Por Charles R. Swindoll

CONSIDEREMOS UN EJEMPLO DE LA GRACIA
Durante los próximos minutos dejemos el mundo moderno e introduzcámonos en el túnel del tiempo. Viajemos juntos hacia atrás tres mil años, para llegar hasta la época de las antiguas dinastías y reyes de Israel.
Era una época violenta, en la que todos los miembros de la familia de un rey depuesto eran exterminados cuando una nueva dinastía asumía el control. Naturalmente, todos los miembros del monarca destronado tenían sobrados motivos para vivir atemorizados una vez que el nuevo rey subía al trono.
En el caso en el que estoy pensando, el rey Saúl y su hijo Jonatan habían muerto después de una batalla.
Cuando David supo de la doble tragedia, le dolio; no obstante, el era el elegido del Señor para suceder a Saúl.
Sabiendo que ahora David era el nuevo rey de Israel, los miembros de la familia de Saúl huyeron para Jalar para salvar sus vidas, pensando erróneamente que David les daría a ellos el mismo trato que daban los demás monarcas de les darían orientales. La escena que se registra en las Escrituras es un verdadero pandemonio.
«‘ Jonatan hijo de Saúl tenia un hijo lisiado de los pies. Tenía cinco años de edad cuando llego de jezreel la notica de la muerte de Saúl y de Jonatan, y su nodriza le tomo y huyó; y mientras iba huyendo a Pesuradamente, se le cayó el Niño y quedó cojo. su nombre era Mefi-bose»(2 Samuel 4:4).
En el apuro de la huida, el pequeño nieto de Saúl sufrió una lesión que lo dejó inválido. Como no disponían de ayuda médica, y no sabían adónde recurrir por auxilio; el muchachito nunca se recuperó de la caída.
Por el resto de su vida quedó inválido de ambos pies. Eso ocurrió cuando el pequeño tenia cinco años, y el relato sagrado no nos dice más sobre él sino hasta quince o veinte años más tarde.
Una pregunta
En 2 Samuel 9 tenemos un eslabón que continúa con la historia. Han pasado los años. Mefi-boset es ahora adulto, y tiene un impedimento físico. Es inválido de ambos pies. David no sólo ha ocupado el trono, sino que se ha ganado el corazón del pueblo.
Toda la nación le canta loas. Hasta ese momento su integridad no ha tenido una sola mancha, Geográficamente, ha agrandado su reino diez veces.
La fuerza militar de Israel está más fuerte que nunca. Las naciones enemigas ahora respetan a esta joven y poderosa nación. David goza de buena salud y es feliz.
Todavía no ha conocido la derrota en el campo de batalla, lo que significa que su mundo inmediato está relativamente tranquilo.
Su economía y su diplomacia implican un saludable cambio respecto a los tiempos de Saúl. No sólo había comida en todos los hogares, sino uvas en todos los viñedos. Es uno de esos raros tiempos de gran prosperidad y paz dados por Dios.
Sobrecogido ante tanta bondad y gracia del Señor, el rey reflexiona en todas sus bendiciones. Al hacerlo, debe haber tenido un momento de nostalgia, recordando su antigua amistad con Jonatán hijo de Saúl y los recuerdos lo mueven a preguntar:
«¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?» (2 Samuel 9:1).
Es una pregunta llena de gracia que nace del corazón de un hombre agradecido.
Es muy probable que David recordara el tierno momento cuando él y su amigo Jonatán habían pactado cuidar y protegerse el uno al otro, sin tomar en cuenta las circunstancias.
«Pero si mi padre intentare hacerte mal, Jehová haga así a Jonatán, y aun le añada, si no te lo hiciere saber y te enviare para que te vayas en paz. Y esté Jehová contigo, como estuvo con mi padre. Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera, y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatán sea quitado de la casa de David: Así hizo Jonatán pacto con la casa de David, diciendo: Requiéralo Jehová de la mano de los enemigos de David. Y Jonatán hizo jurar a David otra vez, porque le amaba, pues le amaba como a sí mismo» (1 Samuel 20:13-17).
Mientras está perdido en sus pensamientos, una luz se enciende en los recuerdos de David. Recordando esa promesa, busca la manera de ponerla en práctica.
No quisiera que se les pase por alto la importancia de uno de los términos que usó David:
«¿Ha quedado alguno de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia por amor de Jonatán?» (2 Samuel 9:1).
Se trata de la palabra hebrea hesed, a menudo traducida en el Antiguo Testamento como misericordia, amor bondadoso o gracia.
¿Hay todavía alguien vivo en la farnilia de Saúl, a quien yo pudiera demostrar la misma clase de gracia que Dios ha tenido conmigo?
Esa es la idea que da vueltas en la mente de David.
