Por John MacArthur

COMUNIÓN CON DIOS
Puesto que el propósito final de nuestra salvación es glorificar a Dios y traernos a una comunión íntima y enriquecedora con él, no buscar a Dios en oración es negar ese propósito. «Lo que hemos visto y oído lo anunciamos también a vosotros» dice el apóstol Juan, «para que vosotros también tengáis comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1 JIn. 1:3)
Imagínese pasar todo un día laborable con su mejor amigo a su lado. Usted sin lugar a dudas reconocería su presencia durante todo el día presentándolo a sus amigos o compañeros de trabajo y hablándole de las diversas actividades del día. ¿Pero cómo se sentiría su amigo si nunca hablara con él o reconociera su presencia? Sin embargo, así es como tratamos al Señor cuando no oramos. Si nos comunicáramos con nuestros amigos con la poca frecuencia con la que algunos de nosotros nos comunicamos con el Señor, esos amigos podrían desaparecer rápidamente. Nuestra comunión con Dios no fue diseñada para esperar hasta que estuviéramos en el cielo. El mayor deseo de Dios, nuestra mavor necesidad, es estar en constante comunión con él ahora, y no hay una expresión o experiencia más grande de comunión que la oración. En una de sus obras clásicas sobre la oración, Purpose in Prayer (El propósito de la oración), el pastor del siglo XIX, E. M Bounds, nos ofrece este recordatorio de cómo debemos cultivar nuestra comunión con el Señor:
La oración no es una función que carece de significado o un deber que hay que cumplirlo al final de un día ocupado o agotador. No estamos obedeciendo al mandamiento de nuestro Señor cuando nos contentamos con unos cuantos minutos de rodillas en los ajetreos de la mañana, o tarde en la noche cuando las facultades, cansadas por las tareas del día, piden un descanso. Es cierto que Dios siempre está al alcance de una llamada, su oído siempre está atento al grito de su hijo, pero nunca llegaremos a conocerlo si usamos el vehículo de la oración como usamos el teléfono para tener unas cuantas palabras de conversación apurada. La intimidad requiere desarrollo. Nunca podremos conocer a Dios, con todo lo que implica el privilegio que es conocerlo, por medio de repeticiones de intercesiones breves, fragmentadas y desconsideradas, las cuales son peticiones de favores personales y nada más. Esa no es la manera en que podemos entrar en comunicación con el Rey del cielo. «La meta de la oración es ser el oído de Dios», una meta que sólo se puede lograr buscándolo de manera paciente, continua y constante, derramándole nuestro corazón y permitiéndole que nos hable. ¿Sólo al hacerlo podemos esperar conocerlo, y a medida que más lo conocemos más tiempo pasaremos en su presencia y encontraremos que esa presencia es un deleite constante creciente?
LOS MÉTODOS DE LA ORACIÓN
En Efesios 6:18 Pablo dice que debemos orar con «toda oración y ruego». La palabra griega que se traduce «pración» (también en 1 Tes. 5:17) es la palabra común del Nuevo Testamento para decir oración y se refiere a peticiones generales. La palabra que se traduce «ruego» se refiere a oraciones específicas.
