Por Raquel Olmedo Sosa

CONTENIDO NARRACIÓN & CUENTO
EN LOS AÑOS 1600 Y 1700
Se dice que al visitar el Palacio de Versalles en París, se observa que el suntuoso palacio no tiene baños.
En la Edad Media, no había cepillos de dientes, perfumes, desodorantes, y mucho menos papel higiénico.
Los excrementos humanos eran lanzados por las ventanas del palacio.
En un día de fiesta, la cocina del palacio pudo preparar un banquete para 1500 personas, sin la más mínima higiene.
En las películas actuales vemos a las personas de esa época sacudirse o abanicarse…
La explicación no está en el calor, sino en el mal olor que emitían debajo de las faldas (que fueron hechas a propósito para contener el olor de las partes íntimas, ya que no había higiene).
Tampoco era costumbre ducharse debido al frío y la casi inexistencia de agua corriente.
Solo los nobles tenían lacayos para abanicarlos, para disipar el mal olor que exhalaban el cuerpo y la boca, además de ahuyentar a los insectos.
Los que han estado en Versalles han admirado los enormes y hermosos jardines que, en ese momento, no solo se contemplaban, sino que se usaban como retrete en las famosas baladas promovidas por la monarquía, porque no había baños.
En la Edad Media, la mayoría de las bodas se realizaban en junio (para ellas, el comienzo del verano). La razón es simple: el primer baño del año se tomaba en mayo; así que en junio, el olor de la gente todavía era tolerable.
Sin embargo, como algunos olores ya comenzaban a molestar, las novias llevaban ramos de flores cerca de sus cuerpos para cubrir el hedor.
De ahí la explicación del origen del ramo de novia.
Los baños se tomaban en una sola bañera enorme llena de agua caliente. El jefe de la familia tenía el privilegio del primer baño en agua limpia.
Luego, sin cambiar el agua, llegaban los demás en la casa, en orden de edad, mujeres, también por edad y, finalmente, niños.
Los bebés eran los últimos en bañarse. Cuando llegaba su turno, el agua en la bañera estaba tan sucia que era posible matar a un bebé adentro.
Los techos de las casas no tenían cielo y las vigas de madera que los sostenían eran el mejor lugar para que los animales: perros, gatos, ratas y escarabajos se mantuvieran calientes. Cuando llovía, las filtraciones obligaban a los animales a saltar al suelo.
Los que tenían dinero tenían platos de lata. Ciertos tipos de alimentos oxidaban el material, causando que muchas personas mueran por envenenamiento.
Recordemos que los hábitos higiénicos de la época eran terribles.
Los tomates, siendo ácidos, se consideraron venenosos durante mucho tiempo, las tazas de lata se usaban para beber cerveza o whisky; esta combinación, a veces, dejaba al individuo «en el piso» (en una especie de narcolepsia inducida por la mezcla de bebida alcohólica con óxido de estaño).
Alguien que pasara por la calle pensaría que estaba muerto, así que recogían el cuerpo y se preparaba para el funeral. Luego se colocaba el cuerpo sobre la mesa de la cocina durante unos días y la familia se quedaba mirando, comiendo, bebiendo y esperando a ver si el muerto se despertaba o no. De ahí la que a los muertos se les vela (velatorio o velorio), que es la vigilia al lado del ataúd.
Inglaterra es un país pequeño, donde no siempre había lugar para enterrar a todos los muertos.
Luego se abrían los ataúdes, se extraían los huesos, se colocaban en osarios y la tumba se usaba para otro cadáver.
A veces, al abrir los ataúdes, se notaba que había rasguños en las tapas en el interior, lo que indicaba que el hombre muerto, de hecho, había sido enterrado vivo.
Así, al cerrar el ataúd, surgió la idea de atar una tira de la muñeca del difunto, pasarla por un agujero hecho en el ataúd y atarla a una campana. Después del entierro, alguien quedaba de servicio junto a la tumba durante unos días. Si el individuo se despertaba, el movimiento de su brazo haría sonar la campana.


Los Nietos
Son como herencias: tú los recibes sin merecer. Sin haber hecho nada para eso, de repente caen del cielo… Sin tener que pasar por las penas de amor, sin los compromisos del matrimonio, sin los dolores de la maternidad.
Un nieto es realmente, sangre de tu sangre.
Con la edad llega la nostalgia de alguna cosa que tenías y que se fue sutilmente junto con la juventud.
Mi Dios, ¿para dónde se fueron los chicos?
Se transformaron en aquellos adultos llenos de problemas que hoy son los hijos, que tienen suegro y suegra, cónyuge, empleo, apartamento y obligaciones, tú no reconoces de modo alguno a tus niños perdidos.
Son hombres y mujeres – No son más aquellos que tú recuerdas.
Y entonces , un lindo día, sin que te impongan ninguna de las agonías de la gestación o del parto, el doctor te coloca en los brazos un bebé. Completamente gratis.
Sin dolores, sin llantos, aquel niñitó por el cual morías de nostalgia, símbolo de tu juventud, lejos de ser un extraño, es uno de tus hijos que te devuelven.
Y lo raro es que todos te reconocen el derecho de amarlo con extravagancia.
Tengo la seguridad de que la vida nos da nietos para compensarnos de todas las pérdidas que acompañan a la vejez.
Son amores nuevos, profundos y felices, que vienen a ocupar aquel lugar vacío, nostálgico, dejado por los arrebatos juveniles.
Y cuando tú abrazas al niño y él, aún dormido abre un ojo y te dice: «Abu!” tu corazón estalla de felicidad, como pan en el horno!
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