Por Timothy Keller

CRÓNICAS BÍBLICAS
HERMANO CREYENTE
No hay indicaciones en ninguno de los cuatro evangelios de que los hermanos de Jesús llegaran a creer en Él durante los años de su ministerio público; pero después de su muerte, resurrección y ascensión, hay un cambio drástico y milagroso.
¡Sus hermanos están presentes entre los creyentes que se habían reunido en el aposento alto esperando la venida del Espíritu en Pentecostés! Según Hechos 1:14, cuando Jesús ascendió a los cielos, los apóstoles «perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos».
Jacobo, Simón, José y Judas, no siendo ya antagonistas, habían creído en Él como Mesías y Señor.
¿Qué produjo ese milagro? ¿Cómo aceptaron la fe salvadora estos recalcitrantes hermanos, y en particular Jacobo, de tal forma que llegaron a unirse a quienes seguían a Jesús? La increíble respuesta la encontramos en 1 Corintios 15, donde Pablo repasó las apariciones de nuestro Señor después de su resurrección:
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas [Pedro], y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles. (vv. 3–7)
Como explica este pasaje, Jesús se apareció personalmente después de la resurrección a Jacobo (y es posible que también a los otros hermanos). ¡Qué reunión más fascinante debió haber sido! Sin duda, fue el momento de la conversión de Jacobo, y explica por qué él estaba entre los creyentes en el aposento alto.
¡Había visto al Cristo resucitado y reconoció a su hermano como su Señor!
Así, Jacobo, el tercamente escéptico segundo hijo de María, aceptó la fe salvadora en su hermanastro mayor, el Señor Jesucristo, mediante una aparición después de la resurrección.
Por tanto, Jacobo estaba ahí cuando la iglesia se fundó el día de Pentecostés, y no pasaría mucho tiempo hasta llegar a alcanzar una función de liderazgo estratégico. Los otros hermanos de Jesús también se convirtieron en miembros clave de la iglesia primitiva. Judas, por ejemplo, escribió la epístola del Nuevo Testamento que lleva su nombre.
El Nuevo Testamento no revela mucho sobre la vida personal de Jacobo. Era de Nazaret, claro está. Podemos intuir que, al igual que Jesús, fue formado como carpintero bajo el tutelaje de su padre José. Como galileo, no solo hablaba arameo, sino también griego, lo cual explica el excelente griego que se encuentra en su epístola. Por la declaración de Pablo en 1 Corintios 9.5, también sabemos que estaba casado.
Aunque había conocido a Jesús por más de tres décadas, no creyó en Él hasta que su hermano resucitado se le apareció y le salvó. En el establecimiento de la iglesia, Jacobo fue señalado como alguien de mucho valor para el ministerio.
UNA COLUMNA DE LA IGLESIA
Tras el comienzo de la iglesia el día de Pentecostés, debido a que los doce apóstoles estaban a menudo fuera predicando el evangelio, Jacobo se convirtió finalmente en un líder destacado de la grey en Jerusalén. Haciendo uso de un término contemporáneo, se convirtió en su pastor principal.
Hay un par de pasajes del Nuevo Testamento que hacen alusión a la posición tan vital que ocupó Jacobo. Por ejemplo, tres años después de la conversión de Pablo, y unos cinco años después de Pentecostés, el anterior fariseo fue en secreto a Jerusalén para ver a algunos de los principales líderes de la iglesia.
Significativamente, se reunió solo con Pedro y «Jacobo el hermano del Señor» (Gálatas 1.18–19). Varios años después, cuando Pedro fue liberado en forma milagrosa de la prisión, les dijo a los creyentes que habían orado por él que hicieran «saber esto a Jacobo y a los hermanos» (Hechos 12.17).
Como Jacobo se había convertido en el eje del liderazgo de la iglesia en Jerusalén, cualquier asunto relevante relacionado con la iglesia debía pasar por él.
El liderazgo de Jacobo quedó explícito en el importante Concilio de Jerusalén, donde se resolvieron algunas controversias teológicas importantes en la iglesia primitiva con respecto a la esencia del evangelio.
Se estimuló cuando en el año 49A.D., después de terminar su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé tuvieron un conflicto con los maestros legalistas que insistían en que los cristianos gentiles debían practicar ciertos aspectos del judaísmo para ser salvos.
Según Hechos 15.1: «Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés, no podéis ser salvos». Esos falsos maestros, conocidos en la historia de la iglesia como losjudaizantes, estaban combinando las obras de la ley de Moisés con la gracia del evangelio. Como resultado, estaban destruyendo la gracia (véase Romanos 11.6) y predicando otro evangelio totalmente distinto (Gálatas 1.8–9).
El asunto obviamente era crítico, ya que se trataba del mismísimo corazón del evangelio y la salvación. Así, se organizó un concilio y Pablo y Bernabé viajaron a Jerusalén para reunirse con los doce apóstoles y los líderes de la iglesia allí. Con referencia a esa visita, Pablo describió a Jacobo como una de las «columnas» de la iglesia (Gálatas 2.9), junto a los apóstoles Pedro y Juan.
Hechos 15.4–30 detalla la función concreta que Jacobo desempeñaba dando dirección al Concilio de Jerusalén.
