Por John MacArthur

Al aceptar regresar a Belén con Noemí, Rut estaba aceptando ayudar al sostenimiento de la anciana. Los datos bíblicos indican que Ruth era todavía muy joven y físicamente fuerte.
Así que fue a trabajar en los campos, recogiendo lo que los cosechadores dejaban con el fin de proporcionar suficiente grano para suplir una necesidad.
La ley bíblica establecía esto como un medio por el cual, incluso los más desposeídos en Israel, siempre podían ganarse la vida. Levítico 19.9-10; 23.22, y Deuteronomio 24.19-21 señalan que cuando un campo era cosechado, lo que cayera de las gavillas debería dejarse deliberadamente.
Cuando la fruta era tomada de los árboles y viñas, tenía que dejarse una parte sin arrancar. Los restos de las cosechas entonces eran libres de ser recabadas por cualquiera que quisiera. Las opciones de Rut estaban limitadas a eso, y solo a eso.
No tenía ningún pariente aparte de su suegra. Los propios familiares más cercanos de Noemí, tampoco eran lo suficientemente próximos, como para tener la obligación legal de sostenerla. Sin medios visibles de ayuda, Rut vio la necesidad de trabajar en los campos de cebada, así que pidió y obtuvo el permiso de Noemí (Rut 2.2).
Fue, pues, y espigaba en uno de los campos de Booz cuando éste la vio. El lenguaje del texto indica que fue solo casualidad: «Y aconteció que aquella parte del campo era de Booz. el cual era de la familia de Elimelec» (v.3) pero sabemos por la enseñanza clara de la Escritura, que Dios mismo organizó providencialmente estos acontecimientos (Proverbios 16.33).
Nada sucede por «casualidad», sino que Dios está siempre detrás de los hechos, haciendo que todas las cosas sucedan para el bien de su pueblo (Romanos 8.28). Para los creyentes no existen cosas tales como la «suerte» o el «destino». Ese mismo día, Booz visitó sus campos para ver el progreso de la cosecha. Cuando se percató de la presencia de Rut, de inmediato se interesó. Ella era obviamente joven, capaz y diligente. Así es que llamó al capataz y le preguntó acerca de Rut.
Este le explicó: «Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab; y ha dicho: Te ruego que me dejes recoger y juntar tras los segadores entre las gavillas. Entró, pues, y está desde por la mañana hasta ahora, sin descansar ni aun por un momento»(Rut 2.6-7). Booz, por supuesto se dio cuenta de inmediato que esta mujer era su pariente por matrimonio, así que empezó a mostrarle favor especial.
La animó a espigar solamente en sus campos y a permanecer cerca de sus cosechadores. Le dio permiso para beber del agua que él proporcionaba a sus criados e instruyó a los jóvenes de no tocarla.
Rut, animada por su gentileza y generosidad, sabía muy bien que tal extrema atención era poco común, especialmente con una mujer pobre venida de una tierra extraña. «Ella entonces bajando su rostro se inclinó a tierra, y le dijo: ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas, siendo yo extranjera?» (v.10) Booz le explicó que había oído de su extraordinaria fidelidad para con Noemí y los grandes sacrificios que había hecho para venir a una tierra extranjera.
Entonces le dio una bendición especial que revelaba cuán piadoso era: «Jehová recompense tu obra, y tu remuneración sea cumplida de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte» (v.12).
La respuesta de ella fue igualmente gentil, y hermosa por su humildad: «Señor mío, halle yo gracia delante de tus ojos; porque me has consolado, y porque has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni como una de tus criadas» (v.13).
En ese primer encuentro, Booz de inmediato fue impactado por Rut. La invitó a que comiera con sus trabajadores a la hora de la colación y personalmente vio que quedara satisfecha (vv. 14-16).
Dio instrucciones a sus obreros para que le permitieran espigar entre sus gavillas, encargándoles incluso, que dejaran caer grano a propósito de los atados, para que ella los recogiera.
Así aligeró el peso de su trabajo y le incrementó el beneficio. Rut, no obstante, continuó trabajando duro todo el día. «Espigó, pues, en el campo hastala noche, y desgranó lo que había recogido, y fue como un efa de cebada» (v.17).
Era en total una media fanega, aproximadamente, suficiente para alimentarse ella y Noemi durante cinco días o más. Esto era más o menos cuatro veces lo que, como mucho, un espigador podía esperar recoger en un típico buen día.
Rut tomó el grano, así como un poco de comida sobrante del almuerzo y lo llevó a Noemí, quien estaba muy sorprendida y contenta por lo bien que le había ido a Rut. Parecía haber comprendido instintivamente, que no era posible que tal cosa hubiera ocurrido sin la ayuda de alguien.
