Dios, creó una vida satisfactoria que está disponible para cada uno de los que vienen a Cristo. Sólo se requiere un corazón dispuesto y obediente al plan que Dios tiene para cada uno de nosotros.
No hay problema que Cristo no pueda responder. Él tiene un plan personalizado para que experimentemos crecimiento y desarrollo para sentirnos completos.
La comunicación, se encuentra encabezando la lista de preocupaciones de casi todos los matrimonios en nuestros días.
Se ha escrito numerosos libros sobre este tema e incluso, ciertos programas televisivos se enfocan a esto. Pero, a pesar de los consejos de los expertos sobre las técnicas de comunicación, los hogares se están desintegrando, debido a los problemas de comunicación.
Lo primero que debemos hacer, es humillarnos ante Dios, y pedirle que nos muestre el efecto de nuestras palabras en otras personas; especialmente nuestro cónyuge e hijos. Pedirle, que nos muestre nuestras fortalezas y que nos ayude a descubrir cómo mejorar cualquier área de debilidad o fracaso en nuestras formas de comunicación.
La carta de Santiago, capítulo 3, se enfoca en la lengua, en cómo hablamos entre nosotros. (Santiago 3:2) “Porque todos tropezamos de muchas maneras…”
¡TODOS tropezamos! Cada uno de nosotros. Sin embargo, Dios, nos exhorta a la perfección.
¡La lengua, es un miembro muy pequeño, pero, muy peligroso! Sólo un hombre perfecto, podría ser capaz de dominar y refrenar todo su cuerpo.
Todas las personas hemos sido afectadas por las palabras de otra persona, sea negativa, o positivamente.
Necesitamos analizar cómo debemos hablarle a nuestro cónyuge e hijos, ya que las palabras que decimos, son muy importantes, ya que afectan durante toda la vida, ya sea, para bendición o para maldición. De nuestra misma boca, pueden salir palabras para edificación o para destrucción.
Las palabras inapropiadas que usamos, únicamente revelan la condición de nuestro corazón, o sea, la respuesta está dentro de nuestros corazones.
En (Mat. 12:33-37) Jesucristo, nos muestra, que nuestra vida se conoce de acuerdo a lo que hablamos con los demás. La influencia de lo que guardamos en nuestros corazones, puede ser un tesoro bueno o un tesoro malo.
Nuestras palabras, tienen mucho poder; la clave para comunicarnos de una forma que honre a Dios y ministre a nuestros cónyuges e hijos, es llenarnos de la Palabra de Dios todos los días, la cual, nos llevará a guardar en nuestro corazón, lo correcto para comunicarnos con los demás.
Existen muchos pasajes bíblicos, donde Dios nos habla de la comunicación, y cómo hablar con palabras edificantes.
¿Recordamos la gran cantidad de tiempo que hablábamos cuando éramos novios de nuestros cónyuges? Todos, esperábamos con ansias que sonara el teléfono para poder escuchar esas palabras amorosas y piropos, que eran dulces a nuestros oídos.
¿Cómo se compara esto con las discusiones de hoy con nuestros cónyuges? ¿Nuestras conversaciones por teléfono, son breves, concisas y al punto? ¿Ocupamos nuestros tiempos libres para ver televisión, o estar en las redes sociales, en lugar de pasar tiempo con nuestra pareja, conversando, larga y amorosamente?
¿Por qué no nos preguntamos, si alguna vez volverán esas conversaciones del inicio de nuestra relación?
¡Sí, pueden volver! Pero, esto requiere de trabajo y de un esfuerzo consciente. La conversación saludable y significativa, no se consigue de un día para otro, pero, es posible.
Toda relación matrimonial, incluirá puntos de acuerdo y desacuerdo. Discutir sus diferencias, al mismo tiempo que se practica la comunicación saludable, es un buen arte; especialmente, cuando ese pequeño miembro de nuestro cuerpo, (la lengua) es tan fácilmente encendidas el infierno (Santiago 3:6).
En Su Palabra, Dios ha establecido principios para manejar los desacuerdos, sin causar daño a una relación. La comunicación clara y saludable, es un componente vital de la relación matrimonial, que trae honra y gloria a Dios.
Cuando pasemos tiempo con Dios; en oración, debemos pedirle que nos muestre cualquier problema dentro de nuestro corazón, que necesite ser resuelto. Si, hemos humillado u ofendido a nuestro cónyuge, con nuestras palabras, confesarlo a Dios y a nuestra pareja, e inmediatamente, empezar a cambiar nuestro estilo de comunicación.
Reconocer, que nos equivocamos y pedir perdón, es lo más grande que podemos hacer. Muerte y vida, están en poder de la lengua.
Nuestras palabras, tienen el poder de dar vida a una relación o matarla. Elegir ser personas, que refrenen su lengua, dando testimonio de una vida en Cristo.
Hacer un esfuerzo consciente de edificar a los demás con nuestras palabras.


Amado Dios, en este lunes me acerco hasta Ti y hoy más que todos los días mi corazón se engrandece de bondad y fortaleza, porque me siento muy feliz por tu amor, por tu paz, por tu presencia y por tus bendiciones. Te amo y siento que nunca quiero fallarte.
Gracias padre celestial por cuidar de mí, de mi familia y por todo aquello que Tú nos brindas sin límite ni reparo: gracias amado Dios por el agua, por el aire, por nuestros alimentos, por la salud y por tus maravillosas promesas.
Gracias también por esta nueva semana. Te pido que pongas tu sagrada luz sobre nosotros y nos cubras con tu bendición. A Ti elevo esta oración para que haya gozo, esperanza y paz en nuestras vidas.
Señor, hoy yo, lleno de fe y esperanza la pongo en tus manos. Te pido que nos guíes con tu misericordia, nos ampares con tu sabiduría y nos ayudes a cumplir con nuestras obligaciones y actividades de la mejor manera posible.
Por favor tómanos de la mano, ayúdanos a abrir caminos, a multiplicar las alegrías, a restar las tristezas, a alcanzar nuestros anhelos y construir una vida mejor en cada nuevo día. Gracias Padre santo por todo lo que me das, pues Tú mejor que nadie conoces las cosas que necesito y todo me lo entregas en el momento preciso y por las razones adecuadas.
Te lo pido en nombre de Jesús, Amén.
Por Ma. Guanajuato González









