Por John MacArthur

El libro de Rut en el Antiguo Testamento es una historia de amor perfecto en formato compacto. No es un cuento épico, sino un relato corto. (La extensión tiene solo ochenta y cinco versículos.)
Sin embargo, atraviesa todo el rango de las emociones humanas, desde el pesar más desgarrador hasta la cúspide de la felicidad. La vida de Rut fue la experiencia verdadera e histórica de una genuina mujer extraordinaria.
Fue también la representación perfecta de la historia de la redención, escrita con símbolos vivos y palpitantes. Ruth misma proporciona un exacto retrato de cada pecador. Era una viuda y una extranjera que se fue a vivir tierra extraña. Circunstancias trágicas la redujeron a una vil pobreza.
No solo era una paria y una exiliada, sino también privada de recursos, reducida a un estado de completa miseria de la que nunca se podría haber salvado por sus propios medios. En su apuro, buscó el favor de su suegra, su parienta legal más cercana. La historia de cómo cambió toda su vida, es uno de los relatos más profundamente conmovedores en toda la Escritura.
LA RUINA
La historia de Rut comenzó hacia el final de la era de los Jueces en el Antiguo Testamento. Fue aproximadamente un siglo antes de la época de David, en un tiempo caracterizado a menudo por la anarquía, la confusión y la infidelidad para con la ley de Dios. También había una hambruna grave en Israel en aquellos días.
En Rut 1.1-2 se nos presenta la familia de Elimelec formada por su esposa, Noemí, y dos hijos Mahlón y Quelión. Su pueblo natal era Belén, famoso como el lugar de entierro de Raquel, la esposa de Jacob (Génesis 35.19).
Belén en futuras generaciones ganaría más fama duradera como el pueblo natal de David, y luego, por supuesto, como el lugar de nacimiento de Cristo. La historia de la familia de Elimelec, puso un eslabón de la cadena que une la línea mesiánica con Belén. La hambruna en Israel forzó a Elimelec y familia a pedir refugio en Moab, del mismo modo como una hambruna similar había conducido a Abraham a Egipto una vez.
Éstos deben haber sido tiempos de desesperación, porque Moab misma era una región desolada, una meseta alta limitada al oeste por el Mar Muerto y en el este por extenso desierto árido. Sus límites por el norte y el sur eran dos profundos desfiladeros de ríos (el Arnón y el Zered, respectivamente), que estaban prácticamente secos la mayor parte del año. Moab era fértil pero seca, y por lo tanto la tierra en gran parte carecía de árboles, apta principalmente para el pastoreo de rebaños y manadas.
Los moabitas eran descendientes de la hija mayor de Lot por medio de la relación incestuosa con su propio padre. El hijo proveniente de tan ilícita unión fue nombrado Moab. Era, por supuesto, primo en segundo grado de Jacob. (Recuerde que Lot era sobrino de Abraham.) Pero aún cuando sus ancestros tenían una relación tan cercana, los moabitas y los israelitas en general se despreciaban entre sí.
Durante el tiempo en que Israel anduvo errante en el desierto, las mujeres moabitas deliberadamente seducían a los hombres israelitas, tentándolos a participar en sacrificios a dioses idólatras (Números 25).
Moab era la misma nación cuyo rey Balac atrajo al mercenario profeta Balaam, para que profetizara contra Israel. Así que a lo largo de las páginas del Antiguo Testamento, vemos que las relaciones entre Israel y Moab, iban de la tensión incómoda a la total hostilidad. Los moabitas adoraban a un dios llamado Quemos. (Era su principal deidad, pero Números 25.2 sugiere que veneraban también a muchos. La Escritura llama a Quemos «ídolo abominable de Moab» (1 Reyes 11.7; 2 Reyes 23.13). El culto a este ídolo era grotesco, al punto de incluir sacrificios humanos (2 Reyes 3.26-27).
Como los eventos de Números 25 indican, el culto moabita estaba lleno de imágenes eróticas y conductas obscenas. El paganismo moabita tipifica todo lo abominable sobre idolatría. La cultura moabita resume prácticamente todo lo que los fieles israelitas rechazaban. Por lo tanto, podría escandalizarnos y consternarnos el hecho que Elimelec y su familia buscaran refugio en Moab. Elimelec poseía tierras en Belén y era lo suficientemente prominente como para ser llamado «nuestro hermano» por los ancianos de la ciudad (Rut 4.2-3). Su nombre significa «Mi Dios es Rey». Eso, junto a la fe y el carácter de Noemí, sugiere que él y su familia eran devotos judíos y no mundanos descuidados.
El hecho que Elimelec llevara su familia a Moab nos da una medida de la gravedad de la espantosa hambruna. La tierra de Israel era evidentemente árida, tanto física como espiritualmente, y los tiempos eran desesperantes. La tragedia alcanzó rápidamente a esta familia. Primero murió Elimelec dejando a su viuda Noemí con la responsabilidad de criar a sus dos hijos.
