
Soy madre de hijos pequeños. En la universidad tengo mucho qué estudiar, la carga de trabajo me sobrepasa. Sirvo en un ministerio y siempre hay algo que hacer, etc.
¡Demasiado ocupados para orar!
Aunque las Escrituras exhortan a los creyentes a hacer de la oración la prioridad, como personas ocupadas, con frecuencia creemos estar exentos de este mandamiento. Seguramente Dios comprende que “eso no es práctico”.
¿Cómo podemos hacer de nuestra relación con Cristo la más alta prioridad en nuestra vida?
Muchas veces permitimos que la preocupación por las cosas de este mundo nos mantenga alejados de Dios.
Jesús contó a sus discípulos una parábola acerca del hombre rico que preparó una gran cena y envió a decir a los que habían sido invitados” vengan porque ya todo está preparado” (Lucas 14:17).
Pero cada uno dio una razón por la cual no les parecía práctico asistir, básicamente dijeron: “Tengo algo más importante que hacer, te ruego que me excuses”.
Nuestro Amante Redentor espera en la mesa del banquete, anhelando con impaciencia tener comunión con nosotros. Sin embargo, con cuánta frecuencia respondemos, “No puedo ir, tengo algo más importante que hacer, te ruego me excuses”
“! ¡Oh, que respuesta tan desgarradora!”
Es como si alguien nos estuviera llenando las manos con diamantes con valor incalculable y nosotros prefiriéremos tener un montón de piedras sin valor.
Con frecuencia, cuando batallo por mantener mis prioridades espirituales bajo control, pienso en la historia de María y Marta. Pareciera completamente poco práctico que Martha detuviera toda su excesiva actividad en la cocina y se sentara a los pies de Jesús, como lo estaba haciendo María.
Debió haber pensado:! Seguramente Jesús sabe que simplemente no puedo dejar todo lo que estoy haciendo para pasar tiempo con Él. Y, sin embargo, Jesús le dijo a Marta:
“Marta, Marta, estás preocupada y molesta por tantas cosas; pero una sola cosa es necesaria” (Lucas 10:41-42)
¿Qué era aquella “cosa” que Marta necesitaba?
Sentarse a los pies de Jesús y recibir su Palabra. Esa era la única manera como ella encontraría la fortaleza y gracia necesarias para hacer todo lo que había sido llamada a hacer.
La hospitalidad y servicio de Marta no era el problema, el problema era que trataba de hacerlo en sus propias fuerzas, no haciendo de Jesús su más alta prioridad. Y como resultado, Marta estaba exhausta y molesta,
“preocupada con todos los preparativos” (Lucas 10:40)
En realidad, ¿estamos demasiado ocupados para orar?
Tratar de servir a nuestras familias o de trabajar arduamente en nuestras tareas sin la fortaleza y el apoyo que viene de nuestro tiempo con Dios, rápidamente nos lleva al agotamiento y al estrés, como le sucedió a Marta.
Nuestra vida espiritual seria transformada si viviéramos conforme a este credo:
Dejemos a un lado todos nuestros “apuros y ajetreos” y decidamos hacer del tiempo con Dios nuestra más alta prioridad, aún durante las temporadas cuando no parezca que sea práctico.
Nunca lamentaremos un solo momento que hayamos pasado a los pies de Jesús.


AMADO DIOS
Ayer muchas personas se fueron a dormir sin darse cuenta que jamás verían otro amanecer; por eso hoy te doy gracias por tu amor, por todas las cosas maravillosas que Tú haces por mí, por mi familia, pero sobre todo te doy gracias por el sublime regalo de la vida y por la alegría de un nuevo despertar.
Gracias Señor por el hogar que cobijó mi sueño, por los alimentos que hay en mi mesa, por las ilusiones que hay en mi alma y gracias porque sé que Tú estás conmigo llevándome por caminos salvos y buenos.
Dios mío, al iniciar este día quiero poner en tus manos mi vida y la vida de todos mis seres queridos. Te suplico que nos concedas discernimiento para poder tomar buenas decisiones, sabiduría para alejarnos del peligro y un espíritu noble para poder actuar conforme a lo que dicta tu palabra.
Por favor rodéanos con tu amor, apóyanos en la realización de nuestras tareas cotidianas, en el hogar, en el estudio y en el trabajo. Ayúdanos a alcanzar las metas que nos hemos propuesto y aquellos grandes milagros por los cuales tanto anhela nuestro corazón.
Te suplico que seas el brillante faro que ilumina nuestro camino, apártanos de todo aquel que intente apagar nuestra fe y también de aquellas personas que a través de sus acciones o sus pensamientos nos quieren ver mal.
Señor, gracias porque sé que Tú escuchas mi oración, gracias por abrir mis ojos a tu hermosa creación y gracias porque Tú siempre me tomas de la mano y guías mis pasos.
Pongo en tus manos este nuevo martes y te pido que me fortalezcas y confortes mi alma; pues si Tú estás conmigo entonces nada habrá de faltarme y mis días serán de triunfo, regocijo, ganancia, bendición y bienestar, Amén.













