Dominio Y Control Mundial: La Guerra Del Peloponeso

Por Pedro Baños

Nada es grande ni pequeño salvo por comparación.

JONATHAN SWIFT

En un constante estado de comparación en que, para que un Estado predomine, el de al lado debe ser inferior, es lógico que exista una estrategia para debilitar y empobrecer al vecino y/o enemigo que ha tocado en suerte.

A lo largo de la historia han sido muchos los procedimientos a los que los Estados han recurrido para mantener así su estatus. Un ejemplo palmario es la aplicación de la Doctrina Monroe.

Se invocó por primera vez a finales de la década de 1840 y fue a partir de 1850 cuando empezó a tomar sentido, llevándose a la práctica a finales del siglo XIX y principios del XX con acciones como la apropiación del canal de Panamá y la guerra de Cuba.

El objetivo no era otro que extender la influencia por el continente americano a la vez que se buscaba debilitar los imperios europeos no aliados, ya en decadencia, y que constituían el verdadero enemigo de Estados Unidos.

Por su parte, Gran Bretaña entró en la Primera Guerra Mundial, entre otros motivos, porque Alemania había construido una formidable flota que ponía en riesgo el dominio británico de los mares, algo que Londres no se podía permitir pues afectaba directamente a su preponderancia en el comercio marítimo.

Así lo entendía Bernhard Bülow, quien opinaba que, antes de la Primera Guerra Mundial, Inglaterra tenía dos motivos de inquietud, uno industrial y otro colonial, que obligaban a los ingleses a mirar a Alemania como su competidora y su rival. La oposición que encontró España para entrar en la Unión Europea por parte de Francia era una maniobra encaminada a mantener la posición de primacía francesa en Europa respecto a los productos agrícolas.

A los franceses les preocupaba que España les hiciera sombra con productos más competitivos al entrar en el mercado común y no tener aranceles.

Aunque no prosperó, se observa claramente una relación de vecindad en la que Francia quería seguir predominando económicamente.

En nuestros días, Estados Unidos considera que su vecino molesto es México. A Washington le interesa una cierta estabilidad del país vecino, pero no que evolucione tanto que llegue a convertirse en un fuerte competidor.

México, con 125 millones de habitantes (a los que hay que añadir otros 35 millones de mexicanos o de origen mexicano que viven en Estados Unidos) tiene una tasa de crecimiento demográfico de un 50 % superior a la estadounidense,puede convertirse en pocos años en una de las diez economías más potentes del mundo, pasando de la manufactura a la producción industrial de alta tecnología, y encima con grandes reservas de petróleo y un floreciente turismo.

Por si fuera poco, los salarios en México llegan a ser diez veces inferiores a los estadounidenses, según sus diferentes sectores, por lo que la competencia es feroz.

Esta puede ser la razón de que el actual presidente norteamericano, Joe Biden, haya anunciado cambios en las relaciones comerciales entre ambos países. No se ha de olvidar el siempre excluyente nacionalismo que:

«exaltando la potencialidad de cada nación, favorece y estimula el odio de las naciones vecinas, a veces antagónicas por razones de concurrencia en la adquisición de materias primas o en la venta de productos».

Pedro Herranz,

LA GUERRA DEL PELOPONESO

Como luego ocurriría con frecuencia en siglos posteriores, la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) es la historia clásica de un poder que se consideraba a sí mismo como hegemónico regional en este caso Esparta, y su percepción de la amenaza que suponía el surgimiento con fuerza de un rival que aspiraba al dominio regional:Atenas.

El desarrollo de esta conflagración, relatada por el militar y escritor ateniense Tucídides en su libro Historia de la Guerra del Peloponeso, se ha analizado desde muy diversas perspectivas, desde la puramente militar estrategias, batallas, armamento, generales, combatientes, etc. al contexto político interno de cada ciudad participante en el conflicto y la situación de las relaciones regionales.

