Crónicas Bíblicas: ¿Y Mi Padre Perfecto?.

Por Louie Gioglio

En nuestra vida, siempre vamos a pasar por momentos difíciles, y es ahí, donde necesitamos fortaleza y mucho ánimo. 

Pero, ¿dónde podemos encontrar estos dos ingredientes? Entonces, ¿qué vas a hacer, si tu visión de lo que es un padre, ha quedado destrozada? ¿Cómo avanzar, si tu confianza en la persona, que debería haber sido la más confiable en tu vida, (tu padre terrenal) ha quedado dañada o destruida? ¿Cómo puedes celebrar que hay un gran Dios en el cielo que quiere que lo conozcas como Abba? Si Dios, es un padre como el tuyo; ¿por qué querrías tener algo que ver con Él?

Bueno, he aquí la buena noticia. La noticia transformadora de la vida, que he estado deseando compartir contigo desde que empezamos este artículo:

Dios, no es el reflejo de tu padre terrenal. Él, es la perfección de tu padre terrenal. Dios, no es una versión más grande de tu padre terrenal. Es, todo lo que siempre has deseado que fuera tu padre, y más.

¡Esta es una gran noticia para todos nosotros!

Incluso, si tu padre es realmente maravilloso, no quieres que sea tu Dios, y no quieres que Dios, sea exactamente como tu padre.

Quieres un Dios, que sea un poco como él, pero infinitamente mejor. Y eso, es lo que tienes.

Y si has tratado, de superar las heridas de un padre terrenal pésimo, y piensas, que nunca serás capaz de relacionarte con Dios, como padre, porque, ni siquiera sabes cómo hacerlo, te animo a que lo pienses de nuevo. Incluso, si tu padre dejó una estela de dolor y confusión, y te debilitó, más de lo que te fortaleció, todavía puedes imaginarte, cómo habría sido, si las cosas hubieran sido diferentes.

A TRAVÉS DE NUESTRA FE EN CRISTO, PODEMOS ENCONTRAR AL PADRE, QUE SIEMPRE HEMOS ANHELADO. 

Es probable, que hayas imaginado, cómo sería la vida con un padre amoroso, comprometido; que te anime y se interese por ti.

¿Qué pasaría, si tu padre terrenal, se sentara pacientemente a los pies de tu cama y te pidiera que le contaras todo sobre tu día? ¿No has imaginado, cómo te hubieras sentido al recibir su abrazo? ¿Cómo habría sido, si hubiera dejado a un lado el periódico o bajado el volumen? ¿Sentido olvidado al frente de la televisión, y si se hubiera fijado en ti? ¿No te has preguntado, cuán diferente habrían sido las cosas, si él hubiera aparecido, si se hubiera mantenido sobrio, si hubiera sido fiel y te hubiera defendido? ¿No has intentado imaginarte a tu padre de esa forma?

La buena noticia, es que Dios es lo que te has imaginado todos estos años. Es, todo lo que siempre has querido. y, mucho más! Puedes usar esos anhelos y deseos, para encontrar tu camino hacia Él, a sabiendas, de que, el Padre Celestial, no es una versión extra grande de tu padre terrenal, es el padre perfecto, con el que siempre has soñado.

En las páginas de la Escritura, puedes conocer que, tú eres la niña de Sus ojos. Él te vio mucho antes de que tú lo vieras a Él. Tú, eres Su creación única, con un propósito.

Has sido amado por Él, desde antes de que llegara el momento. Te buscó y pagó un rescate por ti, antes de que hicieras algo para merecerlo. Nunca se dio por vencido contigo. antes de que Dios te pidiera algo, te lo dio todo a través del regalo de Su Hijo. Tú, le importas a Dios. Tienes un destino. Eres alguien.

Tienes dones, que Dios te ha dado. Tú, no eres el centro de toda la creación; ¡pero eres muy amado por Aquel que lo es! Tienes acceso al trono de la gracia. Tienes un lugar en la mesa del cielo. Tienes un Dios, a quien llamar Padre. Tienes un Dios, que te llama hija, hijo.

Y tu Padre celestial, es un Sanador. Él, puede curar todas las heridas, que tu padre terrenal, pueda haberte causado. Él, puede levantarte y mantenerte bajo Su cuidado. Él, puede rescatar lo que se ha perdido, y hacer que todas las cosas, sean nuevas.

Sus brazos son fuertes, y Su corazón, es bueno y puedes confiar en Él.

¿Pero, cómo ENFRENTAR LAS HERIDAS?