Afortunadamente para ella, Mahlón y Quelión se estaban acercando a la madurez y se casaron pronto. Por desgracia, escogieron esposas moabitas (Rut 1.3-4). Ningún israelita devoto habría mirado tal matrimonio como unión propicia. Los varones israelitas estaban expresamente prohibidos de casarse con mujeres cananitas, por miedo a que se convirtieran a los otros dioses (Deuteronomio7.1-3).
El sentido común indica que por tales razones, casarse con una moabita tampoco era muy bien visto. Sin embargo, Noemí y sus hijos deben haberse sentido atrapados por circunstancias desesperadas, porque Noemí aceptó a estas nueras amablemente. Una fue nombrada Orfa (que quiere decir «terca» y la otra, Rut «amistad». Rut se casó con Mahlón (Rut 4.10), que al parecer era el mayor. Orfa, luego, habría sido la esposa de Quelión. Rut 1.41 dice que Noemí y sus hijos vivieron en Moab diez años. Ese, es probablemente el total del tiempo que permanecieron en Moab, más bien que los años que estuvieron casados; porque ninguna de las jóvenes parejas parece haber tenido hijos, lo que habría sido muy anormal al cabo de diez años de matrimonio, aún en tiempos de hambruna. Mientras tanto, las circunstancias no parecían mejorar para Noemí.
En efecto, las cosas más bien se pusieron peor. Tanto Mahlón como Quelión se murieron, dejando a las tres mujeres a merced de ellas mismas. En esa cultura, esto era una situación casi imposible. Tres viudas, sin ningún hijo ni parientes responsables, en tiempo de hambre, no podían esperar sobrevivir por mucho tiempo, aunque juntaran sus magros recursos. No se nos dice qué causó la muerte de los maridos, pero el hecho de que fallecieran los tres, da una idea de cuán dura era la vida en medio de la adversidad de aquellos días. Mahlón y Quelión parecen haber muerto en rápida sucesión; quizás a causa de una enfermedad, probablemente relacionada con la hambruna Noemí, Rut y Orfa habían llegado al borde de la ruina.
Por eso, cuando Noemí oyó decir que la sequía había cesado en Israel, pensó inmediatamente en volver. Era ahora viuda, sin hijos, pobre y envejecida (Rut 1.12), carente de toda tierra y pertenencias, y sin parientes cercanos con los que contar para cuidarla. Seguía echando de menos su patria y a su propia gente, de modo que decidió regresar a Belén.
Ambas nueras iniciaron el difícil viaje con Noemí, pero al analizar las circunstancias (especialmente las privaciones que estas dos jóvenes podrían enfrentar, si arriesgaban su futuro junto a ella) decidió dejarlas en libertad para que regresaran a sus propias familias. Noemí sentía como si la mano del Señor estuviera contra ella (v. 13).
Sin ninguna duda luchaba contra el amargo pesar de haber venido a Moab la primera vez. Ahora regresaba dejando a su marido y a sus hijos enterrados en ese lugar olvidado de Dios. Parecía embargarla el remordimiento y quizás un sentimiento de que, de alguna manera, era la causante del disgusto del Señor por haber ido a Moab. ¿Por qué sus nueras deberían sufrir a causa de la disciplina de la mano de Dios en contra suya?
Así que trató de convencer a las jóvenes para que regresaran La descripción de la escena de las mujeres es desgarradora: especialmente la amarga angustia compartida por las tres Entonces se levantó con sus nueras, y regresó de los campos de Moab; porque oyó en el campo de Moab que Jehová había visitado a su pueblo para darles pan. Salió, pues, del lugar donde había estado, y con ella sus dos nueras, y comenzaron a caminar para volverse a la tierra de Judá. Y Noemí dijo a sus dos nueras: Andad, volveos cada una a la casa de su madre; Jehová haga con vosotras misericordia, como la habéis hecho con los muertos y conmigo. Os conceda Jehová que halléis descanso, cada una en casa de su marido. Luego las besó, y ellas alzaron su voz y lloraron, y le dijeron:
Ciertamente nosotras iremos contigo a tu pueblo. Y Noemí respondió: Volveos, hijas mías; ¿para qué habéis de ir conmigo? ¿Tengo yo más hijos en el vientre, que puedan ser vuestros maridos? Volveos, hijas mías, e idos; porque yo ya soy vieja para tener marido. Y aunque dijese: Esperanza tengo, y esta noche estuviese con marido, y aun diese a luz hijos, ¿habíais vosotras de esperarlos hasta que fuesen grandes? ¿Habíais de quedaros sin casar por amor a ellos? No, hijas mías; que mayor amargura tengo yo que vosotras, pues la mano de Jehová ha salido contra mí. Y ellas alzaron otra vez su voz y lloraron; y Ora besó a su suegra, más Rut se quedó con ella (Rut 1.6-14).
DETERMINACIÓN
Al margen del costo personal, Rut estaba decidida a permanecer con Noemí. La aun joven moabita probablemente sintió que, de cualquier forma, no tenía nada que perder. De acuerdo con el significado de su nombre, Rut parece haber desarrollado un fuerte lazo de amistad y apego para con su suegra. Noemí insistió en tratar de disuadir a Rut de que fuera con ella. Le dijo: «He aquí tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses; vuélvete tú tras ella» (Rut 1.15).
