El orgullo, es una de esas cosas que todos, en alguna ocasión, hemos sentido. Tal vez, tú nunca hayas cometido un pecado como robo, adulterio o algo así de escandaloso, pero, te aseguro, que sí has sido orgulloso, y peor aún, has creído que no pasa nada.
Déjame contarte una breve historia:
“Había una vez un querubín, el más hermoso que hubiese existido, se dice que era el sello de la perfección, que estaba lleno de sabiduría y acabado de hermosura (Ezequiel 28:12 RVR60).
Este querubín protector, era uno de los seres más grandes y hermosos hechos por Dios, quien, a su vez, conocía de primera mano a su Señor, él se paseaba junto a El Creador del universo, y es muy probable que haya conocido sus pensamientos y su corazón.
Pero, un día, creyó que sería buena idea quitar a Dios de su trono y sentarse en el, creyó que podría hacer las cosas mejor que Su Señor.
“¿Te suena? Sí, hablo de satanás; “¡oh Lucero, hijo de la mañana!” (Isaías 14:12 RVR60).
Pero, ¿cuántas veces tú has creído que puedes hacer las cosas mejor que Dios?
Verás, esta historia no sólo es acerca de satanás, el adversario, sino también acerca de nosotros, los hijos de Dios.
Como lo fue una vez el diablo, el ser más hermoso y perfecto delante de Dios, somos nosotros ahora, los hijos adoptados por la sangre de su hijo unigénito, quienes muchas veces nos rebelamos a nuestro Padre siendo orgullosos.
La RAE menciona lo siguiente: “el orgullo es el sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios o por algo en lo que una persona se siente concernido.
Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que suele conllevar sentimiento de “superioridad”. También dice: “amor propio, autoestima”.
Es fácil confundir el orgullo con autoestima, finalmente.lo que tengo me lo merezco porque he trabajado para obtenerlo, o lo que soy, es gracias a mi esfuerzo en los estudios académicos y/o mis dones en determinado rubro.
Sin embargo, olvidamos que todo eso es por gracia de Dios, fue Él quien nos dio la capacidad de trabajo, fue Él quien nos dotó con inteligencia y dones.
La realidad, es que nada de lo que logremos viene por nuestros propios esfuerzos. Dios te dio dones y son esos dones los que te hacen brillar, pero al final, son las capacidades con la que El Señor te dotó.
Mateo 5:44-45 dice: “44 Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; 45 para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos”. (RVR60)
Esto, quiere decir que, Dios da dones, talentos y capacidades a todos, no sólo a sus hijos, sino a su creación, y tal como lo hizo satanás, su creación más hermosa, el hombre, se ha revelado en orgullo para con su creador.
Vemos un sin fin de filosofías de vida en la actualidad, como la ideología de género y la religiosidad, sólo por mencionar algunas.
Esto, sólo habla acerca de cuán orgulloso se ha vuelto el ser humano en relación a su Creador, ya que, creemos que sabemos más de cómo funcionamos que el fabricante en sí, o de cómo creemos que funciona una relación correcta con Dios, de acuerdo a algunas reglas establecidas por nosotros mismos.
Como hijos, tampoco nos quedamos fuera de este pecado, incluso caemos con mucha mayor frecuencia,ya que, estamos conscientes de que no somos nosotros, sino Cristo, y, aun así, solemos decir de manera muy orgullosa “Dios me usa grandemente para bendecir a otros”.
Eso, no es nada más que creer que sin ti, Dios no puede hacer nada, cuando en realidad, Él elige por misericordia y amor, usarte para engrandecerse a sí mismo y no para engrandecerte a ti.
Con frecuencia, Dios aplica lo escrito por Pablo en 1a de Corintios 1:27: “Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos.” (NVI)
Así que, si Dios decide usarte, es porque muy probablemente hayas sido un insensato y débil, no creas que es porque eres más sabio y fuerte que el promedio; Dios no usa a aquel que no haya pasado por fuego.
Y para pasar por fuego, se requiere sacrificio, morir a ti mismo, a tu orgullo y a todo aquello que te ate al hombre o mujer viejos.
La pregunta es: ¿Estás dispuesto/dispuesta a pagar el precio?


Amado Dios, hoy me presento ante Ti para darte infinitas gracias por tu bondad y por tu amor. Gracias por brindarme la oportunidad de despertar en esta mañana con el don de la salud y con la fuerza de voluntad para ponerme de pie y luchar por alcanzar mis sueños y más grandes anhelos. Qué maravilloso es sentir tu hermosa presencia a cada instante de mi vida.
Gracias también, Padre celestial, por multiplicar mis fuerzas, por renovar mi corazón y por abrir las puertas de la prosperidad ante mí. Mi vida, mi fe y todas mis ilusiones están puestas en tus manos, pues confío en tu palabra y sé que mi esperanza en Ti será correspondida.
Señor, te pido que en esta nueva jornada me des paz para alivianar mi mente y mi alma, sabiduría para tomar buenas decisiones y que me ayudes a cultivar el don de la esperanza, pues aquellos que siembran sus semillas en campos de fe, siempre habrán de cosechar hermosos frutos.
En el nombre de Jesús, Amén.
Por Ma. Guanajuato González









