Por Rebeca Holms Webber

CONTENIDO PSICOLÓGICO
El aburrimiento es la sensación que a menudo experimentan las mujeres cuando se encuentran con un hombre «agradable»: no se oyen campanas, no explotan cohetes, no caen estrellas del cielo. En la ausencia de excitación, se sienten inquietas, irritables y torpes.
Un estado generalmente incómodo que se cubre con el rótulo de aburrimiento. “Tilly” le pondremos como ejemplo no sabía comportarse en presencia de un hombre amable, considerado y realmente interesado en ella; , su habilidad para relacionarse estaba preparada para los desafíos, no para disfrutar simplemente la compañía de un hombre.
Si no tenía que maniobrar y manipular a fin de mantener una relación, le resultaba difícil relacionarse con ese hombre, sentirse cómoda con él. Como estaba acostumbrada a la excitación y al dolor, a la lucha y la victoria o la derrota, un intercambio que carecía de esos poderosos elementos le parecía demasiado insípido para ser importante, además de perturbador.
Por irónico que resulte, había más incomodidad en presencia de sujetos estables, confiables y alegres de la que había «habido con hombres que no respondían, emocionalmente distantes, inaccesibles o no interesados”.
Está acostumbrada a los rasgos y conductas negativos, y se siente más cómoda con ellos que con sus opuestos a menos que se esfuerce mucho por cambiar ese hecho por sí misma.
A menos que “Tilly” pudiera aprender a relacionarse cómodamente con un hombre que considerara sus intereses tan importantes como los propios, no tenía esperanzas de lograr una relación gratificante.
Antes de su recuperación, por lo general exhibe las siguientes características con respecto a su forma de sentir y de relacionarse con los hombres sexualmente:
Pregunta «¿Cuánto me ama (o necesita)?» y no «¿Cuánto lo quiero?»
La mayoría de sus interacciones sexuales con él están motivadas por «¿Cómo puedo hacer que me ame (o necesite) más?
Su impulso de entregarse sexualmente a otros a quienes percibe como necesitados puede dar como resultado una conducta que ella misma considera promiscua, pero ésta apunta principalmente a la gratificación de otra persona, en lugar de a ella misma.
El sexo es una de las herramientas que usa para manipular o cambiar a su pareja.
A menudo las luchas de poder de la manipulación mutua le parecen muy excitantes.
Se comporta en forma seductora para conseguir lo que quiere y se siente estupendamente cuando da resultado y muy mal cuando no es así. El hecho de no obtener lo que quiere por lo general la lleva a esforzarse más.
Confunde angustia, miedo y dolor con amor y excitación sexual.
A la sensación de tener un nudo en el estómago la llama «amor».
Se excita a partir de la excitación de él. No sabe sentirse bien por sí misma; de hecho, se siente amenazada por sus propios sentimientos.
A menos que tenga el desafío de una relación no gratificante, se vuelve inquieta. No la atraen sexualmente los hombres con quienes no lucha. En cambio, los llama «aburridos».
A menudo forma equipo con un hombre de menor experiencia sexual, para poder sentirse en control. Anhela la intimidad física, pero debido a que teme verse envuelta por otro y/o abrumada por su propia necesidad de afecto, sólo se siente cómoda con la distancia emocional creada y mantenida por la tensión de la relación.
Se vuelve temerosa cuando un hombre está dispuesto a acompañarla emocional y sexualmente. Huye de él o bien lo aleja.
La conmovedora pregunta de “Tilly” al iniciar nuestro trabajo juntas (» ¿Cómo podía ser tan bueno el sexo entre nosotros, hacernos sentir algo tan maravilloso y acercamos tanto cuando en realidad no había nada más que nos uniera?») a menudo se enfrentan al dilema del buen sexo en una relación infeliz o imposible.
A muchas de nosotras nos han enseñado que «buen» sexo significa «verdadero» amor y que, a la inversa, el sexo no podía ser realmente satisfactorio y gratificante si la relación entera no estaba bien para nosotras.
