Por Trilla J. Newbell

¿Alguna ves ve han dicho que debemos, confiar en el Señor? A mí me lo han dicho. De hecho, me lo han repetido muchas veces. Y sé que he dicho lo mismo a otras personas.
Es fácil andar diciendo: «Confía en Dios”, pero; ¿por qué deberíamos hacerlo? Sin duda, todas tenemos temores en una u otra área (muchas, como yo, en múltiples áreas).
Sin embargo, quiero enfocarme ahora en Aquel que provee la ayuda que necesitamos no solo para enfrentar nuestros temores, sino también para descansar en medio de ellos.
El descanso puede requerir primero arrepentimiento y luego confianza, pero antes de llegar a ello, debemos saber por qué podemos confiar en Dios. Así pues, volquemos nuestra atención a Él.
A fin de alcanzar la fe para confiar en Dios, necesitamos saber quién es El. Parte de la fe que esperamos obtener viene del temor del Señor. adelantémonos a definir algunos términos que nos ayuden a manera de introducción.
Salomón empieza el libro de sabiduría con una declaración interesante. «El temor del SEÑOR es el principio del conocimiento; los necios desprecian la sabiduría y la disciplina» (Proverbios 1.7 NVI).
A mi parecer, esta declaración suena como el dilema de la gallina y el huevo. ¿Qué viene primero, el conocimiento o la sabiduría o el temor del Señor? ¿Cómo se puede temer al Señor antes de obtener conocimiento? ¿Es posible conocer realmente a Dios y no temerle?
La definición de términos realmente lo cambia todo. El conocimiento se refiere a la comprensión correcta del mundo y de nosotras mismas como criaturas de un Dios amoroso y majestuoso.
La sabiduría es la habilidad adquirida de aplicar ese conocimiento correctamente. El objetivo es obtener conocimiento, lo cual nos da un entendimiento adecuado del mundo.
Y en el caso de este libro, adquirimos entendimiento acerca de quién es Dios y de sus caminos a la luz de nuestras circunstancias. Así que, antes de que podamos temer al Señor, debemos conocerlo, y conocer a Dios significa más que simplemente saber que hay un Dios. J. I. Packer explica: ¿Cómo vamos a hacer esto? ¿Cómo podemos convertir el conocimiento acerca de Dios en conocimiento de Dios?
La regla para hacerlo es sencilla, pero exigente. Consiste en convertir cada verdad que aprendemos acerca de Dios en un tema de meditación delante de Dios, lo cual nos lleva a la oración y la alabanza a Dios” En otras palabras, para conocer a Dios debemos meditar en la verdad de Dios.
Él se revela en su Palabra. Es allí donde lo encontramos y lo conocemos. En última instancia, el conocimiento de Dios transforma el conocimiento de todas las cosas.
Así que podemos mirar las estrellas y adorar, o aprender acerca de vasos sanguíneos y asombrarnos ante nuestro Creador. Sin embargo, no podemos hacer nada de esto de la manera correcta sin conocer primero a Dios.
Desde el día en que mi hijo nació, empecé a contarle que Dios había creado el mundo y nos había dado un hijo como el Antes de que naciera mi hijo, sufrí dos abortos espontáneos, de modo que constantemente le daba gracias a Dios por él.
Por supuesto, cuando él era bebé no podía realmente responder. Pero luego, a los cuatro años, por fin comunicó sus pensamientos acerca de Dios, lo cual me sorprendió.
Un día dijo: «No te creo. ¿Dónde está El? Yo no creo que Dios sea real». Como ves, mi hijo también sabía de dragones, superhéroes, criaturas extrañas con varias cabezas y de la locomotora Thomas y sus amigos que le hablaban a través de la pantalla del televisor.
Él sabía que estos personajes no eran reales, sino ficticios. Sin embargo, le parecían mucho más reales porque los veía. Me di cuenta entonces de que iba a ser necesario que el Señor le impartiera fe a mi hijo para que el creyera que Dios es real y no simplemente algo imaginario y abstracto acerca de lo cual a su mamá le gustaba hablar.
Creo que podemos ser como mi hijo. Oímos a las personas hablar acerca de este Dios; incluso podemos hablar de Él. Pero ¿sabemos realmente quién es Él?
Y si lo sabemos, ¿lo creemos en nuestro corazón? Santiago nos dice que incluso los demonios creen y tiemblan (Santiago 2:19).
El solo hecho de creer no nos da la seguridad de que Dios es quien dice que es. Aun como creyentes nacidas de nuevo, nuestro conocimiento de Dios es insuficiente.
Y seamos francas, en esos momentos aterradores de temor, muchas veces lo olvidamos. Por eso es bueno recordar quién es Dios.
El Catecismo Menor de Westminster dice que «Dios es Espíritu. Es infinito, eterno e inmutable, en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad”. Dios es infinitamente grande, majestuoso y formidable en todo lo que Él es y en todo lo que hace.
Como escribió con tanta elocuencia Packer: «Al igual que nosotros, es personal; pero a diferencia de nosotros, Él es grandioso”. Se han escrito libros y más libros acerca del carácter y los atributos de Dios. Lo que escribo aquí no es exhaustivo. ;
¿Existe alguna manera de realmente agotar nuestro entendimiento de Dios? Esto ni siquiera es un intento. No trataré de abordar cada aspecto de nuestro Padre (su paternidad es otro atributo); antes bien, voy a delinear aquellas características acerca de Él que considero te ayudarán a proseguir tu lectura.
