Por Gabriel Rolón

CONTENIDO NARRACIÓN
Para responder a esa pregunta voy apoyarme en una escena de una película que seguramente la mayoría recordará y, a los que no la hayan visto, se las recomiendo calurosamente:
El príncipe de las mareas, protagonizada por Nick Nolte (Tom Wingo) y Barbra Streisand (Susan Loweinstein) quien además la dirigió.
En esta película ella encarna el papel de una terapeuta que tiene una paciente que está internada y muy grave por un intento de suicidio. Y, con el afán de ayudarla llenando los huecos en su memoria, decide tener algunas charlas con su hermano para que le hable de la infancia de su paciente y, por ende de la de él mismo.
Como vemos, no estamos hablando de una psicoanalista, ya que dijimos que la realidad que le interesa al analista, es la realidad psíquica de su paciente y no tiene interés en los recuerdos o asociaciones que pudieran aportar otros desde afuera.
Pero, independientemente de que Susan Loweinstein trabaje de un modo técnicamente diferente, lo complicado es que hará todo mal ya que, a partir de sus charlas con Tom irá de a poco habilitando un lugar terapéutico también para él en el que era el marco de su hermana y terminarán teniendo una relación amorosa.
Esto que digo apenas si es un señalamiento, dado que estamos hablando solamente de una ficción que puede, por ende, permitirse ciertas licencias artísticas. De hecho, el film es digno de ser visto por sus actuaciones y por la potencia de su historia.
Pero la escena que nos interesa es la siguiente: Loweinstein le había preguntado a Tom acerca de una palabra que su hermana pronunciaba en su delirio y que para ella no tiene ningún sentido: Callenwolde.
El le responde que no sabe de qué le está hablando. Pero unas sesiones después le dice que quiere contarle algo. Hace un momento de silencio mientras recuerda. Su gesto va cambiando del humor casi maníaco que lo caracteriza a una profunda tristeza y le cuenta a la terapeuta un suceso que les ocurrió cuando eran niños.
Una noche en la que estaban junto a su hermana y su madre llegaron a la casa tres desconocidos. Irrumpieron de un modo violento y uno de ellos llevó a su hermana a un cuarto en tanto que otro hacía lo propio con su madre.
Él escuchó v supo que las estaban violando. La terapeuta le pregunta si él no hizo nada, si no corrió a buscar ayuda, si no intervino de alguna forma, y él le responde que no. ¿Por qué?, le pregunta. Él responde que no lo sabe.
Ella se da cuenta de que la tristeza ha mutado en angustia y le pregunta dónde estaba él en el momento en el que violaban a su hermana y a su madre, y Tom responde que no puede recordarlo.
Entonces Loweinstein le recuerda que él dijo que los hombres que habían irrumpido en su casa eran tres; uno estaba con su hermana, otro con su madre, ¿dónde estaba el tercero?
Se hace un profundo silencio. El recuerdo pelea por abrirse paso y la represión por mantenerlo inconsciente. En ese instante una intervención de la terapeuta gira la llave: «Puedes decirlo… no hiciste nada malo»
Después de unos instantes, Tom confiesa que en ese momento el tercer hombre
lo estaba violando a él.
Que aún recuerda sus palabras: «me gusta la carne fresca», después de lo cual la mira y le dice asombrado: «yo no pensé que algo así le podría ocurrir a un niño»
En ese momento se escucharon unos disparos.
Era el hermano mayor de Tom que había regresado y mató con su rifle a dos de los intrusos.
El tercero fue apuñalado por la espalda por su madre con un cuchillo. Después de esto, entre todos limpiaron la sangre del piso y las paredes y, mientras lo hacían, la madre decía todo el tiempo: «esto no ocurrió… esto no ocurrió».
Después les hizo prometer que jamás iban a hablar de lo sucedido, con nadie, ni siquiera con su padre, porque si no, ella no volvería a ser su mamá nunca más.
De modo que, cuando el padre volvió del trabajo, la cena estaba preparada y todos comieron como si no hubiera pasado nada.
Esos hombres habían escapado de una prisión llamada «Callenwolde»
Después de narrar esa tremenda escena, Tom hace un prolongado silencio y le dice: «creo que el silencio dolió más que la violación»
Hasta aquí la escena que me interesa rescatar. Primero para mostrar cómo juega su papel la represión, cómo ese mecanismo de defensa produce que un hecho traumático, tremendo, difícil de soportar para la psiquis, quede olvidado, aunque sería más preciso decir, pase a formar parte de los contenidos inconscientes.
El director pone en la voz de la madre, lo que suele provenir de una voz interior e inconsciente: «esto no pasó»
Segundo, para ejemplificar cómo eso que ha sido reprimido insiste por ganarse un acceso a la consciencia de alguna forma. Aunque sea, como en este caso, una forma tan dramática que lleva a la persona a un intento de suicidio.
