Por Gabriel Rolón

CONTENIDO NARRACIÓN & CUENTO
Una historia de amor, venganza y castigo.
Los griegos de la época clásica, por ejemplo, localizaban el amor en otra parte del cuerpo. Para ellos, el órgano importante era el hígado. De allí el mito de Prometeo; ya saben ustedes como es la historia.
Prometeo, que era una especie de gigante, tuvo la idea de engañar a los dioses en favor de los humanos. ¿Qué hizo?
Fue hasta el Monte Olimpo, les robó una
pequeña brasa de fuego, la escondió dentro de una caña hueca, salió disimuladamente y se la regaló a los hombres, que hasta ese entonces no conocían el fuego.
A los dioses no les gustó esto y decidieron castigarlo dándole un regalo ¿Cómo es esto de castigar a alguien dándole un regalo?
De eso, aquel pueblo sabía bastante y era común que cuando los griegos le daban un regalo a alguien lo metieran en un problema.
Acuérdense, si no, del Caballo de Troya. De hecho, hay un dicho popular que dice: «esto es un regalo griego«, previniéndonos de que el asunto, aunque parezca maravilloso, esconde
algún problema, que algo va a salir mal.
Los dioses, entonces, le regalan a Prometeo, y esto ya tiene que ver con algo del orden de la seducción y el amor, una mujer con una caja llena de obsequios.
Seguramente la conocen; el nombre de esa mujer era Pandora y todos hemos oído
hablar de la famosa caja de Pandora.
Pues bien, Pandora, que era muy pero muy bella, después de todo la habían
creado los dioses, se presenta ante Prometeo y le entrega la caja que le obsequiaban los habitantes del Olimpo.
Pero éste, que no les había robado el fuego justamente por ser un ingenuo, les agradeció mucho pero dejó la caja cerrada en un rincón.
La complicación surgió cuando su hermano, Epimeteo, que no era tan lúcido como él,
abrió la caja por curiosidad.
¿Y con qué se encontró? Con que los dioses habían encerrado dentro de esa caja todas las desgracias del mundo, las que salieron no bien Epimeteo la hubo abierto.
Y por culpa de ese acto, de ese descuido, y podríamos pensarlo en el sentido de un
acto fallido, es que hoy existen todas las desgracias y sufrimos tanto.
«¿Todo por culpa de un tonto?», podría preguntar alguien. Sí, y quien no haya
sufrido nunca por culpa de un tonto que arroje la primera piedra.
La historia suena endeble para justificar los males del mundo, pero, después de todo, no es más absurdo que pensar que los padecimientos existen porque se le ocurrió morder un fruto.
Pero, volviendo a la historia, Prometeo, viendo que al abrir la caja escapaban la desdicha, el desamor y el sufrimiento, se abalanzó rápidamente sobre ella y logró cerrarla, dejando atrapada, al menos una cosa: la esperanza.
De donde se deduce que para los griegos, como para mi la esperanza era un castigo más.
Piensen si no en lo que ocurre cuando alguien es abandonado por su pareja. Les aseguro que una de las peores cosas que le puede pasar a esa persona es quedar esperanzada.
Una vez me dijo un amiga que estaba muy enojada, aunque sería mejor decir que en realidad se sentía humillada y dolida, y que su novio, que acababa de dejarla, era un ser despreciable y cruel.
Le pregunté por qué decía eso, y ella me
contó que, en el momento de despedirse, ella lo había abrazado y le había dicho que a lo mejor, dentro de un tiempo, la vida volvería a juntarlos.
Y él, sin responder al abrazo, con total frialdad, la miro y le dijo: «No. Eso no va a pasar«
Ella sostenía que lo que el hombre había hecho era un acto de maldad, y yo intervine diciéndole que quizá con ese gesto la estaba ayudando. Porque le estaba diciendo que no tenía que tener esperanzas, que empezara a elaborar el duelo ya mismo, que no esperara a que él la llamara o tomara contacto de alguna manera. Es decir: no más. Se acabó.
