La Disciplina, Un Acto De Amor

 

La Disiplina, un Acto de Amor

Proverbios 13:24

Disciplina no es dolor ni castigo, sino un acto responsable de amor.

El mundo tratará de evitar que los padres tomemos nuestro lugar como Dios lo planeó. El blanco del enemigo es destruir la familia.

Los hijos tienen que tener límites. Ellos tienen que saber lo que está bien y lo que está mal.

Necesitan de guías claras y principios firmes.

Los padres no pueden premiar la desobediencia, ni ser tolerantes con el pecado de los hijos.

Quien se niega a disciplinar a su hijo, no lo ama. El padre que ama a su hijo con responsabilidad, no duda en disciplinarlo.

Nuestra primera responsabilidad que tenemos como padres con nuestros hijos es amarlos, demostrarles afecto físico.

Tenemos la obligación de satisfacer las necesidades de amor de nuestros hijos.

Nuestra segunda responsabilidad es enseñarlos, ser sus primeros maestros.

Nosotros enseñamos a nuestros hijos a través de nuestras vidas, a través de nuestros valores, de nuestros objetivos, de nuestro ejemplo.

Enseñarles a amar a Dios, a obedecer a la autoridad, a tener valores morales, a ser educados, etc. Enseñar implica ejemplo. No podemos enseñar lo que no vivimos.

La tercera responsabilidad que tenemos es corregirlos. Una planta tierna fácilmente puede ser doblada, pero después de crecer, su tronco se vuelve grueso y fuerte, hasta volverse un árbol frondoso, el cual es imposible doblarlo.

La orden de Dios es enseñarles mientras caminamos junto a ellos, sirviéndoles de ejemplo.

La ausencia de disciplina desemboca en rebeldía, pero la disciplina aplicada con amor e integridad produce los frutos pacíficos de justicia.

La disciplina correctiva se da como resultado de una acción equivocada, y por amor les enseñamos a través de la disciplina que hay consecuencias.

Enseñar no es tarea fácil, implica trabajo, constancia, tiempo y sacrificio.

(Prov. 22:15) habla de la necedad que traen nuestros hijos por naturaleza. En (Prov. 29:17) Dios nos da un mandamiento: corregir a nuestros hijos, obteniendo con ésto descanso y alegría.

La corrección va a provocar autocontrol y disciplina.

Nuestra responsabilidad es la de darles amor, ejemplo, disciplina y enseñanza.

Nadie hará eso por nosotros. A nosotros nos toca educar a nuestros hijos.

La obediencia a los mandamientos de Dios es la clave para una vida feliz y de éxito. Lo más valioso que tenemos como padres son nuestros hijos (Sal. 137:3-5)

No menospreciemos la Palabra de Dios. En ella encontramos el manual que Dios le proveyó al hombre para que cuando éste lo obedeciera, sacara el máximo provecho de él.

Educar a nuestros hijos bajo los principios cristianos no es una alternativa, tampoco un lujo, ni siquiera algo bueno. Es la Ley de Dios, la Ley que Él nos ordenó cumplir, es el gran mandamiento de Dios.

Un hijo es un acto de confianza de Dios al ponerlo en nuestras manos.

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