Crónicas Bíblicas: Eva, Madre De Todos Los Vivientes. Parte 1

Por John Macarthur

Y llamó Adán el nombre de su mujer, Eva, por cuanto ella era madre de todos los vivientes. Génesis 3.20.

Eva debe haber sido una criatura de belleza insuperable.

Fue la corona y el pináculo del asombroso trabajo creativo de Dios. La primera figura femenina de la raza de Adán fue el último ser viviente en ser llamado a la existencia, diseñado directamente por la propia mano del Creador, con atención y cuidado especial en cada detalle.

Recuerde que Eva no fue hecha del polvo como Adán, sino cuidadosamente diseñada a partir de carne y huesos vivos. Adán era polvo refinado; Eva era un refinamiento glorioso de la humanidad misma.

Era un regalo especial para Adán. La compañera necesaria que hizo que finalmente su existencia estuviera completa y cuya presencia señalaba la conclusión de toda la creación. Eva, el único ser directamente creado por Dios del tejido vivo de otra criatura, fue en verdad un prodigio maravilloso.

Dios había compuesto de la nada un universo vasto y sublime. Luego hizo a Adán de un puñado de polvo. Pero nada en toda la expansión del universo fue más hermoso que esta mujer hecha de una parte de Adán.

Si el hombre representa a la especie suprema (una raza de criaturas hechas a imagen de Dios), Eva fue la encarnación viviente de la gloria de la humanidad (1 Corintios11.7). Dios había dejado lo mejor para el final. Nada más adecuado para ser el cenit de toda la creación.

En su estado original, incontaminada por ningún mal, libre de cualquier enfermedad o defecto, preservada de toda imperfección, Eva era el arquetipo perfecto de la excelencia femenina. Era magnífica en todo sentido.

Puesto que no había existido ninguna otra mujer en un mundo no caído y libre de maldición, ninguna otra mujer podría superar la gracia, el encanto, las virtudes, el ingenio, la inteligencia y la inocencia pura de Eva.

Físicamente también, ella debe haber personificado todo lo mejor tanto de la fuerza como de la belleza. Sin duda era un cuadro vivo del más puro resplandor. La Escritura, sin embargo, no nos da una descripción física de Eva.

Su belleza espléndida como debe haber sido ni se la menciona ni se la alude. El enfoque del relato bíblico está sobre el deber de Eva para con su Creador y su función al lado de su marido.

Ese es un hecho importante que nos recuerda que los principales rasgos distintivos de la verdadera excelencia femenina no son superficiales.

Las mujeres que están obsesionadas con la imagen, los cosméticos, las formas del cuerpo y otros temas externos, tienen una opinión distorsionada de la feminidad. La cultura occidental como un todo (incluyendo un segmento grande de la iglesia visible), parece desesperadamente confusa respecto de estos asuntos. Necesitamos regresar a la Escritura para ver lo que para Dios es el ideal de mujer.

Y la descripción bíblica de Eva es un recordatorio excelente de cuáles deber ser sus verdaderas prioridades. Como «madre de todos los vivientes». Eva es obviamente un personaje muy importante en la historia de la caída y redención de la humanidad. Sin embargo, su nombre se cita solo cuatro veces en toda la Escritura: dos veces en el Antiguo Testamento (Génesis 3.20; 4.1) y dos veces en el Nuevo Testamento (2 Corintios 11.3; 1 Timoteo 2.13).

No solamente no tenemos ninguna descripción física de ella, sino que tampoco tenemos otros detalles como cuántos hijos tuvo, cuántos años vivió y dónde y cómo murió (Génesis 5.3- 5).

La manera en que la Biblia nos cuenta su historia, casi de un modo abreviado, nos ayuda a concentrarnos en los aspectos que tienen mayor trascendencia en su vida. Aunque la Escritura guarda silencio respecto de muchas cosas que nos gustaría saber sobre ella, nos da un relato detallado sobre su creación, su tentación y su caída, la maldición que recibió y la consiguiente esperanza a la que se aferró. Naturalmente, aquí es donde enfocaremos nuestro estudio sobre esta mujer realmente extraordinaria.

SU CREACIÓN

La descripción bíblica de la creación asombrosa de Eva la encontramos en Génesis 2.20. Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; más para Adán no se halló ayuda idónea para él.

Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar: Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer; y la trajo al hombre. Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. Y estaban ambos desnudos, Adán y su mujer, y no se avergonzaban. En otras palabras, Dios llevó a cabo un procedimiento quirúrgico sobre Adán. La Escritura describe la operación con detalles sorprendentes.

