Por John MacArthur

LECCIÓN EN CUANTO A LA PRIORIDAD DE LA ADORACIÓN SOBRE EL SERVICIO
Es interesante leer esta narración, y tratar de imaginar cómo respondería el promedio de las mujeres, si estuvieran puestas en una situación como la de Marta.
Tengo la fuerte sospecha que muchas de ellas estarían inclinadas a simpatizar con Marta y no con María. Después de todo, normalmente se consideraría descortés dejar a su hermana hacer todo el trabajo difícil en la cocina mientras usted se sienta a charlar con los invitados.
Así en un sentido auténtico, los sentimientos de Marta eran naturales y en cierto modo comprensibles. Esa puede haber sido la razón para que el reproche de Jesús fuera tan suave. En circunstancias normales, cualquier hermana mayor pensaría que es obligatorio que la menor ayude a servir la comida a los huéspedes.
En otras palabras, que Marta esperara que María lo hiciera era, en esencia, perfectamente correcto y bueno. No obstante, lo que María estaba haciendo era aún mejor.
Ella había «escogido la buena parte» (Lucas 10.42), había descubierto que una cosa era necesaria: centrar en Cristo su total y verdadera adoración y devoción de su corazón. Esa era una prioridad más alta que el servicio y la buena parte que ella había escogido nadie podría quitársela, ni siquiera por causa de algo tan gentil o beneficioso como ayudar a Marta a preparar una comida para Jesús.
La humildad de María y su corazón obediente fue un regalo más grande para Jesús que la bien dispuesta mesa de Marta. Esto establece la adoración como la más alta de las prioridades para cada cristiano. Nada, ni aún el servicio rendido a Cristo, es más importante que escucharle y honrarle con nuestros corazones. Recuerde que Jesús dijo a la mujer samaritana junto al pozo, que Dios está buscando verdaderos adoradores (Juan 4.23).
Jesús había encontrado uno en María, no en Marta, quien entendió que la adoración es un deber más alto que el servicio rendido en su beneficio. Es un peligro, aún para la gente que ama a Cristo, que lleguemos a estar tan involucrados haciendo cosas para El que comencemos a descuidar el oírlo y recordar lo que ha hecho por nosotros.
Nunca debemos permitir que nuestro servicio a Cristo sobrepase nuestra adoración a Él. El momento en que nuestras obras llegan a ser más importantes que nuestra adoración, significa que hemos cambiado de lugar las verdaderas prioridades. En efecto, esa tendencia es ponzoñosa en toda forma de pietismo y liberalismo teológico. En el momento en que se alcen las buenas acciones por sobre la doctrina y la verdadera adoración, también se estarán arruinando las obras.
Hacer buenas obras por las obras tiende a exaltar el ego y a despreciar la obra de Dios. Buenas acciones, caridad humana y acciones de bondad son expresiones cruciales de una fe real, pero deben fluir de una verdadera confianza en la redención de Dios y su justicia. Después de todo, nuestras propias buenas obras nunca podrán ser un medio para ganarnos el favor de Dios; por eso es que en las Escrituras el foco de la fe está siempre sobre lo que Dios ha hecho por nosotros, y nunca sobre lo que nosotros hemos hecho por Él (Romanos 10.2-4).
Observe cualquier forma de religión donde las buenas obras son clasificadas como más importantes que la auténtica fe o la sana doctrina, y descubrirá un sistema que denigra a Cristo mientras que indebidamente se magnifica.
No es que Marta fuera culpable de un fariseísmo grosero. No podríamos ser más duros en nuestra estimación de ella que lo que Cristo lo fue.
Ella amaba al Señor. Su fe era real, pero por descuidar las cosas necesarias y ocuparse con mera actividad, llegó a estar espiritualmente desequilibrada.
Su conducta nos recuerda que un espíritu dañado de fariseísmo puede resbalar y contaminar aún los corazones de aquellos que sinceramente han adoptado a Cristo como su verdadera opción.
La dureza de Marta hacia María muestra precisamente ese tipo de desequilibrio en su propio corazón. Las amables palabras de Jesús para corregir a Marta (a la vez que su comentario sobre María) ponen las prioridades una vez más en el orden apropiado.
La adoración (la que se resume aquí por escuchar atentamente las enseñanzas de Jesús), es lo único necesario. El servicio a Cristo debe estar siempre subordinado a eso.