Me encanta el planteo de la pregunta, precisamente por lo que no plantea, No pregunta: «¿Hay alguien que merezca … ? ¿Hay alguien que reúna los requisitos? ¿Hay alguien inteligente, que pudiera servirme en asuntos del gobierno … o que tenga un buen Físico para incorporarlo a mi ejército?» No; simplemente pregunta.
«¿Ha quedado alguno?» Se trata de un deseo incondicional, una pregunta empapada de gracia. ¿Me pregunto si habrá alguien por ahí…?
El rostro de David es un rostro que dice «SI» en este momento nostálgico.
Pero algo me dice que el servidor del Rey muerto Saúl al que hace venir tiene un rostro que dice «No” su nombre es “Siba”. Lea la respuesta, y perciba el «No» de su voz. Y lo podemos leer a continuación.
«y había un siervo de la casa de Saúl, que se llamaba siba, al cual llamaron para que viniese a David.
Y el rey le dijo: ¿Eres tú Siba? Y él respondió: Tu siervo. El rey le dijo:
¿No ha quedado nadie de la casa de Saúl, a quien haga yo misericordia de Dios? Y Siba respondió al rey: Aun ha quedado un hijo de Jonatán, lisiado de los pies. (2 Samuel 9:2, 3).
¿Se da cuenta de que hay un «No» en su respuesta, aunque en rigor haya sido afirmativa? Por supuesto. «Rey David, sé de alguien … pero realmente no creo que tú lo quieras tener por aquí dando vueltas. Verás, es un inválido. No sería adecuado. No es propio de “la realeza.»
Lo que significa, una vez que desenmascaramos el orgullo: «Ese hombre no es como el resto de nosotros.»
Me encanta la respuesta del rey David. En vez de decir «No me digas … ¿Es muy tullido ese hombre?, lo que responde es:
«¿Donde está? Si hay alguno, cualquiera que sea traigámoslo aquí.»
¿Cuánta gracia! Quizás un tanto sorprendido, «Siba” respondió al rey:
He aquí, está en la casa de Maquir hijo de Amiel, en Lodebar» (2 Samuel 9:4).
Es interesante notar que Lodebar en hebreo significa «lugar estéril». Podría traducirse como «tierra inapta para pastoreo» posiblemente desértica.
Es como si el siervo estuviera diciendo que el hijo de Jonatán vive en un lugar absolutamente desértico, un lugar sin cultivos, sin pastoreo.
No hay un instante de vacilación. David ya ha escuchado lo suficiente como para entrar en acción.
Buscando a un inválido «Entonces envió el rey David, y le trajo de la casa de ¡Maquir hijo de Amiel, de Lodebar. Y vino Mefi-boset, hijo de Jonatán, hijo de Saúl a David, y se postró sobre su rostro e hizo reverencia.
Y difo David: Mefi-boset. Y él respondió: He aquí tu siervo. Y le dijo David: No tengas
temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Satil tu padre; y tu comerás siempre a mi mesa (2
Samuel 9:5-7).
Es Iogico que el hombre inválido se sintiera asustado al entrar al palacio en Jerusalén.
Desde pequeño, había tenido que ocultar su identidad para salvar la vida. Nunca quiso ser hallado, y menos por el rey que había sucedido a su abuelo en el trono. Si lo encontraban, su muerte era segura. Pero no había forma de negarse cuando David lo mandó buscar. Antes que pudiera darse cuenta, ya lo habían puesto en un carruaje preparado para él; y antes que pudiera creer lo que le estaba pasando, ya estaba delante del rey.
Todo esto explica por qué las palabras de David deben de haber dejado atónito a Mefi-boset.
Son propias de David, de su carácter. Cuando el corazón está lleno de amor por la gracia de Dios, la persona desea liberar a otros del temor, no producirlo.
Permítame interrumpir esta maravillosa historia para preguntarle algo sobre Jesús, aquel que estaba «lleno de gracia y de verdad». ¿Sabe cuál es el mandamiento que repitió con más frecuencia?
La mayoría de las personas a las que les hago esta pregunta no saben responderla correctamente. Nuestro Señor pronunció muchos mandamientos, pero éste es el que repitió con más frecuencia: «No temáis.» ¿No es fantástico? «No tengas miedo.» Naturalmente, la reacción más común de alguien que estuviera
parado ante el santo Hijo de Dios debe haber sido el temor. Sin embargo Jesús, lleno de gracia, decía cada vez: «No tengas miedo.»
No encaraba a las personas con el entrecejo fruncido, mirándolas
de la cabeza a los pies y blandiendo un garrote.
Los recibía con brazos abiertos y palabras reconfortantes: «No tengas miedo.» Esas son las palabras que David usó para Mefi-boset. Están empapadas
en gracia.
