Crónicas Bíblicas: El Amor Derrota A Los Asesinos De La Libertad. Parte 1

Por Charles R. Swindoll

Después de haber vivido en el orgullo farisaico, entregado a una cruel brutalidad, incrédulo, fue transformado de celoso perseguidor de la iglesia a humilde siervo de
Cristo.

¿Y por qué? Por la gracia de Dios.

Escuchemos su propio testimonio:


«Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo. Porque o sea yo o sean ellos, así predicamos, y así habéis creído» (1 Corintios 15:9-11).

Todo lo que llegó a ser, afirma Pablo, se lo debía a «la gracia de Dios»: Cuando medito en las palabras de este gran apóstol, encuentro lo que podríamos considerar como su credo.

Podemos reducirlo a tres sencillas afirmaciones. De vez en cuando es útil tomar una verdad teológica profunda y multifacética, y definirla en términos simples que usamos todos los días.

Primera afirmación: Dios hace lo que hace por su gracia. La primera declaración de Pablo respecto a que se le permitiera vivir, y que fuera reconocido como mensajero y líder, era que todo se debía «a la gracia de Dios”.

Pablo merecía la más severa de las condenas, pero en cambio Dios le extendió su gracia, En términos humanos, Pablo debía haber sido sometido a enormes sufrimientos por todo el dolor y angustias que había causado a otros.

Pero no fue así, porque Dios le mostró su gracia. Eso nos conduce a su segunda afirmación: Soy lo que soy por la gracia de Dios. Es como si admitiera: «Si hay algo bueno en mí, no merezco mérito alguno; el mérito pertenece a la gracia.»

En nuestra época, en que se enfatizan los logros personales, se recalca en exceso la importancia de lograr las cosas por sí mismo y construir el propio reino centrado en uno mismo, esta ida de dar todo el crédito a la gracia es un mensaje indispensable.

¿Cuántas personas, al alcanzar la cúspide de su carrera, le dicen al periodista, o declaran en una entrevista; «Soy lo que soy por la gracia de Dios»? ¿Cuántos atletas dirían ese tipo de cosas en una comida que se hiciera en su honor?

Qué impacto sería que alguien dijera: «No se dejen impresionar. Mi fama es resultado del inmerecido don de la gracia de Dios.» Los testimonios como éste son rarísimos.

Hay una tercera afirmación que parece estar implicada en la declaración final de Pablo: Por la gracia de Dios, yo le permito a usted ser lo que es.

La gracia no es simplemente algo para ser anunciado debe ser demostrada, compartida, usada como base de la amistad y de toda relación perdurable.

Jesús habló de la vida abundante que podríamos disfrutar si real mente amáramos la libertad que el provee por gracia. ¿No ser maravilloso que las personas cooperaran con su plan?

No hay nada que se compare con la gracia cuando se trata de liberar a las personas de su esclavitud.

Pareciera que algunas personas se podrían comparar a los personajes de un dibujo animado una caricatura que vi hace poco.

Un personaje agresivo «Cerebro» que es el ratoncito físicamente más pequeño y dominante esta filosofando con su amigo «Pinky», que es más callado y pasivo.
Vemos constantemente cómo con torpeza, y sin miramientos, el más fuerte en su caracter “Cerebro” le dice al más débil más manejable, sin identidad “Pinky”:

¡cambiaría TODO! , Le dice cerebro.


Un poco intimidado, Pinky , obligadno escucharlo, le dice.


-Pero eso no seria fácil. Digamos, ¿por dónde empezaria?
Sin vacilar “cerebro” se da vuelta, lo mira a los ojos y le dices.

¿Empezaría POR TI!


Aquí no se demuestra la gracia. Usted y yo hemos andado cerca de los asesinos de la gracia que se parecen a este personaje.


¿verdad? Con ese inconfundible rostro que dice «No», fruncen entrecejo, y declaran: «Necesita cambiar, de modo que voy a empezar con usted.»

Están aquellos que parecen estar esperando la primera oportunidad para enfrentar a alguien.

Son desconfiados por naturaleza, negativos, decididos a encontrar cualquier defecto, falla o debilidad sutil, e indicársela.

Podrían halagarlo en veinte cosas; pero en lugar de eso, tienen una meta esencial, que es la de asegurarse de qué usted nunca olvide sus debilidades. Los asesinos de la gracia se destacan en los «usted debería …» que matizan sus consejos.

¡En lugar de alabar, atacan por sorpresa!
Muchos creyentes (¿me atrevo a decir la mayoría?), viven como si cada año fueran a pasar de curso después de rendir examen ante un Dios de gesto severo, que los mira con las manos en los bolsillos de su túnica.

