Por Ma. Elena Campaña Quintana

CONTENIDO CRITIANO
Mientras escribo viene a mi mente una imagen que impactó mi vida. La sección de sucesos internacionales mostraba una foto con varias personas, de rodillas, en una playa, todas ellas en overoles anaranjados, similares a los que visten los reclusos en Estados Unidos. Detrás de ellos se podía ver un hombre vestido de negro, encapuchado, esgrimiendo un puñal y debajo, el tenebroso titular: Estado Islámico decapita 21 cristianos egipcios.
Poco tiempo después otra noticia cuenta que, en algunas ciudades ocupadas por militantes musulmanes, los cristianos que rehusaron convertirse al islam, fueron expulsados de sus hogares.
Y pienso que en estos casos el precio que algunos pagan por seguir a Cristo es elevado.
No podemos imaginar que se nos pida; literalmente, renunciar a todo para seguir a Cristo. Quizás experimentemos temor al comprender lo que significa para nosotros el llamado de Cristo a la entrega total.
Cuando cantamos en la iglesia: “Yo me rindo a EL…” o “He decidido seguir a Cristo…”, estas palabras salen de nuestros labios sin la cabal comprensión de lo que significan. No es fácil ponerse en los zapatos de aquellos cristianos, a punto de morir degollados o aquellos que fueron expulsados de sus hogares.
La entrega total a Cristo nos obliga a enfrentar la posibilidad de renunciar a algunas cosas que consideramos muy importantes en nuestras vidas. Generalmente tenemos la tendencia natural de aferrarnos, proteger y preservar aquello, sin lo cual, no podemos vivir.
Tememos hasta entregarle a Dios, nuestra salud, posesiones materiales, familia, reputación, planes de carrera, todos los derechos y el futuro (Él nos tomará en serio). Imaginamos a Dios quitándonos lo que más necesitamos, lo que más amamos, son muchos los temores que podemos sentir, en la entrega total de nuestras vidas a Dios.
Tantas son las preguntas que nos invadirían: ¿Qué pasaría si pierdo mi trabajo? ¿Cómo pagaremos la educación de nuestros hijos? ¿Qué sucede si el plan de Dios contempla que vayamos a servir a un lugar lejano? ¿Seré feliz? ¿Podré hacer las cosas que me gustan?
Diversas interrogantes podríamos tener al considerar entregar nuestras vidas a Dios, todas basadas en el temor y la incertidumbre. ¿Cómo vencer el miedo con fe?
Las Escrituras están llenas de historias de hombres y mujeres que arriesgaron todo para seguir a Cristo.
A veces cuando leemos estas historias pensamos en estas personas como figuras animadas que nunca fueron reales. Olvidamos que sí que existieron, que tuvieron situaciones como las nuestras, que enfrentaban problemas del día a día, como el resto de la humanidad.
Podemos mencionar a José. Podemos apreciar que el odio, la envidia, el engaño, la maldad y los celos, fueron elementos que rodearon la vida de José. Él tuvo que lidiar con el miedo, cuando fue abandonado por sus hermanos en un pozo, luego encarcelado al ser acusado falsamente de intentar violar a la esposa de Potifar (Oficial del Rey y Capitán de la Guardia).
Pero también vemos la presencia de la mano de Dios en su vida. Seguramente una y otra vez, para avanzar en su relación con Dios, José debió rendirse a Él, confiar en un Dios que no podía ver, pero que podía sentir.
Podemos ver en la vida de Abraham, cuando Dios le pide que deje a su pueblo y a su familia y se dirija al lugar que Él le iba a mostrar y el cual Abram desconocía. Él hizo como Dios le había mandado (Génesis 12:4), pero te imaginas cuantas preguntas, dudas y temores hubo alrededor de esa orden de Dios.
Él tuvo que confiar y rendirse. Sin más explicaciones y sin saber a dónde iba, cómo llegaría allí, ni qué haría cuando estuviese allí.
Abraham lo arriesgó todo y se arrojó en los brazos de la Providencia divina. Abraham se rindió a la voluntad y el plan de Dios sin ninguna garantía tangible de que sería «recompensado» por su obediencia.
Así mismo, cada pequeño acto de entrega que hacemos, confirma la confianza que necesitamos en Dios , que nos prepara para los actos de entrega más grandes, de ser necesarios más adelante.
Cuando se trata de las incertidumbres que nos impiden sacrificarnos, rendirnos y ser esclavos de Dios, nosotros, al igual que Abraham, tenemos «preciosas y grandísimas promesas» (2 P. 1:4) en la Palabra de Dios, promesas que contrarrestan poderosamente nuestros más profundos temores.
Si confiamos en esas promesas y en el Dios que las hizo, se nos concederá la valentía necesaria para hacer todos los sacrificios que Él nos pida.
Si no confiamos en las promesas de Dios y, por lo tanto, no damos un paso de fe y rendición, a la larga nos encontraremos bajo el peso de las mismas cosas que rehusamos rendir. Terminaremos siendo controlados por lo que procuramos tener bajo control. “CONFIANZA y RENDICION” son las opciones. Bien vale la pena el intento, lo he vivido en carne propia.


Amado Dios, creador del cielo y de la tierra, dueño de mi ser, de mi alma y mi corazón: el cielo se viste de azul anunciando una nueva mañana y con los primeros rayos del sol yo me acerco hasta Ti para darte gracias por todas las hermosas bendiciones y regalos que Tú le das a mi vida.
Padre celestial, gracias por tu presencia y tu compañía, pues solo en Ti encuentro el alivio para mis tristezas, solo Tú calmas mi ansiedad y solo en tu bendito refugio mi alma está tranquila.
Es por eso Señor que hoy acudo a Ti, para humildemente poner en tus manos todo lo que tengo, todo lo que soy y todo lo que amo: mi vida, mi hogar, mi familia y mis amigos.
Por favor avívanos en cada jornada, escucha nuestras suplicas, danos tu paz y tu fuerza. Por favor transforma el desaliento en esperanza, la angustia por gozo, la enfermedad por salud y las necesidades por bendiciones y abundancia.
Por Ma. Guanajuato González.
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Seguirlo es darlo todo , cada dia mas y mas . Murieron muy cruel muchos de ellos solo por amarlo.
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