El uso que hace Pablo de ambas palabras sugiere nuestra participación necesaria en toda clase de oración, todo tipo que sea apropiado. La postura Orar todo el tiempo necesita que se esté en varias posiciones porque usted nunca va a estar en la misma posición todo el día. Aquí algunos ejemplos que podemos leer en la Biblia, la gente oraba de pie (1 Rey. 8:22), levantando las manos (l Tim. 2:8), sentados (2 Sam. 7:18), de rodillas (Mar.1:40), mirando hacia arriba (Juan 17:1), inclinados (Éxodo 34:8), poniendo la cabeza entre las rodillas (1 Rey. 18:42), golpeándose el pecho (Luc. 18:13), y en dirección a Jerusalén (Dan. 6:10). Las circunstancias Mientras que algunas personas piensan que la oración debería ser muy formal, la Biblia documenta que la gente oraba en muchas y diversas circunstancias, así como con diferentes expresiones. Oraban con ropa de aflicción (Sal. 35:13), sentados en cenizas (Job 1:20, 21), golpeándose el pecho (Luc. 18:13), llorando (Sal. 6:6), echando polvo sobre sus cabezas (Jos. 7:6), rasgando sus vestiduras (Esd. 9:5), ayunando (Deut. 9:18), gimiendo (Sal. 6:4-6), con fuerte clamor y lágrimas (Heb. 5:7), como sudando sangre (Luc. 22:44), quebrantados de corazón (Sal. 34:18), haciendo sacrificios (Sal. 20:1-3) 1 cantando himnos (Hech.16:25).
El lugar La Biblia también registra a gente orando en toda clase de lugares: en la batalla (2 Crón. 13:14, 15), en una cueva (1 Rey. 19:9, 10), en una habitación (Mat. 6:6), en un huerto (Mat. 26:36-44), en un monte (Luc. 6:12), junto a un rio (Hech. 16:13), en la playa (IIech. 21:5, 6), en la calle (Mat. 6:5), en el templo (1 Rev. 8:22-53), en la cama (Sal. 4:3, 4), en una casa (Hech. 9:39, 40), en el vientre de un pez (Jon. 2:1-10), en una azotea (Hech. 10:9), en una cárcel (Hech. 16:23-26), en el desierto (Luc. 5:16) y en una cruz (Luc. 23:33, 34, 46). En I Timoteo 2:8, Pablo dijo: «Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar.. ». Para el cristiano fiel y lleno del Espíritu, cualquier lugar se convierte en un lugar de oración. El tiempo En una conferencia de pastores a la cual asistí hace años, un hombre predicó sobre el tema de la oración matutina. Para apoyar su punto de vista, levó varios pasajes que muestran a gente orando en la mañana. Así como él lo hizo, yo busqué todas las Escrituras que mostraban a gente orando tres veces al día (Dan. 6:10), en la noche (Mat. 1:35), antes de las comidas (Mat. 14:19), en la novena hora o sca las 3:00 p.m. (Hech. 3:1), a la hora de dormir (Sal. 4:4), a la medianoche (Hech. I6:25), día y noche (Luc. 2:37; 18:7), a menudo (Luc. 5;33), en la juventud (Jer. 3:4), en la vejez (Dan. 9:2-19), cuando están en problemas (2 Rey. 19:3, 4), todos los días (Sal. 86:3) y siempre (Luc. 18:1; 1 Tes. 5:17). La oración es apropiada en cualquier momento, cualquier postura, cualquier lugar, bajo cualquier circunstancia y con cualquier atuendo. Debe ser una manera de vivir completa, una comunión abierta y continua con Dios. Después de acoger todos los infinitos recursos que son suyos en Cristo, jamás crea que ya no depende del poder de Dios minuto a minuto Actitudes coincidentes.
A través de toda su vida el revente siente su insuficiencia, por lo tanto, él vive dependiendo totalmente de Dios. Mientras sienta esa insuficiencia y dependencia, orará sin cesar. Al mismo tiempo, sabrá que es el beneficiario de bendiciones tremendas por parte de Dios. Por eso Pablo manda a los tesalonicenses a «‘estar siempre gozosos» y «dar gracias en todo» en sus oraciones incesantes (l Tes. 5:16-18). Esto refleja un balance hermoso en nuestra comunión con Dios.
Mientras ofrecemos peticiones específicas por nuestras necesidades y las de otros, al mismo tiempo podemos regocijarnos y dar gracias, no sólo por respuestas específicas, sino también por la bendición abundante que derrama Dios sobre nosotros día tras día.
