Por Roberta Sánchez Smith

CONTENIDO PSICOLÓGICO
El contraste entre eros y agape nos permite entender nuestro dilema cuando buscamos ambas clases de amor de una sola vez, en una sola relación con una sola persona. Nos ayuda también a ver que tanto eros como agape tienen sus defensores, aquellos que afirman que uno o el otro son la única forma verdadera de experimentar el amor, pues, por cierto, cada uno tiene su valor, verdad y belleza muy especiales. Y cada clase de amor también carece de algo muy valioso, que sólo la otra puede ofrecer. Veamos cómo describirían los defensores de estas dos formas el hecho de estar enamorado.
Eros: El verdadero amor es un anhelo consumidor y desesperado por el ser amado, a quien se percibe como diferente, misterioso y elusivo.
La profundidad del amor se mide por la intensidad de la obsesión por el ser amado. Hay poco tiempo y atención para otros intereses o propósitos, debido a que se concentra tanta energía en recordar encuentros pasados o imaginar otros futuros.
A menudo hay que vencer grandes obstáculos y, por lo tanto, en el verdadero amor hay un elemento de sufrimiento.
Otro índice de la profundidad del amor es la voluntad de soportar dolor y penurias por el bien de la relación. Al verdadero amor se asocian sentimientos de excitación, embeleso, drama, ansiedad, tensión, misterio y anhelo.
Agape: El verdadero amor es una sociedad con la cual dos personas que se quieren están profundamente comprometidas.
Esas personas comparten muchos valores, intereses y objetivos básicos, y toleran de buen grado sus diferencias individuales.
La profundidad del amor se mide por la confianza y el respeto mutuos.
La relación permite a cada integrante de la pareja ser más plenamente expresivo, creativo y productivo en el mundo.
Hay mucha alegría en las experiencias compartidas, pasadas y presentes, al igual que en las venideras. Cada integrante de la pareja ve al otro como su amigo más querido.
Otra medida de la profundidad del amor es la voluntad de verse a sí mismo con honestidad a fin de promover el crecimiento de la relación y la profundización de la intimidad.
Al verdadero amor se asocian sentimientos de serenidad, seguridad, devoción, comprensión, compañerismo, apoyo mutuo y bienestar.
El amor apasionado, eros, es lo que en general siente la mujer que ama a el hombre que es imposible.
Es más, el hecho de que haya tanta pasión se debe a que él es imposible. Para que exista la pasión, es necesario que haya una lucha continua, obstáculos que superar, un anhelo por más de lo que se dispone.
Pasión significa literalmente sufrimiento, y a menudo sucede que cuanto mayor es el sufrimiento, más profunda es la pasión. La excitante intensidad de un romance apasionado no puede ser igualada por el solaz más benigno de una relación estable y comprometida, de modo que si la mujer al fin recibiera del objeto de su pasión lo que tan ardientemente ha deseado, el sufrimiento desaparecería y la pasión pronto se consumiría.
Entonces, quizás, ella se diría que ya no está enamorada, porque ya no tendría ese dolor agridulce.
La sociedad en que vivimos y la constante presencia de los medios de comunicación que nos rodean y saturan nuestra conciencia confunden constantemente las dos clases de amor.
Nos prometen de mil maneras que una relación apasionada (eros) nos traerá plenitud y satisfacción (agape).
Esto sugeriría que con una pasión suficientemente grande se forjará una unión duradera.
Todas las relaciones fracasadas que se basaron inicialmente en una inmensa pasión pueden atestiguar que esa premisa es falsa.
La frustración, el sufrimiento y el anhelo no contribuyen a una relación estable, duradera y sana, aunque sí hay factores que contribuyen poderosamente a una relación apasionada.
Hacen falta intereses comunes, valores y objetivos comunes, y capacidad para una intimidad profunda y duradera si se desea que el encantamiento erótico inicial de una pareja a la larga se transforme en una devoción afectuosa y comprometida que soporte el paso del tiempo.
Sin embargo, lo que sucede a menudo es esto: en una relación apasionada, cargada como debe estarlo de la excitación, el sufrimiento y la frustración de un nuevo amor, existe la sensación de que falta algo muy importante. Lo que se necesita es compromiso, un medio para estabilizar esa experiencia emocional caótica y proporcionar una sensación de seguridad y solidez.
Si se superaran los obstáculos que les impiden estar juntos y se forjara un compromiso genuino, sería probable que llegase un momento en que esas dos personas se miraran y se preguntaran adónde se ha ido la pasión.
Se sienten seguros, cálidos y afectuosos el uno hacia el otro, pero también se sienten un poco estafados, porque ya no arden de deseo mutuo.
El precio que pagamos por la pasión es el miedo, y el mismo dolor y el mismo miedo que alimentan al amor apasionado también pueden destruirlo.
El precio que pagamos por un compromiso estable es el aburrimiento, y la misma seguridad y la misma solidez que cimentan una relación así también pueden hacerla rígida y sin vida.
Si debe haber un desafío y una excitación constantes en la relación luego del compromiso, éstos deben basarse, no en la frustración ni en el ansia, sino en una exploración cada vez más profunda de lo que D.H. Lawrence llama «los misterios gozosos» entre un hombre y una mujer que están comprometidos mutuamente.
Según lo sugiere Lawrence, es probable que eso dé mejores resultados con una sola persona como pareja, puesto que la confianza y la honestidad del agape deben combinarse con el coraje y la vulnerabilidad de la pasión a fin de crear una verdadera intimidad.
Una vez oí a un alcohólico en tratamiento expresarlo en forma muy simple y bella. Dijo: «Cuando bebía, me acostaba con muchas mujeres y básicamente tenía la misma experiencia muchas veces. Desde que estoy sobrio, sólo me acuesto con mi esposa, pero cada vez que estamos juntos es una experiencia nueva.»
La excitación y la emoción que se obtiene, no al excitar y excitarnos sexualmente, sino al conocer y ser conocidos es demasiado infrecuente.
La mayoría de quienes tenemos una relación comprometida y estable nos conformamos con lo previsible, el bienestar y el compañerismo porque tenemos miedo de explorar los misterios que personificamos como hombre y como mujer, la exposición de nuestro yo más profundo.
Sin embargo, en ese temor a lo desconocido que existe dentro de nosotros y entre nosotros, ignoramos y evitamos el mismo don que nuestro compromiso pone a nuestro alcance: la verdadera intimidad.


«Dicen que solos llegamos y solos nos vamos.
No es verdad. Nos vamos cargados de
recuerdos, de risas, de besos y abrazos. Nos
vamos con las manos llenas de experiencias,
con la boca atiborrada de sabores y con la
mente rebosante de conocimiento. No, no nos
vamos solos, porque el día en que partimos,
un pequeño trozo de los que nos amaron se
muere con nosotros.»
(Crónicas del Mictlán Los cuentos del
Vientos del Sur)
¡ Hola Bienvenidos !

Roberta Sánchez Smith.
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El amor agape al ser creativo y trascender a otros es el verdadero amor , el eros es egocentrico no te deja tiempi ni energia mas que tu yo y tu deseo , no hay creatividad ni trascendencia , uno te hundevy el otro te crece , el agape es como Dios el eros el yo esta en el trono. ♡.
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