Al menos 3 Amores Reunidos Alrededor de 2 Personas.

Por Nicole di Mateo

CONTENIDO PSICOLÓGIA

Entonces no hay un amor de» pareja», haya al menos tres amores reunidos alrededor de dos personas, y la alteración de cualquiera de ellos hará que el equilibrio vital del afecto se pierda y el sufrimiento aflore.

La alteración afectiva puede provenir de eros (por ejemplo, cuando sentimos que no somos deseados o que ya no deseamos a nuestra pareja), de philia (por ejemplo, cuando el aburrimiento se hace cada vez más patente y la alegría languidece), de ágape (por ejemplo, cuando la falta de respeto y el egoísmo comienzan a hacerse frecuentes) o de cualquier combinación de ellos que resulte disfuncional.


Algunas personas intentan resignarse a un amor inconcluso, pero tarde que temprano, el déficit termina por alterar la relación y la tranquilidad personal ¿Amor de pareja sin deseo?: lo dudo, o entonces es otra cosa.


¿Convivir con el enemigo? insostenible ¿Despreocuparse por el bienestar de la persona amada?: demasiado cruel.


Insisto: sólo en la presencia activa e interrelacionada del deseo, la amistad y la compasión, el amor se realiza. El amor incompleto duele y enferma.


Conozco gente que ha disociado los tres amores hasta configurar una especie de Frankenstein afectivo.

Eros: una o dos veces por semana con el o la amante. Philia: en el hogar, junto a la esposa o el esposo. Y ágape: los domingos en misa. Cuanto más disgregados estén los componentes del amor, mayor será la sensación de vacío y «desamor. «


En otros casos, las necesidades y expectativas de los integrantes de la pareja no coinciden y los componentes del amor se pierden en una maraña de confusión y malos entendidos.

Si no tenemos un esquema cognitivo (mental) para interpretar los hechos, será imposible resolverlos.

Adriana y Mario llevaban once años de casados. Su matrimonio había sido aparentemente satisfactorio, al menos ésa era la imagen que proyectaban ante la gente, sin embargo, lentamente y de manera encubierta, el amor había comenzado a fragmentarse.

Mario sentía que su vida sexual ya no era tan gratificante (necesitaba más frecuencia y mejor calidad) y Adriana se quejaba de soledad afectiva (necesitaba un compañero con quien compartir y comunicarse).

Ambos estaban atrapados en un círculo vicioso del cual no eran muy conscientes: ella no era capaz de abrirle las puertas a eros, sin el prerrequisito de la amistad de pareja, y él se negaba a cualquier aproximación amistosa (philia) sin eros.

La trampa psicológica también se hacía extensiva a ágape, ya que al estar frustrados y dolidos por la carencia que sentían, ninguno se preocupaba por el bienestar del otro.

En conclusión: ni eros, ni philia, ni agape.


La solución no era fácil porque implicaba que ambos dejaran la obstinación a un lado y pensaran en el bienestar del otro, es decir, había que activar ágape para hacer que la sexualidad y la amistad pudieran encontrarse dentro y fuera de la cama.

Más concretamente: Mario debía mejorar su philia, independientemente de que Adriana pusiera a funcionar su eros, y Adriana debía mejorar su eros, independientemente de que Mario se volviera más comunicativo y amistoso.


Como una canción de los años sesenta que decía: «Hay medio mundo esperando/ con una flor en la mano/ y la otra mitad del mundo/ por esa flor esperando». El orgullo inmoviliza.


Sólo con ayuda profesional fueron capaces de reestructurar e integrar (equilibrar, armonizar) cada una de plenitud de sus facultades.


Carencia y aburrimiento: «Ni contigo, ni sin ti» Como ya expresé antes, el carácter contradictorio de eros está fuera de toda duda.

En el enamoramiento puro no hay felicidad completa, porque el enamorado no soporta la ausencia del otro y tampoco hay saciedad total, porque la expectativa es alcanzar el amor absoluto («Llenarme de ti»), lo cual es imposible

.
Según un reconocido diccionario, «desear», además de estar relacionado con apetencia sexual, tiene la siguiente connotación: Aspirar al conocimiento, posesión o disfrute de una cosa;. Es decir, aunque suene deprimente, se desea lo que no se sabe, lo que no se tiene o lo que no se disfruta.