Así que le preguntó dónde había espigado y pronunció una bendición especial sobre «el que te ha reconocido» (v.19) Cuando Rut le dijo que el hombre que había sido su benefactor se llamaba Booz, Noemí vio de inmediato la mano de Dios. «Y dijo Noemí a su nuera: Sea él bendito de Jehová, pues que no ha rehusado a los vivos la benevolencia que tuvo para con los que han muerto.
Después le dijo Noemí: Nuestro pariente es aquel varón, y uno de los que pueden redimirnos» (v.20). La palabra hebrea que se traduce como «pariente cercano» es gol, término técnico que representa mucho más que «familiar». El gol era un pariente que venía al rescate. La palabra goel incluye la idea de redención o liberación. De hecho, con el fin de expresar la idea más perfectamente en español, los eruditos del Antiguo Testamento hablan del gol a veces como un «pariente que redime».
En unas ocasiones en la Escritura, la palabra es traducida como «redentor» (Job 19.25) y en otras como «vengador» (Números 35.12). Un goel era generalmente un varón destacado en la familia extendida. Era el guardián oficial del honor familiar. Si la ocasión lo exigía podía vengar la sangre de un pariente asesinado (Josué 20.2-9). Podía volver a comprar las tierras de la familia vendidas en tiempos de tribulación (Levítico25.23-28). Podía pagar el precio de redención de los parientes vendidos como esclavos (Levítico 25.47- 49).
O, (si era un hombre soltero o viudo y en condiciones de casarse) podía revivir el linaje de la familia cuando alguien moría sin heredero, casándose con la viuda y engendrando descendientes que heredarían el nombre y las propiedades del que había fallecido. Esto se conocía como ley de levirato, y Deuteronomio25.5-10 lo presentaba como un deber en aquellos casos, donde un hermano (soltero y presumiblemente más joven) estaba viviendo en el hogar de un hermano casado que moría.
Si el hermano sobreviviente rehusaba cumplir el deber del gol casándose con la viuda de su hermano, era tratado con desprecio por toda la sociedad. El Antiguo Testamento pone mucho énfasis en la función del gol. En la gestión de esta persona había un aspecto redentor muy importante. Cada pariente-redentor era, en efecto, una ilustración viviente de la posición y el trabajo de Cristo con respecto a su pueblo: Él es nuestro verdadero pariente-redentor, que llega a ser nuestro Hermano humano, nos rescata de la esclavitud del mal, redime nuestras vidas de la muerte, y nos regresa, en última instancia, todo lo que perdimos a causa de nuestro pecado. Booz sería el gol de Rut.
Salvaría su vida de la pobreza y de la viudez. Sería su libertador. Noemí comprendió el potencial de este feliz giro de los acontecimientos, desde el mismo momento que supo que era Booz, quien se había interesado en Ruth.
No era solamente un pariente; tenía los medios para ser también un redentor. Con mucha convicción, Noemí animó a Rut a seguir las instrucciones de Booz y a permanecer exclusivamente en sus campos hasta el final de la cosecha (Rut 2.21-23). Noemí veía como su deber de suegra, velar por la seguridad a largo plazo de esta fiel joven moabita que había demostrado tan gentilmente su lealtad, generosidad, diligencia y fuerza de carácter durante todo el caluroso y difícil período de cosecha.
En una cultura donde los matrimonios concertados eran la norma, esto implicaba hacer lo que pudiera para arreglar un matrimonio entre Rut y Booz. Porque era mujer, el protocolo prohibía a Noemí acercarse a Booz para organizar un matrimonio con Rut. En etecto, no hay ninguna sugerencia de que Noemí haya siquiera hablado con Booz desde su regreso de Moab. Sin embargo, desde el principio, Noemí tuvo la intuición de que Booz estaba interesado en Rut. Habiendo observado y esperado a través de la larga estación de cosecha, Noemí aparentemente decidió que Booz necesitaba algún tipo de ayuda sutil para echar a correr la bolita. La manera como se desarrollaron los acontecimientos indica que el instinto de Noemí estuvo bien orientado. Si Booz había estado casado, la Escritura no lo menciona. De acuerdo a la tradición judía, era un soltero vitalicio.
Podría haber tenido algún defecto físico o una personalidad excéntrica, que lo mantenía a la espera de un buen arreglo matrimonial.
En último término, necesitaba un empujoncito. Aunque, por cierto, mostró un interés profundo en Ruth desde el momento en que la vio, no parece habérsele pasado por la mente cumplir con la función de qoel en su beneficio.
Por su propio testimonio (Rut 3.10), estaba sorprendido de que Rut no lo considerara inadecuado para el matrimonio. Noemí había dimensionado la situación correctamente, sin embargo, y enseñó a Rut sobre qué hacer. El plan de Noemí era audaz y muy poco convencional. Por supuesto, como extranjera, podía siempre alegar ignorancia de las costumbres judías, pero si el plan de Noemí se hubiera conocido con anticipación por la gente de la comunidad, los guardianes del decoro ciertamente se habrían levantado en armas.