FERVOR EN LA ORACIÓN
Puesto que la comunicación con Dios debe suceder durante todo el día, no se imagine que eso excluya la necesidad de tener fervor en sus oraciones. Pablo mandó a los colosenses a perseverar «siempre en la oración, vigilando en ella» (Col. 4:2), y les advirtió a los efesios a vigilar «con toda perseverancia y ruego por todos los santos» mientras oraban (Efe. 6:18). Para que la oración logre lo que Dios quiere en nuestras vidas, debe ser una práctica consumidora que convierte a la vigilancia y perseverancia en sus mercancías más valiosas.
VIGILANCIA
En el sentido básico, la orden de Pablo de vigilar significa permanecer despierto y no dormirse durante la oración. En Getsemaní, poco antes que lo traicionaran, Jesús les pidió a Pedro, Jacobo y Juan que vigilaran mientras él oraba (Mat. 26:38). El regresó poco después y los halló durmiendo, así que le dijo a Pedro:
«¿Así que no habéis podido velar ni una sola hora conmigo? Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu, a la verdad, está dispuesto; pero la carne es débil« (v. 40, 41).
Es imposible orar mientras uno duerme, usted debe estar despierto y alerta para hablar con Dios, así como lo está cuando habla con cualquier persona.
No obstante, las órdenes de Pablo, tanto en Colosenses 4:2 como Efesios 6:18, abarcan más que el estar alerta físicamente. Los creyentes también deberían buscar esas cosas por las cuales debieran estar orando. Obviamente, Pedro aprendió esta profunda verdad del hecho de no permanecer despierto, ya que escribió en su primera epístola: «Sed, pues, prudentes y sobrios en la oración» (1 Ped. 4:7).
Los cristianos a veces dicen oraciones vagas y generales que son difíciles que Dios conteste porque realmente no piden nada específico.
Por eso es tan importante la oración específica. Aunque las peticiones generales pueden ser apropiadas en ciertas ocasiones, es por medio de las respuestas a oraciones específicas que vemos a Dios demostrar su amor y poder. Jesús prometió: «Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís alguna cosa en mi nombre, yo la haré» Juan 14:13, 14).
Aquellos creyentes que buscan constantemente al Señor tienen preocupaciones específicas; si usted no está alerta a los problemas y necesidades específicos de otros creyentes, no podrá orar por ellos específicamente y de todo corazón. Pero cuando usted lo hace, usted pude esperar la respuesta de Dios, regocijarse en ello cuando llegué, y luego ofrecerle su alabanza de agradecimiento.
PERSEVERANCIA
Desafortunadamente, la mayoría de creyentes nunca toman en serio la oración hasta que sucede un problema en su vida o en la de un ser querido.
Entonces tienen la inclinación de orar atenta, específica y persistentemente. Pero Pablo dice que siempre debemos orar de esa manera, «vigilar con toda perseverancia« (Efesios:18).
La palabra griega que se traduce «perseverancia» y usada en el mandato «perseverar siempre» (Col. 4:2) viene de proskartereo, una palabra compuesta formada por kartereo («estar firme» «resistir») y una preposición añadida que intensifica el significa do.
El verbo significa «ser valientemente persistente» «aferrarse y no soltarse» Se usó para referirse a la resistencia fiel de Moisés cuando sacó a los hijos de Israel de Egipto (Heb.11:27).
Perseverar en la oración es presentar todo delante de Dios con todo el corazón, valentía y constancia, especialmente las necesidades de los demás. La sensibilidad a los problemas y necesidades de los demás, incluyendo otros creyentes que están pasando por pruebas y dificultades, nos llevará a orar por ellos «de noche y de día» como Pablo lo hizo por Timoteo (2 Tim. 1:3).
El ejemplo de nuestro Señor Jesús mismo fue la personificación de la perseverancia en la oración. Hebreos 5:7 dice: «En los días de su vida física. habiendo ofrecido ruegos y súplicas con fuerte clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte…».
Este versículo es un comentario de la vida de oración de nuestro Señor Jesucristo mientras estuvo en la tierra, una vida caracterizada por oraciones apasionadas ofrecidas con gran intensidad y agonía.