Nada podría estar más lejos de la verdad para las mujeres. Debido a la dinámica que opera en todos los niveles de nuestras interacciones con los hombres, inclusive el nivel sexual, una mala relación en realidad puede contribuir a que el sexo sea excitante, apasionado y apremiante.
Quizá nos veamos en dificultades para explicar a la familia y los amigos cómo alguien que no es particularmente admirable ni siquiera muy agradable puede despertar en nosotras un estremecimiento de deseo y una intensidad jamás igualada por lo que sentimos por alguien más agradable o más presentable.
Es difícil expresar que nos encanta el sueño de evocar todos los atributos positivos
el amor, el cariño, la atención, la integridad y la nobleza que, estamos seguras, están latentes en nuestro amante, esperando para florecer con la calidez de nuestro amor.
A menudo se dicen que el hombre con quien están involucradas nunca ha sido realmente amado antes, ni por sus padres ni por sus anteriores esposas o novias.
Lo vemos como un ser dañado y, de inmediato, asumimos la tarea de compensar todo lo que ha faltado en su vida desde mucho tiempo antes de que lo conociéramos.
En cierto modo, la trama es una versión con los sexos invertidos del cuento de La Bella Durmiente, que dormía bajo un hechizo, en espera de la liberación que llegaría con el primer beso de su verdadero amor.
Nosotras queremos ser quienes quiebren el hechizo, liberar a ese hombre de lo que consideramos su cautiverio. Interpretamos su inaccesibilidad emocional, su ira o su depresión, su crueldad o su indiferencia, su deshonestidad o su adicción, como señales de que no lo han amado lo suficiente.
Oponemos nuestro amor a sus defectos, a sus flaquezas, e incluso a su patología. Estamos decididas a salvarlo mediante el poder de nuestro amor.
El sexo es una de las formas principales en las que tratamos de llevarlo a la salud con nuestro amor.
Cada encuentro sexual lleva toda nuestra lucha por cambiarlo. Con cada beso y cada caricia, tratamos de comunicarle lo especial y digno que es, cuánto lo admiramos y adoramos. Sentimos la seguridad de que, una vez que esté convencido de nuestro amor, se transformará en su verdadero yo, y despertará a todo lo que queremos y necesitamos que sea.
En cierto modo, el sexo en tales circunstancias es bueno porque necesitamos que lo sea; ponemos mucha energía para hacerlo funcionar, para hacerlo maravilloso.
Cualquier reacción que logremos nos alienta a esforzarnos más, a ser más convincentes. Y hay también otros factores en juego.
Por ejemplo, si bien parecería que una relación sexual plenamente satisfactoria no sería muy probable en una pareja infeliz, es importante recordar que un clímax sexual constituye una descarga de tensiones tanto físicas como emocionales.
Mientras que una mujer puede evitar el contacto sexual con su pareja cuando hay conflictos y tensiones entre ambos, es posible que a otra mujer, en circunstancias similares, el sexo le resulte una manera sumamente efectiva de liberar gran parte de esa tensión, al menos en forma temporaria. Para una mujer que vive una relación infeliz o tiene una pareja que no es la más adecuada para ella, el acto sexual puede ser el único aspecto gratificante de la relación, y la única manera efectiva de relacionarse con el otro.
De hecho, el grado de descarga sexual que ella experimente puede guardar una relación directa con el grado de incomodidad que sienta con su pareja.
Esto es fácil de comprender. Muchas parejas, tengan una relación sana o no, experimentan un contacto sexual particularmente bueno después de una pelea.
Luego de un conflicto, hay dos elementos que contribuyen a un acto sexual de intensidad y éxtasis especiales.
Uno es la ya mencionada descarga de tensiones: el otro involucra una tremenda inversión, después de una pelea, en hacer que el sexo «funcione«, a fin de cimentar el vínculo de la pareja, que se ha visto amenazado por la pelea.