Adán fue anestesiado, no por medios artificiales, sino que simplemente Dios lo hizo caer en un sueño profundo.

En tal estado (especialmente en un mundo que todavía era un paraíso perfecto), sin duda que Adán no sintió dolor.

Pero aún más significativa es la tranquilidad pura y confiada del sueño de Adán, que hace una ilustración perfecta de cómo se manifiesta siempre la gracia de Dios. La gracia nunca se instala por medio de un esfuerzo, actividad o decisión de nuestra parte, sino que fluye libremente de la soberana voluntad de Dios.

No existe ninguna indicación de que Adán le haya pedido a Dios una esposa. Adán tampoco tenía condiciones personales que constituyeran méritos para recibir la generosidad de Dios. Fue iniciativa de Dios quien sin otra ayuda que sus manos hicieron esto posible como una expresión de gracia y benevolencia para con Adán.

Éste contribuyó solo aportando una costilla, pero incluso eso lo hizo mientras dormía. El trabajo fue totalmente de Dios.

A Adán Dios le abrió el costado, le retiró cuidadosamente una costilla y le cerró la incisión. Con tal cirujano infinitamente experimentado, y en un paraíso donde aún no había entrado el pecado, el riesgo de infección era de cero, no había que temer molestias posoperatorias y se contaba con la total seguridad de que no quedaría siquiera cicatriz. Dios tomó un hueso repetido que Adán nunca extrañaría e hizo para él lo único de lo que carecía: un alma gemela. Adán perdió una costilla, pero ganó una compañía amorosa, creada especialmente para él por el Dador de «toda buena dádiva y todo don perfecto» (Santiago 1.17).

La expresión hebrea que describe cómo Dios «hizo [de la costilla] a la mujer» demuestra un diseño y una construcción cuidadosa. Literalmente, significa que Dios construyó una mujer.

Cuidadosamente estructuró una nueva criatura con los atributos perfectos para que fuera la compañera ideal de Adán. Especialmente creada por Dios para él de su propia carne y huesos, Eva encajaba con Adán en todos los sentidos.

Es una ilustración maravillosa de la bondad de la gracia de Dios y de la perfecta sabiduría de su voluntad. Dios la creó mientras Adán dormía, sin ningún tipo de sugerencia. Sin embargo, ella llenaba cualquier necesidad que Adán pudiera tener, satisfacía cualquier ansia que pudiera sentir y deleitaba cualquiera facultad de sus sentidos. Respondía a su necesidad de compañía; era una fuente de placer y de alegría e hizo posible la procreación de la raza humana. Complementaba a Adán perfectamente, y expandía las fronteras de su existencia.

El Edén era ahora realmente un paraíso ¡Cuando Adán despertó y se encontró con Eva, debe haberse sentido rebosante de alegría! La amó en cuanto la vio. Sus primeras palabras al conocerla expresan un profundo sentido de asombro, de deleite genuino y de satisfacción: «Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne». Evidentemente, sintió a Eva como un nexo profundo y personal. Un incalculable tesoro que requiere ser protegido, un colaborador digno para apoyarlo y una esposa complaciente que lo amaría a cambio. De inmediato, la quiso y la abrazó como parte de sí mismo.

Creo que el método singular de la creación de Eva se enfatiza deliberadamente con el fin de recordarnos algunas verdades cruciales sobre la condición de la mujer en general Primero, habla de la igualdad fundamental de Eva con Adán.

La mujer fue «sacada del hombre». Compartían la misma naturaleza esencial. No fue un tipo diferente de criatura; era exactamente de la misma esencia que Adán. No era en ningún sentido un personaje inferior creado simplemente para servirlo, sino que era su homólogo espiritual, su equivalente intelectual y, en todo sentido, su compañera perfecta.

Segundo, la manera en que Eva fue creada, nos recuerda la unión que debe existir en cada relación matrimonial. Jesús se refiere a la creación de Eva en Mateo 19.4-6, para probar que el plan de Dios para el matrimonio, fue establecido desde los albores mismos de la historia de la humanidad; y está basado en los principios de la monogamia, lo solidario y lo inviolable.

«¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, ¿y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, ¿sino una sola carne?; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre» Así que el principio de «una sola carne» está perfectamente ilustrado en el método aplicado en la creación de Eva.

