Crónicas Bíblicas: El propósito del Sr. Jesús, 2 Parte

Por Timothy Keller

Elías ha venido y se ha ido. » Y repite que está escrito que el Hijo del hombre tiene que sufrir mucho».

De la misma manera que la venida de Elías era un anuncio de la llegada del Señor, así, la ejecución de Elías (Herodes ordenó la decapitación de Juan el Bautista) es una
anuncio de la ejecución del Señor.


Cuando Jesús fue bautizado – lo vimos en el primer capítulo de Marcos, el espíritu descendió sobre él en forma de paloma, y le fortaleció para enfrentarse a Satanás en el desierto. Ahora el Padre le envuelve con su presencia, la luz y la gloria shekhina, para fortalecerle para la prueba aún mayor que le espera a medida que se dirige de manera decidida a su ejecución en la cruz.

Y a través de este acontecimiento, no solo fortalece a Jesús: Dios también está preparando a los discípulos para la prueba a la que se enfrentarán cuando su líder les sea arrebatado.

¿Alguna vez has tenido este tipo de experiencia? ¿Qué la compasión y el amor de otra persona te ayudara a enfrentarte a tu sufrimiento? ¿Qué la aprobación incondicional y el ánimo de alguien transformara tu miedo en determinación? ¿Qué un encuentro con la belleza hiciera que tu ansiedad se neutralizase y te diera esperanza? Y si recibieses ese tipo de ayuda con más frecuencia, ¿no serías diferente? ¿No te harían los problemas más sabio, más profundo y más fuerte en lugar de convertirte en alguien amargado, severo y triste? ¿No te haría el sufrimiento más compasivo en vez de volverte más cínico respecto a la naturaleza humana? ¿No te ayudaría el fracaso a ser más productivo en la vida? Por supuesto que sí.


Sin embargo, aquí está la gran pregunta: ¿Cómo vas a conseguir ese tipo de aprobación, de ánimo y de amor sin consumir a tus amigos y familia con tu necesidad? La respuesta para nosotros, así como lo fue para los discípulos, es adoración. La respuesta a la pregunta anterior es que tienes que adorar a Dios para poder acceder a su misma presencia.

Tienes que tener claro lo que Dios ha hecho y está haciendo a través de Jesús. Tienes que experimentar un anticipo de la acogida y el abrazo que un día Dios te dará. De hecho, tienes que sentir lo que conoces del amor de Dios.


Una cosa es que te digan que alguien es muy atractivo. Lo crees, pero cuando por fin lo ves o la ves de cerca, exclamas lleno de asombro. ¿Qué ha ocurrido? ¿Te han dado más información? No; estás viviendo algo que ya sabías que era verdad.

Si alguien dice: «Este restaurante es increible; es el mejor», te puedes creer lo que te han dicho. Pero es cuando vas allí y pruebas la comida que te quedas con la boca abierta. ¿Te han dado más información?


No; simplemente estás viviendo algo que ya sabías que era verdad. Una cosa es saber que Dios, el glorioso Creador, te quiere, se preocupa por ti, te sostiene, pero otra cosa es experimentarlo, sentirlo.

Sea lo que sea que la vida te depare, necesitarás esos anticipos, esas muestras para alentarte y darte fuerzas en el camino.


La transfiguración no es solo un truco milagroso para convencer a los discípulos de la deidad de Jesús. Es una experiencia de adoración colectiva que van a necesitar para lo que les espera.


Un atisbo de gloria Entonces, ¿cómo podemos acceder a la presencia de Dios de
esa manera? ¿Cómo podemos experimentar esos anticipos?
Jesús y los discípulos apenas han bajado de la montaña cuando Jesús tiene la oportunidad de mostrarles cómo pueden llegar a la presencia de Dios.


Cuando llegaron donde estaban los otros discípulos, vieron que a su alrededor había mucha gente y que los maestros de la ley discutían con ellos. Tan pronto como la gente vio a Jesús, todos se sorprendieron y corrieron a saludarlo.
-¿Qué están discutiendo con ellos?
-les preguntó.
-Maestro
-respondió un hombre de entre la multitud, te he traído a mi hijo, pues está poseído por un espíritu que le ha quitado el habla. Cada vez que se apodera de él, lo derriba. Echa espumarajos, cruje los dientes y se queda rígido.

Les pedí a tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no lo lograron.
(Marcos 9:14-18) Hay una gran discusión entre los maestros de la ley, la multitud
y los discípulos de Jesús que no subieron a la montaña. Están intentando exorcizar a un demonio y no está funcionando. El mal está presente y todo el mundo está confundido. La historia continúa:


-¡Ah, generación incrédula!
respondió Jesús- ¡Hasta cuándo tendré que estar con vosotros? ¿Hasta cuándo tendré que soportaros? Traedme al muchacho. Así que se lo llevaron.

Tan pronto como vio a Jesús, el espíritu sacudió de tal modo al muchacho que este cayó al suelo y comenzó a revolcarse echando espumarajos.


-¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto? le preguntó Jesús al padre.
-Desde que era niño contestó. Muchas veces lo ha echado al fuego y al agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos.


-¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible.
-¡Si creo! exclamó de inmediato el padre del muchacho.
¡Ayúdame en mi poca fe!

Al ver Jesús que se agolpaba mucha gente, reprendió al espíritu maligno.
Espíritu sordo y mudo -dijo te mando que salgas y que jamás vuelvas a entrar en él. El espíritu, dando un alarido y sacudiendo violentamente al muchacho, salió de él.

Este quedó como muerto, tanto que muchos decían: «Ya se murió.» Pero Jesús lo tomó de la mano y lo levantó, y el muchacho se puso de pie. Cuando Jesús entró en casa, sus discípulos le preguntaron en privado:
¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?
-Esta clase de demonios solo puede ser expulsada a fuerza de oración-respondió Jesús. (Marcos 9:19-29)

Los discípulos estaban tratando de echar fuera un demonio. Pero lo habían intentado echar sin orar. ¡Qué arrogancia si pensaban que por sí mismos podían enfrentarse al mal y al sufrimiento del mundo!

Los discípulos intentaron sacar al demonio sin orar por la misma razón por la que no podían entender que Jesús tenía que morir; no veían lo débiles y orgullosos que eran.

Subestimaron el poder del mal en el mundo y en ellos mismos. También están allí los maestros de la ley, probablemente criticando. Solo hay una persona en toda esta escena que asume su debilidad, admite que no tiene manera de luchar contra el
sufrimiento y las dificultades a las que se enfrenta: el padre del chico.

Este hombre le pregunta a Jesús: «;Sanarás a mi hijo?» Y Jesús
dice: «Para el que cree, todo es posible». El padre contesta:
«; Si creo! ¡Ayúdame en mi poca fe!»; que significa: «Lo intento, pero
tengo muchas dudas».
muy buenas noticias! A través de Jesús, no es la santidad perfecta la que nos abre el camino a la presencia de Dios, sino el reconocimiento de nuestra incapacidad y el arrepentimiento.


Jesús le pudo haber dicho al hombre: «Soy la gloria de Dios» en forma humana. Purifica tu corazón, confiesa todos tus pecados, deshazte de todas tus dudas y del doble ánimo. Una vez te hayas entregado Entonces Jesús sana al muchacho. Son muy buenas noticias! A través de Jesús, no es la santidad perfecta la que nos abre el camino a la presencia de Dios, sino el reconocimiento de nuestra incapacidad y el arrepentimiento.


Jesús le pudo haber dicho al hombre: «Soy la gloria de Dios en forma humana. Purifica tu corazón, confiesa todos tus pecados, deshazte de todas tus dudas y del doble ánimo. Una vez te hayas entregado a mí por completo y te hayas presentado con un corazón puro, entonces podrás pedir la sanidad que necesitas».


Pero eso no es lo que Jesús dice. El padre del muchacho reconoce: «No soy fiel, las dudas me corroen y no puedo reunir la fuerza necesaria para hacer frente a mis desafíos morales y espirituales. Pero ayúdame»

Reconocimiento de nuestra incapacidad, y no santidad. Esa es la fe que salva. Fe en Jesús en lugar de fe en uno mismo. Alcanzar la santidad perfecta es imposible, y si eso es lo que esperas, nunca te adentrarás en la presencia de Dios. Tienes que admitir que no eres santo y que necesitas ayuda. Cuando reconoces eso es cuando te estás acercando a Dios para adorar.

No obstante, no podemos dejar esta escena sin ser conscientes de lo que Jesús está a punto de perder. Por los siglos de los siglos ha vivido en gloria con el Padre. En la montaña hemos visto al Dios de la gloria envolviendo a Jesús; en la cruz le abandonará.

En la montaña hemos visto la vida que siempre ha llevado, rodeado y revestido con el amor y la luz de Dios, pero en la cruz estará desnudo en la oscuridad.


¿Por qué Jesús decidió pasar por todo eso? Lo hizo por nosotros. En la montaña Dios le dio fuerzas para su misión, para el sufrimiento infinito que iba a experimentar.

Dios nos puede capacitar de esa misma manera para enfrentarnos y superar nuestras propias pruebas. Puede que sepas que Dios te ama, pero a veces el Espíritu Santo te hace experimentar que sí es así.

En ocasiones vas a la montaña. A veces a través del Espíritu Santo puedes oír a Dios que te declara su amor incondicional, permanente e íntimo. Hay momentos en los que no solo sabes que Dios te ama sino que, en tu corazón, le oyes decir:

«Eres mi hija, eres mi hijo, y te amo. Haría lo que fuese, da igual lo que me costase, para no perderte; y lo he hecho»


Cuando has buscado a Dios con tu incapacidad, entonces has adorado. Y cada vez que sientas su abrazo, tu alma brillará un poquito más con el reflejo de su gloria, y estarás un poquito más preparado para enfrentarte a aquello que te depare la vida.

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