La Civilidad en la Sustentabilidad Individual.

Tercera Parte.

Por Hugo Rodríguez Barroso.

Hoy simulamos que somos carismáticos y recurrimos al Photoshop; simulamos que somos profesionales y nos tomamos fotos en una silla elegante; simulamos que somos exitosos y nos tomamos otra foto pero con los brazos cruzados; simulamos que somos fuertes y tomamos malteadas que inflan los músculos;

simulamos que somos ricos y nos endeudamos con un vehículo nuevo; simulamos que somos buenos ciudadanos y criticamos todo lo que se nos ocurre en redes sociales. Simulamos que somos todo eso que no somos y que, lamentablemente, no podremos ser en el corto plazo.

No por imposibilidad factorial, que no existe lo imposible en logros, sino porque la metástasis social se cataliza por el vacío del espíritu. De la mayoría de los ciudadanos del mundo.

Que al trasladarla a la esfera de una persona con responsabilidad de alto mando en alguna empresa importante, la simulación resulta en depredación económica; cuando la simulación se verifica en algún funcionario público, termina en decadencia de Estado.

La invasión del charlatán, el fanfarrón y hablador en la arena de lo formal ha mermado el liderazgo auténtico y con ello la civilidad.

¿Cómo seremos calificados por la historia ante tales trivialidades?

–Me refiero a las generaciones de 30 años en adelante. –

¿Es fácil dejar atrás la puerilidad?

-¿Alcanzaremos la civilidad algún día?

–Y a todo esto, ¿Cuáles son los límites de la sobrevivencia social ante la ausencia de orden y respeto?

¿El Cambio Climático nos cambiará como personas?

¿Es el Estado de Derecho una mera utopía?

Las naciones cuentan con un marco legal que rige las relaciones humanas y aquellas entre gobernantes y gobernados. Inclusive en los países que viven bajo una dictadura, sea por demagogia u opresión, el derecho positivo está latente en la vida de la gente.

Definir al Estado de Derecho en términos absolutos sería labor polémica cuando se trata de atender a perspectivas políticas, ideológicas y/o religiosas diversas

– podría ser infructuoso dado que la relatividad también aquí aplica.

Pero nuestro propósito es concentrarnos, por ahora, en la sociedad global en la que vivimos. Así que podríamos coincidir que el Estado de Derecho es el conjunto de normas jurídicas formuladas por la mayoría de los ciudadanos de una comunidad, país o conjunto de naciones, que representados en poderes legítimos constitucionales, establecen condiciones y limitaciones en el vivir cotidiano para los miembros de la sociedad;

y que se deben de cumplir, acatar, imponer mediante las instancias de impartición de justicia. De aquí la sistematización de un orden de derechos y obligaciones que tutelan libertades, derechos universales, igualdad, justicia y, en su caso, progreso.

Uno de los elementos destacables radica en la capacidad de que las normas sean coercitivas y que ante su desacato proceda la sanción

– conforme a lo que los propios ordenamientos jurídicos establezcan.

El tema es amplio y de esmerado estudio, pero nos concentraremos en la parte coercitiva. No porque el castigo sea la solución de los problemas que nos aquejan, sino porque la ausencia de la sanción propaga la impunidad, y ésta cataliza el deterioro del Estado de Derecho.

La impunidad en muchos países del mundo se ha convertido en algo cotidiano, en algo usual: lo anormal es ya normal. Y no me refiero únicamente a la rama penal sino a todos los ámbitos de la vida: hoy en especial al ambiental y ecológico.

Depende de nuestra evolución social el evitar la descomposición social y el mayor deterioro de nuestro Planeta. Por complacencia, omisión o permisión, también tenemos responsabilidad frente al gran jurado de la humanidad y de cara a la Historia Universal.

Recordemos además que en una vía u otra estamos educando a nuestros hijos, siendo que las soluciones hoy emanan de la reacción de cada individuo, del núcleo familiar.

Por ello todos somos responsables y culpables de la devastación de nuestro amado Planeta: con honestidad y valentía lo debemos comprender.

Cada quien puede y debe erigirse como un líder de la sustentabilidad. Para eso ayuda la Sustentabilidad Individual.

Antaño los liderazgos se creaban, como es natural, en los hechos, en las acciones, en los logros y resultados. Pero la modernidad también lo ha transformado. Hoy cualquiera se llama líder y por eso cualquier líder termina decepcionando a los demás.

En este tenor la cascada de influencia negativa se expande como avalancha hacia aquellos que en su momento mantuvieron “idolatría” y el efecto multiplicador sigue su curso hasta dar paso, a largo plazo, a la desintegración familiar y a la ruptura del tejido social; pero más grave aún, a la destrucción de nuestro Hábitat y del Planeta.

Así de importante es el liderazgo. Que no cualquiera es líder. No porque se requiera ser sobrehumano, sino porque por lo contario, se requiere ser más humano.

El liderazgo, como es natural, empieza en la familia

– cuando el padre y la madre inculcan los valores universales y ejercen guía correcta a los hijos-; continúa con el maestro, el entrenador y el mentor a lo largo del proceso de formación integral del educando. El proceso es inacabable, como lo es también la educación, pues a estas alturas cuando menos debiésemos comprender que escolaridad y educación no son lo mismo.

 (Continuará).