Tercero, para retomar aquello que decíamos acerca de que los recuerdos reprimidos vuelven disfrazados.
En el film, el disfraz es «Callenwolde», esa palabra que la hermana de Tom repite sin saber qué significa y que luego él recordará que era el nombre de la prisión de la que habían escapado aquellos hombres.
Cuarto y principal, para señalar como eso, desde lo inconsciente tiene consecuencias y produce síntomas y dolor en la persona; y por último, rescatar la frase final de Tom:
«el silencio dolió más que la violación», es decir que la falta de palabras es lo que produce el daño mayor.
Porque la imposibilidad de simbolizar, de ponerles palabras a lo sucedido, es lo que enferma al sujeto.
¿Pero qué tiene que ver esto con la Histeria y las Obsesiones?
Podríamos intentar una explicación que tiene que ver con las primeras formulaciones del psicoanálisis, pero que servirá para aclarar un poco este tema y será más que suficiente para los límites que se fija este artículo.
Para eso tenemos que saber que todo lo que nos pasa en la vida genera en la psiquis una representación y que la misma tiene una cantidad de energía que es la que le permite avanzar a la conciencia.
Esa energía es como la gasolina de un automóvil. Y, así como un auto sin gasolina no puede moverse, de la misma manera un recuerdo sin energía queda olvidado.
Eso es lo que hace la represión, separa del recuerdo esa energía para impedir que recordemos los sucesos dolorosos y así, esas representaciones van a parar a lo
inconsciente.
Ahora bien ¿qué pasa con esa energía que ha quedado libre? Hay diferentes posibilidades, cada una de las cuales determina una estructura distinta.
Volvamos a la película y supongamos que en ese momento en el que ese chico está siendo abusado y en el que su mente le dice que eso no puede estar pasando («nunca pensé que algo así le podía ocurrir a un niño», «esto nunca pasó») la energía, bajo la forma de la angustia generada por la situación, fuera proyectada y puesta, por ejemplo, en el hecho de que la habitación está a oscuras y las puertas y ventanas están cerradas. Esa proyección de la angustia hacia algo externo es lo que daría lugar a una fobia.
Ese sujeto tendrá luego un inexplicable miedo a los espacios cerrados y deberá dormir con la puerta abierta o con alguna luz encendida.
Si, en cambio, la angustia se dirigiera a algún dolor corporal, o a un desmayo, estaríamos en el territorio de la histeria, la cual por eso mismo se caracteriza por la fuerte pregnancia del síntoma en el cuerpo (dolores de cabeza, contracturas, etc.).
Si lo que se hiciera cargo de recibir esa energía ya no fuera algo externo ni el propio cuerpo, sino una idea sustituía («esto sucede porque no cerramos la puerta con llave», por ejemplo) estaríamos ante una estructura obsesiva y ese sujeto tal vez deba comprobar diez veces por día si la puerta está bien cerrada, y volver a su casa
luego de haber caminado dos cuadras para corroborar lo que ya sabe: que efectivamente la puerta estaba con llave.
Es decir que de acuerdo al modo en que es reutilizada esa energía, esa angustia dirá Freud en un comienzo
-, se diferenciarán la histeria, las fobias y las obsesiones. Y digo en un comienzo porque después la teoría se irá modificando con el paso del tiempo.
Pero no podemos dejar de lado los aportes de Lacan, quien las relacionará fuertemente con el tema de la identificación y el deseo.
Cómo cada una de ellas se posiciona frente a su propio deseo.
Pero, como dice el refrán, mejor no seguir aclarando porque podría oscurecer.
Sólo quise dejar en claro que, para el psicoanálisis, histérica no es esa mujer que nos lleva hasta su habitación y cuando está allí dice: «esperá, no sé qué estoy haciendo acá»,
sino que es algo mucho más difícil y doloroso.


Cuando Una Mujer Se Desenamora.
Saben. Cuando una mujer se desenamora, siempre lo hace en silencio, lentamente, sin decirlo, sin hacer ruido, hasta llegar al punto de no retorno.
A diferencia de nosotros los hombres, que francamente se nos nota todo, ellas soportarán tantos errores y decepciones de la persona que aman que incluso muchos hombres llegan a pensar que jamás serán abandonados, pero te comento una cosa amigo.
Una vez que el agua rebasa el límite, una vez que el costal se ha llenado de piedras, una vez que el corazón de una mujer se pierde, este se pierde para siempre.
Si ama a su Mujer, cuídela y enamórela todos los días.
Téngalo por seguro: Cuando el amor se apaga dentro del corazón de ellas, nunca más vuelve a encenderse.
Por Gabriel García Márquez





