En la antigüedad, los Códigos Domésticos, eran las normas de conducta que debía tener cada integrante de una familia dentro del hogar.
En el Antiguo Testamento, también eran incluidos los siervos que atendían a la familia. Estos códigos domésticos, no surgieron con el cristianismo, ya estaban en uso desde el Antiguo Testamento. Era una especie de convención social, donde se llega a un convencimiento comunitario en situaciones de la vida diaria y lo que se consideraba, que era correcto en las relaciones intrafamiliares.
Estos códigos domésticos, fueron recogidos e incorporados como doctrina cristiana, y considerados, culturalmente correctos.
Estos códigos domésticos, aparecen en 3 puntos, en el Nuevo Testamento:
1. En la carta de los Efesios.
2. En la carta de los Colosenses.
3. En la primera carta de Pedro.
En este artículo, me quiero enfocar al código doméstico entre la pareja, esposo-esposa dentro del hogar.
La cultura en la Biblia, se desarrolló en torno a un patriarcado, por lo tanto, los códigos en el Nuevo Testamento, se iban a hacer de igual manera. (1 Pe. 3:1-7)
Esta carta, va a enfatizar sobre cómo lograr, dentro de esas estructuras de pareja patriarcales, una buena relación y alcanzar propósitos espirituales. En esos tiempos, la cultura, era patriarcal, no había otra cosa diferente. Una cultura machista, donde todo giraba en torno al hombre.
No es que, el cristianismo quisiera imponer las cosas de esa manera, pero, la clave de lo que Pedro dice, está basado en una cultura patriarcal.
¿Qué debe hacer la mujer cristiana para alcanzar fines espirituales dentro de su matrimonio? ¿Qué es lo que el hombre debe hacer para también alcanzarlo?
El versículo 1, empieza con la sujeción, ya que, en esa cultura así era. El hecho de que la mujer deba estar sujeta, planteaba su naturaleza sensible hacia las cosas espirituales.
En el Nuevo Testamento, en el matrimonio, quienes creían más en Cristo, como Señor y Salvador, eran generalmente, las esposas. El hombre, tardaba más en convertirse, y muchas veces, ni siquiera se convertía. Hoy en día, predominan las mujeres en las iglesias.
En la cultura patriarcal, la mujer creyente, podía ganar a su esposo para Cristo, sujetándose a su esposo, como la cultura demandaba. Siendo el hombre la cabeza de la mujer, como lo dice Pablo en la carta de los Efesios; es el hombre el que toma las decisiones en la familia, entre las cuales, era el qué creer y qué no.
Siendo esto así, ¿cómo la mujer podía presentarle al hombre el Evangelio?
Pedro, recomienda en esta carta, que las mujeres estén sujetas a sus maridos, para que también, los que no creen a la Palabra, sean ganados sin Palabra por la conducta de sus esposas.
Esto significa, que, al estar sujetas, el esposo, decidirá a favor o en contra de Cristo. Esto, no significa, que la mujer quede anulada o invalidada en relación al hombre, sino que, aparte de las palabras, la mujer, y en general, todos los cristianos, tenemos otro recurso poderoso, que es el mensaje que enviamos a través de nuestra conducta.
Nuestra conducta, es lo que más impresiona a las personas cercanas a nosotros, dando un mensaje poderoso de lo que significa ser cristiano. La conducta de la mujer hacia el esposo, debe ser casta y respetuosa.
Casta: Satisfacer necesidades sexuales, dentro de lo aceptado socialmente, el matrimonio (fidelidad).
Respetable: La necesidad fundamental del hombre, es recibir respeto. La necesidad fundamental de la mujer, es la de recibir amor. Para sentirse amada, la mujer, requiere que se le exprese amor verbalmente.
Pedro, también recomienda, que la mujer, no se enfoque en vestirse y adornarse tanto, exteriormente (peinados ostentosos, vestimenta elegante, joyería costosa, etc.), sino, que la característica de la mujer, debe ser la humildad. En lugar de enfocarse tanto en la apariencia externa, debe enfocarse en su corazón, el incorruptible, un espíritu afable y apacible (tranquilo). El adorno de la mujer, es un carácter suave, tranquilo, lo cual, es de gran estima delante de los ojos de su esposo, y de gran estima, delante de Dios.
