Crónicas Bíblicas Segunda parte: Gedeón

Por John Macarthur

Parte 2 final

CRÓNICAS BÍBLICAS

LA ESTRATEGIA QUE PARECÍA SUICIDA

Cuando escuchó que los invasores madianitas habían vuelto, Gedeón reunió a los hombres de Israel para luchar. En una destacada muestra de valiente voluntariado, respondieron unos treinta y dos mil guerreros. Pero incluso con una fuerza tan grande bajo su mando, Gedeón dudaba de ser la persona adecuada para dirigir la batalla.

De nuevo, su fe flaqueaba, así que demandó otra señal para estar seguro de que Dios estaba con él.

Y Gedeón dijo a Dios: Si has de salvar a Israel por mi mano, como has dicho, he aquí que yo pondré un vellón de lana en la era; y si el rocío estuviere en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces entenderé que salvarás a Israel por mi mano, como lo has dicho. Y aconteció así, pues cuando se levantó de mañana, exprimió el vellón y sacó de él el rocío, un tazón lleno de agua.

Mas Gedeón dijo a Dios: No se encienda tu ira contra mí, si aún hablare esta vez; solamente probaré ahora otra vez con el vellón. Te ruego que solamente el vellón quede seco, y el rocío sobre la tierra. Y aquella noche lo hizo Dios así; sólo el vellón quedó seco, y en toda la tierra hubo rocío. (Jueces 6.36–40)

Aunque el Señor consintió misericordiosamente a su petición (como lo hizo con una similar de Moisés en (Éxodo 33.12), las acciones de Gedeón no se deben ver como un patrón a seguir por los creyentes.

Como cristianos, no establecemos la validez de la Palabra de Dios pidiéndole una confirmación milagrosa, sino que vivimos según su voluntad creyéndole y siendo obedientes a su Palabra.

El Señor ya le había dicho a Gedeón que tendría la victoria sobre los madianitas. Esa revelación debió haber sido suficiente. Al pedirle al Señor que no se enojara con él por su petición, Gedeón, conducido por su duda, mostraba que incluso él sabía que había traspasado sus límites.

Reconoció que su fe era débil, pero que estaba en peligro de pecaminosamente poner a Dios a prueba (cp. Deuteronomio 6.16).

Cuando se disiparon sus dudas y estaba convencido de que el Señor le daría la victoria, Gedeón preparó a su ejército de treinta y dos mil hombres para luchar contra los madianitas, probablemente con una estrategia de batalla convencional. Pero Dios tenía su propia estrategia para el ejército de Israel, una que parecía desastrosa desde la perspectiva humana. Cuando estaban acampados al otro lado del valle de sus enemigos, el Señor se acercó a Gedeón con este impactante plan.

Y Jehová dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo:

Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad. Y se devolvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil. (Jueces 7.2–3)

Dios había escogido al tímido Gedeón para dirigir el ataque, a fin de que su glorioso poder pudiera ser la única explicación para la victoria.

Ahora, le dijo al aprensivo líder que redujera el ejército. Si Gedeón estaba nervioso con un ejército de treinta y dos mil, imagínese cómo se sintió cuando veintidós mil de sus hombres se fueron a casa. Gedeón se habría consolado si hubiera recordado las palabras de Moisés, que les dijo a los israelitas muchos años atrás:

«Cuando salgas a la guerra contra tus enemigos, si vieres caballos y carros, y un pueblo más grande que tú, no tengas temor de ellos, porque Jehová tu Dios está contigo» (Deuteronomio 20.1).

Al reducir el tamaño del ejército, Dios se aseguró de que los hombres de Israel no obtuvieran ninguna victoria convencional.

Aunque solo quedaban diez mil guerreros, Dios no había terminado de reducir las fuerzas de Israel. En Jueces 7.4,

le dice a Gedeón: «Aún es mucho el pueblo».

Siguiendo las instrucciones del Señor, Gedeón llevó al ejército a un arroyo cercano para beber. «Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber» (v. 5).

De los diez mil guerreros restantes, nueve mil setecientos se arrodillaron para beber. Solo trescientos se llevaron el agua a su boca usando sus manos para beber de ellas. El desfallecido corazón de Gedeón debió de estar a punto de detenerse cuando Dios le dijo:

«Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré, y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar» (v. 7).

No se nos da ninguna razón para esta distinción, ya que la acción de beber no indicaba nada acerca de sus habilidades como soldados. Fue meramente una forma de reducir a la multitud. Sus destrezas como soldados no afectarían la victoria.

Desde el punto de vista de las tácticas militares probadas, reducir un ejército de treinta y dos mil a trescientos no tiene sentido, pero el Señor estaba declarando un punto inequívoco, no solo para Gedeón sino para todo Israel y para nosotros. Estaban a punto de ver su poder puesto en escena;

era el momento de ser valientes, no porque ellos mismos fuesen fuertes, sino porque el Señor lucharía por ellos (cp. Josué 23.10).

