Crónicas Bíblicas: La Pascua 2 Parte

No hablan del cordero de la Pascua. No es que hicieran una comida vegetariana. ¿Qué tipo de Pascua iban a celebrar si no había cordero? No había cordero en la mesa porque el Cordero de Dios estaba a la mesa.

Jesús era el plato principal. Es por eso que cuando Juan el Bautista vio a Jesús por primera vez, dijo: «¡ Aquí tenéis al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!»
(Juan 1:29).

También es la razón por la que en Isaías 53, el profeta dice lo siguiente acerca del Mesías: Pero el Señor hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros [….]

Maltratado y humillado, ni siquiera abrió su boca; como cordero, fue llevado al matadero (.] porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los
transgresores. (Isaías 53:6-7, 12)


Cuando Jesús dice en Marcos:’ «Esto es mi cuerpo […], esto es mi sangre [….] derramada», lo que quiere decir es: Soy Aquel del que hablaban Isaías y Juan. Soy el Cordero de Dios al que apuntaban el resto de corderos, el cordero que quita el pecado del mundo.


En la cruz, Jesús recibió lo que nosotros merecíamos: el pecado, la culpa y el quebrantamiento del mundo recayeron sobre él.

Nos amaba tanto que asumió la justicia divina sobre El para que no nos golpeara a nosotros. Nunca.


No está de más repetirlo: Todo amor, todo amor real que transforma vida es un sacrificio sustitutorio. Nunca has amado a una persona rota, nunca has amado a una persona culpable, nunca has amado a una persona herida sin sacrificarte.

Unos capítulos atrás di varios ejemplos; aquí van algunos más.


Digamos que en el instituto perteneces al grupo de los populares
y en clase hay una chica a la que consideran un bicho raro. No le
cae bien a nadie, está aislada, marginada. Intentas acercarte y ser su amigo.

En seguida los de tu grupo vienen a ti y te dicen: ¿Por qué te acercas a ella? Lo que ocurre es que ahora eres rarito por ir con ella.

Ya no eres popular. No va a dejar de ser una persona marginada si alguien no se le acerca y comparte su situación.


Otro ejemplo más: Hace unos años leí en la revista National Geographic que después de un incendio en el Parque Nacional de Yellowstone, algunos guardas forestales subieron a una montaña para inspeccionar los daños.

Uno de los guardas encontró a un pájaro que estaba carbonizado y petrificado, cubierto por las cenizas, acurrucado al pie de un árbol. Desolado ante aquella
imagen espeluznante, el guarda golpeó el pájaro con un palo y tres pajaritos diminutos salieron corriendo de debajo de las alas de su madre muerta.

Cuando el fuego llegó, la madre se mantuvo firme en lugar de huir. Debido a que había estado dispuesta a morir, los que estaban bajo sus alas sobrevivieron.

Y Jesús dijo: «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que a ti se envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas, pero no quisiste!» (Lucas 13:34).

Jesús reunió a los hijos de Jerusalén bajo sus alas y se consumió. Todo amor real, que transforma vidas, es un sacrificio sustitutorio muy costoso.

El último plato cuando Lucas describe este mismo episodio, recoge algunas
palabras más de lo que Jesús dijo. Lucas añade: También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio y dijo:
-Este pan es mi cuerpo, entregado por vosotros; haced esto en memoria de mí.
(Lucas 22:19)


Jesús dice que en memoria de él, los discípulos y cualquiera que crea en él tienen que comer el pan y beber la copa juntos. Esta práctica se conoce como «la cena del Señor» (1à Corintios 11:20)

Por razones obvias, pero también se llama «la mesa del Señor» (1* Corintios 10:21), «comunión», «copa de bendición» (1ª Corintios 10:16) y «partimiento del pan» (Hechos 2:42).

El pan que es partido, entregado y comido en la cena del Señor es un recordatorio del cuerpo de Cristo entregado y partido en la cruz por nuestros pecados.

El vino vertido es un recordatorio de la sangre de Cristo derramada en la cruz por nuestros pecados. Así que cuando alguien come el pan y bebe el vino está recordando el amor y el sacrificio sustitutorio de Jesús.


La primera Pascua en Egipto fue, claro está, una verdadera comida. No era suficiente matar un cordero y pintar con su sangre los dinteles de la puerta.

También había que comerse el cordero; había que ingerirlo. De la misma manera, la cena del Señor es una manera de «ingerir» o internalizar la muerte de Cristo por ti y
apropiarte de ella de forma personal.

Marcos escribe: Mientras comían, Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo
partió y se lo dio a ellos, diciéndoles:
-Tomad: esto es mi cuerpo. (Marcos 14:22)


Jesús dice: «Tomad». Nos hace saber que tenemos que tomar lo que ha hecho por nosotros. Tenemos que recibirlo de forma activa.