Por supuesto, el plan no involucraba ninguna injusticia ni indecencia. Noemí indudablemente no habría pedido nada a Rut que comprometiera su virtud o que la hiciera renunciar a su modestia piadosa.
Pero lo que Noemí aconsejó a Rut fue escandalosamente adelantado. (Aún a mentes iluminadas del siglo XXI esto parece increíblemente audaz.) ¡El plan de Noemí, en esencia, era que Rut le propusiera matrimonio a Booz! Por eso, le dijo: «Te lavarás, pues, y te ungirás, y vistiéndote tus vestidos, irás a la era; mas no te darás a conocer al varón hasta que él haya acabado de comer y de beber.
Y cuando él se acueste, notarás el lugar donde se acuesta, e irás y descubrirás sus pies, y te acostarás allí; y él te dirá lo que hayas de hacer (Rut 3.3-4). Para las costumbres de la época, eso demostraría la disposición de Rut de casarse con Booz.
Se había llegado al final de la cosecha. El lugar donde el cereal era aventado estaba, por lo general, al aire libre. Esto suponía dar vueltas el grano al aire con el propósito de que el viento se llevara las cáscaras ligeras de paja.
Booz trabajaría hasta tarde, dormiría en la trilla, se levantaría temprano y volvería a trillar el grano. Así extendió su jornada y vigiló toda la noche. Trabajó hasta muy tarde, se sirvió una comida liviana y se recostó junto al montón de grano La Escritura dice que «su corazón estuvo contento»(Rut 3.7).
La cosecha había sido abundante. Después de años de hambruna, Booz estaba alborozado en su prosperidad. De conformidad con las instrucciones de Noemí. «Rut vino calladamente, le descubrió los pies y se acostó» (v. 7). Booz estaba tan fatigado, que no la notó sino hasta medianoche cuando se sorprendió de encontrar a una mujer tendida a sus pies. Entonces, le dijo: «¿Quién eres?» Ella respondió: «Yo soy Rut tu sierva; extiende el borde de tu capa sobre tu sierva, por cuanto eres pariente cercano» (v.9). Ruth estaba pidiendo prestado el lenguaje («Bajo su ala») de la bendición que Booz le había dado (2.12).
Esta era, ni más ni menos, una proposición de matrimonio. Y fue como una bendición abrumadora e inesperada a Booz. Rut 3.10-13 dice lo siguiente: Y él dijo: Bendita seas tú de Jehová, hija mía; has hecho mejor tu postrera bondad que la primera, no yendo en busca de los jóvenes, sean pobres o ricos.
Ahora pues, no temas, hija mía; yo haré contigo lo que tú digas, pues toda la gente de mi pueblo sabe que eres mujer virtuosa. Y ahora, aunque es cierto que yo soy pariente cercano, con todo eso hay pariente más cercano que yo. Pasa aquí la noche. y cuando sea de día. si él te redimiere bien redímate; más si él no te quisiere redimir, yo te redimiré, vive Jehová. Descansa, pues, hasta la mañana.
La Escritura no identifica al hombre que era el pariente más cercano de Noemí. (Podría haber sido un hermano mayor o un primo de Booz.) Booz, sin embargo, sabía quién era y conocía la costumbre que le exigía diferirlo con aquel otro pariente, de modo que explicó la situación a Rut, le juró su buena voluntad de ser su qoel si era posible, y la animó a que se quedara a sus pies el resto de la noche. Nada inmoral ocurrió, por supuesto, y la Escritura es clara al respecto.
Pero Booz, siendo protector de la virtud de Rut, la despertó y la envió a casa justo antes del amanecer. Le dio una generosa porción de grano como obsequio para Noemí diciendo: «A fin de que no vayas a tu suegra con las manos vacías» (v.17).
Noemí, por supuesto, esperaba ansiosa oír lo que había ocurrido. Rut le contó todo y Noemí, cuya intuición femenina era impecable, dijo: «Espérate, hija mía, hasta que sepas cómo se resuelve el asunto; porque aquel hombre no descansará hasta que concluya el asunto hoy (v.18).
Tenía razón. Booz fue a la puerta de la ciudad inmediatamente y encontró al pariente más cercano de Noemí. Los dos se sentaron en presencia de diez ancianos y negociaron por el derecho de ser el gol de Rut.
Esa función involucraba, antes que nada, la recompra de la propiedad de Elimelec. En Israel, las porciones de tierra eran parte del legado permanente de cada familia, de generación en generación. No podían venderse para siempre (Levítico25.23). Los bienes raíces que eran «vendidos» para pagar deudas se quedaban en posesión del comprador solo hasta el año del jubileo, en cuyo tiempo era revertido al propietario original.
