Crónicas Bíblicas, ¿Eres Verdaderamente Libre?

Por Timothy Keller

El deber se convierte en una elección.

Como hemos señalado, la religión, se ve popularmente, como el enemigo de la libertad. En vez, de permitir que se nos impongan las autoridades religiosas o la tradición, deberíamos ser libres de creer o vivir como elijamos.

Pero, la realidad es que, ninguno de nosotros somos agentes libres. Adoramos y nos sujetamos a algo.

La mejor pregunta es esta: ¿Cuál «amo» nos valorará, cuidará, dará poder y honrará, y cuáles nos explotarán y abusarán?

No hay tal cosa como la libertad sin restricciones. Lo que deberíamos buscar, son las restricciones correctas, liberadoras, que se ajusten a nuestra naturaleza y diseño. ¿Cuál amo es el amo correcto para nuestros corazones y vidas, y que, por lo tanto, ofrece las restricciones correctas?

Si no hay Dios, tendrás que convertir algunas cosas creadas en un dios para adorar, y lo que sea esa cosa, te castigará con temores, resentimiento, culpa y vergüenza, si no la consigues. Tony Schwartz, quien ganó mucho dinero en su juventud, descubrió que, poner su corazón en la carrera y la riqueza, para su satisfacción interna, le habían convertido en una clase de adicto, y uno con el corazón vacío.

«La realidad, fue que tanto éxito externo, no me proporcionaron lo que siempre había imaginado, me dejaron vacío y desconcertado. Cualquier búsqueda resuelta, como soltar las amarras de un propósito más profundo, tiene el potencial de convertirse en una adicción. Se requiere más y más para obtener la misma euforia, y la compulsión de la búsqueda, suscita una creciente sensación de desesperanza que ha de resolverse».

Schwartz, descubrió, que haber hecho del «éxito externo» su principal fuente de satisfacción, lo convirtió en una clase de amo, que lo esclavizó. Demandaba cada vez más éxito y lo castigaba internamente si no lo lograba. Sin embargo, ¿qué pasa si hay un verdadero Dios, y si, como lo declara el Nuevo Testamento, Él vino a la tierra para morir por nuestros pecados en la cruz?

Entonces, hay un Señor, que no nos castigará cuando le fallamos, sino que, nos perdonará. Si te entregas a tu carrera, ésta, nunca morirá por tus pecados. Si vives, para tu carrera y fallas, te crucificará por dentro con auto desprecio.

Pero, Jesús, fue crucificado por ti.

Esto, no significa, que el Dios cristiano, no te pone restricciones. Todos, vivimos para algo, y en cada caso,nuestro amo, restringe nuestra conducta; nos señala, lo que podemos hacer y lo que no. Si vivimos, para una medalla olímpica o para una carrera exitosa, o para el arte o la política, o para un cónyuge, hay límites sobre nuestras elecciones, las cosas que no podemos hacer.

Entonces, ¿cómo saber si estamos tomando las restricciones correctas o liberadoras, en vez de las restricciones que nos aplastarán y abusarán de nosotros? Los cristianos, responden, que si vivimos para el que nos creó y nos redimió, estamos por definición, tomando las restricciones liberadoras.

Primero, si hay un Dios, Él nos creó. A esto se refiere, lo que la novelista Marilynne Robinson, llama: «La capacidad de ofrecer las cosas (que nos han sido dadas)». Como una cristiana, Robinson sostiene, que la realidad, no infinitamente maleable, se impone sobre nosotros, y la libertad, viene todo, al vivir dentro de esa esfera de lo que nos ha sido dado. 

Fuimos hechos para conocerlo, servido y amarlo. Si tratamos de vivir para algo más, esto será la esclavitud, pero, cuando comenzamos a vivir para Dios y seguir su voluntad, encontramos, que nosotros, estamos realmente convirtiéndonos en aquello para lo que fuimos creados, nos damos cuenta de nuestro diseño original.

Somos, un barco de vela, que finalmente, navegó en aguas profundas. Alguien, puede objetar, que la libertad, debería estar haciendo lo que realmente queremos hacer. Sin embargo, la oferta cristiana, incluye esto. No es meramente cumplir con las debidas regulaciones de nuestro Creador, también consiste de una pasión nueva, interna, creciente para amar y conocer a nuestro Redentor. 