Aunque la Escritura no registra los detalles de sus oraciones, podemos estar seguros de que él perseveró en ellas, incluso si le tomaba toda la noche (Luc.6:12)
La ilustración más grande de su intensidad en la oración se llevó a cabo en el huerto de Getsemaní antes de su muerte. Lucas escribe: ..puesto de rodillas oraba diciendo: ‘Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya… Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra» (Luc. 22:41, 42,44).
En la versión de Marco del mismo evento, hallamos a Jesús rogándole a Dios tres veces (Mat. 26:36-46). Esa fue una oración ferviente y prolongada, tal grado que los discípulos se durmieron varias veces mientras él lo hacía.
Nuestro Señor hizo muchas obras poderosas cuando estuvo en la tierra, sin embargo, en ninguna de ellas se percibe algún consumo de energía.
Aunque la Escritura dice que salió poder de él, no hay registro que indicase que tuvo que ejercer esfuerzo alguno en realizar sus milagros.
Sólo cuando oró lo vemos angustiarse y esforzarse por sus peticiones, aun al punto de sudar como grandes gotas de sangre. Esa persistencia nos es extraña, no obstante, es esa clase de intensidad la que Cristo quería que aprendieran sus discípulos de las dos parábolas que les enseñó Las parábolas de nuestro Señor Entre las muchas parábolas de nuestro Señor, hay dos que resaltan por ser diferentes a las demás.
Aunque las otras parábolas se relacionan a Dios de manera comparativa, las que se relatan en Lucas 11 y 18 se relacionan con Dios por contraste. Ilustran a gente que no se parece a Dios, y al hacerlo, estas parábolas exponen los argumentos a favor del valor de la oración persistente.
Les dilo también: -Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo y va a él a la medianoche y le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado a mí un amigo de viaje, y no tengo nada que poner delante de él».
¡Le responderá aquel desde adentro: «No me molestes; va está cerrada la puerta, y mis niños están conmigo en la cama; no puedo levantarme para dártelos»! Os digo que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, ciertamente por la insistencia de aquel se levantará y le dará todo lo que necesite. Y os digo: Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abrirá» (Luc. 11:5-10).
Les refirió también una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar. Les dijo: En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba al hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo: «Hazme justicia contra mi adversario. El no quiso por algún tiempo, pero después se dijo a sí mismo: «Aunque ni temo a Dios ni respeto al hombre. le haré justicia a esta viuda, porque no me deja de molestar; para que no venga continuamente a cansarme» «Entonces dijo el Señor:» Oíd lo que dice el juez injusto. ¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él de día de noche? ¿Les hará esperar? Os digo que los defenderá pronto. (Luc. 18:1-8).
El contraste entre Dios y el amigo reacio y el juez injusto es obvio. Si esos humanos mal dispuestos y pecadores honran la persistencia, ¿cuánto más nuestro santo y amoroso Padre celestial?
Si usted no recibe una respuesta inmediata a su petición, o si los acontecimientos no salen exactamente o con la rapidez que esperaba, la palabra del Señor para nosotros es «no se desanime»; siga orando sin cesar y no se rinda.
Siga llamando. Siga pidiendo. Siga buscando. Spurgeon ofrece esta enseñanza acerca de la importancia de nuestra persistencia: Si vamos a prevalecer, debemos persistir: debemos continuar incesante y constantemente, Y no poner pausas a nuestra oración hasta OBTENER la misericordia lo más posible.
“Los hombres siempre deberían orar». Semana tras semana, mes tras mes, año tras año; la conversión de ese hijo querido debe ser la principal súplica del padre.
Presentar en oración a ese esposo inconverso es confiar de corazón, por parte de la esposa, de noche y de día hasta que lo logre; ella no debe usar 10 ó 20 años de oración infructuosa como motivo para dejar de orar; no debe imponerle a Dios ni tiempos ni temporadas, pero mientras hará vida en ella y vida en el objeto querido de su solicitud, debe continuar rogándole al poderoso Dios de Jacob.
