
“Salvator Mundi”, Leonardo da Vinci- (1490-1500)
El cuadro más caro del mundo. El precio y los secretos del ”Salvator Mundi”

Es un dato bastante interesante sobre esta increíble pintura de Da Vinci, y decidí compartirlo.
Esta obra de Da Vinci se ha coronado como la más cara del mundo. Salvator Mundi batió el récord en noviembre de 2017, cuando fue vendida por 450’3 millones de dólares.
Son varias las conjeturas y misterios que rodean a esta mayúscula pieza del siglo XVI: desde su comprador hasta su posible paradero. Por otro lado, irónicamente, se dice que en los años 50 del siglo XX, al desconocerse su autoría, fue vendida en una subasta de Londres por el módico precio de 45 libras.
Pero más tarde en una subasta frenética de la sala Christies de Nueva York, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, decidió pagar 450 millones de dólares (unos 387 millones de euros al cambio, además de 40 en comisiones) por el cuadro.
Con esta transacción, que supuso el mayor desembolso de la historia por un particular para hacerse de una obra de arte, el cuadro del artista italiano pasó a ser el primero del autor en pertenecer a una colección privada.
Localización de esta joya es en yate de lujo Serene (propiedad del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed bin Salmán.
La obra representa a un Jesucristo que da la bendición con la mano derecha mientras sostiene una esfera de cristal en su mano izquierda y parece que fue pintada alrededor de 1490, cuando Da Vinci se encontraba en Milán trabajando en su Última Cena.
En el proceso de restauración, al retirar la pintura añadida en reparaciones anteriores, los trazos del labio superior del Cristo, «iguales que en la Gioconda», convencieron a Modestini de que el Salvator Mundi era un auténtico Da Vinci.
—Fuente: Museo del Prado 2.0


Discurso de aceptación del Nobel de Literatura.
Mi abuela, ya levantada antes que todos, me daba una gran taza de café con trozos de pan y me preguntaba si había dormido bien. Si le contaba algún mal sueño nacido de las historias del abuelo, ella siempre me tranquilizaba:
No hagas caso, en sueños no hay firmeza. Pensaba entonces que ella, aunque también fuese una mujer muy sabia, no alcanzaba las alturas de mi abuelo, que tumbado debajo de la higuera, con el nieto José al lado, era capaz de poner el universo en movimiento apenas con dos palabras.
Muchos años después, cuando él ya se había ido de este mundo y yo era un hombre hecho, vine a comprender que también la abuela creía en los sueños.
Otra cosa no podría significar que una noche sentada ante la puerta de su pobre casa, donde entonces vivía sola, mirando las estrellas mayores y menores, hubiese dicho estas palabras: El mundo es tan bonito y yo tengo tanta pena de morir.
No dijo miedo de morir, dijo pena de morir, como si la vida de pesado y continuo trabajo que había sido la suya, en aquel momento casi final, estuviera recibiendo la gracia de una suprema y última despedida, el consuelo de la belleza revelada, justo allí en su casa, tan especial en el mundo, porque en ella vivió gente capaz de dormir con cerdos como si fuesen sus propios hijos, gente que tenía pena de irse de la vida sólo porque el mundo era bello, gente como mi abuelo Jerónimo, pastor y contador de historias, que al presentir que la muerte venía a buscarlo, se despidió de los árboles de su huerto uno por uno, abrazándolos y llorando porque sabía que no los volvería a ver.
Por José Saramago.