Todavía el temor de Gedeón era palpable (Jueces 7.10). Así pues, por tercera vez, Dios le dio una señal para calmar sus nervios. Llegó de una forma extraña.

Dios le dijo a Gedeón que se acercara al campamento madianita. Él obedeció la aterradora orden.

Cuando llegó, escuchó a dos soldados enemigos conversando. El primero contaba un extraño sueño que había tenido la noche antes, en el que un pan rodaba hasta el campamento madianita y derribaba una tienda. Como respuesta, el otro soldado le dio una interpretación: «Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón hijo de Joás, varón de Israel. Dios ha entregado en sus manos a los madianitas con todo el campamento» (v. 14).

Después de oír el sueño y el terror en la voz de su enemigo, Gedeón tenía su señal y regresó con su ejército convencido de que el Señor les daría la victoria

.

EL EJÉRCITO QUE SE ANIQUILÓ A SÍ MISMO

En la profunda oscuridad de la noche, los trescientos hombres de Gedeón, tras haberse dividido en tres compañías de cien soldados cada una, hicieron lo que les habían dicho y tomaron trompetas y antorchas metidas en vasijas vacías, y se posicionaron por encima y alrededor del campamento madianita.

En un esfuerzo coordinado, el ejército de Gedeón hizo sonar sus trompetas, rompieron sus vasijas contra el suelo, sostuvieron en alto sus antorchas encendidas en la noche, y gritaron:

«¡Por la espada de Jehová y de Gedeón!» Con ese grito, la silenciosa calma de la oscura noche se vio alterada con el sonido de las trompetas, los gritos de los soldados y la repentina llamarada de trescientas antorchas. La estrategia era quizás que pareciera que cada uno de los trescientos representaba a todo un destacamento de soldados.

Para los perplejos enemigos de Israel, el terror siguió a la perplejidad. Aturdidos y desorientados, cundió el pánico entre los madianitas aún medio dormidos. Pensando que debía haber soldados israelitas por todo su campamento, y en la oscuridad de la noche, los madianitas no podían distinguir entre amigos y enemigos, y con sus espadas intentaron abrirse una vía de escape matando a sus propios hombres. Según Jueces 7.21–22:

«Entonces todo el ejército echó a correr dando gritos y huyendo. Y los trescientos tocaban las trompetas; y Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento».

Así, el confundido ejército madianita se destruyó a sí mismo. Los que pudieron escapar huyeron, y los trescientos hombres de Gedeón les persiguieron. Llamaron también a otros israelitas para que les ayudarán en la persecución (Jueces 7.23).

El resto de Jueces 7–8 describe la victoriosa persecución de Gedeón y su ejército, mientras expulsaban a los madianitas de Israel. Como resultado de la conquista, los israelitas querían hacerle rey, pero Gedeón reconoció que solo el Señor era el verdadero Rey (Jueces 8.23).

Reconoció que todo el mérito de la liberación de Israel le pertenecía al Dios todopoderoso.

Aunque Gedeón no tomó siempre sabias decisiones (cp. Jueces 8.24–31), el resto de su vida marcó una era de paz para la nación hebrea.

Según las palabras de Jueces 8.28:«Así fue subyugado Madián delante de los hijos de Israel, y nunca más volvió a levantar cabeza. Y reposó la tierra cuarenta años en los días de Gedeón».

De manera increíble, el Señor usó a este débil granjero para liberar a su pueblo de sus mortales enemigos. Cuando conocimos por primera vez a Gedeón, estaba escondiéndose como un cobarde en un lagar.

Él era el más inconcebible de los potenciales héroes.

Pero Dios le elevó para que ganara una batalla decisiva que parecía imposible, no para exaltar a Gedeón, sino para demostrar su gran poder para salvar a su pueblo. Como respuesta, Gedeón legítimamente reconoció que solo el Señor merecía toda la gloria.

La drástica transformación de este joven, de falta de fe a valentía, es de tal magnitud que se incluyó en el Nuevo Testamento entre los ejemplos de élite de los héroes de la fe (Hebreos 11.32).

Su ejemplo de dependencia llena de fe en el Señor sirve como un recordatorio perpetuo de la fuerza que Dios da a quienes confían en Él.

Continua la historia primera parte abajo está el enlace.

NOTICIAS DEL REINO

TU PERIÓDICO DIGITAL

TE INVITA

A leer Crónicas Bíblicas

Gadeón

PRIMERA PARTE

Es una nueva sección del periódico para leer todos los días sábado, a un personaje de la Biblia con todo el contexto histórico, cultural, social entre otras cosas.

Recogiendo un comentario Bíblico de teólogos reconocidos, para que te puedas informar rápidamente ⏱

Si no pudiste leer la primera parte te dejo el vinculo dale «Click» al enlace.

👇

Comparte el contenido con familia, amigos, y tus redes sociales, no olvides suscribirte al periódico nos apoyas también si dejas un

¡Me Gusta!

¡Gracias!

Deja un comentario