(No sé por qué, pero probablemente la mayoría de la gente imagina a Dios vestido con una túnica, nunca de t-shirt con vaqueros o traje de baño … siempre con barba y esta túnica blanca.)

Con una mirada penetrante, dice: «Bien, José Luis”, en eso te mereces un ‘bueno’.»

Y luego: «Inés, ¡debería darte vergüenza”
«No está mal», Ricardo, aunque podría haber estado mejor.» Qué imaginación herética tenemos.

¿Por qué pensamos así? ¿Quién es el responsable de estas imágenes tergiversadas del Todopoderoso? ¿De donde sacamos la idea de que Dios está enojado o irritado? si sabemos que toda la irá de Dios se volcó sobre Su hijo cuando murió en la cruz, ¿cómo podemos pensar así? Más aun, la razón por la que Dios resucito a
Jesús es que estaba satisfecho con Él.

Piense en esto si el Padre esta satisfecho con el pago que su Hijo dio en forma total y definitiva por el pecado ,y si nosotros estamos en Jesús por la gracia que
alcanzamos por medio de la fe, entonces Dios está satisfecho con usted y conmigo.

¿Cuánto tiene que vivir un creyente para llegar a creer esto? Quizás el problema radica en que siempre tendremos jefes y pastores y padres que nos digan qué debemos hacer y qué no hacer, que no esta mal si tienen una doctrina sana y verdadera y sobre todo en amor.

Siempre habrá quienes nos sigan agregando más y más metas que tenemos que alcanzar. Estas personas matan la gracia, aunque no lo sepan.

Apelando a la culpa, a la técnica de provocar vergüenza y a manipulación solapada, virtualmente nos arrastran a la confusión. ¡Dios no lo hace nunca!.

El en cambio nos asegura que si somos algo, lo somos por su maravillosa, inagotable e inigualable gracia.

Y una vez que realmente nos apropiamos de ella, una vez que experimentamos El despertar de la gracia, es sorprendente cómo deseamos compartirla.

Nos deleita dejar a otros ser lo que son por la misma gracia de Dios.

En un hermoso libro titulado La libertad de la obediencia, Elisabeth Elliot escribe acerca de un joven ansioso por renunciar al mundo y seguir fielmente a Cristo.
¿Qué es lo que debo abandonar?, se pregunta dicho joven.

La autora registra la siguiente respuesta, y al hacerlo ilustra la necedad de tratar de agradar a Dios intentando acatar reglas hechas por los hombres y normas legalistas.

¿A qué debe renunciar este joven? Trate de no sonreír:
«Para empezar, la ropa muy colorida. Libérate de todo lo que haya en tu guardarropa que no sea de color blanco.

Deja de dormir con una almohada mullida. Vende tus instrumentos musicales y no comas más pan blanco.

Si realmente eres sincero en tu deseo de obedecer a Cristo, no puedes darte duchas tibias ni afeitarte la barba. Afeitarse es ofender a aquel que nos creó, es intentar mejorar su obra. «¿Parece absurdo?», pregunta la autora. Luego nos sorprende con la siguiente afirmación:


«‘Esta es la respuesta que se daba en las más reconocidas escuelas cristianas del siglo II! ¿No será que las reglas que han sido adoptadas por muchos de los creyentes del siglo XX resultarán tan absurdas como éstas cuando las lean los sinceros seguidores de Cristo de aquí a unos años?

Antes que demos un chasquido con la lengua o nos riamos a carcajadas de estos asesinos de la gracia que operaban en el segundo siglo de nuestra era deberíamos preguntarnos algunas preguntas como éstas ¿Que mensaje estamos les estamos dando a nuestros hijos, hermanos, familia a cerca de Dios? ¿Qué deben hacer
para ganar el ingreso al circulo de nuestro amor incondicional y sentirse
aceptados? Debo agregar una pregunta final: ¿Quién nos ha dado el derecho de determinar las reglas por las que deben vivir los demás?


Si el gran apóstol no tenia ninguna lista, si él era lo que era por la gracia de Dios, si se consideraba indigno, le puedo asegurar que todos estamos en la misma condición, igualmente descalificados, indignos y, sin embargo, amados incondicionalmente por el Padre, Recordemos que Dios se deleita en elegir a los menos valiosos para
hacer de ellos el objeto de su aceptación incondicional.



CONSIDEREMOS UN EJEMPLO DE LA GRACIA

Continuara..












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