
En el mundo, el arcoíris representa muchas cosas: Alegría, sueños, esperanza…
Vamos, hasta representa una comunidad. Pero hoy quiero hablarles del arcoíris y su verdadero significado de acuerdo a la Palabra de Dios…
La historia del “Arca de Noé” ya te la sabes. Dios decide destruir el mundo porque la maldad ya era demasiada.
Quería partir desde cero con un varón justo y su familia, en una tierra nueva. Esto, por medio de un diluvio. Llovería tanto que la tierra se inundaría, matando a todo ser viviente. Este juicio, fue hacia el hombre por su pecado, pero afectó también al resto de la Creación. Dios estaba arrepentido de haber creado al ser humano por la maldad que había en su corazón:
“Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón.”
Génesis 6:5-6
Pero Dios miró a Noé y tuvo misericordia de él. Noé halló gracia ante los ojos de Dios. Él tenía una relación con Su Creador:
..Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.
Génesis 6:9
Y por lo mismo Dios estableció un pacto con Noé. Él y su familia no morirían en el diluvio. ¿Cómo? Por medio de la famosa arca.
“Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo. Y de todo lo que vive, de toda carne, dos de cada especie meterás en el arca, para que tengan vida contigo; macho y hembra serán.”
Génesis 6:18-19
Algo que me gustaría recalcar del testimonio de Noé, es que creyó en la palabra de Dios. Desde la advertencia que le hizo del inminente diluvio, hasta la promesa de salvar su vida, Noé creyó y tuvo fe en el Dios omnisciente y todopoderoso.
Por esto, su testimonio quedó registrado para siempre en la Biblia. Lo vemos en Hebreos 11:7 –
“Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.”
Vino el diluvio. Dios le hizo justicia a Noé al salvarlo por su obediencia y al mundo, al destruirlo por su pecado. La palabra de Dios se cumplió.

“Así fue destruido todo ser que vivía sobre la faz de la tierra, desde el hombre hasta la bestia, los reptiles, y las aves del cielo; y fueron raídos de la tierra, y quedó solamente Noé, y los que con él estaban en el arca.”
Génesis 7:23
Pasados algunos meses, Noé, su familia y los animales salieron del arca a una nueva vida: “Bendijo Dios a Noé y a sus hijos, y les dijo: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra.”
Génesis 9:1.
Dios los guardó y ellos estaban muy agradecidos. Alabaron y glorificaron a Dios ofreciendo sacrificios.
Aquí llegamos a la parte clave. Dios estableció otro pacto, no sólo con Noé, sino con toda la Creación:
Estableceré mi pacto con vosotros, y no exterminaré ya más toda carne con aguas de diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.
-Génesis 9:11
¿Y cómo firmó esta promesa? Con un arcoíris:
“Mi arco he puesto en las nubes, el cual será por señal del pacto entre mí y la tierra. Y sucederá que cuando haga venir nubes sobre la tierra, se dejará ver entonces mi arco en las nubes. Estará el arco en las nubes, y lo veré, y me acordaré del pacto perpetuo entre Dios y todo ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra.” Génesis 9:13, 14 y 16

Esto representa el arcoíris que se deja ver en los días lluviosos y soleados. Representa la misericordia de Dios. Lamentablemente seguiremos pecando porque está en nuestra naturaleza, pero la promesa es que no habrá otro diluvio que nos destruya.
Esa es la misericordia y paciencia de un Dios justo.
Por favor, dejemos de ver el arcoíris bajo la definición que el hombre le ha dado. Empecemos a verlo como lo que es: el sello del Dios que promete y cumple. Que cada vez que voltees tus ojos al cielo y te topes con el arcoíris, sólo puedas pensar en la majestuosidad de Dios, que usa elementos de Su Creación para recordarnos Su fidelidad. No sé si lo has notado, pero mientras más densas están las nubes, más nítido aparece el arcoíris.
Así es Dios…
Nos recuerda Quien es Él en nuestros episodios más oscuros y desalentadores. Cuando Él permite las tormentas en nuestras vidas, trae con ellas consolación y restauración. Recuerda que tenemos al Dios de Abraham, Moisés y Noé.
Y aunque pase el tiempo, Sus promesas permanecerán:
“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” – Mateo 24:35.
Como hijos de Dios, vivimos bajo un Nuevo Pacto. Este pacto es el que vino a establecer Jesucristo con aquellos que le recibieran como Señor y Salvador, para aquellos que creyeran en Su poderoso nombre, y decidieran vivir para Él.
Este pacto incluye un gran número de promesas que Dios quiere cumplir en nosotros tarde o temprano.
Y aunque el mundo nos vea como personas que viven
“fuera de la realidad”
por poner nuestros ojos en las cosas que no se ven, decidamos creer con todo nuestro corazón que si Dios lo prometió, lo va a cumplir a Su perfecto tiempo.

