Crónicas Bíblicas, ¿Cuál Es El Significado De “La Gracia”?

Por Charles R. Swindoll

ROSTROS QUE DICEN «NO» Y ROSTROS QUE DICEN «SI»

El doctor Karl Menninger, en un libro titulado The Vital Balance (El equilibrio esencial), analiza la personalidad negativa. Es ese tipo de personas que dicen no a todo. Menninger llama a esos individuos «pacientes problematizados» y menciona varias cosas que caracterizan sus vidas: nunca han hecho un préstamo que involucrara riesgo, nunca han votado por una causa liberal, nunca han dado su respaldo a nada extravagante.

¿Por qué? El sugiere que es porque no pueden permitirse el placer de dar. Los describe en términos muy gráficos: individuos rígidos, crónicamente insatisfechos, llenos de amargura, inseguros, y a menudo proclives al suicidio.

Yo agregaría un rasgo más: nunca se han permitido ser libres. Siguen aprisionados tras las rejas de sus preocupaciones triviales y sus sospechas, y han aprendido a sobrevivir en un estado de esclavitud que les impide ver más allá de las exigencias cotidianas de la vida. Como carecen de gracia, han reducido la vida a reglas y normas esenciales para sobrevivir. Su Dios es demasiado pequeño, su mundo es demasiado rígido y, por lo tanto, sus rostros proclaman un rotundo «!No!»


Estoy convencido de que la libertad que produce la gracia es lo único que puede cambiaros comenzando desde adentro. Es tan extraordinaria que no sólo cambia nuestro corazón sino también nuestro rostro.

¡Y la verdad es que algunos de nosotros lo necesitamos de manera imperiosa Fue usted criado por padres cuyos rostros decían «No» ¿O está casado con alguien con un
‘»No»?

Si es así, seguramente ha envidiado a aquellos cuyos padres o cónyuges tenían rostros que expresaban «Si». Todos nos sentimos atraídos por esos rostros que nos dan una bienvenida y nos imparten ánimo.

Les narro una historia famosa, mientras era presidente de los Estados Unidos de Norte América, Thomas Jefferson y un grupo de compañeros iban recorriendo el país a caballo.

Llegaron a un río que se había salido de cauce debido a unas lluvias recientes. El río había crecido arrasado el único puente.

Los jinetes se vieron obligados a vadear el río
montando en sus cabalgaduras, arriesgando sus vidas a causa de la fuerte corriente.

El enorme riesgo que amenazaba a cada uno de los hombres hizo que otro viajero, que estaba a pie, se detuviera a contemplarlos.

Después que varios de ellos habían llegado seguros a la otra orilla, un extraño le preguntó al presidente Jefferson si podía cruzar montado en su cabalgadura.

El presidente asintió le dijo que “Si” sin vacilar. El hombre se trepó al anca del caballo, y poco después ambos llegaban seguros al otro lado del río.

Cuando el recién llegado se bajó del caballo y pisó tierra firme, uno de los viajeros
le preguntó:


-Dígame, ¿por qué eligió al presidente para pedirle este favor?
El hombre se sintió impactado, ya que no tenía la menor idea de que fuese el presidente de la nación el que lo había ayudado.

-Todo lo que sé -respondió- es que en algunos de los rostros estaba escrita la respuesta
«No» y en otros estaba escrita la
respuesta «Si», El rostro del presidente era un rostro que decía «Si»

La libertad es la que les da a las personas un rostro que dice «Si».

Estoy seguro de que Jesús tenía ese tipo de rostro. Nunca lo he visto, pero estoy convencido, basado en lo que he leído sobre él, que era así. ¡Cómo debe haber contrastado con sus semejantes!

Estaba rodeado de hombres letrados, religiosos, rectos, que sabían citar la ley, hombres profesionales cuyo aspecto denotaba un rotundo «¡No!» Piadosos en apariencia, criminales en realidad pero ni una gota de su veneno se infiltró en la vida de nuestro
Señor por el contrario, El cambió la orientación de la religión, porque proclamaba «Si», mientras todos sus colegas profesionales
fruncian el entrecejo y anunciaban «No».