Noemí sin duda sentía que no era el mejor panorama para Rut atar su vida a la de una anciana. Por otro lado, no estaba suficientemente segura, que sería bueno para Rut volver a su gente «y a sus dioses». Con toda probabilidad, Noemí estaba probando a Rut, esperando obtener de ella una explícita profesión verbal de la fe en Jehová. Podría ser un error llevar a Rut a Israel y poner una viuda sin apoyo económico en esa sociedad si ella no tuviera un genuino compromiso con el Dios de Israel. La réplica de Rut es una hermosa pieza de poesía en estilo hebreo:
No me ruegues que te deje, y me aparte de ti; porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios. Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre nosotras dos (Rut 1.16-17).
Así expresó Rut su firme propósito de quedarse con Noemí. Su cariño por su suegra era sincero. Seguía deseando permanecer como parte de la familia. Sobre todo, su devoción por el Dios de Israel era real. Esto fue un sorprendente, maduro y significativo testimonio de fe personal, especialmente si se tiene en cuenta que venía de los labios de una mujer criada en una cultura pagana. Noemí y su familia deben haber hecho una fuerte impresión.
Cuando Noemí vio el firme propósito de Rut, dice la Escritura que «no dijo más» (v.18); es decir, no siguió tratando de disuadir a Rut de venir con ella a Belén. Sus almas y sus destinos estaban unidos por su amistad y una fe común. Después de diez años o más en Moab, Noemí regresó a la gente que la recordaba y que conocía su nombre. Su regreso causó una conmoción enorme.
La Escritura dice: «Toda la ciudad se conmovió por causa de ellas, y decían: ¿No es ésta Noemí? (v.19). Noemí significa «agradable» y en un primer tiempo aquel significado tiene que haber sido una perfecta descripción de Noemí. El hecho es que muchas mujeres la recordaran y estuvieran tan contentas al verla, sugería que había sido una persona sociable, amada por todos los que la habían conocido. Pero ahora su vida era del color de la tristeza, así que dijo a las demás mujeres: No me llaméis Noemí, sino llamadme Mara [que quiere decir, amarga]; porque en gran amargura me ha puesto el Todopoderoso. Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías. ¿Por qué me llamaréis Noemí, ya que Jehová ha dado testimonio contra mí, y el Todopoderoso me ha afligido? (vv.20-21)
Esto más que una queja era un sentido lamento. Sabía, como Job, que el Señor da y el Señor quita. Comprendía el principio de la soberanía de Dios. Al pedir que la llamaran «Mara» no estaba sugiriendo que se había vuelto una persona amarga sino que, (como sus palabras lo revelan) la Providencia le había dado una copa amarga para beber. Vio la mano de Dios en sus sufrimientos pero pienso que, lejos de quejarse, estaba simplemente reconociendo su fe en la soberanía de Dios, incluso en medio de una vida de sufrimiento.
Todo lo que la Escritura nos dice sobre Noemí indica que permaneció inalterable en la fe a lo largo de sus duras experiencias. No fue diferente de Job, fue una mujer de gran fe, que soportó casi inimaginables pruebas, sin nunca vacilar en su amor para con Jehová y en su compromiso con su voluntad.
Así que su vida es en realidad una expresión impresionante de la fe, sin una pizca de resentimiento. Elimelec tenía un pariente adinerado llamado Booz, que había prosperado a pesar de los años de hambruna.
Era un terrateniente con vastas propiedades y considerable influencia. La Escritura dice que era «un pariente de su marido» (Rut 2.1), pero no especifica la relación. Podría haber sido el hermano de Elimelec, pero eso parece improbable, debido a que él no era, técnicamente, el pariente más cercano de Noemí (Rut 3.12). Era probablemente un primo o un sobrino de Elimelec.
Además, Booz era un descendiente directo de Rahab. Mateo 1.5 dice: «Salmón engendró de Rahab a Booz», y eso concuerda con Rut 4.21, pero el número de años que hay entre la época de la caída de Jericó y el principio de la dinastía de David, sugiere que debe haber mas generaciones entre Salmón y David, que los que nombran Mateo 1 o Rut 4 explícitamente.
La genealogía hebrea usaba a menudo un tipo de taquigratía, pasando por alto generaciones entre ancestros muy conocidos. Mateo parece hacer esto deliberadamente para conseguir un tipo de simetría numérica en el listado genealógico (Mateo 1.17), probablemente como ayuda para la memorización.
Así que, más bien que hijo de Rahab, es probable que Booz haya sido su bisnieto. Estaba, no obstante, en la línea directa de Rahab. Conocía indudablemente su historia y la gloria de su herencia. Su conexión con Rahab ciertamente inclinaría su corazón para simpatizar con el aprieto de una mujer extranjera como Rut, que había abrazado a Jehová con una fe que evocaba la de Rahab.