Cuando te estás enamorando, tomas la iniciativa para descubrir una lista de todas las cosas que el ser amado ama y aborrece. Entonces, haces todo lo posible para decir y hacer las cosas que deleitan al ser amado.

Estás «haciendo su voluntad», más que la propia, pero aceptas de buen grado los nuevos límites en tu conducta. ¿Por qué? Porque, has puesto tu gozo y felicidad, en el gozo y la felicidad del otro. Eres feliz, en la medida en que la otra persona, es feliz.

Has llegado a descubrir, el placer de dar placer. No sigues su voluntad, como un medio, para obtener otras cosas que quieres, sino, que su amor y su gozo, son las principales cosas que anhelas. Son fines en sí mismas.

Así es como, según, el cristianismo, funciona nuestra relación con Dios.

Cuando un cristiano, entiende, cómo Jesús, nos salvó a un costo infinito para Sí mismo, como se vació a Sí mismo de Su gloria, y tomó una forma humilde para servir a nuestros propios intereses, produce un gozo de agradecimiento, que nos conmueve internamente a querer complacerlo, conocerlo y parecernos a Él. Nuestra felicidad, la colocamos en Su felicidad, y servirlo, se convierte en nuestra perfecta liberación.

¿Por qué no soy libre de vivir como me plazca, mientras no cause daño a nadie? 

Jesús, afirma, que seguir la verdad de Dios, nos hace libres (Juan 8:31-32). El Libro de Hebreos, declara, que cuando ponemos nuestra fe en Cristo, la ley de Dios, está escrita en nuestros corazones; no con cincel, ni con tinta, sino, con el Espíritu de Dios; y esto crea libertad (Heb. 8:10; comp. 2 Cor. 3:2,3,17). 

Todo esto, significa que los cristianos, como alguien, que recién encontró el amor, están capacitados para ver la voluntad de Dios, no como una carga devastadora y limitante, sino, como una lista de los afectos y aborrecimientos que tiene Dios, por los cuales podemos complacerlo y llegar a ser como Él. Tener la ley «escrita en nuestros corazones», significa, que estamos libremente haciendo lo que más queremos hacer. Estamos, amando a nuestro Redentor, al seguir Su voluntad.

Nuestro placer y nuestro deber, aunque opuestos antes, desde que hemos visto Su hermosura, están unidos para no separarse más…

Ver la ley por Cristo cumplida, y escuchar Su voz perdonadora, cambia un esclavo, en un niño, y el deber en una elección. «Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera» (Mat. 11:30, LBLA).

Cuando seguimos la voluntad de Dios, por un deseo interno de amar a nuestro Redentor, progresivamente, nos damos cuenta, que también nos transformamos en quienes fuimos diseñados, para ser por nuestro Creador.

Imagina, que ves un automóvil siendo conducido por el camino. Te fijas bien, y ves a un niño de cinco años conduciéndolo. ¿Qué sucederá? Será la desintegración de algún tipo, el automóvil, va a toparse con alguien, o con un árbol, o destruirá un muro. ¿Por qué? Porque, aunque es un buen automóvil, no está diseñado para ser conducido por un niño de cinco años.

Cuando Dios declara: «Aquí están los mandamientos, las directrices morales: No mientas, no seas egoísta, no des falso testimonio», esas directrices vienen de tu diseñador. Y por tanto no es trabajo inútil.

Quebrantarlas es violar tu propia naturaleza y perder tu libertad, igual que una persona, que come el alimento indebido y termina en el hospital.

Por ejemplo, la Biblia declara: «No seas rencoroso». Hace muchos años, hablaba con una chica adolescente en mi iglesia, que estaba enojada con su padre, por varias razones justificadas. Ella, me expresó:

«Yo sé, que Dios nos manda a perdonar, pero no quiero». Comencé, por coincidir, en que Dios requiere de Sus seguidores que perdonemos. Y, luego añadí: «Quiero que consideres, que Dios es nuestro Creador; y por eso Sus mandamientos, nunca son arbitrarios o sin propósito. Sus obligaciones, al final son siempre nuestra liberación». Si su padre lograba, que ella se sintiera resentida hacia él, entonces,

él continuaría conformando y controlando su vida. Quizás, distorsionaría su opinión sobre los hombres, en general; la haría más dura y cínica, y podría tener muchos otros efectos.

