Hace poco leí una reflexión, esta decía algo así:
“Cuándo Dios te hace ver la realidad, descubres que el supuesto “fracaso” de años atrás fue precisamente lo que te llevó a dónde estás hoy. Ese fracaso resultó ser una bendición”.
Gerson Calderón

Quiero compartirte que, en estos meses, he dedicado gran parte de mi tiempo a reflexionar sobre mi pasado y las consecuencias de este en mi presente.
Creo que todos llegamos a un punto en dónde debemos revisar nuestras vidas minuciosamente, no con el afán de juzgarnos, pero si para saber en dónde nos encontramos y hacia dónde vamos.
No está de más decirte que durante mi niñez y juventud no fui una mujer de Dios. Crecí en una familia católica, por cultura más no por creencia y mucho menos por corazón.
Me criaron para creer y replicar que lo importante era cumplir con las costumbres, pero nunca me explicaron que significaban, ni por qué eran tan importantes.
Soy una fiel creyente de que, no importa la religión que profeses. Siempre que tu corazón esté en el Dios correcto, Él encontrara una forma de revelarse a tu vida y mostrarte tu verdadera identidad.
En mi caso, me dijeron que Dios castiga y que, aunque es mi padre, si yo no hacía lo que era correcto, Él dejaría de amarme.
Además, es tan grande que ciertamente tiene problemas más importantes que atender que los míos. Dios sólo escucha a aquellos que son puros de corazón y perfectos en su andar, lamentablemente yo estaba lejos de entrar dentro de esa categoría.
De esta manera crecí, creyendo que, aunque había un Dios, era un Dios que no intimaba con su creación. Ya nos había dado la vida, el resto dependía de nosotros.
También fue complicado para mi entender qué era lo correcto y que no. Me dijeron que robar y matar eran malo, pero también me dijeron que mi opinión no importaba.
Que las niñas debíamos ser siempre lindas (calladita te ves más bonita). Agradar a los demás es más importante, no hables, no opines, no te salgas de los moldes preestablecidos.
Me enseñaron a que mentir era malo, pero tampoco estaban dispuestos a escuchar la verdad. La confusión en mi vida fue tremenda. Muchas veces suprimí la voz del Espíritu Santo por cumplir con las expectativas que se tenían de mí.
Ciertamente dependía de las creencias y las percepciones que mis mayores tenían de éstas.
Hace poco, el Señor me reveló su presencia en mi vida, incluso en aquellos años en que yo no lo conocía. Él me reveló cómo cuidó de mí y protegió mi vida.
Durante mucho tiempo, di por hecho que todo en mi vida había sido una equivocación. Me preguntaba por qué no existía un botón de resset, para volver a empezar de cero.
Sin embargo, y retomando el texto inicial, he podido entender, que sin las vivencias del pasado no podría entender la gracia y misericordia de Dios en mi vida. No podría ver su mano poderosa guardándome.
¡Claro! Dios hubiera preferido que no pasara por circunstancias tan dolorosas. Sin Él a mi lado para consolarme y guiarme, e incluso evitar algunas de ellas, pero ¿sabes? Es parte del proceso de aprendizaje y madurez de todo ser humano. Perdónate.
Jesús ya lo hizo.
Ahora puedo entender la gracia y la misericordia de Dios y puedo vivir en lo que dice:
Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones”
Jeremías 1.5 NTV
Quiero invitarte a reflexionar sobre las cosas maravillosas que Dios ha hecho en tu vida. A veces damos por sentada “la vida”, sin embargo, te puedo asegurar que, si aún estas en esta tierra es por gracia y misericordia de Dios.
Es porque así le place a Él. No olvides que eres el mayor tesoro de tu Padre, que Él te ama.
Que dio su vida para que tu pudieras vivir. Y que, aunque no es perfecta, no estás solo. El poderoso gigante va delante de ti, guiando tus pasos. Incluso, cuando no parece, Él se asegura de que llegues a dónde ha dicho que llegarás.
Él ve quien realmente eres. No lo que dice el mundo que eres, no te conformes con este mundo, sino renueva tu mente en el poder de Cristo. Su voluntad que es buena, perfecta y agradable hacia ti. (Romanos 12:2 parafraseado).


AMADO DIOS
De infinita bondad, hoy me desperté feliz y agradecido, pues Tú me has concedido la dicha de abrir mis ojos al sol de un nuevo día, que sin duda estará lleno de alegrías, enseñanzas, posibilidades para alcanzar mis sueños y oportunidades para corregir mis errores del pasado y seguir adelante.
Tú me has dado salud, Tú me has dado esperanza, también un hogar y una familia que amo. Hay comida en mi mesa, tengo ropa que me abriga y también zapatos en mis pies. Tú has sido muy generoso conmigo y por todo te doy gracias. Te pido Señor que nunca te apartes de mi vida, pues cada día que pasa yo necesito más de Ti.
Señor, mis sueños, mis ilusiones, mis más grandes anhelos y mis propósitos están puestos en tus manos, pues confío en Ti y en tus promesas.
Por favor, haz que tu maravillosa bendición descienda sobre mi vida, la vida de las personas que amo y también sobre mi hogar. Te pido que nos cubras con tu preciosa sangre y alejes todo peligro, amenaza o mala intención. Camina junto a nosotros, padre celestial y nunca te apartes de nuestra vida.
Y cuando llegue la noche, pondremos nuestro ser ante tu hermosa presencia y en tu magno amor descansaremos. Envuelve nuestras vidas y las vidas del mundo entre tus brazos. Por favor llévate todo miedo o preocupación que nos robe la calma y nos impida el sueño, y llena nuestra mente con ideas de paz, amor, abundancia, calma y prosperidad.
Amado Dios, no sé lo que me espera en este nuevo día, pero mi corazón rebosa de alegría y mi alma aguarda llena de esperanza, pues ya puse este día en tus manos y sé que con tu ayuda será un día de grandes bendiciones y triunfos en mi vida, Amén.
Por Ma. Guanajuato González Castañales.












