Los Hijos No se Van, La vida Se Los Lleva.

Los hijos se van…

Hay que aceptarlos con esa condición…

Hay que criarlos con esa idea…

Hay que asumir esa realidad.

No es que se van…

Es que la vida se los lleva.

Ya no eres su centro, ya no eres la autoridad.

No diriges, aceptas.

No mandas, acompañas.

No proyectas, respetas.

Ya necesitan otro amor,

otro nido y otras perspectivas.

Ya les crecieron alas y quieren volar…

Ya les crecieron las raíces y maduraron por dentro.

Ya no les caben las raíces en tu maceta, ni les basta tu abono para nutrirse, ni tu agua para saciarse, ni tu protección para vivir.

Quieren crecer en otra dimensión.

Desarrollar su personalidad…

Enfrentar el viento de la vida, a la sombra del amor y al rendimiento de sus facultades.

Tienen un camino y quieren explorarlo…

Lo importante es que sepan desandarlo…

Tienen alas y quieren abrirlas, tú quedas adentro, en el cimiento de su edificio, en la raíz de su árbol, en la corteza de su estructura, en lo profundo de su corazón.

Tú quedas atrás…

En la estela luminosa que deja el barco al partir.

En el beso que le mandas.

En la oración que los sigue.

En la lágrima que los acompaña.

Tú quedas siempre en su interior…

Aunque cambies de lugar.

Haz la vida de tus hijos tan feliz, que cuando partan, piensen en regresar, aunque solo sea para tomar tu mano, y estar sólo un instante junto a ti.

LA DEFINICIÓN DE HIJO

José Saramago

«…hijo es un ser que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos y, de nosotros, aprender a tener coraje.

Sí, ¡eso es!;

ser madre o padre es el mayor acto de coraje que alguien pueda tener, porque es exponerse a todo tipo de dolor, principalmente de la incertidumbre de estar actuando correctamente y del miedo a perder algo tan amado.

¿Perder?, ¿cómo?, ¿no es nuestro?,

fue apenas un préstamo …el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por si mismos, luego le pertenece a la vida, al destino y a sus propias familias. Dios bendiga siempre a nuestros hijos, pues a nosotros ya nos bendijo con ellos».

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