Pero quizá el aspecto menos abordado haya sido el económico, a pesar de que se puede considerar que es el factor clave subyacente en el surgimiento y evolución del enfrentamiento, además de ser también relevantes las consecuencias económicas de esta guerra.

Pues esta rivalidad geopolítica regional, tantas veces replicada luego a lo largo de la historia, en la que también entraban en liza dos sistemas de gobierno opuestos la democracia ateniense y la oligarquía espartana, estaba impulsada por la competencia económica. En el 445 a. C., Esparta y Atenas habían firmado la «paz de los 30 años». por la que los atenienses aceptaban que sus rivales siguieran siendo la potencia hegemónica en el Peloponeso mientras que, en compensación, a ellos se les permitía desarrollar su capacidad marítima.

Pero con el paso de los años, Esparta se dio cuenta de que Atenas estaba controlando los mercados mediterráneos, lo que permitía a esta ciudad ser cada vez más rica y poderosa.

Además, Atenas se servía de la Liga de Delos, creada en el 477 a. C. por el estadista ateniense Arístides con el propósito de hacer frente a las invasiones de los persas, lo que le confería una gran fortaleza dado que los integrantes de dicha confederación estaban formalmente comprometidos a proporcionar tropas, barcos y financiación a las campañas que Atenas, en su papel de líder, emprendiera para defender al resto de la coalición de los ataques persas.

En gran medida, el acierto ateniense había sido justamente construir esta alianza que le facilitaba el acceso a elevadas cantidades de dinero del fondo común, que a su vez le permitían su propio desarrollo social y político.

Hay que retroceder en el tiempo para comprender en su totalidad la situación de Atenas cuando entró en guerra con Esparta en el 431 a. C. Durante los primeros años de funcionamiento de la confederación de Delos, y a pesar de que algunos de sus miembros desconfiaran del creciente poder de Atenas y de su posición privilegiada en el seno de la coalición, en general abundaba el concierto, dado que todos los integrantes, en mayor o menor medida, se beneficiaban del comercio que fomentaban los atenienses.

Pero la cohesión dentro de esta Liga se fue deteriorando con el paso del tiempo, pues Atenas abusaba de su posición dominante para aumentar los impuestos a los otros miembros a los que había obligado a emplear su moneda con la justificación de mantener el adecuado dispositivo bélico.

En el 453 a. C., algunos de los miembros de esta coalición comenzaron a negarse a pagar los tributos que Atenas les imponía, a lo que habían respondido los atenienses con penalizaciones por los retrasos.

La Paz de Calias, ocurrida en el 449 a. C., por la que se ponía fin a las Guerras Médicas entre la Liga de Delos y el Imperio persa, llevó a la mayoría de los miembros de la coalición liderada por Atenas a plantearse su utilidad una vez desaparecida la razón que había motivado su origen.

Como quiera que los atenienses deseaban preservar la alianza que les otorgaba tanto poder, adoptaron la posición de convertir a sus antiguos socios en súbditos de un nuevo imperio.

De este modo, Atenas llegó a tener más de 250 tributarios, ejerciendo un absoluto dominio del comercio marítimo en la región.

En este proceso de desarrollo, Atenas necesitaba expansionar su comercio a fin de conseguir más ganancias para mantener los gastos sociales, que le permitían tener contenta a una población de donde extraía, principalmente de las clases más bajas, a los remeros para los navíos de la inmensa flota en la que se asentaba su fortaleza.

Para ello, sus objetivos se focalizaron en hacerse con las principales minas de oro y plata de los territorios adyacentes. En un principio, Esparta no veía como un peligro a su poder hegemónico el incremento del comercio de la Liga de Delos encabezada por Atenas.

Pero no sucedía lo mismo con algunos de los participantes en la Liga del Peloponeso, liderada por los espartanos, que viendo amenazada su economía empezaron a

poner trabas al comercio de los afiliados a Delos.

