No tengo muchos recuerdos de mi infancia. Creo que fue porque hubo muchas situaciones difíciles en ella y de alguna manera, mi mente bloqueó tanto lo bueno, como lo malo.
Sin embargo, recuerdo que mi lugar favorito en el mundo, era el rancho de mi abuela.
Este rancho, se encontraba a más de una hora del pueblo más cercano. Tenía caballos, vacas, gallinas y sus pollitos, pavos reales, cerdos, borregos, y hasta un burro.
También, había muchos árboles con diversos frutos; para mí era un paraíso. Podía andar descalza y enlodarme sin preocupaciones mientras cortaba ciruelas de uno de sus árboles, en compañía de mis primos.
Nuestras madres, nos bañaban cerca del pozo con agua que se calentaba con el fuerte sol del verano jarocho y comíamos cosas deliciosas hechas por mi abuela, mi madre y mis tías.
Todas las mañanas, despertábamos con el sonido de las aves y el mugir de las vacas. Solíamos salir corriendo para ver cómo eran ordeñadas las vacas; era increíble poder tocar a los becerros y darles sus biberones.
Algunos, incluso, aprovechaban para tomarse un vaso de leche recién ordeñada, no era mi caso, pero eran buenos tiempos.
Hace unos días, meditaba en mí y acerca de que cuán difícil he sido en determinadas situaciones.
Todos tenemos áreas de oportunidad que mejorar, y es en las situaciones difíciles, que sale a relucir de qué estamos hechos, y en algunos casos, estamos hechos de enojo, frustración, etcétera.
No me malinterpretes, quiero decir que, cuando sentimos dolor, todos sin excepción, sentimos emociones que nos dañan o dañan a otros, como el enojo, la ira, la envidia, por mencionar algunas.
Y entonces, me di cuenta de que, por lo regular tiendo a aislarme y no hablar con nadie, eso a la larga se ha convertido en enojo e irritabilidad, lo que me ha hecho reaccionar a ciertas situaciones de una manera inadecuada.
Justo ese día, algo había sucedido, y para mi asombro, debo decirte que mi actuar no fue para nada como solía serlo. Si, recuerdo haberme molestado, pero, ¿sabes?
No levante la voz, no entre en pánico, simplemente deje ir la falta; si es que se podía catalogar como falta.
Fue revelador entender la razón, justo ese día había estado en la presencia de Dios, platicando con Él, acerca de las situaciones difíciles en mi vida y de cómo me sentía, llore en su regazo y Él me consoló, me lleno de su amor.
Resulta que al acudir al lugar secreto algo cambio en mí; el enojo se fue, la frustración también, y todo fue remplazado por su paz y su amor.
Filipenses 4:7RVR1960 dice:
“Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Verás, cuando yo sólo soy yo, puedo no ser una persona muy correcta, pero cuando voy al lugar secreto y permito que Dios haga su obra en mí, me transformo en una persona mucho más amorosa y entendida, porque su paz cuida de mis pensamientos y mi corazón. Recuerda,
“porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Lucas 6:45
Recordarás. que comencé este articulo platicándote acerca de mi lugar favorito en mi infancia, pero no te dije que por lo regular era una niña berrinchuda, insegura y solitaria, pero algo cambiaba cuando llegaba al rancho de mi abuela, me volvía una niña feliz que era capaz de pensar en los demás y de interactuar adecuadamente con las personas.
Lo mismo sucede con el lugar secreto, es el lugar donde puedes estar seguro y completamente amado, aunque no seas la mejor persona todo el tiempo, aun cuando cometas errores, es ahí, donde Dios te va a cambiar en lo profundo de tu corazón y pensamientos, donde dejarás la inseguridad, el temor, el dolor, la amargura, la ansiedad.
Evidentemente, es un proceso, no significa que de la noche a la mañana serás otra persona, pero, sí continuas, Dios promete no dejarte igual. Génesis 28:15:
“He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho”.
Amado Dios, hoy me levanto, tengo salud, tengo vida, tengo miles de bendiciones y miles de razones para darte gracias.
Te agradezco por el descanso que me has otorgado y por permitirme ver la luz de un nuevo amanecer. Te doy gracias de corazón por la comida que pones en mi mesa, por el techo que me protege y por cada una de las personas que amo.
Padre celestial, inicio esta oración pidiéndote que hoy camines a mi vera y alejes de mi todo mal y peligro. Por favor guía mi andar y haz que en el camino que recorra no dé un solo paso en falso. Tú serás la verdad que me oriente a lo largo de estas horas y la energía y fuerza que necesito para afrontar cada reto.
Por favor dame valor, paz, sabiduría y hazme un instrumento de tu obra. Permíteme ser comprensivo, paciente y bueno; toma mi mano y guíame por la senda que me lleva a alcanzar mis sueños y concédeme la dicha de vivir una vida plena, prospera y abundante.