El pastor no debe buscar una bendición para su gente ocasionalmente, y luego de recibir cierta medida desistir de interceder más, sino que debe continuar convehemencia y sin pausa, sin contener sus energías, clamando en voz alta sin detenerse hasta que las ventanas del cielo se abran y se otorgue una bendición demasiado grande para contener.
Pero, hermanos, ¿cuántas veces le pedimos a Dios, y no recibimos porque no esperamos lo suficiente en la puerta? Tocamos una o dos veces la puerta de la misericordia, y como no abre la puerta un mensajero amistoso, nos vamos por nuestro lado.
Demasiadas oraciones son como los golpes desenfrenados que dan los niños en las puertas y luego cuando se abre la puerta, el niño ya se ha ido. Oh, por gracia permanezca cara a cara con el ángel de Dios, y nunca, nunca, nunca, sucinte el agarre; sintiendo que la causa que abogamos es una en la cual debemos tener éxito puesto que almas dependen de ello, la gloria de Dios está conectada a ello, la condición de nuestro prójimo está en peligro.
Si pudiéramos entregar en oración nuestra propia vida y las de aquellos que más queremos, lo haríamos; sin embargo, no podemos entregar las almas de los hombres, debemos instar y rogar una y otra vez hasta obtener la respuesta.
Cuando Pablo nos manda a orar sin cesar, él simplemente está respaldando el principio que Jesús enseñó en Lucas 11 y 18 de que la oración debe ser incesante.
No se nos escucha por las muchas palabras que usamos, sino por el gemir de nuestros corazones. El hombre que fue donde su amigo para pedirle pan no recitó una petición preestablecida, él rogó por lo que necesitaba.
Lo mismo es cierto acerca de la viuda, ella clamó por protección al que tenía el poder para contestar su pedido. La oración persistente y continua que sale de lo más profundo de su ser es lo que mueve el corazón de nuestro compasivo y amo roso Dios.
PODER
El pensamiento más importante y penetrante que Pablo nos da acerca de la oración es que debe ser «en el Espirita» (Efe 6:18; cf. Jud. 20).
Esta calificación no tiene nada que ver con hablar en lenguas ni con ninguna otra actividad de éxtasis o sobrenatural.
Orar en el Espíritu es orar en el nombre de Cristo, esto es, orar de acuerdo a su naturaleza y voluntad. Orar en el Espíritu es orar en completo acuerdo con el Espíritu, quien «nos ayuda en nuestras debilidades; porque cómo debiéramos orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles [palabras verdaderas que no son pronunciadas, no expresiones pronunciadas que no son palabras). Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu. porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios» (Rom. 8:26, 27).
Zacarías 12:10 llama al Espíritu Santo el «espíritu de gracia” » súplica». Así como debernos orar continuamente, sepa que el Espíritu Santo ora continuamente por nosotros.
Cuando oramos en el Espíritu, alineamos nuestra mente y deseos con su mente y deseos, los cuales concuerdan con la voluntad del Padre y del Hijo ¿Cómo hacemos que nuestras oraciones estén de acuerdo con el Espíritu?
Caminando en la llenura del Espíritu. A medida que su vida se llene con el Espíritu (Ete. 5:18) y camine en obediencia a él, ÉL gobernará sus pensamientos para que sus oraciones estén en armonía con las de él. A medida que se somete al Espíritu Santo, obedece su Palabra y depende de su guía y fortaleza, usted será atraído a tener una comunión cercana profunda con el Padre y el Hijo.
Nuestra vida debe reflejar un compromiso continuo al ejercicio constante de la oración. Todo lo que aprendemos de Dios debe conducirnos a su presencia. Haga que eso sea su meta a medida que le presenta cada aspecto de su vida en oración. FIN





