Crónicas Bíblicas: EL PODER DE JESÚS

Por Timothy Keller

CONTENIDO CRISTIANO

Cada parte de la historia de Marcos muestra un poco más de quién es Jesús, de su poder, de su propósito y de su comprensión de sí mismo. Marcos va revelando quién es Jesús gradualmente, como haría un narrador experto.

Pero al mismo tiempo informa de manera fiel y veraz. El comienzo de nuestra nueva historia está cargado de un gran número de detalles. En su libro Jesus and the Evewitnesses (Jesús y los testigos oculares), el erudito bíblico Richard Bauckham examina las características de la memoria de los testigos.

Una de las marcas de este tipo de testimonios es el «detalle irrelevante». Las historias inventadas y ficticias contienen detalles que hacen avanzar la narración o expresan el mensaje que el autor quiere transmitir.

Pero los testigos hacen constar muchos detalles por el simple hecho de que los recuerdan. Es cierto que muchos escritores de ficción hoy en día añaden pequeños detalles a sus historias para conferirles un aire más realista. Sin embargo, esa no era la manera en la que se componían las leyendas en la antigüedad.

Según Bauckham, los académicos que creen que el Evangelio de Marcos es un cuento tienen problemas a la hora de explicar por qué Marcos, en la historia que estamos a punto de estudiar, nos dice que Jesús comenzó a cruzar el mar de Galilea con otras barcas a su alrededor o por qué añade que Jesús dormía en el barco sobre una almohada. Este tipo de detalles no sirven para que el argumento avance ni para desarrollar el carácter de los personajes. Vincent Taylor, un famoso erudito biblico del siglo XX, dijo que estos datos «no eran necesarios para contar la historia» y, por lo tanto, son el rastro de «recuerdos genuinos». Así.

Marcos aporta de primera mano la versión de Pedro. Sabemos que esta historia, que trata sobre el poder de Jesús. ocurrió en verdad. Subamos a la barca y aprendamos acerca de el poder junto con los propios discípulos:

Ese día al anochecer; les dijo a sus discípulos: «Crucemos al otro lado». Dejaron a la multitud y se fueron con él en labarca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas.

Se desató una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que va comenzaba a inundarse. Jesús, mientras tanto estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos le despertaron.

«Maestro – dijeron -, ¿no te importa que nos ahoguemos?» (Marcos 4:35-38) El mar de Galilea se encuentra a 213,5 metros bajo el nivel del mar, y a tan solo a unos 48 kilómetros se sitúa el Monte Hermón. con una altitud de 2.804 metros. El aire frío de las montañas continuamente choca con el aire caliente que sube del mar de Galilea y, en consecuencia, hay tormentas y ráfagas de viento impresionantes. Los pescadores profesionales de Galilea, como los discípulos de Jesús, estaban acostumbrados a ellas. Por lo tanto, esta tormenta debió ser increíble, ya que aunque eran navegantes expertos, pensaban que iban a morir. Le gritaron a Jesús:

«Maestro, ¿no te importa que perezcamos?» ¿Cómo responde Jesús? Marcos escribe: Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar: «¡Silencio! ¡Cálmate!». El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.

«¿Por qué tenéis tanto miedo? dijo a sus discípulos-. ¿Aún no tenéis fe?» Ellos estaban espantados y se decían unos a otros:

«¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?» (Marcos 4:39-41) Jesús se despertó y ocurrieron dos cosas increíbles. La primera:

Sus palabras, una orden de una sencillez asombrosa. No se preparó, no se arremangó, ni levantó la varita mágica. No hubo ningún hechizo. Dijo: ¡Silencio! ¡Cálmate! Eso es todo. A un huracán Jesús simplemente le dice Silencio! Cálmate!, lo que le dirías a un niño revoltoso.

La segunda cosa sorprendente es que la tormenta se somete como un niño obediente.

«Y El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo». Parece una redundancia hasta que te das cuenta de que Marcos habla primero del viento y luego del agua.

«Completamente tranquilo» podría traducirse de manera literal como «calma total». ¿Has visto alguna vez agua tan lisa como el vidrio, sin ninguna ola? En ella, puedes ver tu reflejo.