El enemigo, constantemente, te susurra al oído: «No puedes confiar en Dios, porque, ¿recuerdas lo que te hizo tu padre? ¿Recuerdas,cómo tu padre, te rompió el corazón? Tarde o temprano, Dios hará lo mismo»

¿Cómo superar este obstáculo? ¿Cómo, silenciar la voz del enemigo, que resuena en tu cabeza y te hace levantar muros alrededor de tu corazón, para protegerlo de nuevas laceraciones?

Primero, tienes que hacer un balance serio de tus heridas. No creo, como algunos suponen, que el factor determinante en nuestra vida sean las «heridas asociadas al padre» No creo, de todas las personas, hayan sido destrozadas por su padre.

Sin embargo, las heridas paternas, son reales, y para algunos, son el factor fundamental, que determina,cómo se ven a sí mismos, y cómo se relacionan con los demás.

Si esto, te describe a ti, entonces el primer paso hacia la libertad, es enfrentarte al dolor y la pena. Ignorar nuestras heridas no ayudará a que sanen.

Actuar como si estuviéramos «bien», o tratar de demostrar que no nos importa lo que nuestro padre nos hizo, no es realista, y sólo nos mantendrá atascados en el pasado.

Cuando yo tenía unos diez años, mi padre pasó seis meses trabajando en Holanda. De regreso, en Atlanta, vino con regalos para mi mamá, mi hermana y para mí.

Nunca olvidaré, el momento en que me entregó, una cajita con una navaja suiza, de color rojo. ¡Magnífica! A pesar, de tener sólo 4 pulgadas (10 cm) de largo, tenía una docena de herramientas diferentes; entre ellas, un sacacorchos, unas tijeras diminutas, una lima de uñas, un palillo de dientes y varias navajas.

Es cierto, que probablemente mi padre, la compro en el aeropuerto, pero yo, era demasiado joven para que eso me importara o enturbiara mi alegría. Era una cuchilla legítima; y la desaprobación de mi madre, sólo hizo, que me gustara más.

Papá, me explicó rápidamente como manejarla, y enfatizó, que siempre usara la hoja cortante, en movimientos que la alejaran de mi cuerpo.

-Siempre debes cortar en dirección contraria a ti. Advirtió, ¿Comprendes?

-Sí, papá, lo entiendo.  Le dije, mientras hacía un gesto con la navaja y la alejaba de mí.

Unas semanas después, mientras mamá y papá tenían invitados a cenar y a jugar a las cartas, me encerré en el baño de mis padres, y procedí a perfeccionar mis habilidades de tallado (inexistentes, por cierto) en un pedazo de madera, que sobró del mueble que papá estaba construyendo para el estéreo.

Sentado en el inodoro, agarré la madera con una mano, y empecé a tallar con la hoja grande de 3 pulgadas (unos 7,5 cm). Unos cinco minutos después, sucedió lo inevitable.

Al cortar la madera, imprudentemente, en dirección a mi cuerpo, la hoja resbaló e hirió mi mano izquierda. La hoja, pasó a través de la piel entre los dedos pulgar e índice.

No haré una descripción más detallada, pues podría ser desagradable, pero, basta con decir, que la sangre estaba en todas partes. No quería interrumpir el juego de cartas, pero esto no podía esperar.

-Mamá, me corté la mano y la herida es grande, confesé, mientras saludaba tímidamente a nuestros invitados.

De espaldas a la mesa de juego, aparté el pedazo de papel higiénico ensangrentado con el que presionaba la herida.

Sus ojos, se abrieron de par en par.

– ¿Por qué hiciste eso? – preguntó ella.

– Estaba tallando con la nueva navaja que papá me dio y se me resbaló.

– Bueno, lo veremos después de que nuestros invitados se marchen. Dijo. Y, trata de no manchar de sangre la alfombra.

Esta era una respuesta típica de mi mamá. Aunque, a veces era dramática, nunca reaccionaba adecuadamente cuando yo me lastimaba. Después de que sus amigos se marcharon, mama inspeccionó la herida, le echó un poco de agua en el lavabo del baño y le puso un parche con curitas y gasa.

Esa noche recibí una reprimenda de papá (incitado por mamá), y me confiscaron la navaja suiza, como castigo por violar la regla «número uno». 

Luego de cincuenta años, la cicatriz en mi mano izquierda, confirma que la herida de la navaja, dejó una abertura de 2 pulgadas (5 cm), lo que hizo que mi mano, quedara prácticamente inútil durante algún tiempo. Era un corte, que, en efecto, requería puntos de sutura. Pero, en lugar de ir a la sala de emergencias, vendamos la herida lo mejor que pudimos, y traté de no mover el pulgar durante una semana, más o menos.