Es normal repartir la cena del Señor y decir: «Alimenta tu corazón de él por fe». Uno no se beneficia de la comida a no ser que la tome y la digiera.

Puedes tener un montón de comida delante de ti, cocinada a la perfección y aun así podrías morirte de hambre.

Para que la comida te nutra, tienes que comerla. El que la comida se haya preparado de forma excelente no sirve de nada si no estás dispuesto a tomarla y tragarla.

El tomarla es igual que decir: «Esta es la comida que realmente necesito: el compromiso incondicional de Cristo conmigo»


El hecho de que la cena del Señor sea una comida es un recordatorio de que nadie puede hacer suyos los beneficios de la muerte de Jesús si Él no le ha invitado.

Compartir una comida con alguien, sobre todo en la región y la época de Jesús, significaba tener una relación.

Así que Jesús está diciendo que necesitamos tener una relación personal con él si queremos beneficiarnos de todo lo que su sufrimiento perfecto y sacrificio sustitutorio nos proporciona.


El hecho de que la cena del Señor sea una comida también nos dice algo más. Los judíos, para celebrar la Pascua, viajaban para comerla junto a sus familias. La Pascua es una comida familiar.


Entonces, ¿por qué Jesús apartó a los discípulos de sus familias y organizó una comida con ellos? Porque estaba creando una nueva familia.

Cuando te has criado con hermanos y hermanas, existe entre vosotros un vínculo muy fuerte. Has pasado muchas cosas junto a ellos; has compartido más experiencias con ellos que con cualquier otra persona.


Con anterioridad Jesús había dicho: «Cualquiera que hace la voluntad de Dios es mi hermano, mi hermana y mi madre.» (Marcos 3:35).

O como otro autor explica: Lo que une [a los cristianos] no es una misma educación, una misma raza, un mismo nivel económico, un mismo color político, una misma nacionalidad, un mismo acento, un mismo trabajo, etcétera.

Los cristianos se unen [.] porque Jesucristo los ha salvado […] Son un grupo de enemigos naturales que se aman los unos a los otros por amor a Jesús».

Cuando tomas la cena del Señor, lo haces con hermanos y hermanas, con la familia. Este vínculo transforma las vidas de tal manera que crea unos lazos tan fuertes como los que hay entre las personas que se ha criado juntas.


Por último, la cena del Señor hace algo aún más bello: apunta a nuestro futuro con Jesús. En el momento en el que preside la Pascua con sus discípulos, les cuenta el resto de la historia del mundo en dos frases: «Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos. En verdad os digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba de nuevo en el reino de Dios».

Está diciendo que esta Pascua es el mayor banquete posible, y así, establece una unión firme entre los acontecimientos de los tres próximos días y su consumación en el futuro.


Las palabras de Jesús nos hacen pensar en algunas de las profecías más impresionantes acerca del reino futuro. El salmo 96:12-13 dice,


«Entonces todos los árboles del bosque cantarán con gozo delante del Señor, porque El viene; porque El viene a juzgar la tierra». Isaías 55:12 dice:
«Los montes y las colinas prorrumpirán en gritos de júbilo delante de vosotros, y todos los árboles del campo batirán palmas»


Si plantas semillas en una maceta con tierra y la pones en la oscuridad, lejos del sol, las semillas quedarán inactivas.

No pueden desarrollar todo su potencial. Sin embargo, si colocas la maceta donde le pueda dar el sol, todo lo que hay dentro de ella brota.

La Biblia dice que todo en este mundo, no solo los seres humanos sino también las plantas, árboles, las rocas, está inactivo, dormido.


Son solo sombras de lo que deberían haber sido, serían y serán en la presencia de su Creador. Cuando el Cordero de Dios presida el banquete final y la presencia de Dios cubra la tierra de nuevo, los árboles y los montes estarán tan vivos que aplaudirán y bailarán.


Si en el reino venidero los árboles y las montañas serán capaces de aplaudir y bailar, imagina lo que tú y yo podremos hacer.


La cena del Señor nos proporciona un anticipo de ese futuro; un anticipo pequeño, pero muy real.


Imagina que estabas en Egipto después de la primera Pascua. Si en aquel tiempo parases a un israelita y le dijeses: ¿Quién eres y qué está pasando aquí?, te contestaría: «Era un esclavo, bajo pena de muerte, pero me refugié bajo la sangre del cordero y escapé de la esclavitud, y ahora Dios vive entre nosotros y le estamos
siguiendo hacia la tierra prometida»


Esto es exactamente lo mismo que un cristiano dice hoy en día. Si confías en el sacrificio sustitutorio de Jesús, los anhelos más grandes de tu corazón se verán satisfechos el día que te sientes en el banquete eterno en el reino prometido de Dios.

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