Podría ser una coincidencia el hecho de que el viento parase después de que Jesús lo reprendiese. No obstante, si alguna vez has estado es un crucero o has vivido en la playa, sabes que incluso cuando el viento se detiene y una tormenta termina, las olas siguen golpeando la orilla durante horas.

Pero cuando Jesús dice ¡Silencio! Cálmate!, no solo el viento cesa sino que el agua de repente se calma del todo.

Uno de los detalles en los que coinciden todas las culturas antiguas es que ningún otro poder, sino el de Dios, podía controlar el mar. En las leyendas y culturas antiguas, el mar era un símbolo de destrucción imparable. El océano enfurecido tenía un poder incontrolable e implacable que solo Dios podía controlar. ¿Has oído hablar alguna vez de la historia del rey Canuto, un rey danés del siglo XI?

Los cortesanos más aduladores le estaban halagando en exceso y les preguntó: «;Soy como Dios?» Fue a la costa y dijo:

«Detente!». Pero, por supuesto, las olas en el océano continuaron yendo de un lado a otro. Lo que pretendía transmitir es que «Solo Dios puede parar el mar. Yo no puedo; no soy Dios»

Sin embargo, Jesús puede ejercer ese poder que solo Dios tiene. Y hay que recordar que Jesús no invocó a nadie, no conjuró ninguna autoridad superior. Si lees cualquier leyenda antigua sobre milagros de sanación, el curandero siempre invocaba a un poder superior. Decían:

» En el nombre de ____________ te digo… Jesús dice. sin más, cálmate tormenta.

Cuando Jesús estaba con los fariseos el día de reposo dijo: «No soy solo alguien que puede mandaros que descanséis» ; yo soy el descanso mismo». Así que con sus acciones ahora Jesús demuestra: «Cualquier persona o cosa del universo que tiene algún tipo de poder lo ha tomado de mí»

Esta afirmación es impresionante. Si es verdad, ¿ quién es este hombre y qué significa esto para nosotros? Hay dos opciones.

Podrías defender que este mundo es el resultado de una «tormenta» monumental; estás aquí por accidente, debido a fuerzas de la naturaleza fortuitas y violentas, debido al Big Bang, y cuando mueras te convertirás en polvo. Y cuando el sol salga, no habrá nadie que recuerde lo que has hecho, así que, al final, el que hayas sido una persona cruel o amable realmente no tiene ninguna importancia. Sin embargo, si Jesús es quien dijo ser, la vida tiene otra perspectiva. Si es el Señor de la tormenta, entonces no importa cómo esté el mundo, o cómo esté tu vida, verás que Jesús provee toda la sanidad, todo el descanso y todo el poder que podrías desear.

Un poder incontrolable este pasaje de Marcos contiene también algunos elementos cómicos. Observa el estado emocional de los discípulos:

Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos le despertaron.

«Maestro dijeron -, ¿no te importa que nos ahoguemos? Él se levanto reprendió al viento y ordenó al mar: «¡Silencio! ¡Calmate!»

El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo «¿Por qué tenéis tanto miedo? – dijo a sus discípulos-. ¿Aun no tenéis fe?» Ellos estaban espantados y se decían unos a otros

El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo «¿Por qué tenéis tanto miedo? – dijo a sus discípulos-. ¿Aun no tenéis fe?» Ellos estaban espantados y se decían unos a otros «¿ Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?»

Antes de que Jesús calmase la tormenta, tenían miedo. Pero después de que Jesús la detuvo, están aterrorizados! ¿Por qué? Antes de que Jesús se despertase, Marcos dice que la barca estaba a punto de hundirse, casi llena de agua. Los discípulos no podían achicar el agua lo suficientemente rápido; sabían que en cuestión de segundos la barca se hundiría e iban a morir. Así que despertaron a Jesús y le dijeron:

«¿no te importa que nos ahoguemos?» Esta imagen coincide con lo que hay en nuestro corazón, ya que cualquier que haya intentado llevar una vida de fe en este mundo se ha sentido así en algún momento. Todo va mal, te estás hundiendo y parece que Dios está dormido o ausente, sin ser consciente de lo que ocurre. Si nos amases, dicen los discípulos, no dejarías que pasásemos por todo esto. Si nos amases, no estaríamos a punto de hundirnos. Si nos amases, no dejarías que soportásemos este peligro mortal. Jesús calmó la tormenta y entonces les contestó. ¿Acaso les dijo entiendo cómo os habéis sentido? No, sino que les preguntó: «¿Por qué tenéis tanto miedo?»

