Adicta a las relaciones ❤

Por Nicole Di Matteo

Contenido Psicológico

En el peor de los casos, las mujeres que amamos somos adictas a las relaciones, «hombreadictas» intoxicadas de dolor, miedo y anhelo.

Como si eso no fuera suficiente, es posible que los hombres no sean lo único a lo que estamos «enganchadas». A fin de bloquear nuestros sentimientos más profundos de la niñez, algunas también hemos desarrollado dependencias de sustancias adictivas.

En nuestra juventud o, más tarde, en la adultez, quizás hemos comenzado a abusar del alcohol o de otras drogas o, lo que es más típico en las mujeres que amamos demasiado, de la comida. Hemos comido en exceso o escasamente, o ambas cosas, para olvidar la realidad, para distraernos, y para insensibilizamos al vasto vacío emocional que hay en lo profundo de nuestro ser.

No todas las mujeres que aman también comen demasiado o beben demasiado o abusan de las drogas, pero para aquéllas que sí lo hacemos, nuestra recuperación de la adicción a las relaciones debe ir de la mano de nuestra recuperación de la adicción a la sustancia de la que abusamos.

He aquí la razón: cuanto más dependemos del alcohol, las drogas o la comida, más culpa, vergüenza, miedo y odio por nosotras mismas sentimos.

Cada vez más solas y aisladas, es posible que nos desesperemos por el consuelo que parece prometer una relación con un hombre.

Como nos sentimos pésimamente con nosotras mismas, queremos un hombre que nos haga sentir mejor.

Como no podemos queremos, necesitamos que él nos convenza de que somos dignas de ser amadas. Incluso nos decimos que con el hombre adecuado no necesitaremos tanta comida, tanto alcohol o tantas drogas.

Utilizamos las relaciones de la misma manera en que utilizamos nuestra sustancia adictiva: para alejar el dolor.

Cuando una relación nos falla, recurrimos con mayor frenesí a la sustancia de la que hemos abusado, nuevamente en busca de alivio. Se crea un círculo vicioso cuando la dependencia física con respecto a una sustancia se ve exacerbada por la tensión de una relación dañina, y los sentimientos caóticos engendrados por la adicción física intensifican la dependencia emocional con respecto a una relación. Utilizamos el hecho de estar sin un hombre o de estar con un hombre inapropiado para explicar y excusar nuestra adicción física.

A la inversa, nuestro uso continuo de la sustancia adictiva nos permite tolerar nuestra relación dañina insensibilizándonos al dolor y quitándonos la motivación necesaria para cambiar. Culpamos a una por la otra. Utilizamos una para enfrentar la otra y cada vez nos volvemos más dependientes de ambas.

Photo by Criativithy

Mientras estamos empeñadas en huir de nosotras mismas y evitar nuestro dolor, seguimos enfermas. Cuanto más tratamos y cuantas más vías de escape buscamos, más nos enfermamos al combinar adicciones con obsesiones.

A la larga descubrimos que nuestras soluciones se han convertido en nuestros problemas más graves.

Al necesitar mucho alivio y no encontrarlo, a veces podemos empezar a enloquecer un poco.

Mantenerte sana se se tiene que convertir en tu primera prioridad, pude ser que por lo difícil que es ese desafío y por la poca habilidad que posees tal ves para ello.

El hecho de llenar tu vida con un trabajo agradable, además de nuevas amistades e intereses, sea un proceso lento, paso por paso. es difícil encontrar el camino, el hecho de ser feliz, estar cómoda y en paz, teniendo que evitar rigurosamente el crear problemas que te permitirían sentir aquella locura ya conocida, busca una ayuda profesional que te ayude a entender y que te guie a tu sanidad.


Photo by Ayyub Jauro


Fin del mes de la prevención del suicidio.


María tuvo una infancia feliz. Jugaba en la calle
con sus vecinos, iba a la escuela cerca de su
casa y sus padres la adoraban.

Era la primera de
una camada de cuatro hermanos
María a los 22 años estudiaba derecho y la
carrera le costaba mas de lo que ella pensó.

Se esforzaba por rendir pero las cosas no iban tan
bien. Conoció a Juan en la facultad, se enamoró
perdidamente y fue su primer hombre.

El la dejó de un día para el otro por su mejor amiga.
Su gente trataban de animarla pero ella estaba
escondida adentro de ella.

No tenía ganas de nada y su futuro lentamente empezó a no
parecerle tan interesante.

Reprobó las materias que estaba cursando y a pesar de que sus padres la contenían,
se sentía un fracaso.

El dolor psíquico que había comenzado como una leve angustia, se acrecentó a niveles
insoportables.

María sonreía hacía afuera y
hacía adentro, moría de a poco.
Ese día le hizo la leche a su hermano menor sonriendo con tristeza lo abrazo profundamente.

Esperó a que la casa estuviera en silencio y dijo BASTA.

Murió a los 23 años.
Esta es solo una historia corta y que desde ya no aborda la complejidad de la problemática del suicidio.

Pero ojalá sirva para recordarnos que debemos.

Y por lo mismo comprender que cada uno de nosotros puede hacer algo para evitarlo.

Por Dra. Elizabeth Smith


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