miedo no es real, al igual que el ego tampoco lo es. La única realidad es que tu esencia es divina y es amor, así como que eres un ser todopoderoso, simplemente lo habías olvidado.
Todas las personas que conozco que han pasado por una ruptura traumática a día de hoy dan las gracias por esa ruptura y reconocen que les ha impulsado a ser una mejor versión de sí mismos.
Los que se quedan apegados y buscan poner un parche a su dolor sustituyendo a una pareja por otra solo consiguen repetir patrones y experimentar la misma experiencia destructiva con una intensidad amplificada.
Reflexión

No permitas que tu imagen de ti mismo, dependa de lo que otra persona posea.
Recuerda que valor, fuerza y osadía hacen posible dar los pasos necesarios para poderte amar,
la manera que lo hagas enseñará a otros amarte.
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