 ¿Te imaginas qué debían de pensar los discípulos? ¿A qué te refieres con que por qué tenemos tanto miedo?

Teníamos miedo de ahogarnos. Teníamos miedo de que no nos amases, porque si nos amaras, no habrías dejado que nos ocurriera todo esto

«¿Por qué tenéis miedo?» Sin embargo, la idea que hay detrás de la pregunta de Jesús es que la premisa de los discípulos es errónea. Ya deberíais saberlo.

Yo sí permito que las personas que amo pasen por tormentas. No había ninguna razón para que cundiera el pánico.

Si no había razones para que cundiera el pánico durante la tormenta, tampoco había razones para tener miedo cuando todo se calmó. Pero Marcos escribe: «Estaban espantados y se decían unos a otros: ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?»

tanto miedo?» ¿Te imaginas qué debían de pensar los discípulos?

¡A qué te refieres con que por qué tenemos tanto miedo?

Teníamos miedo de ahogarnos. Teníamos miedo de que no nos amases, porque si nos amaras, no habrías dejado que nos ocurriera todo esto.

Sin embargo, la idea que hay detrás de la pregunta de Jesús es que la premisa de los discípulos es errónea. Ya deberíais saberlo.

Yo sí permito que las personas que amo pasen por tormentas. No había ninguna razón para que cundiera el pánico.

Si no había razones para que cundiera el pánico durante la tormenta, tampoco había razones para que cundiera el pánico durante la tormenta, tampoco había razones para tener miedo cuando todo se calmó. Pero Marcos escribe:

«Estaban espantados y se decían unos a otros: ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?»

¿Por qué estaban más aterrados cuando todo se calmó durante la tormenta? Es debido a que Jesús era tan incontrolable como la tormenta. La tormenta tenía mucho poder y no podían controlarla.

Jesús tenia un poder infinitamente mayor, así que tenían aún menos control sobre él. Sin embargo, existe una gran diferencia.

Una tormenta no te ama. La naturaleza va a desgastarte, destruirte. Si vives durante mucho tiempo, al final tu cuerpo fallará y morirás. Y quizás ocurrirá antes, por un terremoto, un incendio o algún otro desastre natural. La naturaleza es violenta y arrolladora; tiene un poder incontrolable y te va alcanzar tarde o temprano.

Quizás estás pensando pero si me acerco a Jesús, él tampoco lo puedo controlar. Si, Él permite que ocurran cosas que tú no entiendes. No actúa según tu plan, y no le encuentras sentido a muchas de las cosas que hace. Pero si Jesús es Dios, es lo suficientemente grande para tener razones para dejarte pasar por cosas que no entiendes. Su poder no tiene limites, pero su sabiduría y su amor tampoco. La naturaleza no se preocupa por ti, le eres indiferente, pero el amor de Jesús por ti es un amor

«indomable». Si los discípulos hubiesen entendido que Jesús les amaba, si en verdad hubieran entendido que no solo es poder, sino que también es amor, no hubiesen tenido miedo. Su premisa de que si Jesús les amaba no les ocurriría nada malo era errónea.

Puede amar a alguien y aun así dejar que le ocurran cosas malas, porque es Dios y sus planes son mayores que los nuestros.

Si crees que Dios es tan grande y poderoso que puedes enfadarte con El porque no evita tu sufrimiento, entonces también tienes que creer que un Dios tan grande y poderoso puede hacer cosas que tú no entiendes. Tienes que aceptarlo.

Mi maestra Elisabeth Elliot lo expresó de manera hermosa a través de dos

frases breves:

«Dios es Dios, y porque es Dios es digno de mi adoración y mi servicio. No encontraré descanso en ningún sitio que no sea su voluntad, y, necesariamente, esa voluntad está infinitamente, inmensurablemente, indescriptiblemente más allá de tener miedo cuando todo se calmó.» Pero Marcos escribe:

«Estaban espantados y se decían unos a otros: ¿Quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?»

¿Por qué estaban más aterrados cuando todo se calmó durante la tormenta? Es debido a que Jesús era tan incontrolable como la tormenta. La tormenta tenía mucho poder y no podían controlarla.