Después de que Pablo y Bernabé relataran la salvación que Dios les estaba concediendo a los gentiles al serles predicado el evangelio de la gracia (v. 4), los legalistas judíos hostiles se opusieron con estas demandas: «Es necesario circuncidarlos, y mandarles que guarden la ley de Moisés» (v. 5).
Ese énfasis en las obras nuevamente puso el quid de la cuestión al descubierto. Así pues, «se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto» (v. 6).
Se llevó a cabo un largo debate y una discusión, después de lo cual el apóstol Pedro expresó la decisión del concilio, decidiendo que todos los creyentes, judíos o gentiles, son salvos solo por gracia mediante la fe. En los versículos 7–11, Pedro explica:
Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen. Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
Como aclara la declaración de Pedro, los pecadores reciben el perdón y la reconciliación con Dios mediante la fe; la salvación es otorgada por Dios mediante su gracia soberana, no por el cumplimiento de las obras de la ley por parte del hombre.
Cuando Pedro hubo terminado de hablar, Jacobo también dio una respuesta que llevaba todo el peso de la autoridad, no solo porque él era el líder de la iglesia de Jerusalén y quien presidía el concilio, sino porque fue el Espíritu Santo quien dirigió la decisión del cónclave (v. 28).
Las palabras de Jacobo se hacen eco de las de Pedro, regocijándose en el hecho de que el Señor «visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de ellos pueblo para su nombre» (v. 14). Con la decisión del concilio finalizada, Jacobo envió a Pablo y a Bernabé de regreso a Antioquía con una carta, informando a los cristianos gentiles de la guía del Espíritu en su discusión. El claro veredicto era que para ser salvos no necesitaban circuncidarse ni observar la ley de Moisés (v. 24).
Incluso en esta etapa inicial de la vida de la iglesia, el evangelio de la gracia divina había sido el blanco del ataque de quienes insistían en un falso sistema de obras legalistas. El Espíritu Santo usó el liderazgo de la iglesia en Jerusalén para defender la verdad sobre la salvación. En el centro de esa defensa estaba Jacobo, el hermano de Jesús.
La prominencia de Jacobo en la iglesia de Jerusalén se resalta una última vez en Hechos 21.18. Casi una década después del Concilio de Jerusalén, Pablo regresó a esa ciudad (alrededor del 5 7 A.D.) Esta vez iba a ser arrestado, encarcelado y finalmente enviado a Roma para un juicio. Pero cuando llegó por primera vez a la ciudad, Pablo se reunió con «Jacobo, y se hallaban reunidos todos los ancianos» de la iglesia en Jerusalén y les informó de lo que Dios estaba haciendo entre los gentiles. Una vez más, vemos la evidencia de la posición de liderazgo que tenía Jacobo en la iglesia.
A Jacobo no se le vuelve a mencionar en el relato de Hechos. Pero según la tradición de la iglesia, fue martirizado alrededor del año 62 A.D. Cuando murió el procurador romano Poncio Festo, hubo un breve lapso de tiempo antes de que el siguiente gobernador romano se instalara en Judea. Durante ese período de transición, el sumo sacerdote judío se aprovechó de la falta de supervisión imperial y mandó arrestar a Jacobo bajo la autoridad del Sanedrín.
El destacado líder cristiano fue entonces acusado y condenado por quebrantar la ley y sentenciado a muerte. Según los relatos antiguos, arrojaron a Jacobo desde el pináculo del templo, y después una turba furiosa lo apedreó y golpeó hasta matarle.
Repasando su vida, es difícil enfatizar en exceso la estratégica importancia de la influencia de Jacobo.
Dirigió la infante iglesia durante un período muy tenso y crítico. Esta acababa de nacer y salir del judaísmo.
Muchos cristianos judíos aún se aferraban a elementos de su anterior religión, como ir al templo a participar de las ceremonias, festivales y actividades tan familiares para ellos.
Pero se estaba produciendo lentamente un cambio hacia la libertad. Más importante aun, los creyentes estaban comenzando a alcanzar a los gentiles con el evangelio. Al hacerlo, querían enfatizar la libertad que existe en Cristo, pero sin ofender a los judíos más escrupulosos. No es de extrañar que hubiera algo de confusión alrededor de la ley durante ese período transicional de Israel a la iglesia.
El ministerio de Jacobo, junto con los doce apóstoles, fue clave para asentar a la iglesia sobre el buen fundamento. En este sentido llegó una piedra angular clave en el Concilio de Jerusalén, donde Pedro, Jacobo y los otros discípulos claramente afirmaron el evangelio de la gracia como el verdadero evangelio.
En muchos aspectos, Jacobo fue el primer pastor modelo.
A diferencia de los doce apóstoles, que finalmente se fueron de Jerusalén para llevar el evangelio por todo el mundo, Jacobo nunca se fue. Se quedó con la iglesia que amaba, dirigiéndola fielmente durante más de treinta años hasta el día que le mataron.
Su compromiso con la congregación que cuidaba nunca se tambaleó. Se caracterizaba por el compromiso con la verdad, pero también por la compasión por las conciencias de sus compatriotas judíos que aún eran sensibles a las tradiciones del judaísmo.
Que tenía un corazón de pastor lo vemos no solo en cómo cuidaba de la iglesia, sino también en lo que escribió: la epístola que lleva su nombre.