En realidad, allí es donde ese principio encuentra su verdadero origen. Tercero, las circunstancias de la creación de Eva ilustran: cuán profundamente significativo es el matrimonio entre un hombre y una mujer. No se trata solo de una unión física, sino además de una unión del corazón y del alma.

Eva era el complemento para cada necesidad de Adán, diseñado por Dios para ser su ayuda idónea ideal. Y la intimidad de su relación con su marido deriva de haber sido sacada literalmente de su costado. En su comentario clásico sobre la Biblia, el escritor puritano Matthew Henry escribió estas conocidas palabras, que han sido adaptadas y repetidas en muchas ceremonias matrimoniales:

«La mujer fue sacada de una costilla del costado de Adán; no fue sacada de su cabeza para gobernarlo ni de sus pies para ser pisoteada por él, sino de su costado para ser igual a él, bajo su brazo para ser protegida, y junto a su corazón para ser amada»

El simbolismo que Matthew Henry vio en la costilla de Adán concuerda bien con lo que la Escritura enseña acerca de la relación correcta entre el marido y la esposa. Nos recuerda, una vez más, cómo la Escritura exalta a la mujer.

Cuarto, la creación de Eva encierra algunas importantes lecciones bíblicas acerca del papel divino establecido para las mujeres. Aunque Eva fuera espiritual e intelectualmente par de Adán; aunque fueran ambos de una misma esencia, además de iguales frente Dios, y en un rango superior al de las demás criaturas, había, no obstante, una clara diferencia en el modelo.

Y era que ambos correspondían al diseño creativo deliberado de Dios mismo. En las palabras del apóstol Pablo: «Porque el varón no procede de la mujer, sino la mujer del varón» (1 Corintios 11.8), vemos que Adán fue creado primero y entonces vino Eva a llenar un vacío en su existencia.

Adán era la cabeza; Eva su ayuda. A Adán se lo diseñó para que fuera padre, proveedor, protector y líder; a Eva para ser madre, para confortar, para nutrir y para ayudar. Que Dios haya ordenado, estas funciones diferentes para hombres y mujeres, se hace evidente por la naturaleza (1 Corintios11.14).

Los hombres y las mujeres no poseen la misma fuerza física. Son corporal y hormonalmente diferentes (en varias maneras bastante obvias). Una montaña de pruebas empíricas y clínicas indican que los hombres y las mujeres son también distintos en otros aspectos importantes incluyendo lo social, lo emocional y lo sicológico Reconocer que hay tales diferencias fundamentales entre los sexos, y que los hombres y las mujeres fueron diseñados para diferentes funciones, podría no coincidir con las sensibilidades feministas modernas: pero esto es, después de todo, lo que la propia Palabra de Dios dice.

Dios los creó diferentes con un propósito, y su plan para ellos refleja estas diferencias. La Escritura es clara en la enseñanza de que las esposas, deben estar sujetas a la autoridad de sus maridos, (Efesios 5.22-24; Colosenses 3.18; 1 Pedro 3.1-6), y que las mujeres deben estar bajo la autoridad y la instrucción de los varones en la iglesia (1 Corintios11.3-7: 14.34-35).

Primera Timoteo 2.11-15 es un pasaje clave sobre este asunto, porque ahí es donde el apóstol Pablo defiende el principio de liderazgo masculino en la iglesia. La primera razón que Pablo da para este argumento, proviene de la creación, no de la caída: «Adán fue formado primero y después Eva» (1 Timoteo 2.13).

Así que el principio de la autoridad masculina fue diseñado en la creación. No fue (como algunos han sugerido) una consecuencia del pecado de Adán y, por lo tanto, algo que puede ser mirado como fruto del mal.

Y cuando la Escritura asigna a los hombres el papel de liderazgo en la iglesia y en el matrimonio, refleja la impronta de Dios como Creador.

Soy un convencido que si la gente hoy abrazara de manera sencilla el propósito de Dios y tratara de cumplir las funciones que Dios ha diseñado para nuestros respectivos géneros, tanto hombres como mujeres serían más felices, la iglesia más saludable y los matrimonios más sólidos.

Adán fue la cabeza representativa y el arquetipo para toda la raza humana. Pero recuerde, aunque a Eva le fue dado un papel subordinado, seguía siendo espiritual e intelectualmente igual a Adán.

Era su «ayudante», no su supervisor ni su esclava. Llamándola «ayudante» de Adán, la escritura hace hincapié en la mutualidad y en la naturaleza complementaria de la sociedad conyugal.

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