Pedro, menciona el atavío de las mujeres santas en el Antiguo Testamento, que esperaban en Dios. Pedro, no se refería al arreglo externo de ellas, sino, del arreglo interno, su carácter suave y tranquilo ante sus esposos. Pedro, les dice, que traten a sus esposas sabiamente. Para que un hombre pueda tener un buen hogar, debe ser sabio para comprender la naturaleza de la mujer, dándole honor, como a un vaso más frágil.
La mujer, es más frágil que el hombre, tiene una mayor sensibilidad emocional, es más sensible al Evangelio, y más entregada a Cristo, que el hombre. También, la mujer, es más sensible emocionalmente, y por eso, percibe las funciones de la mujer desde temprana edad (la maternidad, la protección, etc.)
La mujer, tiene más necesidad de ser amada, ser tratada con honor, y como coherederas de la gracia de la vida. Esto, era muy importante en esa época, porque, culturalmente, las personas, tenían un concepto llamado, el corporativismo (ideas corporativas), donde, se veía a la familia como una entidad corporativa (toda la familia, era judía o cristiana, etc.), representada por el padre de familia.
Cuando el padre, creía en algo, todos debían creer en eso, hasta los sirvientes. Al decir, que la mujer es coheredera de la vida, es algo muy fuerte para la cultura de esa época, ya que, la mujer, podía tener una relación con Dios, tan sólida, como la del hombre.
Los dos, están en igualdad delante de Dios, y de Él, reciben la misma bendición; es por eso, que deben honrarlas. Y, para finalizar, en este pequeño pasaje, Pedro, menciona “Para que vuestras oraciones no tengan estorbo”, es decir, deben honrar a sus mujeres, porque, de lo contrario, la espiritualidad del esposo, no estará en buenas condiciones en su relación con Dios.
Hay personas, que divorcian totalmente su vida espiritual de todos los demás aspectos de la vida. Si no honran a sus esposas, sus oraciones tendrán estorbo al no cumplir su responsabilidad como esposos.
La verdadera espiritualidad, no es la que se vive aparentemente en la iglesia, sino, la que se vive en todos los lugares, todos los días, y en todo momento de nuestra vida.


AMADO DIOS
Te saludo lleno de alegría en esta hermosa mañana y te doy gracias por la dicha de haber despertado a vivir un nuevo día que sin duda estará lleno de triunfos, bendiciones y oportunidades para alcanzar mis más grandes anhelos, ser feliz y ayudar a los demás.
Señor, cada nuevo día trae consigo nuevos retos y nuevos desafíos. Te pido que por favor me colmes de voluntad y valentía para vivir esta nueva jornada con alegría y entusiasmo.
Dame humildad para los triunfos y dignidad en las derrotas. En tus manos dejo cada una de mis misiones de hoy, te pido que guíes mis acciones y me ayudes a alcanzar mis propósitos.
Tómame de la mano y por favor avanza junto a mí en este bello camino de la vida, pues si Tú estás conmigo, no habrá mal que me derrumbe, envidia que me afecte, ni pruebas que no pueda superar; porque eres Tú quien llena mi existencia de dicha, bendiciones y prosperidad.
Te pido también, amado Padre, que me concedas paz y entendimiento, para así poder tener control de mis palabras, mis pensamientos y mis acciones; y a través de ellas edificar, iluminar y sembrar solidaridad y amor entre mis hermanos; te suplico que me conviertas en un instrumento de tu obra.
Eres un Dios maravilloso y me has regalado un hogar seguro y una bella familia. Por medio de esta oración nos entregamos a tu sublime protección, todo nuestro ser, nuestra casa y lo que nos has dado estará bajo tu fiel cuidado.
Amado Dios: Nuestra confianza esta en Ti y por eso también confiamos en cada uno de los planes que tienes para nosotros. Y aunque a veces no entendemos algunas cosas que suceden, nuestra fe es inquebrantable porque sabemos que contigo en nuestras vidas todo siempre saldrá bien,
En el nombre de Jesús, Amén.
Por Ma. Guanajuato González








