Por Rebeca Holms Webber

Entonces, ¿cuál es la intención de La Bella y la Bestia? La aceptación. La aceptación es la antítesis de la negación y el control.
Es la voluntad de reconocer cuál es la realidad y dejarla tal como es, sin necesidad de modificarla.
En eso radica una felicidad que surge no de la manipulación de la gente o de las condiciones externas, sino del desarrollo de la paz interior, aun frente a los desafíos y dificultades.
Recuerde que, en el cuento de hadas, la Bella no tenía necesidad de que la Bestia cambiara.
Ella lo veía con realismo, lo aceptaba tal como era y lo apreciaba por sus buenas cualidades.
No trataba de convertir a un monstruo en un príncipe.
No decía: «Seré feliz cuando él ya no sea un animal.» No le tenía lástima por lo que era ni trataba de cambiarlo.
Y allí radica la lección. Debido a su actitud de aceptación, la Bestia fue liberada para convertirse en su verdadero yo.
El hecho de que su verdadero yo resultara ser un apuesto príncipe (y una pareja perfecta para la Bella) demuestra simbólicamente que ella fue recompensada con creces por practicar la aceptación. Su recompensa fue una existencia rica y plena, representada por su vida feliz por siempre jamás con el príncipe.

La verdadera aceptación de un individuo tal como es, sin tratar de cambiarlo mediante el aliento, la manipulación o la coacción, es una forma muy elevada del amor y, para la mayoría de nosotros, resulta muy difícil de practicar.
En el fondo de todos nuestros esfuerzos para cambiar a alguien hay un motivo básicamente egoísta, una creencia de que a través de ese cambio seremos felices.
No hay nada malo en desear ser felices, pero colocar la fuente de esa felicidad fuera de nosotros mismos, en las manos de otra persona, significa que evitamos nuestra capacidad y nuestra responsabilidad de modificar nuestra propia vida para bien.
Resulta irónico, pero esta misma práctica de la aceptación es lo que permite a otra persona cambiar si así lo desea.
Analicemos cómo funciona esto. Si la pareja de una mujer tiene un problema de adicción al trabajo, por ejemplo, y ella se queja y discute con él por las largas horas que pasa fuera de casa, ¿cuál es el resultado habitual?
El pasa el mismo tiempo o más lejos de ella, pues se siente justificado a hacerlo a fin de escapar de esos lamentos sin fin. En otras palabras, al regañar, quejarse y tratar de cambiarlo, ella en realidad le hace creer que el problema entre ellos no es su adicción al trabajo sino la forma en que ella lo fastidia; y, en efecto, su compulsión de cambiarlo puede llegar a ser un factor tan importante para la distancia emocional entre ellos como la compulsión de él al trabajo.
En sus esfuerzos por obligarlo a estar más cerca de ella, en realidad lo aleja más aun.
La adicción al trabajo es una alteración grave, como lo son todas las conductas compulsivas.
Sirve a un propósito en la vida de su esposo; éste puede ser protegerlo de la cercanía y la intimidad que él teme e impedir que surjan diversas emociones incómodas para él, principalmente la ansiedad y la desesperación.
(La adicción al trabajo es una de las maneras de evitarse a sí mismos que emplean con frecuencia los hombres que provienen de familias disfuncionales, tal como amar demasiado es uno de los principales medios de prevención utilizados por las mujeres provenientes de ese tipo de familias.)
El precio que ese hombre paga por esta prevención es una existencia unidimensional que le impide disfrutar gran parte de lo que ofrece la vida. Pero solamente él puede decidir si el precio es demasiado alto, y sólo él puede elegir tomar las medidas necesarias y correr los riesgos que se requieren para que él cambie. La tarea de su esposa no es enderezar la vida de su marido sino realzar la propia.
La mayoría de nosotros tenemos la capacidad de ser mucho más felices y plenos como individuos de lo que creemos.
A menudo, no reclamamos esa felicidad porque creemos que el comportamiento de otra persona nos lo impide.
Ignoramos nuestra obligación de desarrollamos mientras planeamos, maniobramos y manipulamos para cambiar a otro, y nos enfadamos, nos desalentamos y nos deprimimos cuando nuestros esfuerzos fracasan.
El intentar cambiar a otra persona es frustrante y deprimente, pero el ejercer el poder que tenemos para cambiar nuestra propia vida es vivificante.
Para que la esposa de un adicto al trabajo esté libre para vivir una vida plena, haga lo que haga su esposo, debe llegar a creer que el problema de él no es el suyo, y que no está en su poder ni es su deber ni su derecho cambiarlo.
Debe aprender a respetar el derecho que tiene él de ser quien es, aun cuando ella desee que sea distinto.
Al hacerlo, ella quedará libre: libre de resentimiento por la inaccesibilidad de él, libre de culpa por no ser capaz de cambiarlo, libre de la carga de tratar incansablemente de cambiar lo que no puede. Con menos resentimiento y culpa es probable que ella empiece a sentir más afecto hacia él por las cualidades que sí aprecia.
Cuando ella deje de tratar de cambiarlo y reencauce su energía al desarrollo de sus propios intereses, experimentará cierto grado de felicidad y satisfacción, sin importar lo que él haga.
A la larga ella quizá descubra que sus objetivos son suficientemente gratificantes y que puede disfrutar una vida plena y satisfactoria sola, sin mucha compañía de su esposo.
