Crónicas Bíblicas: Jesús & Nicodemo

Por aquí Timothy Keller

En Juan 3 Jesús conoce a un hombre muy importante, un fariseo, un líder religioso y cívico muy influyente.

Había entre los fariseos un dirigente de los judíos llamado Nicodemo.
Este fue de noche a visitar a Jesus,

-Rabí –le dijo, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él.

-De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios

– dijo Jesus.

– ¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo ya viejo?

preguntó Nicodemo

– ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y volver a nacer?

-Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios

respondió Jesús–Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espiritual.

No te sorprendas de que te haya dicho: «Tienen que nacer de nuevo» (Juan 3:1-7).

¡Noraste que esta conversación es casi lo opuesto a cómo Jesus trató a la mujer junto al pozo?

Jesús comenzó de forma muy gentil con ella, sorprendiéndola con Su apertura, para luego confrontar la lentamente con su necesidad espiritual.
En Su encuentro con este poderoso, sin embargo, Jesús es más directo y contundente, Nicodemo comienza con cortesía: «Ah, Rabí, he escuchado muchas cosas maravillosas sobre ti.

La gente dice que tienes mucha sabiduría de parte de Dios».
Pero Jesús confronta a Nicodemo desde un inicio y le dice: «Debes nacer de nuevo».

Supongo que Nicodemo, quien ha pasado su vida adorando a Dios de acuerdo a la estricta tradición judía, se ofendió por este extraño dictamen.

Nacer de nuevo. Es aquí donde se introduce este término tan conocido hoy. ¿Quiénes son los cristianos «nacidos de nuevo«, después de todo? Es común hoy en día creer que las personas nacidas de nuevo son diferentes a todos nosotros más emocionales o compungidas, tal como los drogadictos o las personas emocionalmente inestables y que necesitan un giro dramático para en caminarlos por la senda correcta. Imaginamos que han hecho algo tan malo o que son tan débiles que solo un cambio sísmico en sus vidas será capaz de ayudarlos.

Así, muchas personas en nuestros dias, pensando que están siendo tolerantes, dirían que tal vez nacidas de nuevo es para las personas que som más débiles que el resto de nosotros que; por tanto, necesitan una experiencia catártica ven esa experiencia es para personas que necesitan una autoridad una estructura definida en sus vidas, por lo que se unen a movimientos religiosos autoritarios y regimentados.

En otras palabras, nacer de nuevo es para cierto tipo de personas. Y si eso es lo que una persona necesita, entonces dejemos que lo tenga.

El problema con esta perspectiva es que la historia bíblica no nos permite sostenerla.

Nicodemo es un líder cívico, un miembro del sanedrín, que es la asamblea de jueces de la suprema corte judía. Es próspero. Es un fariseo devoto y honorable; no es posible ser más religioso que eso. No es una persona emocional o contrita.

Y cuando Nicodemo llama a Jesús un joven sin entrenamiento formal «rabí” esto demuestra que era más humilde y abierto que sus colegas. Entonces en Nicodemo encontramos una persona admirable serena, exitosa, disciplinada, moral, religiosa y, no obstante, abierta y humilde.

Y ¿qué es lo que dice Jesús? Con el poderoso utiliza una metáfora diferente a la que utilizó con la marginada. En vez de tratar con su falta de satisfacción («Yo puedo darte agua viva«), trata con su presumida satisfacción en sí mismo («Debes nacer de nuevo«).

¿Qué tenías que ver pregunta Jesús con tu nacimiento?

¿Te esforzaste arduamente para meritar el privilegio de nacer? ¿Sucedió debido a tu excelente planeación?

Para nada. No merecías nacer ni contribuiste en nada para nacer. Nacer es un regalo gratuito de la vida.

Así es con el nuevo nacimiento. La salvación es por gracia no hay estuerzos morales que puedan merecerla. Debes nacer de nuevo.

Esta declaración es sorprendente para alguien como Nicodemo.

Jesús está diciendo que los proxenetas y las prostitutas de la calle están en la misma condición espiritual que él. Está Nicodemo, lleno de logros espirituales y morales, y está alguien de la calle, vagabundo y adicto; pero de acuerdo a los estándares de Dios, ambos están igualmente perdidos. Ambos tienen que empezar desde cero.

Ambos tienen que nacer de nuevo. Ambos necesitan la vida eterna espiritual o, de lo contrario, algo los comerá vivos. Y esa vida debe ser un regalo gratuito.

¿Cómo se atreve Jesús a decir tal cosa? Jesús puede decir esto porque tiene un entendimiento más profundo del pecado que el que tiene la mayoría de la gente. Permíteme demostrarte cómo entendemos el pecado hoy día, con todo y su bagaje cultural.

Observa a la mujer junto al pozo. La mayoría de la gente probablemente entiende por qué Jesús la veía como una pecadora en necesidad de salvación. Pero la mayoría de la gente no puede entender por qué trata al poderoso, a Nicodemo, de la forma en la que lo hace. ¿Por qué sería él un pecador en necesidad de salvación? ¿Por qué le diría Jesús a este buen hombre que no puede hacer nada para merecer un lugar en el cielo?

Esta es la respuesta sorprendente: el pecado es buscar la salvación en algo fuera de Dios. Pecar es ponerte en el lugar de Dios, convirtiéndote así en tu propio salvador y señor, por así decirlo.

Esa es la definición bíblica del pecado, que a la vez es el primero de los diez mandamientos. Una forma de hacer esto es al incumplir

todas las reglas morales en tu búsqueda de placer y felicidad, como la mujer junto al pozo.

