Por John MacArthur

SARA: ESPERANDO CONTRA TODA ESPERANZA
Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido Hebreos 11.11 Vamos a ser honestos: hay ocasiones en la historia bíblica en que Sara se manifiesta casi como una fiera suelta.
Ella era la esposa del gran patriarca Abraham, así que tenemos la tendencia a verla en un marco de dignidad y honor. Pero leyendo la descripción bíblica de su vida, es imposible dejar de notar que a veces actuó muy mal. Podían darle ataques y berrinches.
Sabía muy bien cómo ser una manipuladora e incluso cómo ser mala. En algún momento, ejemplificó casi cada rasgo asociado con la típica caricatura de una mujer vulgar. Podía ser impaciente, temperamental, maquinadora, arisca, cruel, inconstante, malhumorada, celosa, errática, irracional, ganadora, quejumbrosa y regañona. No obstante, siempre fue el modelo perfecto de gracia piadosa y de mansedumbre. En efecto, hay pistas que indican que podría haber sido un dechado de belleza; una diva clásica. Su nombre, Sarai, significa «mi princesa». (Según Génesis 17.15, el nombre no sele cambió a Sara sino hasta cuando tenía noventa años).
La Escritura repetidamente destaca su deslumbrante atractivo. Donde quiera iba, al instante recibía favores privilegios a causa de su hermosura. Ese tipo de cosas puede estropear lo mejor de la mujer. A propósito, la descripción bíblica de la vida de Sara no comienza sino realmente hasta que tiene sesenta y cinco años.
Asombrosamente, aún a esa edad, su belleza física era tan extraordinaria que Abraham asumía con cierta frecuencia que otros hombres poderosos la querrían para su harén. Y tenía razón. Primero un faraón, luego un rey, sin saber que era la esposa de Abraham, planearon hacerla su mujer. Hasta el día de hoy, Sara es recordada por su legendaria belleza. Una famosa tradición musulmana enseña que Sara se parecía a Eva. (Eso es particularmente importante teniendo en cuenta otra tradición musulmana, que dice que Alá dio a Eva, dos tercios de toda la belleza existente, y luego dividió el otro tercio entre todas las demás mujeres).
Pero no es necesario embellecer el atractivo de Sara con fábulas. Con solo el relato bíblico queda claro que era una mujer extraordinariamente hermosa. Desde el momento en que se convirtió en la esposa de Abraham, Sara deseaba una cosa por sobre todo lo demás, y eso era tener hijos.
Pero era estéril desde el principio hasta el fin de sus años fecundos normales. De hecho, esto es prácticamente lo primero que la Escritura menciona sobre ella. Después que en Génesis 11.29 relata que Abraham la tomó como esposa, el versículo 30 dice: «Pero Sarai era estéril y no tenía hijo».
Estaba obviamente torturada por su esterilidad. Cada episodio de malhumor o conflicto en su familia estaba relacionado con su frustración por su propia aridez. Esto la carcomía. Gastó muchos años en manejar la frustración y la depresión que esta realidad le producía. Deseaba ser madre con desesperación, pero terminó aceptando que Dios mismo la había hecho definitivamente estéril Génesis 16.2.
Tanto quería que su marido tuviera un heredero, que le inventó un plan inmoral, incorrecto y completamente absurdo, convenciéndolo para que procreara un niño con su propia criada. De manera previsible, las consecuencias de tal truco carnal casi le desgarraron la vida y parecieron dejarle una cicatriz permanente en su personalidad. Su amargura la enfureció durante trece años, hasta que insistió definitivamente para que Abraham expulsara a la otra mujer y al niño que había procreado. Los defectos de Sara son suficientemente obvios. Sin ninguna duda, había caído. Su fe se debilitó con el tiempo. Su propio corazón la llevó por el camino equivocado. Esas faltas eran muy visibles e incuestionables.
Si esto fuera todo lo que sabemos acerca de Sara, podríamos estar tentados a describirla como una arpía, como una mujer áspera y dura, implacablemente egocéntrica y temperamental. No fue siempre ese tipo de persona que genera en forma natural nuestra comprensión y simpatía al conocerla. Por fortuna, había mucho más que eso en Sara. Tenía tantos puntos fuertes como defectos notorios. La Escritura en realidad la elogia por su fe y firmeza.
El apóstol Pedro la señala como modelo de cómo cada esposa debe someterse a la autoridad de su marido. Aunque con esos destellos terribles de mal genio e incluso de crueldad (recuerde que Sara era una criatura acuciada por problemas tan carnales como nosotros), su vida se caracteriza por la humildad, la mansedumbre, la hospitalidad, la fidelidad, el profundo afecto para con su marido, el amor sincero hacia Dios y la esperanza a toda prueba.
Haciendo un estudio sobre contrastes y contradicciones, concluimos que Sara fue efectivamente una mujer extraordinaria.