LECCIÓN EN CUANTO A LA PRIMACÍA DE LA FE SOBRE LAS OBRAS
Un tercer y vital principio espiritual, va de la mano con la prioridad de la adoración sobre el servicio, y está tan relacionado con esto que los dos realmente se entrecruzan.
Este tercer principio es que la verdad, (enseñado desde el comienzo hasta el final de la Escritura), eso que nosotros creemos, es en último término más determinante que lo que hacemos. El «mucho servicio» de Marta era una distracción (Lucas 10.40) de «aquello» (v.42) que era realmente necesario: escuchar a y aprender de Jesús. A menudo, las obras religiosas tienden en forma siniestra a eclipsar la fe misma.
Las buenas obras siempre fluyen de la fe y son los frutos de ésta. Lo que hacemos es vital, porque eso es la evidencia que nuestra fe es viva y verdadera (Santiago2.14-26). Pero la fe debe venir primero y es la única base viable para la verdad y la duración de las buenas obras. Todo eso está envuelto en la certeza de que las obras no son el instrumento de justificación; la fe lo es (Romanos 4.4-5).
Marta parece haber olvidado estas cosas momentáneamente. Estaba actuando como si Cristo necesitara que se hicieran obras para Él, antes que para el propio beneficio de ella.
Más que fijar humildemente su fe en la importancia vital de la obra de Cristo para con los pecadores, ella estaba pensando demasiado en términos de qué podía hacer por Él.
Una vez más, esta parece ser la tendencia natural del corazón humano. Estamos muy equivocados cuando imaginamos que lo que hacemos por Cristo, es más importante que lo que Él hace por nosotros. Los períodos de decadencia espiritual del cristianismo, coinciden con los tiempos en que la iglesia ha perdido de vista la primacía de la fe y en su lugar ha empezado a enfatizar las obras.
Prácticamente cada desviación seria de la doctrina a lo largo de la historia de la iglesia, ha tenido esta misma tendencia en su médula empezando con el error del judaísmo, que insistía que un Antiguo Pacto ritual (la circuncisión) era esencial para la justificación.
Ellos negaban que solo la fe podía ser instrumento de justificación, y eso menoscababa los fundamentos mismos del Evangelio.
El instinto humano parece decirnos que lo que nosotros hacemos, es más importante que lo que creemos. Pero eso es falso, es el producto de nuestra caída en el fariseísmo.
Constituye un completo error en nuestra forma de pensar, sinceramente equivocada. Nunca debemos creer que nuestras obras por Cristo son mayores que las que Él hace en nuestro beneficio. Por supuesto, un pensamiento como éste no podía nunca entrar conscientemente en la mente de Marta. Ella amaba a Cristo.
Genuinamente creía en Él, aunque su fe tenía momentos de debilidad. Aún en esta ocasión, permitió que su ansiedad acerca de lo que debía hacer por Cristo abrumara su gratitud por lo que Él hacía por ella.
Estoy muy agradecido de que el reproche de Cristo a Marta fuera amable. Debo confesar que es muy fácil para mí identificarme con ella. Amo el privilegio de servir al Señor, y Él me ha bendecido con más que suficiente para estar ocupado.
Es una tentación a veces estar tan involucrado en la actividad del ministerio, y olvidar que la fe y la adoración deben tener siempre la prioridad sobre el trabajo.
En estos tiempos frenéticos, todos necesitamos cultivar más el espíritu adorador y oidor de María, y menos la estresante agitación de Marta. Marta y María, además, nos recuerdan que Dios usa a todo tipo de personas.
Él nos ha dotado de manera diversa por alguna razón y no debemos despreciarnos unos a otros, o mirar a los demás con desdén, solo porque tenemos diferentes temperamentos personalidades contrastantes Marta fue una noble y piadosa mujer con un corazón de sierva y una extraordinaria capacidad de trabajo.
María era noble también, con una inusual predisposición a la adoración y a la sabiduría. Ambas eran notables en sus propios caminos. Si nosotros pensamos en sus dones y sus comportamientos juntos, nos dan un maravilloso ejemplo a seguir. Ojalá que nosotros cultivemos diligentemente las mejores cualidades de estas dos extraordinarias mujeres.





