Por Timothy Keller
¿ Qué pasa en el mundo en su estado actual ?
En la narrativa del poderoso y la marginada, preguntaremos de forma específica: «Qué está mal con el mundo en su estado actual?».
Si no entendemos qué está mal con el mundo no podremos hablar sobre qué debemos hacer para mejorarlo. El diagnóstico viene antes de la prescripción. Y creo que encontraremos respuestas sólidas aquí.
En el tercer capítulo del Evangelio de Juan, Jesucristo se encuentra con una persona influyente en la sociedad, altamente moral líder de las instituciones cívicas y religiosas de Israel.
En el capítulo siguiente se encuentra con una persona marginada en lo social, en lo moral y en lo religioso, y resulta que era mujer. Ambos textos son bien conocidos por muchos cristianos porque ambos dejan entrever con cierto detalle el carácter de los personajes y están lleno de diálogos memorables. Sin embargo, es interesante que cuando alguien enseña estos textos, casi siempre se tratan por separado y nunca en conjunto, pero creo que eso es un error.
Creo que hay una razón para que estos dos encuentros aparezcan uno al lado del otro en este Evangelio: el escritor quiere que los consideremos juntos.
Estas dos personas parecen ser tan diferentes en la superficie y sus circunstancias tan dispares que a primera vista no tienen nada en común. Pero el autor nos está llevando a preguntarnos: a pesar de las diferencias entre el poderoso y la marginada, ¿qué tienen en común?
Ya que si estas dos personas tienen algo en común, entonces todos tenemos algo en común. Entonces ver estos encuentros en conjunto nos ayudará a ver lo que Juan está diciendo sobre la condición del mundo y el papel que todos jugamos en su estado actual.
No hay forma de hablar sobre estos encuentros sin abordar el tema del pecado. Sé que las palabras pecado y pecador cargan consigo mucho bagaje cultural, y puedo entender por qué muchas personas se encogen cuando escuchan a un cristiano usarlas.
Desafortunadamente, estas palabras han sido utilizadas para marginalizar y deshumanizar a aquellos que no son cristianos.
Es fácil decir: «No solo eres alguien que está en desacuerdo conmigo; ieresun pecador!». Es una palabra que ha sido usada para treparse a una escalera moral falsa y para juzgar a los que están abajo.
Si digo que tú eres un pecador (y, por implicación, yo no lo soy), entonces en vez de tener una conversación real y de colocarme genuinamente en el sendero de tus preguntas, te marginalizo.
Por supuesto, creo que este entendimiento del pecado es incorrecto. El entendimiento bíblico apropiado sobre el pecado es mucho más radical y tiene un alcance más lejano. Nunca puede ser utilizado como un arma porque disparará en reversa contra cualquiera que intente implementarlo de esa forma. Bíblicamente. nadie puede escapar del veredicto de ser un pecador. Y ese es el punto de estas dos historias.
Primero empecemos abordando el encuentro de la marginada con Jesús, porque comienza con una imagen del pecado que muchas personas podrán reconocer. Este encuentro con la mujer junto al pozo se narra en Juan 4.
Jesús está viajando con sus discípulos a través de Samaria; una ciudad afuera de Judea. Al llegar a la ciudad, sus discípulos fueron a buscar algo de comer. Jesús está muy fatigado y sediento. Y a la hora sexta, al mediodía, en pleno calor del día, Jesús va al pozo.
No hay forma de que Jesús pueda sacar agua del pozo, ya que no tiene una vasija. Pero, de pronto, una mujer solitaria viene a sacar agua del pozo. Jesús le dice:
-Dame un poco de agua.
Pero como los judíos no usan nada en común con los samaritanos, la mujer le respondió:
– ¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si tú eres judío y yo soy samaritana?
-Si supieras lo que Dios puede dar, y conocieras al que te está pidiendo agua contestó Jesús
-, tú le habrías pedido a
El, y El te habría dado agua que da vida.
-Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; de dónde, pues, vas a sacar esa agua que da vida? ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado?
-Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed –respondió Jesús–, pero el que beba del agua que Yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna.
-Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga viniendo aquí a sacarla,
-Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá –le dijo Jesús.