Y esto es importante. Los analistas, muchas veces tenemos pacientes en una situación como ésta, y sabemos que para que alguien pueda empezar el trabajo de duelo es fundamental que admita primero que hay algo que se ha perdido. Es en ese sentido que la esperanza suele ser una dificultad extra para realizar ese trabajo.
Pero terminemos la anécdota de Prometeo.
Ustedes saben que los griegos, antes de comer, debían ofrendar una parte del alimento a los dioses.
Entonces, se preguntaron qué parte de los animales les iban a dar, y Prometeo dijo: «bueno dejemos que elijan ellos, que para algo son los dioses, e introdujo en una bolsa lo peor: las viseras, la grasa, los huesos y arriba un hermoso pedazo de carne (lo cual
a los analistas nos remite necesariamente al sueño de La Bella Carnicera).
A continuación, puso en otra bolsa todo lo más sabroso y lo cubrió con unos huesos
impresentables y le dijo a los dioses que tomaran la bolsa que quisieran; y ellos
cayeron en la trampa.
Eligieron la bolsa que tenía los deshechos y, a partir de entonces, quedó establecido que todo lo que se les ofrendaría a los dioses era lo que ellos mismos habían elegido.
Es decir, lo peor. Imaginen ustedes que a Zeus y los suyos no les hizo mucha gracia esta nueva treta de Prometeo y, ya cansados del gigante, le impusieron un castigo.
Lo condenaron a estar estaqueado sobre un monte, y a que un cuervo se depositara
sobre él todos los días y le comiera el hígado, el cual se regeneraba durante la noche
para que al otro día el ave pudiera volver a hacer lo mismo, reanudar el ciclo, y así
por toda la eternidad. ¿Y por qué el hígado?
Porque, como dijimos, para los griegos era el órgano más importante, más que el corazón.
Y a qué negar que este gigante que luego carga, ya no sobres sus hombros
sino sobre su hígado, con la culpa por sus actos de amor.
Pero, más allá de estos juegos metafóricos, lo cierto es que el amor tampoco es generado en el hígado, por mucho que se enojen los dioses del Olimpo ya que repito, los sentimientos no son más que pensamientos silenciosos.
Por eso, cuando hablamos del amor, se dificulta tanto, porque estamos hablando de algo a lo cual es muy difícil ponerle palabras.
De allí que muchos, si pudieran, inventarían algún aparato que les permitiera medir con exactitud el grado del amor, para saber con certeza cuánto lo quieren.
Pero, ante la falta de tan preciado instrumento, nos conformamos con metáforas más bien geográficas, y así alguien le dice a su pareja que la quiere hasta el cielo.
Pero ella, que quiere marcar que su amor es más grande, le responde que ella también lo quiere hasta el cielo, pero ida y vuelta.


Si tienes 18-55 años, deberías ya de saber lo siguiente:
1. La vida no espera a que estés bien. Levántate todos los días y sigue esforzándote.
2. Nunca obligues a nadie a elegirte. Aprenderás el arte de pasar tiempo a solas
3. Domina tus emociones. Una mente tranquila puede manejar cualquier situación.
4. Para evitar la decepción, debe tomar a las personas por lo que son y no por lo que usted quiere que sean.
5. Todos te mostrarán quiénes son, solo dales tiempo
6. Estás en paz contigo mismo cuando te ocupas de tus propios asuntos.
7. Asegúrate de cuidarte bien, si algo te sucede, el mundo seguirá adelante.
8. A nadie le importa, trabaja duro para mejorar cada día.
9. Si no trabajas para construir tu propio sueño, alguien te contratará y te dará un propósito.
10. Libérate de los consejos de la sociedad, la mayoría de ellos no tienen idea de lo que están haciendo.
Por Holly Smith