Este arreglo ayudó a mantener la riqueza de Israel distribuida uniformemente, y significaba que los tratos por venta de tierras eran en realidad más bien arrendamientos a largo plazo. La tierra vendida por deuda tenía el consuelo que podía también ser recuperada en cualquier momento por el vendedor o su gol.
Puesto que Elimelec no tenía heredero, la propiedad que él y Noemí habían vendido para pagar sus deudas sería automáticamente posesión permanente de quien actuara como gol de Noemí redimiendo su propiedad. Esto hacía el proyecto sumamente atractivo. Booz dijo: «Si tú quieres redimir, redime; y si no quieres redimir, decláramelo para que yo lo sepa; porque no hay otro que redima sino tú, y yo después de ti.
Y él respondió: Yo redimiré»(Rut 4,4). Pero entonces Booz explicó que había algo que considerar. Aunque Elimelec no tenía heredero sobreviviente, el hombre que habría sido su heredero legítimo (Mahlón) había dejado una viuda. Por lo tanto, Booz explicó: «El mismo día que compres las tierras de mano de Noemí, debes tomar también a Rut la moabita, mujer del difunto, para que restaures el nombre del muerto sobre su posesión» (v.5).
Esto cambió un poco las cosas. Porque si Rut se volvía a casar con alguien bajo el principio del levirato, y tenía un heredero en nombre de Mahlón, el derecho a la tierra de Elimelec pasaría a su descendencia automáticamente.
La única manera de eliminar ese riesgo sería casarse con Rut. El pariente cercano no identificado no podía o no quería casarse con Rut. Tampoco quería poner en peligro la herencia de sus propios hijos.
Así que dijo a Booz: «No puedo redimir para mí, no sea que dañe mi heredad. Redime tú, usando de mi derecho, porque yo no podré redimir» (v.6).
Un contrato formal era entonces sellado públicamente según la costumbre. El pariente se quitó la sandalia y la dio a Booz (v.8), garantizándole en efecto el derecho a ocupar su lugar como gol para Rut y Noemí.
«Y Booz dijo a los ancianos y a todo el pueblo: Vosotros sois testigos hoy, de que he adquirido de mano de Noemí todo lo que fue de Elimelec, y todo lo que fue de Quelión y de Mahlón. Y que también tomo por mi mujer a Rut la moabita, mujer de Mahlón, para restaurar el nombre del difunto sobre su heredad, para que el nombre del muerto no se borre de entre sus hermanos y de la puerta de su lugar. Vosotros sois testigos hoy» (vv.9. 10)
A todo el mundo le encanta una buena historia de amor, y la gente de Belén no era la excepción. A medida que circulaba la noticia de la inusual transacción que se realizaba en la puerta de la ciudad, los vecinos empezaron a reunirse y pronunciaron una bendición sobre Booz y sobre su futura esposa.
«Testigos somos. Jehová haga a la mujer que entra en tu casa como a Raquel y a Lea, las cuales edificaron la casa de Israel; y tú seas ilustre en Efrata, y seas de renombre en Belén. Y sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a luz a Judá, por la descendencia que de esa joven te dé Jehová»(4.11-12).
La bendición fue profética. Booz y Rut se casaron, y el Señor pronto les bendijo con un hijo. En el nacimiento de este niño, las mujeres de Belén también dieron una bendición a Noemí: «Loado sea Jehová, que hizo que no te faltase hoy pariente, cuyo nombre será celebrado en Israel; el cual será restaurador de tu alma, y sustentará tu vejez; pues tu nuera, que te ama, lo ha dado a luz; y ella es de más valor para ti que siete hijos»(vv. 14 15). Todo eso también se hizo realidad. Como el versículo 17 lo explica, «Y le dieron nombre las vecinas, diciendo: Le ha nacido un hijo a Noemí; y lo llamaron Obed. Este es padre de Isaí, padre de David».
En otras palabras, Rut fue la bisabuela de David Así es cómo Rut, una mujer moabita aparentemente predestinada a sufrir maldición, cuya lealtad y fe la habían llevado lejos de su propia gente y traída como extranjera a la tierra de Israel, llegó a ser madre en la línea real que daría origen al primer gran rey de esa nación.
Su principal descendiente sería la Simiente de Abraham y el esperado Libertador de Eva.
Rut es el perfecto símbolo de cada creyente, y de la iglesia misma redimida, traída a un lugar de gran predilección, dotada de riquezas y privilegios, exaltada como la propia novia del Redentor y amada por Él con un amor difícil de comprender.
Por eso, es que la extraordinaria historia de su redención, debería hacer resonar el corazón de cada creyente con alegría profunda y acción de gracias por Aquel que, del mismo modo, nos ha redimido de nuestro pecado.