-No tengo esposo –respondió la mujer.
-Bien has dicho que no tienes esposo. Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es tu esposo. En esto has dicho la verdad.
-Señor, me doy cuenta de que tú eres profeta.
Antes de continuar con este encuentro, permíteme mostrarte lo extraordinaria que ya es esta conversación. El primer distintivo sorprendente de esta historia es el movimiento radical que Jesús hace al iniciar la conversación. No es inusual para nosotros verlos hablar, pero debería serlo. Notemos la conmoción que la mujer tuvo al escucharlo hablar, puesto que los judíos y los samaritanos eran enemigos resentidos.
Siglos antes, la mayoría de los judíos estaban exiliados en Babilonia por sus conquistadores. Algunos de los judíos que no fueron exiliados se casaron con los cananeos y, en esencia, formaron una nueva tribu los samaritanos. Tomaron de la religión judía y de la religión cananea y crearon una religión sincretista.
Por tanto, los judíos consideraban a los samaritanos como una tribu racialmente inferior y hereje. Esa es la primera razón por la que ella está sorprendida de que El le esté dirigiendo la palabra.
Pero, por encima de eso, era escandaloso que un judío hablara con una mujer extraña en público.
Además, ella había venido a sacar agua del pozo al mediodía.
Muchos eruditos bíblicos han señalado que esta no es la hora en la que las mujeres ordinariamente sacaban agua del pozo. Venían temprano por la mañana, cuando el día todavía no era muy caliente, y así poder tener agua durante todo el día para todos los habitantes de la casa.
Entonces ¿por qué está ahí sola, a mitad del día?
La respuesta es que era una mujer moralmente marginada y rechazada incluso dentro de su parte marginada de la sociedad es por eso que cuando Jesús comienza a hablarle, de forma deliberada está derribando casi todas las barreras que las personas construyen alrededor de sí mismas. En este caso, una barrera racial, una barrera cultural, una barrera de género, una barrera moral y todas las costumbres de esos tiempos decían que Jesús, varón judío religioso, no debería tener nada que ver con ella.
Pero a Jesús no le importa. ¿Ves lo radical que es esto? Jesús derriba todas
Tas divisiones humanas para llegar a ella. Ella estaba maravillada, y nosotros también debemos estarlo. El segundo distintivo interesante sobre este encuentro es que, aunque Jesús es muy abierto y cálido con ella, aun así la confronta.
Pero lo hace de una forma gentil y magistral. Comienza diciendo: «Si supieras Quién soy, tú me estarías pidiendo a Mí agua viva; y si tomas de esa agua nunca más tendrás sed»
¿De qué está hablando Jesús? Está hablando metafóricamente, refiriéndose al «agua viva», a la que llama «vida eterna».
La imagen no resuena tanto en nosotros. Casi en todas nuestra ciudades modernas tenemos acceso a agua potable. La mayoría de nosotros desconocemos la verdadera sed, pero aquellos que vivían en un clima árido cercano al desierto estaban familiarizados con ella.
Debido a que nuestros cuerpos contienen tanta agua, tener sed profunda es una agonía. Y beber agua después de haber pasado por una sed agobiante es la experiencia más gratificante que puede existir.
Entonces ¿qué es lo que Jesús le está diciendo a esta marginada?
Está diciendo esto:
«Tengo algo para ti que es tan básico y necesario para tu espíritu como lo es el agua para tu físico. Algo que si te faltara, estarías absolutamente perdida»
Pero la metáfora del agua viva significa todavía más que eso.
Jesús no solo nos está diciendo que lo que ofrece salva vidas también está revelando que satisface desde el interior. Dice:
«Si bebes Mi agua, fluirán de ti ríos de agua viva que conducen a la vida eterna». Jesús está hablando sobre una satisfacción profunda del alma, una increíble satisfacción y contentamiento que no depende de lo que sucede afuera de nosotros.
Entonces te pregunto: ¿qué te hará feliz? ¿Qué es lo que verdaderamente te dará una vida que te satisfaga? Casi siempre tu respuesta será algo externo a ti.
Puede que pongas tus esperanzas en un amor romántico, en tu profesión, en causas políticas o sociales, o en el dinero y lo que este hará por ti.