Mefi-boset debe haber esperado que le hundieran una flecha en su cuerpo. Con razón dice, tocando el suelo con el rostro ante su rey: «He aquí tu siervo.» «No tengas temor», le dice David, pero el pobre inválido no puede dejar de temblar. Es como si David quisiera decirle: «No te hice buscar para castigarte por algo que hayas hecho o dejado de hacer. Estoy buscando tu bien, no tu mal.
Quiero darte un lugar de honor, no despedazarte. El secreto del mensaje de David hacia este hombre puede resumirse en ocho palabras: «Puedes estar seguro de que seré misericordioso contigo.»
Se provee un privilegio «Entonces el rey llamó a Siba siervo de Saúl, y le dijo:
Todo lo que fue de Saúl y de toda su casa, yo lo he dado al hijo de tu señor» (2 Samuel 9:9).
“siba” debe haber estado sacudiendo la cabeza, completamente perplejo.
«Tú”, pues, le labrarás las tierras, tú con tus hijos y tus siervos, y almacenarás los frutos, para que el hijo de tu señor tenga pan para comer; pero Mefi-boset el hijo de tu señor comerá siempre a mi mesa» (2 Samuel 9:10).
En cuatro ocasiones se lee en el relato bíblico que el lisiado comería a la mesa del rey: vv. 7, 10, 11 y 13: «Y moraba Mefi-boset en Jerusalén, porque comía siempre a la mesa del rey; y estaba lisiado de ambos pies» (2 Samuel 9:13).
¡Qué escena! Cuánta amor y gracia Desde ese día en adelante fue bien recibido a la mesa del rey, y disfrutó de alimentación continua y provisión ininterrumpida.
Sin merecerlo, recibió un amor incondicional. Mefi-boset debe haberse sentido aturdido varios dias tratando de convencerse de que lo que estaba viviendo era realidad y no un simple sueño.
CONSIDEREMOS LAS ANALOGÍAS DE LA GRACIA.
Quizás ya haya percibido algunas de las analogías entre la gracia mostrada hacia Mefi-boset y la gracia que hemos recibido usted y yo. Encuentro al menos ocho:
- En el pasado, Mefi-boset había disfrutado del compañerismo de su padre. Lo mismo sucedió con nuestros primeros padres, Adán y Eva, en el hermoso jardín del Edén.
- Cuando ocurrió la tragedia, apareció el temor, y Mefi-boset sufrió una caída que lo dejó inválido por el resto de la vida. Lo mismo sucedió cuando entró el pecado: la humanidad sufrió una caída que la ha dejado incapacitada para siempre en la tierra.
- David, el rey, por el amor incondicional que tenia por su amigo Jonatán, buscó a quien pudiera demostrarle su gracia. De manera similar, Dios Padre, Por a acapacion ancondicional de la muerte en la cruz de su Unigénito Hijo, sigue buscando a quien hacer partícipe de su gracia.
- El hombre lisiado no tenía nada propio, no podía hacer nada, y no merecía nada. Ni siquiera intentó ganarse el favor del monarca. Lo único que podía hacer era aceptarlo humildemente. De manera que nosotros, pecadores sin esperanza y sin mérito alguno, que no merecemos en absoluto el favor del Padre, no podemos sino aceptarlo humildemente.
- El rey restauró al inválido de su infortunada existencia, de un lugar desierto y desolado a un lugar de compañerismo y honor. Dios, nuestro Padre, ha hecho lo mismo por nosotros. De nuestro «Lodebar» personal de quebranto y depravación nos ha rescatado para ponernos en un lugar de alimento espiritual cerca de él.
- David adoptó a Mefi-boset en la familia real, y le brindó constante provisión, alimento y bendiciones. Nosotros, también, hemos sido adoptados como hijos e hijas en la familia de Dios, y estamos rodeados de las inefables bendiciones de su reino.
- La invalidez permanente del nuevo hijo le recordaba para siempre la gracia del rey. Nuestro estado imperfecto nos impide olvidar que donde el pecado abunda, la gracia sobreabunda.
- Cuando Mefi-boset se sentaba a la mesa del rey, era tratado como uno de los hijos de David. Cuando un día estemos celebrando con el Señor, nosotros también seremos tratados como hijos.
Allí estaremos, compartiendo la mesa con Pablo y Pedro, con Lidia y Priscila, con María y Febe, Santiago, Juan, Bernabé, Lucas; con mártires, monjes, reformadores y evangelistas; con directores y profesores de los seminarios, pastores y misioneros, escritores y estadistas por igual, sin diferencia alguna de rango o título, sin ninguna consideración especial por los logros más elevados. ¿Por
qué? Porque ninguno de nosotros merece nada, todos somos indignos. ¡Todos somos lisiados! Cómo vamos a alabar a nuestro Dios! Toda nuestra alabanza será por Aquel que vino y murió, que resucitó y vive para siempre.
Toda nuestra alabanza será por Aquel que vino y murió, que resucitó y vive para siempre. Su nombre es Jesús; su mensaje es de amor.