Aunque dio a luz solamente a un hijo y no fue madre sino hasta que había pasado la edad normal de la fertilidad, es la matriarca principal en la historia hebrea. Sin embargo, pese a que uno de los aspectos más ejemplares de su carácter fue la fidelidad a toda prueba para con su marido, el error más conocido de su vida la involucra en un acto de grosera infidelidad.
Vacilaba a veces, pero ella en última instancia perseveraba contra obstáculos increíbles, y la firmeza de su fe llegó a ser la característica principal de su legado. En efecto, el Nuevo Testamento la venera en el salón de la fe: «Porque creyó que era fiel quien lo había prometido» (Hebreos 11.11) El espectáculo completo de la fe asombrosa de Sara realmente no se aprecia en su totalidad sino hasta que consideramos los muchos obstáculos aparentemente insuperables de esa fe.
SU TRASFONDO EN UR DE LOS CALDEOS:
Sara era media hermana de Abraham, su marido. En Génesis 20.12, Abraham describe para el rey Abimalec su relación con su esposa: «Y a la verdad también es mi hermana, hija de mi padre, mas no hija de mi madre, y la tomé por mujer»
Taré era el padre de ambos. Sara era diez años más joven que Abraham (Génesis 17.17) No conocemos los nombres de ninguna de sus madres A propósito, esa clase de relación marital entre medio hermanos no constituía un tipo de incesto en los tiempos de Abraham. Su hermano Nacor se casó con una sobrina; y tanto Isaac como Jacob se casaron con primas.
Tales matrimonios entre parientes tan próximos no eran anormales o escandalosos en la era patriarcal ni en épocas previas que se extienden hasta la creación. Obviamente, puesto que Adán y Eva eran los únicos seres humanos a quienes Dios originalmente creó, fue absolutamente esencial que al comienzo algunos de sus descendientes se casaran con sus propios hermanos.
La Escritura no hizo ninguna prohibición contra los matrimonios consanguíneos (matrimonio entre parientes cercanos) hasta mucho después del tiempo de Abraham.
No hay duda que una de las razones principales por las que el Señor prohíbe esta práctica en última instancia, se debe a la acumulación de mutaciones genéticas en los genes humanos.
Cuando usted comienza con dos criaturas genéticamente perfectas, no hay riesgo de defectos hereditarios. Solo gradualmente aparecen los peligros asociados a la endogamia. Por lo tanto, no existía ninguna prohibición legal contra el incesto hasta la época de Moisés.
En Levítico 18.6, 18 y 20.17, 21 explícitamente se prohíben varios tipos de incesto, incluyendo el matrimonio entre medio hermanos. Pero los patriarcas no deben ser evaluados por leyes que entraron en vigencia muchas generaciones después. No era pecado que Abraham tomara a Sara como su esposa.
La Escritura no dice prácticamente nada de sus primeros años de matrimonio. En efecto, todo lo que sabemos sobre esa época de sus vidas es la amarga verdad que crispaba la conciencia de Sara permanentemente: «Mas Sarai era estéril, y no tenía hijo» Génesis 11.30. ¡Esa sola declaración resume todo lo que la Escritura tiene que decir acerca de los primeros sesenta y cinco años de la vida de Sara! No es para asombrarse que ocasionalmente presentara destellos de frustración y resentimiento. Nótese que el relato bíblico de la vida de Abraham no comienza realmente sino hasta los setenta y cinco. Todo lo que se nos dice es que él había nacido en Sumeria, la Baja
Mesopotamia, junto a la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates. (Cerca del Golfo Pérsico en una región que es parte del actual Irak.) El pueblo natal de Abraham era un famoso centro urbano conocido como Ur de los Caldeos.
Ur era el corazón de una cultura pagana sofisticada. Sara y Abraham habrían vivido allí durante el período de mayor poder y opulencia. El gobierno de la ciudad era una teocracia supersticiosa que supuestamente rendía culto al dios babilónico de la luna. (Esta era la misma cultura que construyó los famosos zigurat, torres terraplenadas donde se levantaban enormes templos paganos.)
Abraham, por supuesto, era un adorador de Jehová. Su conocimiento del Dios verdadero probablemente le había sido traspasado por sus antepasados.
Después de todo, Abraham era apenas un noveno descendiente de la generación de Sem, hijo de Noé. Es obvio que las culturas mundanas del tiempo de Abraham estuvieran muy paganizadas. Aún antes del episodio de la torre de Babel y por muchas generaciones, el amor por la verdad había ido disminuyendo rápidamente. Por la época en que Abraham entra en escena, la adoración idolátrica dominaba por completo la cultura del mundo.
Pero todavía existía un remanente disperso de creyentes fieles. Es muy probable que diseminadas aquí y allá entre la población del mundo hubiera familias fieles que conocían y adoraban a Jehová, habiendo mantenido su fe a través de las generaciones desde los tiempos de Noé. Por ejemplo, a juzgar por los detalles dados en el libro de Job, incluyendo la duración de su vida, Job fue probablemente contemporáneo cercano de Abraham. Job y sus amigos (aunque pésimos consejeros) tenían una cabal confianza en el Dios de sus antepasados. Vivieron en la región de Uz.