Jesús tenia un poder infinitamente mayor, así que tenían aún menos control sobre él. Sin embargo, existe una gran diferencia.

Pero si Jesús es Dios, es lo suficientemente grande para tener razones para dejarte pasar por cosas que no entiendes. Su poder no tiene limites, pero su sabiduría y su amor tampoco. La naturaleza no se preocupa por ti, le eres indiferente, pero el amor de Jesús por ti es un amor «indomable».

Si los discípulos hubiesen entendido que Jesús les amaba, si en verdad hubieran entendido que no solo es poder, sino que también es amor, no hubiesen tenido miedo. Su premisa de que si Jesús les amaba no les ocurriría nada malo era errónea.

Puede amar a alguien y aun así dejar que le ocurran cosas malas, porque es Dios y sus planes son mayores que los nuestros.

Si crees que Dios es tan grande y poderoso que puedes enfadarte con El porque no evita tu sufrimiento, entonces también tienes que creer que un Dios tan grande y poderoso puede hacer cosas que tú no entiendes. Tienes que aceptarlo.

El único lugar en el que estarás a salvo es en la voluntad de Dios.

Pero debido a que Él es Dios y tú no, nunca llegarás a entender de forma completa qué es lo que va a hacer, porque, necesariamente, su voluntad es demasiado grande y demasiado asombrosa para que nosotros podamos entenderla. Quizá pienses,

«¿y eso no es peligroso?».

«¿Quién ha dicho que no sea peligroso?

Pero El es bueno. El es el Rey».

El alto coste del poder Jesús pregunta a los discípulos: «¿Aún no tenéis fe?», que se podría traducir por ;Dónde está vuestra fe?» Me encanta esta manera de expresarlo. Al preguntarlo así, Jesús está incitándoles a ver que el factor esencial de la fe no es su fuerza, sino en quién se basa.

Imagina que te estás cayendo por un precipicio y hay una rama que es lo suficientemente fuerte como para aguantarte, pero tú no sabes cuánto resistirá. Cuando caigas, tendrás el tiempo justo para agarrarte a la rama. ¿Cuánta fe tienes que tener en la rama para que te salve? ¿Hasta estar completamente seguro de que te puede salvar? Por supuesto que no. Solo tienes que tener fe para aferrarte a la rama. Vemos, pues, que no es la calidad de tu fe lo que te salva; lo que te salva es aquello en lo que basas tu fe.

No importa qué sientas acerca de la rama; lo que importa es la rama. Y Jesús es la rama.

Volvamos a la historia de George McDonald La princesa y los duendes de la que hablamos anteriormente. Curdie, un minero joven y robusto, ha sido capturado por los duendes y está atrapado en una cueva.

Una noche la pequeña Irene escucha a los trasgos desde su casa y saca el hilo mágico que le dio su abuela y comienza a seguirlo. La lleva justo hacia la oscuridad que ella más teme, pero lo sigue con fe, encuentra a Curdie y lo saca de alli,

Pero Curdie no puede ver, ni sentir el hilo. Le dice a Irene: «Seria un ingrato si negara que tú me has sacado de la cueva, pero no creo ni en tu abuela, ni en el hilo». Enfadada, ella protesta:

» Pero yo no hubiera sido capaz de hacer nada sin el hilo!» Cuando la abuela vuelve a aparecer, dice: «Es un gran chico Curdie. Y muy valiente. ;No estás contenta de haberle ayudado a salir de apuros?»

«Claro que si, abuela», dice Irene, «Pero ha hecho mal en no creerme, cuando yo todo lo que le estaba contando era la pura verdad». La abuela responde de la siguiente manera: «La gente solo cree lo que puede y hasta donde alcanza. Y los que tenemos más fe no debemos juzgar duramente a los que tienen menos.

Dudo mucho, Irene, de que tú hubieras creído tantas cosas si no las hubieras visto por ti misma». Lo que McDonald está diciendo es muy importante y es profundamente bíblico. Aquellos que creen más no deberían tratar con dureza a los que creen menos.

¿Por qué? Porque en última instancia, la fe no es una virtud, sino un regalo.