Lamentablemente, las cosas no mejoraron. Pasaron los días, y se cambiaron las vendas, pero, la herida se veía cada vez peor, se infectó y se inflamó. Nunca, me dieron los puntos de sutura requeridos, y de alguna manera, finalmente, se curó, pero, puedo decirte, que tratar de ignorar una herida y taparla, no es el proceder recomendado. 

Lo mismo sucede con las heridas de nuestro corazón.

No, podemos simplemente, ignorar el aguijón de las heridas causadas por nuestro padre. A veces, lo intentamos y murmuramos cosas como:

No me importa mi padre. Me importa un bledo, lo que hizo o dejó de hacer. De todos modos, no lo necesito. Estoy bien, y nunca le diré lo mucho que me lastimó. Lo que hizo entonces, no tiene nada que ver conmigo ahora. Estoy mejor sin él. Si eso es lo que él siente por mí, entonces, eso es lo que yo sentiré por él. Mi padre es un perdedor y nunca seré como él. No me importa si lo vuelvo a ver.

Sin embargo, tales declaraciones, sólo confirman una cosa: Tu decepción con tu padre y la forma en la que sus acciones han afectado tu vida. Observa, que el denominador común en cada frase, es la palabra «él».

No puedes superar el problema, al insistir repetidamente en que no te afectan las heridas que él te causó. Y,no puedes decir, que no necesitas la bendición de tu padre terrenal,sin admitir, que hay una bendición, sin la cual vives.

Entonces, ¿cómo destapamos las heridas y encontramos sanación para nuestras almas?

Para superar nuestras heridas, primero tenemos que mirarlas a la cara y admitir cómo nos han hecho sentir. 

Tenemos que reconocer la verdad de nuestro dolor. Tenemos que quitarnos la venda y ponernos en contacto con la realidad. No podemos permitirnos ignorar las heridas. Pero, tampoco podemos quedarnos en el pasado y hurgar constantemente en ellas, siempre con la pregunta de, ¿por qué?

Nunca se curarán de esa manera. Así que, debemos cambiar nuestro enfoque y entender que la sanación, no se logra al ignorar nuestras heridas, pero, tampoco la alcanzaremos si nos aferramos a ellas.

La sanación, viene cuando tenemos en cuenta las heridas de otro, es decir, las heridas de Jesús. Encontramos el camino hacia la sanación, al centrarnos en las heridas de Jesús.

«Él, fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades; sobre Él, recayó el castigo; precio de nuestra paz, y gracias a sus heridas,fuimos sanados» (Isa. 53:5).

Profundizar más y más en tu pasado, sin una firme comprensión de la cruz y la victoria que Jesús obtuvo para ti, es, como intentar realizar una cirugía a corazón abierto en ti mismo.

Si necesitas un trasplante de corazón, primero debes estar dispuesto a enfrentarlo, a admitirlo. Pero, también necesitas un cirujano del corazón, alguien que pueda hacer por ti lo que no puedes hacer por ti mismo.

Las heridas son reales, e ignorarlas puede ser fatal. Pero, el «Cirujano del corazón» está aquí, y Su nombre es, Jesús.

Deja que esta realidad, penetre en tu alma. La sanación está aquí,ahora, en la persona de Jesús.

REFLEXIONAR SOBRE LAS HERIDAS DE CRISTO

Quiero cerrar este capítulo aquí, cuando la solución ya está a nuestro alcance, pero, cuando aún no la hemos explicado en detalle. Quiero, que aplaquemos la tensión que podamos sentir, al pensar en nuestros padres terrenales.

Sé, que, para algunos de nosotros, puede ser difícil; y respetar el paso lento, que podría ser necesario seguir adelante desde donde estamos. Recobra el aliento.

El reflejo frente a la perfección aquí. Deja que tus ojos, se abran gradualmente a las heridas de Aquel, que finalmente nos sana.

A través de nuestra fe en Cristo, todos podemos encontrar sanación, y todos podemos encontrar al Padre que siempre hemos anhelado. Y, por medio de Cristo tienes este Dios, Padre perfecto.

Lo tienes.

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2 comentarios sobre “Crónicas Bíblicas: ¿Y Mi Padre Perfecto?.

  1. Hermosa reflexión aún con o sin padre terrenal tenemos un padre celestial , padre de los Espíritus a quien adorar y entregar todo nuestro corazón , cada día más y aprender no desperdiciar el tiempo.

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