Y, por último, le aseguré: «La mejor manera de que seas libre, de asegurar que el mal que te ha hecho, resulte en el menor daño posible, es perdonarlo».

Posteriormente,me aseguró que la conversación, había sido un punto decisivo para ella.

Si fuiste hecho a la imagen de Dios, quien, es perdonador;

entonces, es una directriz que debes perdonar. En el corto plazo, puede hacerte sentir bien, estar enojado con alguien que te ha hecho mal, o querer vengarte. Pero, en el largo plazo ¿qué pasará?

Todo, se vendrá abajo. Estar enojado,puede perjudicar tu cuerpo. Sin duda, puede perjudicar tus relaciones, haciéndose difícil confiar y comprometerse. Puede, distorsionar tu vida entera. ¿Por qué? Porque,cuando desobedeces una directriz moral de Dios, estás yendo contra tu propia naturaleza, contra el universo. Eres como el niño de cinco años, tratando de conducir un automóvil, y no funcionará. Sin embargo, cuando empiezas a obedecer, estás «viviendo dentro» de tu propio diseño, en vez de funcionar en contra de este.

El cristianismo, enseña, que Jesucristo es tanto tu autor,como tu redentor. En Mateo 11 Jesús, declara: «Venid a mí, todos los que estáis cansados y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallareis descanso para vuestras almas. Porque mi jugo es fácil y mi carga ligera.(Marco 11,28-30, LBLA).

¿Por qué no soy libre de vivir como me plazca, mientras no cause daño a nadie?

En esencia, Jesús, nos declara:

Te llamé sólo para hacer las cosas para las que fuiste creado, y por eso, encontrarás que mi yugo es fácil. Te puse la carga de seguirme, pero ya pagué el precio, de modo que, cuando fracases, serás perdonado. Te he liberado de las cargas que tienen otras personas. He removido, la carga de ganarte tu propia salvación a través del empeño y el esfuerzo. He removido, la carga de la culpa y la vergüenza por pasados fracasos. Te he liberado de la carga, de tener que demostrar que mereces ser amado. Por tanto, «Yo soy el único Señor y amo, te satisfaré si me encuentras y te perdonaré si me fallas».

La afirmación, es que, Jesús es el único amo, el único por el cual vivir, que no se aprovechará de ti. Observamos, que las relaciones afectivas, demandan la pérdida de la independencia; pero, ambas partes, deben renunciar a ella.

Debes declarar a la otra persona: «Tú eres lo primero. Me ajustaré para ti, renunciaré a mi libertad por ti, me sacrificaré por ti». Sin embargo, ambas partes, deben declarar eso. Si sólo una persona lo hace y la otra no, eso es, aprovecharse de la otra.

Entonces, considera lo que el evangelio cristiano ofrece. Por el momento, saquemos del cuadro, a Jesús o el cristianismo.

¿Qué pasa, si sólo tratas de creer en Dios en general? ¿Qué pasa, si sólo tratas de vivir una vida correcta y de oración? ¿Cómo tendrías una relación con un Dios como ese? ¿Sería de aprovechamiento? Dios no cambiaría, tú tendrías que hacer toda la sumisión, todo el arrepentimiento, y hacer todos los sacrificios.

Sin embargo, el cristianismo, es diferente. Jesucristo,abandonó Su gloria y se hizo mortal, y murió por nosotros.

En Jesús, Dios declara: «Me ajustaré a ti. Me sacrificaré por ti. Primero, renunciaré a mi gloria e inmortalidad al hacerme humano en la encarnación. Luego, renunciaré a toda la luz y gozo, y mi vida en la expiación». Él, fue firmemente clavado a la cruz y no pudo moverse. ¿Qué es eso por ceder tu libertad?

El cristianismo, es la única religión, que afirma que Dios renunció a Su libertad, para que nosotros pudiéramos experimentar la libertad suprema: del mal y de la muerte.

Por eso, tú puedes confiar en Él. Sacrificó Su independencia por ti, entonces, tú puedes sacrificar la tuya por Él. Y, cuando lo hagas, descubrirás que es la mejor restricción y que es infinitamente liberadora.

«Así que, si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres» (Juan 8:36).

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