Esas características incluyen su soberanía, sabiduría, amor y bondad, aunque no se limitan solo a estas. Sin embargo, antes de que pasemos a esas características, debemos tener claro que Dios no es como nosotras.
Dios es santo, o apartado. Él es completamente puro. Él es completamente diferente a cualquier cosa que nuestras mentes limitadas puedan imaginar, y aunque estamos hechas a su imagen, Él en nada se parece a nosotras (aunque podemos ser como Él. Él no es como nosotras).
En el cántico de Moisés, leemos lo siguiente: ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Exodo15:11).
La respuesta es que no hay nadie como nuestro Dios. Dios es glorioso. Dios es majestuoso. Dios es cada adjetivo que puedas encontrar para describir algo grandioso.
Muchas veces en nuestro pensamiento, minimizamos a Dios imaginando que es como nosotras. Lo que pensamos acerca de Dios se revela en nuestra manera de vivir, en lo que decimos y en las meditaciones intimas de nuestro corazón. Dios es más asombroso que cualquier idea que podamos concebir jamás.
Su santidad, a mi modo de ver; es el fundamento de todos los aspectos de su carácter. La soberanía de Dios ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero, oh casa de Israel? dice Jehová. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel (Jeremías 18:6)
Con Dios está la sabiduría y el poder; suyo es el consejo y la inteligencia (Job 12:13). Las Escrituras abundan en detalles acerca de la soberanía y la sabiduría de Dios. Estos atributos, que para muchos son difíciles de entender, A. W. Tozer los expone de la siguiente forma:
«Decir que Dios es soberano es decir que El es supremo sobre todas las cosas, que no hay nadie por encima de Él, que Él es Señor absoluto sobre la creación».
No hay ningún otro ser como Dios. Al entender que Dios reina y gobierna de forma soberana y que Él es el único Dios, podemos empezar a ceder nuestro control. Nuestro temor nos dice que nosotras tenemos el control, que necesitamos tener el control y someternos a nuestros sentimientos. La soberanía de Dios nos recuerda y nos asegura que Él tiene el control de todo y que Él es sabio. Sus pensamientos no son nuestros pensamientos y sus caminos no son nuestros caminos.
Estas son buenas noticias.
Timoteo necesitaba estas buenas noticias para perseverar en la buena batalla de la fe. Pablo lo instó a que se quedara en Éfeso «para que [mandase) a algunos que no ensenen diferente
doctrina» (I Timoteo 1:3). Timoteo debía confrontar a los falsos maestros. ¿Puedes imaginar por un minuto que este fuera tu llamado? Claro, se supone que todas debemos proclamar la verdad y; cuando vemos u oímos algo falso, procurar corregirlo (Efesios 4:15).
Sin embargo, ¡no muchas tenemos el encargo de detectar y corregir falsos maestros por toda la ciudad! La belleza de este llamado que recibió Timoteo radicaba en que su motivación y su finalidad eran el amor a otros (1 Timoteo 1:5).
No obstante, esta era una tarea onerosa que exigía mucha fe. Al final de 1 Timoteo, Pablo no le dice a Timoteo que se haga el fuerte, no le dice que confíe en él mismo ni le asegura que puede hacerlo solo.
Pablo le recuerda a Timoteo quién es Dios. Timoteo pelea la buena batalla de la fe recordando que,en el momento indicado, él estará con el Único «bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver» (1 Timoteo6:15-16).
Cuando Timoteo necesitaba ser reconfortado para comunicar la verdad, Pablo lo animó a recordar que Dios es soberano, que rige cada momento y que él debería confiar en que Dios hará su voluntad con lo que Timoteo lograba comunicar. Más aún, Timoteo sabía que quienes se oponían a él no eran nada comparados con Dios. Él podía confiar y descansar en Dios.
Nosotras también. Cuyo dominio es sempiterno, y su reino por todas las edades. Todos los habitantes de la ti erra son considerados como nada; y él hace según su voluntad en el ejército del cielo, y en los habitantes de la tierra, y no hay quien detenga su mano, y le diga: ¿Qué haces? (Daniel 4:34-35).
La sabiduría de Dios Y Dios, que es soberano, obra por medio de su sabiduría. Y como sabrás, Él es sabio en todo. El diccionario define la sabiduría como «el conocimiento que se adquiere mediante múltiples experiencias en la vida, la capacidad natural de entender asuntos que escapan a la mayoría de las personas y el conocimiento de lo que es pertinente o razonable, de buen sentido o buen juicio.
Esta es una definición de sabiduría desde la perspectiva humana. Nos volvemos sabias adquiriendo entendimiento. Tomamos decisiones inteligentes y en consecuencia somos sabias.
Adquirimos experiencia y somos capaces de discernir lo que es bueno por medio de la experiencia y, por ende, actuar de manera sabia.
Dios, en cambio, nunca tuvo que ser instruido, nunca necesitó experiencia, nunca tuvo que leer ni estudiar. Dios es absolutamente sabio. Dios no solo es absolutamente sabio, sino que también es sabio en todo lo que hace.
Nada que Dios haga lo hace aparte de su sabiduría divina. El salmista canta: «Cuán innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios» (Salmos 104:24).
Continuara.
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