REFLEXIÓN

Carta para una mamá
Querida mamá:
Hoy he tenido la necesidad de escribirte una carta porque me hubiese gustado que alguien me la escribiera a mí.
¡Felicidades! ¿Alguien se ha detenido a mirarte a ti? ¿A mirar en tus ojos brillosos de emoción y cansancio lo bien que lo has hecho durante estos largos meses de gestación? ¡FELICIDADES! ¡Has dado vida!
Dar vida es un proceso; nacer como madre y convertirse en una también lo es.
No naces sabiendo qué hacer. Por supuesto que está el instinto, y todas las historias que nos hemos contado desde pequeñas de cómo es ser madre. Sin embargo, hay cosas que no nos contamos: habrá momentos de miedo (¡son tan chiquitines e indefensos al nacer!), momentos de dudas («¿lo estaré haciendo bien?»), momentos de cansancio acumulado («¡no puedo más, necesito dormir, cinco minutitos y agarro al bebé!»), de frustración («¡no logro que se agarre bien al pecho!»), de dolor («¡ay, los puntos de la episiotomía o la cesárea!»). A veces, «dar vida» no es cómo lo habíamos planeado.
Los próximos cuarenta días, o mejor conocido como «la cuarentena«, serán días duros. Para algunas más, para otras menos. Las hormonas, la novedad de sentir tanta emoción tan intensamente, el cansancio, el darte cuenta de que las horas se van como agua, que no logras hacer todo lo pendiente, que la casa está patas arriba y que tienes mucho por planchar. Todo esto te superará en algún momento. Pide ayuda y deja que te ayuden.
La relación con tu marido cambia. Y mucho. Ya no solo son pareja, se han convertido en familia. Los primeros meses tu cuerpo posparto estará recuperándose, podrás tener más o menos necesidad de intimidad y no siempre es fácil para los hombres aceptar ese nuevo «rol de madre». Tranquila. Pasará y ambos descubrirán cómo reencontrarse.
Las palabras que más escucharás son: «es normal». Sin embargo, vendrán siempre acompañada de consejos:
no lo tengas siempre en brazos que se malacostumbrará; ese niño tiene frío, mira las manitas, hay que taparlo mejor; no lo pongas boca arriba; ¡qué manía con la moda esa de traer a los niños «colgando»!
Llénate de paciencia. Cada madre y cada niño es un universo.
Yo no te digo que hagas «oídos sordos» porque creo que todo consejo ayuda.
Tú ya decidirás si va o no va con tu manera de criar a tu bebé.
Disfruta. Aunque haya momentos en que te parezca imposible. Con mi segundo hijo fue todo mucho más fácil, pero puedo confesarte que con mi primera hija, hace cinco años, casi no pude disfrutar. Sólo quería dormir.
A los tres meses, aproximadamente, comenzará una rutina. Comenzarás a darte cuenta de que puedes comerte el mundo, que ser madre es maravilloso y que tú vuelves poco a poco a ser tú misma, pero en una versión aún más potente. Harás y podrás con muchísimas cosas que no te creías capaz.
No seas tan dura contigo misma. Como te puse arriba, «es normal». Te lo dice otra madre que fue primeriza como tú: es normal que pases miedo, que te culpes, que pienses que no lo estás haciendo como creías y que pienses que eras mejor madre antes de ser madre.
¡Los inicios se olvidan! Por más mal que lo pases, por más duro que haya sido el parto, por todas las peleas que pases con tu pareja, por mucho que pienses que nunca volverás a tener la libido de antes…
¡Todo pasa! pero también tu bebé se convertirá en un niño.
¡Nunca dejarás de ser madre! Para caminar, los bebés tuvieron que gatear. Igualmente, tú irás aprendiendo cada día cómo ser lo mejor para ellos.
Pronto mirarás atrás y dirás como todas decimos ¡que rápido se hacen grandes!
Así que, querida madre primeriza, ¡FELICIDADES! ¡Lo has hecho increíble! y pronto, muy pronto, dejarás de ser primeriza y sabrás que cada minuto vale la pena vivirlo.
Por Rebeca Austin de U.S.A
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