Pero lo que sea que te lleve a decir: «Si tuviera eso, si logro eso, entonces sabría que soy importante, entonces tendría valor, entonces estaría seguro»
es probable que sea algo fuera de ti. Sin embargo, Jesús dice que no hay nada fuera de ti que pueda satisfacer de verdad la sed que está en lo más profundo de tu ser.
Para continuar con la metáfora un poco más, no necesitas que te salpiquen agua en la cara; necesitas agua que provenga de un lugar más profundo de tu ser que la propia sed. Y Jesús está diciendo:
«Yo puedo dártela. Yo puedo ponerla dentro de ti. Yo puedo darte una satisfacción absoluta e inexplicable en el centro de tu ser, sin importar lo que suceda en las circunstancias externas?
Algo se interpone para que nosotros no escuchemos las palabras de Jesús, y creo que es el hecho de que la mayoría de nosotros no somos capaces de descifrar la sed de nuestra alma.
Mientras pienses que tienes una gran posibilidad de alcanzar algunos de tus sueños y mientras pienses que puedes ser exitoso, tu soledad interna será canalizada como un «impulso» y tu ansiedad como «esperanza».
Y así puedes permanecer casi completamente ajeno a cuán profunda es tu sed. La mayoría de nosotros nos decimos a nosotros mismos que la razón por la que permanecemos insatisfechos es porque sencillamente no hemos sido capaces de alcanzar nuestras metas.
Y así podemos vivir nuestras vidas enteras sin admitir la profundidad de nuestra sed espiritual.
Y esa es la razón de por qué las pocas personas que sí alcanzan o exceden sus sueños son sorprendidos al descubrir que esas circunstancias tan anheladas no satisfacen. De hecho, estas circunstancias pueden agrandar el vacío interno.
Por ejemplo, hace varios años el gran campeón del tenis, Boris Becker, dijo: «He ganado Wimbledon dos veces, una de ellas como el jugador más joven de todos. Era rico…. tenía todas las posesiones materiales que necesitaba… era la típica historia de las celebridades de cine y de la música que cometen suicidio. Tienen de todo y, sin embargo, son tan infelices. Yo no tenía paz interior».?
Tal vez alguien diga: «Yo preferiría tener ese problema al que tengo en estos momentos». Pero su punto es que él tiene el mismo problema que nosotros y, tal como nosotros, pensaba que el dinero, el sexo, los logros y la fama lo resolverían.
La diferencia es que él sí consiguió todas esas cosas y, al final, no fueron capaces de satisfacer su fe en absoluto.
Hay una entrevista famosa con Sophia Loren en la que ella dice que lo tenía todo reconocimientos, matrimonio pero que «en [su] vida hay un vacío que es imposible de llenar»
Todo el mundo vive por algo, pero Jesús argumenta que si Él no es ese algo, seremos desilusionados.
Primero, ese algo te esclavizará. Cualquier cosa que sea, terminarás diciéndote que necesitas tener ese algo o, de lo contrario, no sobrevivirás.
Eso significa que si algo amenaza ese objeto, te atemorizarás de forma inusual; si alguien lo bloquea, te enojarás de forma desmesurada; y si fracasas en conseguirlo, nunca serás capaz de perdonarte a ti mismo. Pero, en segundo lugar, si sí lo alcanzas, al final de cuentas no podrá darte la satisfacción que esperabas.
Permíteme darte una expresión contemporánea elocuente de lo que Jesús está diciendo. Nadie lo ha dicho mejor que el escritor americano David Foster Wallace. Wallace llegó a la cúspide de su profesión.
Llegó a ser un novelista posmoderno, cuyas obras fueron galardonadas y reconocidas por todo el mundo debido a su forma vanguardista de contar historias. Una vez escribió un enunciado que contaba con más de mil palabras.