El hecho de que la pareja disfrute una experiencia sexual particularmente placentera y satisfactoria en tales circunstancias, quizá parezca ratificar la relación en general. «Mira qué unidos estamos, qué cariñosos podemos ser, qué bien podemos hacemos sentir. Realmente debemos estar juntos», puede ser el sentimiento generado.
El acto sexual, cuando es muy gratificante en el aspecto físico, la intensidad de nuestra lucha con un hombre puede contribuir a la intensidad de nuestra experiencia sexual con él y, por consiguiente, al vínculo que nos une a él. Y la inversa también es verdad.
Cuando nos relacionamos con un hombre que no es un desafío tan grande, es posible que a la dimensión sexual le falte fuego y pasión.
Debido a que no estamos en un estado casi constante de excitación por él, y a que el sexo no se usa para demostrar nada, es probable que una relación más fácil y tranquila nos resulte algo insulsa.
En comparación con los estilos tempestuosos de relación que hemos conocido, esa clase de experiencia más inocua sólo parece verificar que la tensión, la lucha, el dolor y el drama realmente equivalen al «verdadero amor».
Esto nos lleva a una discusión acerca de qué es el amor verdadero.
Si bien el amor parece ser muy difícil de definir, yo pienso que esto se debe a que en esta cultura tratamos de combinar en una sola definición dos aspectos muy opuestos e incluso, según parece, mutuamente excluyentes. De esta manera, cuanto más decimos sobre el amor, más nos contradecimos, y cuando vemos que un aspecto del amor se opone a otro, nos damos por vencidos, confundidos y frustrados, y decidimos que el amor es demasiado personal, demasiado misterioso y demasiado enigmático para ser analizado con precisión.
Los griegos eran más listos. Utilizaban palabras distintas, eros y agape, para distinguir estas dos maneras profundamente diferentes de experimentar lo que llamamos «amor». Eros, claro está, se refiere al amor apasionado, mientras que agape describe la relación estable y comprometida, libre de pasión, que existe entre dos individuos que se quieren profundamente.
El contraste entre eros y agape nos permite entender nuestro dilema cuando buscamos ambas clases de amor de una sola vez, en una sola relación con una sola persona.
Nos ayuda también a ver que tanto eros como agape tienen sus defensores, aquellos que afirman que uno o el otro son la única forma verdadera de experimentar el amor, pues, por cierto, cada uno tiene su valor, verdad y belleza muy especiales. Y cada clase de amor también carece de algo muy valioso, que sólo la otra puede ofrecer.


¿Por qué NOS CUESTA TANTO querernos y
aceptarnos?
Solo regalándonos amor primero, podemos
dárselo a los demás.
Los motivos, en muchas ocasiones, tienen que
ver con nuestra EDUCACIÓN Y AUTOESTIMADesde niños nos han hecho creer que:
-«No está bien hablar bien de uno mismo»
-«Si te halagas quedas como prepotente»-«Eres un egoísta si te priorizas»..
En muchas otras ocasiones, se esconde una
baja AUTOESTIMA.
Autoestima no es solo «amor a uno mismo».También es: ACEPTACION, IMAGEN INTERNA,
VALORACIÓN POSITIVA de mis cualidades y
SENSACIÓN de que soy capaz, de que VALGO y
merezco triunfar, realizarme y ser felizTambién es: ACEPTACION, IMAGEN INTERNA,
VALORACIÓN POSITIVA de mis cualidades y
SENSACIÓN de que soy capaz, de que VALGO y
merezco triunfar, realizarme y ser feliz
Recuerda que los BENEFICIOS de quererse son
enormes.
Cuánto antes seas consciente de esa
NECESIDAD, antes podrás disfrutar de sus
beneficios. que son IMPRESCIDIBLES para
tener una vida plena.«Es imposible AMAR A LOS DEMÁS, si ANTES
Por Irma Gómez
NO APRENDES A AMARTE’
«El que está VACÍO POR DENTRO no tiene nada
que ofrecer».