Eso me ha intrigado por años. ¿Cómo podía ser? ¿Qué lo mantuvo libre de caer en las
garras de ellos? En pocas palabras, la gracia.

Estaba tan lleno de gracia y de verdad, que no le quedaba espacio para alojar el veneno legalista.

Cuando pensaba en los días pasados con Jesús, Juan (uno de los doce), recuerda que había algo en él que era distinto a cualquier
otra persona.

Sus discípulos vieron «su gloria«. Su peculiaridad era esa increíble «gloria«, una gloria que representaba la presencia misma de Dios. Y además, este ser glorioso, Jesús, estaba «lleno de gracia y de verdad».

Deténgase, y deje que ese concepto penetre en su mente. Era su gloria, combinada con la gracia y la verdad, lo que hacia de él una persona totalmente diferente. En un mundo
tenebroso y opresivo, lleno de reglas, normas, imposiciones y expectativas planteadas por los hipócritas líderes religiosos, Jesús vino y sirvió de una manera distinta: él solo, lleno de gracia y lleno de verdad, trajo una nueva forma de vida, totalmente diferente.
Y al pensar en ese carácter único, Juan agrega: «Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia» ( Juan 1:16).

Tome nota de cómo se relaciona con Juan 1:14. Primero Juan había escrito:
«Vimos su gloria», y luego agregó: «De su plenitud tomamos todos.» Juan y los otros discípulos sufrieron un tremendo impacto con esa experiencia. La gracia llegó en abundancia
haciendo de ellos personas diferentes.

Llegaron a ser como Cristo, Estos hombres absorbieron su tolerancia, aceptación, amor, calidez y compasión, a tal punto, que sus vidas fueron transformadas.
Hacia el final del primer siglo, el ministerio de esos mismos hombres había producido un tremendo impacto en el mundo romano.
Juan pone el broche de oro a sus observaciones iniciales resumiendo la diferencia entre dos estilos de ministerios contrastantes: «Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo»
‘ (Juan 1:17).

Con la ley mosaica vinieron las exigencias, las reglas, las normas. Con esas severas exigencias vinieron las expectativas exasperantes, que agregaban combustible al fuego encendido por los fariseos.

Al agregar normas a la ley, los fariseos no sólo ampliaron la lista sino que intensificaron la culpa y la vergüenza de toda la gente.

Obsesionados por el deber, por la conducta visible, y por un constante análisis de lo correcto y lo incorrecto (especialmente en la vida de los demás), promovieron un sistema tan opresivo que no quedaba lugar para la alegría.

Esto dio lugar à pronunciamientos duros, severos y que prejuzgaban, ya que el sistema religioso que instauraron se degeneró en un sistema de Nego a ser cuestión de una amarga compulsión más que la expresión gozosa nacida del amor. Pero cuando «la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo», una revolución espiritual largamente añorada empezó a poner en libertad a los que la religión tenía cautivos.

El yugo de la esclavitud provocada por la culpa fue reemplazado por una renovada motivación de seguir en verdad a Jesús, como pura reacción a una devoción profunda, En lugar de enfocar las obras de la carne, Jesús habló acerca del corazón. En lugar de exigir que el pecador cumpliera una larga lista de requisitos, puso énfasis en la fe, aunque ésta fuera tan pequeña como un grano de mostaza.
El cambio generó libertad, como el mismo Señor enseñó:


«Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres ( Juan 8:32).

Por fin, la religión rígida y estéril era reemplazada por una relación orientada por la gracia, por una gracia liberadora. A sus seguidores les encantaba. Sus enemigos odiaban su enseñanza, y lo odiaban a él. No cabe duda de que los primeros asesinos de la gracia fueron los fariseos.


GRACIA: ¿QUE SIGNIFICA ESTA PALABRA?


