En la noche del 31 de diciembre, la mayoría de las personas nos pusimos objetivos para el año que estaba por comenzar.
Planeamos, visualizamos, establecimos distintas metas y prometimos cumplirlas. Todo esto se resume en buenas intenciones. Querer mejorar, crecer, y madurar como individuos, es algo bueno.
Con esto en mente, podemos empezar el nuevo año con el pie derecho. Pero, mientras van pasando las semanas, estas buenas intenciones se ven opacadas por los afanes de cada día.
Difícilmente, a lo largo del año podemos mantener esas promesas hechas al ritmo de las 12 campanadas.
¿Por qué sucede esto?
El ser humano podrá tener las mejores intenciones, pero, olvidamos que, por naturaleza, el mal está en nosotros. Pablo lo decía en su carta a los romanos:
“Yo sé que, en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, no existe nada bueno. Quiero hacer lo que es correcto, pero no puedo. Quiero hacer lo que es bueno, pero no lo hago. No quiero hacer lo que está mal, pero igual, lo hago”
ROMANOS 7:18-19
“He descubierto el siguiente principio de vida: que cuando quiero hacer lo que es correcto, no puedo evitar hacer lo que está mal”
Romanos 7:21
Por esta razón, terminamos los años con propósitos a la mitad, o completamente frustrados.
Como Pablo, intentamos hacer lo que es correcto, intentamos cambiar de hábitos, intentamos trabajar más, ganar más, ahorrar más. Queremos ser nuestra mejor versión. Pero, todo esto se ve frustrado cuando lo buscamos hacer en nuestras propias fuerzas.
Cuando sacamos a Dios de la ecuación, o simplemente, nunca lo incluimos, no podemos lograr todo aquello que nos proponemos.
Me dirás, “Yo sí he logrado la mayoría de mis objetivos por mi cuenta; sin ninguna necesidad de Dios” Pero, aquí nos topamos con una realidad que va mucho más allá de una simple meta alcanzada. Siempre queremos más; nunca estamos satisfechos.
Nada de lo que hagamos, por más bueno que sea, nos podrá hacer sentir completamente realizados. Todo en esta vida, es temporal, y aunque, nos pueda dar mucha felicidad y satisfacción en el momento, tarde o temprano, eso se va a acabar y nuevamente tendremos hambre y sed de lograr un objetivo más. Nuestra alma está sedienta de algo duradero, de agua viva, que nunca se agote.
“Jesús contestó:
-Cualquiera que beba de esta agua (el mundo, y todo lo que ofrece) pronto volverá a tener sed, pero todos los que beban del agua que yo doy no tendrán sed jamás. Esa agua se convierte en un manantial que brota con frescura dentro de ellos y les da vida eterna” Juan 4:13-14
Jesús, no sólo sacia nuestros corazones. La salvación que Él nos ofrece, quita nuestra sed. Y, una vez llenos, saciados; en paz con nuestro Creador; viviendo en un mismo Espíritu con el Padre, a través de Jesucristo, es cuando podemos llevar a cabo esos planes y propósitos que tanto queremos cumplir.
Y mejor aún, nuestras metas y propósitos pasan a otro nivel, dejando de ser egoístas y orgullosos; pasan a ser cristocéntricos.
“Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos –dice el Señor- Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues, así como los cielos están más altos en la tierra, así mis caminos están más altos en sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos”
Isaías 55:8-9
Quien produce en ti y en mí el querer como el hacer, por su buena voluntad, es quien terminará en nosotros la buena obra que empezó el día que nos reconciliamos con Él. Sus planes y propósitos para tu vida, son mucho más grandes y excelentes de lo que tú pudieras pensar y planear.
Es por eso, que te quiero alentar hoy, a que tu principal propósito de este año, sea conocer más a tu Padre.
Tú y yo, no tenemos nada que ofrecerle a un Dios santo, que ha sido demasiado bueno con nosotros. Todos nuestros logros y metas alcanzadas, no podrán ganarnos la salvación eterna. Separados de Él, no podemos lograr nada trascendente.
“Ciertamente, yo (Jesús) soy la vid; ustedes son las ramas. Los que permanecen en mí y yo en ellos producirán mucho fruto porque, separados de mí, no pueden hacer nada” Juan 15:5
Juan !5:5
Permanece en el único que puede llevarte a una vida plena y realmente feliz.
El único que puede transformar tu vida y darte verdadero propósito. Y estando en comunión con Él, cumple las promesas que hagas.
Una vez un Pastor que estaba predicando de la santidad por dentro y por fuera. Un hermano lo interrumpe y le pregunta al Pastor,
¿cuando tu te vas a comer un plátano que es lo que te comes lo de adentro o lo de afuera?
Y el Pastor le respondió lo de adentro, luego el hermano le dijo: pues así Dios lo que viene a buscar es lo de adentro no lo de afuera (El corazón).
El Pastor inmediatamente recibió palabra de parte de Dios y luego le pregunta el Pastor al hermano lo siguiente:
¿y tu cuando vas a comprar plátanos en que te fías en lo de adentro o en lo de afuera?
Y el hermano respondió, en lo de afuera.
Luego el Pastor le dice al hermano pues así dice la palabra de Dios en: «1 Tesalonicenses 5:23:
LA SANTIDAD ES POR DENTRO Y POR FUERA
(tener un corazón limpio es importante pero vestir como hijos de Dios también es importante).