Pocos años antes de su muerte, Wallace dio un discurso de graduación en Kenyon College. Esto es lo que dijo:
Todo mundo adora a algo. La única elección que tenemos es a qué adorar. Y la razón persuasiva para escoger una especie de dios. para adorarlo.. es que prácticamente todo lo demás que adores te comerá vivo. Si adoras al dinero y a las cosas materiales, si ahí yace el significado de tu vida, entonces nunca tendrás suficiente, y nunca sentirás que tienes suficiente. Esa es la verdad. Adora a tu propio cuerpo, a tu belleza y a tu atracción sexual y siempre te sentirás feo.
Y cuando el tiempo y la vejez se hagan evidentes, morirás un millón de muertes antes de que tus seres queridos te entierren… Adora al poder y terminarás sintiéndote débil y atemorizado, y siempre querrás tener más poder sobre otros para entumecer tus propios miedos.
Adora a tu intelecto, el querer ser visto como alguien inteligente, y terminarás sintiéndote incapaz, un fraude, siempre al borde de ser expuesto. Mira, lo peligroso de estas formas de adoración no es que sean malas o pecaminosas; es que son de-cisiones inconscientes. Es nuestra configuración por defecto.
Wallace no era una persona religiosa, pero entendía que todo el mundo adora a algo, que todo el mundo confía en algo para su salvación, que todo el mundo fundamenta sus vidas en algo que requiere fe.
Un par de años después de dar ese discurso, Wallace se suicidó. Y las últimas palabras de este hombre laico son aterradoras: «Algo te comerá vivo».
Aunque nunca lo llames adoración, puedes estar absolutamente seguro de que siempre estás adorando y buscando algo. Y Jesús dice:
«A menos que me adores a Mí, a menos que Yo sea el centro de tu vida, a menos que satisfagas tu sed espiritual en Mí y no en estas otras cosas, a menos que veas que la solución debe entrar adentro y no solo pasar por fuera, entonces cualquier cosa que adores te abandonará al final»
Ya mencioné que a menudo olvidamos cuán sedientos estamos debido a que creemos que podemos alcanzar nuestros sueños.
Y cuando eso sucede, es fácil pasar por alto a Jesús. Pero esta mujer junto al pozo no tiene tales ilusiones; y ya está enganchada.
Inmediatamente le dice a Jesús: «¡Qué es esta agua viva? ¿Me darías a probar?». Luego Jesús se dirige a ella y le dice: «Trae a tuesposo». Ella responde:
«No tengo esposo».
«Si, lo sé le dice Jesús; tienes cinco esposos, y el hombre con el que ahora vives
no es tu esposo».
¡Qué está haciendo Jesús? Es claro que esta mujer, con su largo historial de promiscuidad sexual, cumple con el entendimiento tradicional de un «pecador».
¿Está tratando de humillarla? No; si ese fuera el caso, nunca hubiera roto la barrera social de la respetabilidad y no hubiera iniciado la conversación con ella de la forma gentil en que lo hizo.
¿Por qué Jesús parece cambiar de tema, primero hablando sobre el agua viva y luego sobre su historial con los hombres? La respuesta es: ino está cambiando de tema! La está encerrando, diciéndole:
«Si quieres entender la naturaleza de esta agua viva que te ofrezco, necesitas entender primero cómo has tratado de buscarla en tu propia vida. Has intentado satisfacer tu sed en hombres y no está funcionando, ¿cierto? Tu necesidad de hombres te está comiendo viva, y nunca se detendrá».
En este momento la mujer, estupefacta por el conocimiento perspicaz que Jesús tiene sobre su vida, responde: «Señor, iveo que eres profeta!». Luego le lanza una de las grandes preguntas teológicas de esos tiempos. «Nosotros adoramos en este templo de aquí y los judíos adoran en el templo de Jerusalén. ¿Quién está en lo correcto?». En los versículos del 21 al 24, Jesús responde con un párrafo extraordinario que pudiera ser resumido así:
«El tiempo vendrá cuando no habrá necesidad de un templo físico para poder tener acceso a Dios». La mujer, abrumada por esta respuesta, responde: «Cuando el Mesías venga, El nos explicará todas estas cosas». Finalmente, Jesús llegó al punto que quería llegar:
«Ese soy Yo, el que habla contigo»
(Juan 4:26)











hermosa la dignidad que Di♡S da a la mujer a pesar de su pesado pasado.
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