O bien, a medida que se vuelva cada vez menos dependiente de él para su felicidad, ella puede decidir que su compromiso con un hombre ausente no tiene sentido y puede decidir proseguir su vida sin el constreñimiento de un matrimonio insatisfactorio.
Ninguno de estos dos caminos es posible mientras ella necesite que él cambie para ser feliz.
Hasta que lo acepte tal como es, estará congelada en animación suspendida, esperando que él cambie para poder empezar a vivir su vida.
La adicción al trabajo es una alteración grave, como lo son todas las conductas compulsivas. Sirve a un propósito en la vida de su esposo; éste puede ser protegerlo de la cercanía y la intimidad que él teme e impedir que surjan diversas emociones incómodas para él, principalmente la ansiedad y la desesperación.
(La adicción al trabajo es una de las maneras de evitarse a sí mismos que emplean con frecuencia los hombres que provienen de familias disfuncionales, tal como amar demasiado es uno de los principales medios de prevención utilizados por las mujeres provenientes de ese tipo de familias.)
El precio que ese hombre paga por esta prevención es una existencia unidimensional que le impide disfrutar gran parte de lo que ofrece la vida. Pero solamente él puede decidir si el precio es demasiado
alto, y sólo él puede elegir tomar las medidas necesarias y correr los riesgos que se requieren para que él cambie. La tarea de su esposa no es enderezar la vida de su marido sino realzar la propia.
La mayoría de nosotros tenemos la capacidad de ser mucho más felices y plenos como individuos de lo que creemos.
A menudo, no reclamamos esa felicidad porque creemos que el comportamiento de otra persona nos lo impide. Ignoramos nuestra obligación de desarrollamos mientras planeamos, maniobramos y manipulamos para cambiar a otro, y nos enfadamos, nos desalentamos y nos deprimimos cuando nuestros esfuerzos fracasan.
El intentar cambiar a otra persona es frustrante y deprimente, pero el ejercer el poder que tenemos para cambiar nuestra propia vida es vivificante.
Para que la esposa de un adicto al trabajo esté libre para vivir una vida plena, haga lo que haga su esposo, debe llegar a creer que el problema de él no es el suyo, y que no está en su poder ni es su deber ni su derecho cambiarlo.
Debe aprender a respetar el derecho que tiene él de ser quien es, aun cuando ella desee que sea distinto.
Al hacerlo, ella quedará libre: libre de resentimiento por la inaccesibilidad de él, libre de culpa por no ser capaz de cambiarlo, libre de la carga de tratar incansablemente de cambiar lo que no puede.
Con menos resentimiento y culpa es probable que ella empiece a sentir más afecto hacia él por las cualidades que sí aprecia.
Cuando ella deje de tratar de cambiarlo y reencauce su energía al desarrollo de sus propios intereses, experimentará cierto grado de felicidad y satisfacción, sin importar lo que él haga.
A la larga ella quizá descubra que sus objetivos son suficientemente gratificantes y que puede disfrutar una vida plena y satisfactoria sola, sin mucha compañía de su esposo.
O bien, a medida que se vuelva cada vez menos dependiente de él para su felicidad, ella puede decidir que su compromiso con un hombre ausente no tiene sentido y puede decidir proseguir su vida sin el constreñimiento de un matrimonio insatisfactorio.
Ninguno de estos dos caminos es posible mientras ella necesite que él cambie para ser feliz.
Hasta que lo acepte tal como es, estará congelada en animación suspendida, esperando que él cambie para poder empezar a vivir su vida.
Cuando una mujer que ama demasiado se da por vencida en su cruzada de cambiar al hombre de su vida, entonces él queda solo para reflexionar en las consecuencias de su propio comportamiento.
Como ella ya no está frustrada ni infeliz, sino que cada vez se entusiasma más con la vida, se intensifica el contraste con la existencia de él.
El puede elegir luchar por desembarazarse de su obsesión y llegar a ser más accesible física y emocionalmente. O quizá no. Pero sea lo que fuere lo que él decida hacer, al aceptar al hombre de su vida exactamente como es, una mujer queda en libertad, de una forma o de otra, para vivir su propia vida…
con felicidad por siempre jamás.
Entonces él queda solo para reflexionar en las consecuencias de su propio comportamiento.
Como ella ya no está frustrada ni infeliz, sino que cada vez se entusiasma más con la vida, se intensifica el contraste con la existencia de él.
El puede elegir luchar por desembarazarse de su obsesión y llegar a ser más accesible física y emocionalmente.
O quizá no. Pero sea lo que fuere lo que él decida hacer, al aceptar al hombre de su vida exactamente como es, una mujer queda en libertad, de una forma o de otra, para vivir su propia vida…
con felicidad por siempre jamás.
REFLEXIÓN

«Deja que las cosas se rompan, deja de
esforzarte por mantenerlas pegadas.Deja que
la gente se enoje.
Deja que te critiquen, su reacción no es tu
problema.
Deja que todo se derrumbe, y no te preocupes
por el después.
¿A dónde iré? ¿Qué voy a hacer?
Lo que está destinado a irse se irá de todos
modos.Lo que tenga que quedarse, seguirá siendo.
Lo que se va siempre deja espacio para algo
nuevo, esa es la ley universal.Pelicula Comer, rezar , amar (2010)
Y nunca pienses que ya no hay nada bueno para ti, solo que tienes que dejar de contener
lo que hay que dejar ir.»
¡ Hola Bienvenidos !

Te invito a leer otro artículo mío con el título:
¡ Gracias !