Esto convierte al sexo, al dinero o al poder en cierto tipo de salvación. Pero también hay una forma religiosa de ser tu propio salvador y señor: actuando como si tu buena vida y tus logros morales obligaran a Dios a bendecirte y a responder tus oraciones de la forma en la que tú esperas. En este caso, el religioso busca que sus esfuerzos morales le den el significado y la seguridad que la persona no religiosa busca en el sexo, el dinero o el poder.

Lo perverso de esto es que la gente religiosa habla constantemente sobre su confianza en Dios pero ya seas religioso o no, si piensas que tu bondad contribuye a tu salvación, entonces estás siendo tu propio salvador. Estás confiando en ti mismo. Y aunque no estés cometiendo adulterio o robo, tu corazón se irá llenando de orgullo, de justicia propia, de inseguridad y de envidia, provocando que

la gente a tu alrededor viva en un mundo miserable.

Por eso, tanto Nicodemo como la samaritana eran pecadores en necesidad de gracia. Todos lo somos. En cualquier caso, siempre estás tratando de ser tu propio salvador y señor, tratando de poner a Dios como tu deudor.

Cualquiera que sea tu caso, Jesús dice que esto es pecado. Dice que necesitas agua viva y que debes nacer de nuevo para obtenerla. Tienes que arrepentirte, admitir tu necesidad, pedirle a Dios que te reciba por el mérito de Cristo y ser transformado.

Algunas personas dirán:

«Pero yo no soy como esas dos personas soy una persona moral que no es religiosa. Puede ser que exista un Dios, pero no estoy seguro. Pero sea que Dios exista o no, yo soy una buena persona y eso es todo lo que importa».

¿En verdad es eso todo lo que debe importar? Imagina que una viuda cría a un hijo y con muchos sacrificios lo inscribe en buenas escuelas y en una buena universidad. Imagina que, al criarlo, la madre le dice:

«Hijo, quiero que vivas una buena vida, que siempre digas la verdad, que trabajes arduamente y que veas por los pobres».

Luego, después de que el joven se gradúa de la universidad, se va a trabajar y a vivir su vida y nunca más vuelve a hablar con su madre.

Tal vez le envíe una carta en su cumpleaños, pero nunca la llama ni la visita. ¿Qué pasaría si le preguntaras al hijo sobre la relación que tiene con su madre y él respondiera:

«No, no tengo nada que ver con ella en lo personal. Pero siempre digo la verdad, trabajo arduamente y veo por los pobres. He vivido una buena vida es todo lo que importa»?

Dudo que estarías satisfecho con esa respuesta. No es suficiente que ese hombre viva la vida moral que su madre deseaba para él sin tener una relación con ella. Su conducta es condenable porque ella entregó todo por él.

Más que una vida moral, su hijo le debe todo su amor y lealtad.

Si existe un Dios, le debes todo, literalmente. Si existe un Dios, le debes mucho más que una vida decente y moral. Dios merece estar en el centro de tu vida.

Aún si eres una buena persona pero no le permites a Dios ser Dios sobre tu vida, entonces eres tan culpable de pecado como Nicodemo o la mujer samaritana.

Estás siendo tu propio salvador y señor.

¿Cuál es la solución? Necesitas dejar de buscar falsas maneras de salvarte y de convertirte en un pseudo-salvador. Si construyes tu vida sobre tu profesión, tu cónyuge, tu dinero, tu moralidad, no tienes esperanza. ¿Sabes por qué? Porque todo salvador que no sea en realidad no es un salvador. Si tu profesión te falla, no te perdonará.

Solo puede castigarte con vergüenza y aversión. Jesús es el único salvador que puede satisfacerte si le buscas y perdonarte si le fallas.

Tu carrera profesional y tu desempeño moral no están dispuestos a morir por tus pecados. si continúas leyendo el capítulo cuatro de Juan, verás que la mujer samaritana les dice a sus amigos sobre el agua viva que ha encontrado.

Ella testifica sobre su encuentro con Jesús e invita a todos a que vayan a conocerlo también. ¿Por qué encontró la salvación? Esta es la razón: Jesús tenía sed.

Si Jesús no hubiera tenido sed, no hubiera ido al pozo, y ella no hubiera encontrado el agua viva. Pero ¿por qué tenía sed Jesús?

Porque el divino Hijo de Dios, el Hacedor del cielo y de la Tierra, se despojó de Su propia gloria y descendió al mundo como un mortal vulnerable, sujeto a tener sed.

En otras palabras, ella encontró el agua viva porque Jesucristo dijo:

«Tengo sed«. Esa no es la última vez que Jesucristo dijo: «Tengo sed‘ en el libro de Juan. En la cruz, justo antes de morir, dijo:

«Tengo sed»

, y se refería a algo más que Su sed física. Ahí Jesús experimentó la pérdida de la relación con Su padre porque tomó sobre Sí el castigo que todos nosotros merecíamos por nuestro pecado.

Ahí fue despojado del Padre, la fuente del agua viva. Jesús experimentó la sed eterna, tormentosa y mortífera. Esta es una realidad paradójica y asombrosa al mismo tiempo. Es gracias a que Jesucristo experimentó una sed cósmica en la cruz que tú y yo podemos satisfacer nuestra sed espiritual.

Es gracias a que murió que podemos nacer de nuevo. Y lo hizo con gozo. Comprender lo que Jesús hizo y por qué lo hizo alejará nuestro corazón de las cosas que nos esclavizan y lo acercará a adorarlo.

Ese es el evangelio, y es el mismo evangelio para los escépticos, los creyentes, los poderosos, los marginados y todos los que están en medio.

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