Es el deseo visto como carencia, como déficit: «Te amo porque no puedo tenerte, porque me faltas»

Sin embargo, concebir el deseo de esta manera es condenado al sufrimiento, porque si sólo puedo desear lo que no tengo, ¿qué pasa cuando lo obtengo? Si eros sólo desea lo que no tiene, ¿no pierde su sentido cuando satisface la necesidad, cuando obtiene lo que apetece?
Un ejemplo típico es cuando un hombre va a la cama con una mujer que acaba de conocer, atraído exclusivamente por su físico.

Después del coito, los géneros se diferencian con claridad: cada quien toma su camino. El quiere escapar con urgencia: la mujer que unos segundos antes ejercía el mayor de los embrujos, ahora pierde todo su encanto, eros palidece y queda el aburrimiento: Post coitum omne animal triste.…. (en una versión menos latina: «Indio comido, indio ido» o «Misión cumplida»)


Para colmo, cuando él acaba, ella empieza: «Bueno, ahora que estuvimos juntos, dime qué piensas de lo que sientes

Y qué sientes de lo que piensas y qué vas a sentir en el futuro, qué pensarás de tú, cómo me ves.

Ya que nos hemos divertido, ahora tratemos de conocernos. El hombre entra por el sexo y llega al amor la mujer entra por ¿afectó? y llega al sexo, al menos ésa es la tendencia de choque en la que, nos movemos.

El deseo también puede funcionar como un reto: eros al servicio del orgullo. Una joven y bella mujer afirmaba: Me gustan los hombres que no se muestran interesados en mi, los difíciles, los esquivos.

No sé por qué razón ellos me despiertan la sensualidad, son sencillamente un
trofeo. Verlos doblegados me excita.


La contradicción del deseo erótico puede manifestarse además a un nivel más complejo y existencial que la simple aventura casual.

En ocasiones, una dinámica cruel y dramática induce al amante a una retirada inexplicable: Ansio tu presencia, pero luego de unos momentos ya no te soporto…

Y no es que te odie o me produzcas algún tipo de repulsión, sino que me aburro de ti..

Pierdes el encanto cuando te muestras como eres, cuando dejas de ser un sueño para hacerte real..

Curioso amor éste que sólo te ama en la ausencia…

Únicamente te amo cuando no estás, como si fueros una visión, un amor fantasmal….

Placer logrado: muerte del deseo, aburrimiento. La trampa mortal de eres: «Te necesito cuando no estás y me aburro cuando estás». Schopenhauer vio claramente este proceso de auto- aniquilación erótica cuando afirmaba que toda felicidad es negativa:

Y una vez realizada la conquista, una vez alcanzado el objeto, ¿qué has ganado? Nada,
seguramente, si no es haberse liberado del sufrimiento, de algún deseo, de haber alcanzado el estado que uno tenía antes de la aparición del deseo.

«Y una vez realizada la conquista, una vez alcanzado el objeto, ¿qué has ganado? Nada, seguramente, si no es haberse liberado del sufrimiento, de algún deseo, de haber alcanzado el estado que uno tenia antes de la aparición del deseo.


Por eso eros no alcanza a configurar las bases del amor maduro y estable. Se necesita un deseo que no esté atrapado en el miedo a la pérdida, que se mantenga vivo a pesar del disfrute y que esté apuntalado en algo más que la apetencia.

En otras palabras, eros al servicio del presente continuo, el deseo aquí y ahora: desear lo que tenemos, lo que sabemos y lo que gozamos.

Veamos un caso.

Fernando era un hombre joven que mantenía una relación a distancia con una mujer de su misma edad desde hacía dos años y medio. Se veían cada quince días y pasaban el fin de semana juntos.

Desde el comienzo, la relación mostró un desbalance fundamental: ella con el pie en el acelerador y él a media máquina.

Fernando entró en un conflicto letal: «No soy capaz de comprometerme, pero
tampoco soy capaz de dejarla».
Se mostraba quisquilloso con ella, peleaba por cualquier insignificancia y amenazaba con terminar la relación a cada rato, y después, víctima de la nostalgia y el arrepentimiento, la llamaba para que se arreglaran.