Si quieres creer pero no puedes, deja de mirar hacia dentro, deja de mirarte a ti. Ve a Jesús y dile: «Ayúdame a creer». Ve a El y exclama: «¡Así que eres tú el que da fe! He intentado conseguirla a través de la razón y del pensamiento, de la meditación, he ido a la iglesia con la esperanza de que un sermón me conmovería; he intentado conseguir fe por mí mismo. Ahora veo que tú eres la fuente de fe.

«Por favor, dámela». Si lo haces, descubrirás que Jesús ha estado buscándote; Él es el autor de la fe, el que la da, y es a la vez el objeto de la fe.

Algo poco corriente ocurre con la forma en la que reaccionamos ante este pasaje de la tormenta. Los discípulos siempre metían la pata, y normalmente nos reímos y decimos:

«Es que no le creían». Pero no nos sentimos así en este caso, ¿verdad? Esta vez comprendemos a los discípulos. Ha habido una tormenta, Jesús estaba dormido, estaban a punto de hundirse y se vinieron abajo.

Pensaban que Jesús no les amaba. Él se despertó y le dijo: «Si supieseis cuánto os amo, no os hubieseis preocupado».

Eso es prácticamente imposible, pensamos; sabemos que es imposible tomarse con calma una tormenta.

Sin embargo, tenemos algo que los discípulos no tenían en ese momento. Tenemos un recurso que nos permite estar tranquilos a pesar de la tormenta que se ha desatado a nuestro alrededor. Una pista:

Marcos de manera intencionada ha descrito este episodio utilizando un lenguaje que es paralelo, casi idéntico, al lenguaje del famoso pasaje bíblico de Jonás.

Tanto Jesús como Jonás estaban en un barco, ambas embarcaciones se cruzaron con una tormenta y las descripciones de las tormentas son casi idénticas. Tanto Jesús como Jonás estaban dormidos. Además, en ambas historias los que estaban dirigiendo el barco despiertan al que duerme y le dicen:

«Vamos a morir». Y en ambos casos, hay una intervención divina milagrosa y el mar se calma. Dos historias casi idénticas con una sola diferencia. En medio de la tormenta, Jonás les dice a los marineros:

«Solo se puede hacer una cosa. Si yo perezco, sobreviviréis. Si muero, viviréis» (Jonás 1:12).

Y le lanzaron al mar, lo cual no ocurre en la historia de Marcos, ¿o sí? Creo que Marcos nos muestra que, en realidad, las historias no son tan diferentes cuando te alejas un poco y observas teniendo en mente el resto de la historia de Jesús. En el Evangelio de Mateo, Jesús dice:

«Uno mayor que Jonás se encuentra aquí» y se refiere a sí mismo. Soy el verdadero Jonás. Jesús quería decir lo siguiente: Algún día voy a calmar todas las tormentas, calmar todas las olas. Voy a destruir la destrucción, romper la ruptura, matar la muerte. ¿Cómo puede hacerlo? Solo puede hacerlo porque cuando estaba en la cruz le lanzaron, por voluntad propia como a Jonás, a la tormenta fatal, a las olas definitivas, las olas del pecado y la muerte. Jesús fue lanzado a la única tormenta que en realidad puede hundirnos, que es la tormenta de la justicia eterna, de lo que debemos por nuestra maldad. Esa tormenta no se calmó no hasta que arrasó con El.

Si grabas en lo más profundo de tu ser la imagen de Jesús doblegando a la tormenta , nunca dirás: «Dios, ¿es que no te importo?». Y si sabes que no te abandonó en esa terrible tormenta, ¿Qué te hace pensar que te abandonará en esas tormentas mucho más pequeñas por las que estás pasando ahora?

Y, algún día, por supuesto, regresará y calmará todas las tormentas para siempre.

Y si interiorizas esta idea en lo más profundo de tu ser, sabrás que te ama. Sabrás que se preocupa. Y entonces tendrás el poder de enfrentarte a cualquier cosa en la vida con serenidad.

No habrán de anegarte las olas del mar;

si en aguas profundas te ordeno salir:

pues siempre contigo en angustia estaré, y todas tus penas podre bendecir:

Al alma que anhele la paz que hay en Mi, jamás en sus luchas la habré de dejar:

si todo el infierno la quiere vencer;

¡Yo nunca, no, nunca, la voy a olvidar!

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