Esto llevó a que Atenas se planteara imponer algún tipo de bloqueo a las ciudades que le hacían la principal competencia. Uno de los grandes rivales económicos además de militar, por su potente flota de la Liga de Delos era Corinto, integrada en la rival Liga del Peloponeso.

Era una ciudad rica y su privilegiada posición le permitía controlar algunas de las principales rutas comerciales marítimas y terrestres.

Para Atenas llegó a convertirse en una auténtica obsesión, pues Corinto, exportadora de cotizados productos por todo el Mediterráneo, rivalizaba con los atenienses por copar el importante mercado siciliano, que llevaba asociado el dominio del mar Jónico.

Durante el trascurso de la guerra, una vez destruida la mayor parte de su flota y los territorios que controlaba en el estrecho de los Dardanelos (conocido en aquella época como el estrecho de Helesponto), Atenas ya no podía abastecerse de las mercancías provenientes del mar Negro especialmente cereales, que eran la base de la alimentación, teniendo esta circunstancia un peso trascendental en la derrota final de los atenienses, pues los espartanos la aprovecharon para, junto con otras maniobras encaminadas al mismo fin, imponer la pena del hambre a sus adversarios, abocándolos a la rendición.

En cuanto a las consecuencias del final de la guerra, Atenas, una vez vencida y sometida militar y políticamente por Esparta, se encontró con la prosperidad económica de antes de la guerra completamente destruida y su impotencia para recuperarla.

El resto del Peloponeso fue igualmente afectado por el enorme desgaste económico que la contienda había exigido, adueñándose así la pobreza de los griegos.

Cabe destacar, entre otras consecuencias económicas, que buena parte de las ciudades de la Liga del Peloponeso tuvieron que pedir dinero prestado, sobre todo a los persas, lo que no deja de ser sorprendente pensando que en realidad eran estos los enemigos comunes de todos los griegos. En cierto modo, la economía les proporcionaba a los persas una victoria inesperada sobre sus históricos enemigos.

Situación durante la guerra del Peloponeso, Mar Mediterráneo Oriental y otros efecto colateral de la guerra fue el surgimiento de la piratería en los mares antes controlados por los navíos atenienses, lo cual entorpecía al ya muy debilitado comercio.

El importante número de muertos en los escenarios de confrontación también repercutió negativamente en una economía regional que entró en recesión por la falta de personas para trabajar el campo o reflotar los negocios.

Franz Karka A Los 40 Años

Que nunca se casó y no tuvo hijos, paseó por el parque de Berlín cuando conoció a una niña que lloraba porque había perdido su muñeca favorita. Ella y Kafka buscaron la muñeca sin éxito.

Kafka le dijo que se reuniera con él allí al día siguiente y que volverían a buscarla. Al día siguiente, cuando aún no habían encontrado la muñeca, Kafka le dio a la niña una carta «escrita» por la muñeca que decía «por favor no llores. Hice un viaje para ver el mundo. Te escribiré sobre mis aventuras».

Así comenzó una historia que continuó hasta el final de la vida de Kafka. Durante sus reuniones, Kafka leyó las letras de la muñeca escritas cuidadosamente con aventuras y conversaciones que la niña encontró adorables. Finalmente, Kafka trajo la muñeca (compró una) que había regresado a Berlín.

«No se parece en nada a mi muñeca», dijo la niña. Kafka le entregó otra carta en la que la muñeca escribió: «

Mis viajes me han cambiado». La niña abrazó a la nueva muñeca y la llevó feliz a casa. Un año después murió Kafka. Muchos años después, la niña ahora adulta encontró una carta dentro de la muñeca. 

En la minúscula carta firmada por Kafka estaba escrito:

 «Todo lo que amas probablemente se perderá, pero al final, el amor volverá de otra manera».

NOTICIAS DEL REINO

TU PERIÓDICO DIGITAL

Deja un comentario