La ubicación precisa no es segura, pero es claro que estaba en el Medio Oriente Jeremías 25.20 pero no en las inmediaciones de Ur de los Caldeos, donde vivía la familia de Abraham. Así, el remanente que todavía adoraba a Jehová no estaba confinado a ninguna ubicación en particular ni limitado a ninguna familia. De hecho, el relato bíblico de la vida de Abraham también nos presenta a Melquisedec Génesis14.18.
El representaba una orden de sacerdotes itinerantes que conocían al verdadero Dios y le servían. Abraham se encontró con Melquisedec en algún lugar de la región del Mar Muerto. Claramente, existía en los tiempos de Abraham un remanente de adoradores fieles de Jehová.
El propósito del Señor al elegir y llamar a Abraham fue hacer de él el padre de una gran nación que sería su testigo en el mundo. Esa nación, Israel, estaría formalmente comprometida con Jehová.
A través de ellos, la verdad se mantendría viva y preservada a perpetuidad. La Escritura dice que «los oráculos de Dios» les fueron entregados a ellos Romanos 3.2. En otras palabras, de la nación que se formaría a partir de Abraham. Nótese que el relato bíblico de la vida de Abraham no comienza realmente sino hasta los setenta y cinco. Todo lo que se nos dice es que él había nacido en Sumeria, la Baja Mesopotamia, junto a la confluencia de los ríos Tigris y Eufrates. (Cerca del Golfo Pérsico en una región que es parte del actual Irak.) El pueblo natal de Abraham era un famoso centro urbano conocido como Ur de los Caldeos. Ur era el corazón de una cultura pagana sofisticada. Sara y Abraham habrían vivido allí durante el período de mayor poder y opulencia. El gobierno de la ciudad era una teocracia supersticiosa que supuestamente rendía culto al dios babilónico de la luna.
(Esta era la misma cultura que construyó los famosos zigurat, torres terraplenadas donde se levantaban enormes templos paganos.) Abraham, por supuesto, era un adorador de Jehová.
Su conocimiento del Dios verdadero probablemente le había sido traspasado por sus antepasados. Después de todo, Abraham era apenas un noveno descendiente de la generación de Sem, hijo de Noé.
Es obvio que las culturas mundanas del tiempo de Abraham estuvieran muy paganizadas. Aún antes del episodio de la torre de Babel y por muchas generaciones, el amor por la verdad había ido disminuyendo rápidamente. Por la época en que Abraham entra en escena, la adoración idolátrica dominaba por completo la cultura del mundo Pero todavía existía un remanente disperso de creyentes fieles. Es muy probable que diseminadas aquí y allá entre la población del mundo hubiera familias fieles que conocían y adoraban a Jehová, habiendo mantenido su fe a través de las generaciones desde los tiempos de Noé. Por ejemplo, a juzgar por los detalles dados en el libro de Job, incluyendo la duración de su vida, Job fue probablemente contemporáneo cercano de Abraham. Job y sus amigos (aunque pésimos consejeros) tenían una cabal confianza en el Dios de sus antepasados.
Vivieron en la región de Uz. La ubicación precisa no es segura, pero es claro que estaba en el Medio Oriente Jeremías 25.20 pero no en las inmediaciones de Ur de los Caldeos, donde vivía la familia de Abraham. Así, el remanente que todavía adoraba a Jehová no estaba confinado a ninguna ubicación en particular ni limitado a ninguna familia. De hecho, el relato bíblico de la vida de Abraham también nos presenta a Melquisedec Génesis14.18.
El representaba una orden de sacerdotes itinerantes que conocían al verdadero Dios y le servían. Abraham se encontró con Melquisedec en algún lugar de la región del Mar Muerto. Claramente, existía en los tiempos de Abraham un remanente de adoradores fieles de Jehová.
El propósito del Señor al elegir y llamar a Abraham fue hacer de él el padre de una gran nación que sería su testigo en el mundo. Esa nación, Israel, estaría formalmente comprometida con Jehová.
A través de ellos, la verdad se mantendría viva y preservada a perpetuidad. La Escritura dice que «los oráculos de Dios» les fueron entregados a ellos Romanos 3.2. En otras palabras, de la nación que se formaría a partir de Abraham se levantarían profetas. Por medio de ellos se entregarían las Escrituras a la humanidad. Dios viviría en medio de ellos y pondría allí su santuario. De su linaje se levantaría un Libertador, el Mesías. Y en El, todas las naciones del mundo serían benditas Génesis 18.18.
Sara por cierto tenía un papel fundamental en este plan. Abraham nunca llegaría a ser el patriarca de una gran nación si ella primero no era madre de su descendencia. Sara estaba consciente de las promesas del Señor para Abraham. Indudablemente, anhelaba ver cumplidas esas promesas.
En la medida que permanecía sin hijos, no obstante, la impresión de que todo dependía de ella debe haberla presionado como una gran carga sobre sus hombros.
Continuara.