¿Qué es exactamente la gracia? ¿Está limitada a la vida y el ministerio de Jesús? Le sorprenderá saber que Jesús mismo nunca
usó la palabra. Solamente enseñaba sobre ella, y lo que es igualmente importante, la vivía. Más aún, la Biblia nunca la define
en una sola frase, aunque la gracia aparece a lo largo de todas sus páginas y no sólo aparece el término en sí, sino también incontables manifestaciones de la gracia.

Para entender lo que significa la palabra gracia, debemos retroceder hasta un término
hebreo antiguo, que significaba tiempo, llegó a incluir la idea de «agacharse, inclinarse».

Con el «conceder un favor» El fallecido pastor y maestro de la Biblia, Donald Barnhouse, probablemente sea quien mejor lo expresara:

«El amor que asciende es adoración; el amor que sale hacia afuera es afecto; el amor que
se inclina es gracia.»


Mostrar gracia es extender favor o bondad hacia alguien que no la merece y que jamás puede ganarla.

El hecho de ser aceptados por Dios por gracia, esta en total contraste con el intento de ganar su favor por medio de las obras. Cada vez que aparece la idea de la gracia, tiene la connotación de algo que no se merece. De ninguna manera el que la recibe está obteniendo algo que el o ella se merece. De la generosidad del corazón del que da es que se
extiende el favor.

Recuerdo vívidamente la última vez que recibí castigo corporal siendo niño. Era justo el día que cumplí los trece años. Yo acababa de ingresar al sofisticado mundo del adolescente, y me consideraba un ser especial.

Pero mi padre no estaba ni remotamente
impresionado como yo lo estaba con mi enorme importancia y la independencia que acababa de descubrir.

Les describo que yo estaba recostado en mi cama. El estaba afuera, un sofocante día de otoño, desmalezando el jardín. Y me dijo -Charles, ven a ayudarme a limpiar el jardín y me llamó.

Yo contesté algo así como: -No, es mi cumpleaños, ¿no lo recuerdas?
Mi tono era atrevido, y mi deliberada falta de respeto resultaba elocuente.

Yo sabía bien que no convenía desobedecer a mi papá; pero, después de todo, ya estaba en la madura edad de los trece. Ese día mi padre batió un nuevo récord de los 100 metros llanos.


Entró a la casa y me castigó hasta que llegamos al jardín. Lo que recuerdo es que estuve sacando malezas hasta que la luz de la luna se reflejaba en mis pensamientos.
Esa misma noche me llevó de sorpresa a cenar afuera.

Primero me había dado lo que me merecía. Y después me dio lo que no me merecía. Esa cena de cumpleaños fue por gracia. Concedió una gracia a un jovencito rebelde. Esa noche disfruté lo que un gran teólogo llamado Benjamín Warfield denominó
«el gratuito favor soberano hacia el que nada merece».

Disfruté de la gracia. Debo enfatizar una cosa más sobre la gracia; es absoluta y totalmente gratuita.

Nunca se le pedirá que la pague. Y tampoco podría pagarla, aunque lo intentara. A muchos de nosotros nos causa problemas este pensamiento, porque nos ganamos con
trabajo todo lo que tenemos. Pero en este caso, la gracia se nos concede libre de gravámenes, sin condiciones.

No deberíamos intentar retribuirla porque sería un insulto.

Imagínese que va a la casa de un amigo que lo ha invitado a comer. Después de saborear una deliciosa cena, escuchan una música muy agradable y conversan.

Finalmente, usted se pone de pie y toma su abrigo para marcharse. Pero antes de retirarse, mete la mano en el bolsillo y pregunta:
«¿Cuánto te debo?» ¡Qué insulto! Eso no se hace con una persona que amablemente nos ha invitado a cenar. ¿No debe extrañarnos, entonces, que el mundo esté lleno
de personas que piensan que deben hacer algo para retribuir a Dios?

De alguna forma desean que Dios les devuelva una sonrisa si realmente los ve trabajando duro para merecer su aceptación;
pero entonces serían aceptados por sus propias obras. Y no es así con la gracia.

Ahora que Cristo vino, murió y satisfizo las exigencias del Padre respecto al pecado, todo lo que necesitamos hacer es pedir su gracia, aceptando el gratuito don de la vida eterna.

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