La ambivalencia parecía irresoluble: en la lejanía, la deseaba, le daban ataques de celos, la acosaba telefónicamente y le prometía amor eterno, y en la proximidad, una vez se acababa el arrebato, caía en la más profunda y penosa indiferencia.


En las consultas la indecisión se hacia evidente. Cuando yo le sugería que se casara con ella, él exaltaba las ventajas de vivir alejado y si le mencionaba la ruptura, se aferraba a la relación.

Si yo exaltaba las virtudes de la mujer, él hacía referencia a sus defectos y si .yo me concentraba en sus defectos, él la defendía abiertamente. «Ni contigo, ni sin ti».

Por un lado, la presión para formalizar. La relación y por el otro la ambigüedad de un eros que lo empujaba cada vez más en sentido contrario.

Un día la cuestión tomó un matiz casi trágico. La. «novia», harta de esperar, consiguió un nuevo admirador, menos ambiguo y mucho más valiente que mi paciente. Al ver que la iba a perder definitivamente, Fernando entró en pánico y contra toda lógica le propuso matrimonio, a lo cual ella, contra toda lógica, aceptó.

A los seis meses de casados se separaron. El aún suele llamarla, cuando el deseo, la carencia o la soledad activan la nostalgia retrospectiva de lo podría haber sido y no fue Dadas ciertas condiciones amorosas positivas, es decir, relaciones en las que exista philia y ágape, así sea en pequeñas dosis, eros es capaz de trascender el instante placentero y disfrutar de la calma después de la tempestad.

Domenico Modugno, en una de sus canciones, lo expresa así: «Sabes que la distancia es como el viento, apaga los fuegos pequeños pero enciende aquellos grandes» .Yo diría que enciende los fuegos bien repartidos y distribuidos.

Eros, philia y ágape: la triple llama que se aviva con la lejanía.


¿Qué hacer, entonces?: disfrutar lo que se tiene, lejos de la esperanza, de lo que «podría ser», de las quimeras, someternos al aquí y ahora de manera consistente.

Conozco gente que no disfruta de un buen plato de comida porque sabe que se le va a acabar.

La mala noticia, aunque sea obvio, es que todo se acaba. Las personas que queremos van a fallecer algún día, nosotros mismos moriremos y no por eso hay que echarse al dolor y dejar de disfrutar lo que tenemos.

Creo que la posición más sana debería ser al revés: como no vamos a vivir eternamente, como somos materia perecedera, mejor intentemos aprovechar de manera intensa y penetrante cada momento.

Una vez más: gozar lo que somos y lo que tenemos, momento tras momento intentemos aprovechar de manera intensa y penetrante cada momento. Una vez más: gozar lo que somos y lo que tenemos, momento tras momento.

Krishnamurti afirmaba que el deseo es placer proyectado en el tiempo, es decir, necesidad psicológica de perpetuar el placer y repetido hasta el cansancio.

Así somos, pero es comprensible:
¿quién no quiere repetir con la persona amada? Yo lo llamo «apeguito» erótico, preferencia más que adicción.

De no ser así, sólo nos quedaría la opción tediosa de un deseo insatisfecho.
Dicho sea de paso, he visto a más de un fanático de la Nueva Era cambiar su opinión sobre el apego cuando eros los flecha muy a su pesar.

Toda la apología orientalista del desapego se hace añicos ante la fuerza embriagadora del amor pasional. Así, el enamoramiento, que días atrás era considerado como una manifestación de la decadencia occidental, ahora es visto como una forma de santidad’ y misticismo.

Eros es un hecho tan real y concreto como el ‚aire que respiramos: negado es una
estupidez, préndele velas, también.

Quiero de ti un amor completo,

sin tachones,
sin errores ortográficos.
Sin arrepentimientos.
Un amor que quiera todo de mí. ¡Eso!

Cariño, mi corazón late por ti.
Vida, mi piel pide a gritos la tuya.
Amor, mi boca espera tus besos.
Usted, distante y a pesar de eso tan latente aquí.

Ojalá me recorrieras el cuerpo como recorres mi mente.
Ojalá me pintaras la boca como pintaste mi alma.
Ojalá…

Por Pedro Hidalgo.

Nicole Di Mateo

Te invito a leer otro articulo mío:

¿Seria una buena pareja ?

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