Crónicas Bíblicas: Los Obreros De La Viña.

Parte 2

Mateo 20

Es significativo que le dio instrucciones al mayordomo para que pagara a los trabajadores en orden inverso. El contexto inmediato indica que esta es la clave para entender el significado de la parábola, y en breve veremos por qué.

Pero por ahora,observe que los hombres en el frente de la línea habían trabajado solo una hora. Los que estaban al final de la línea habían trabajado doce.

Sin embargo, al mayordomo comenzar a distribuir la paga, los que había trabajado por menos tiempo «recibieron cada uno un denario». Ellos recibieron el salario de un día completo en la escala salarial de un soldado a cambio de solo una hora de mano de obra no calificada.

Deben de haberse sentido extremadamente agradecidos por la generosidad del dueño de la viña.

Sin duda, los hombres al final de la fila se les estarían haciendo la boca agua. Según sus cálculos, el propietario de la viña se había comprometido apagar un denario la hora.

Deben haber asumido que en el momento en que llegara a ellos, iban a recibir doce días de salario.Hay una elipsis en este punto de la narración de la historia de Jesús.

Él no describe en realidad cómo se les pagó a los grupo de las tres, el mediodía y las nueve de la mañana, pero la implicación clara es que también recibieron cada uno un denario.Los versículos 10 al 12 continúan: «Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo:Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día ¿Es esto justo?¿Qué les había prometido darles el hacendado? «Un denario al día» por una pequeña fracción de esto, ya que él no estaba en posición para negociar.

Si no trabajaba, tal vez no comería ese día. Además, era feroz la competencia por los puestos de trabajo temporales. El señor de la viña en la parábola de Jesús fue inusualmente generoso al ofrecerles a los jornaleros un denario completo para un día de trabajo.

Era un salario honorable, mucho más de lo que los trabajadores temporales normalmente recibirían por mano de obra no especializada.

Naturalmente, el grupo que comenzó temprano en la mañana estuvo de acuerdo sin discusión con los términos y se puso a trabajar.

A la tercera hora (9:00 am), el hacendado volvió al mercado. La parábola lo retrata como un hombre amable y generoso, no abusivo o aprovechador. Así que tal vez él no necesitaba estos trabajadores adicionales, sino que sintió compasión a causa de la extrema necesidad de ellos.

Todavía había muchos en el mercado que estaban sin trabajo. Estaban allí ociosos, no porque no quisieran trabajar, sino porque nadie aún los había contratado. Esta vez el propietario de la tierra no negocia ninguna cantidad especifica antes de contratar a los trabajadores y los envía a su viña.

Todo lo que dice es: «os daré lo que sea justo» (Mateo 20.4). «Y ellos fueron». Deben haberlo conocido como un hombre de honor y le tomaron su palabra, a pesar de que los términos eran vagos. Ya con tres horas en la jornada laboral sin perspectivas de trabajo, no estuvieron en una posición de negociación. Ellos tenían que tomar cualquier cosa que pudieran conseguir. «Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo» (v. 5).

El continuó volviendo al mercado a intervalos regulares, al mediodía y a las tres de la tarde, buscando a todo el que pudiera trabajar en su viña. La jornada de trabajo prácticamente había pasado cuando el versículo seis dice que él fue una vez más «cerca de la hora undécima» (5:00 pm).

A solo una hora más en la jornada de trabajo, todavía encontró más trabajadores a la espera. Estos eran hombres persistentes que habían estado esperando todo el día, estaban tan ansiosos por un trabajo que aún no se habían dado por vencidos.

Sin duda, después de un día de infructuosa espera, estos hombres estaban totalmente desanimados, pensando que no serían capaces de proporcionar algún sustento para sus familias ese día. Una vez más, no hay que confundir la inactividad de ellos con indolencia.

Cuando el dueño les dijo: «¿Por qué estáis aquí todo el día desocupado?». ellos respondieron: «Porque nadie nos ha contratado». Tal vez eran mayores. más débiles o de alguna forma menos calificados para el trabajo duro en el campo.

El hacendado les contrató en el acto con los mismos términos imprecisos que había utilizado con el grupo de las nueve de la mañana: «Id (Mateo 20.2). No solo era que un salario justo; era inusualmente generoso para trabajadores de salario mínimo. Esto es lo que felizmente acordaron. Sin embargo, estaban resentidos contra el dueño. La palabra traducida «murmuraban» en el texto griego es egogguzon.

Es onomatopéyica: la palabra misma forma un sonido que evoca su significado. Suena como una denuncia o queja. Ellos murmuraban en voz baja, quejándose de la paga que recibieron. Cuando el propietario de la tierra oyó la queja, le contestó a uno de ellos: «Amigo, no te hago agravio; ¡no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ; No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?» (Mateo 20.13-15). La expresión «tienes tú envidia» habla de los celos.

Pero seamos sinceros: los celos son un aspecto intrínseco de la naturaleza humana caída. Casi todo el mundo en el final de esta fila de pago probablemente habría sentido un poco de resentimiento.

Después de todo, estos hombres habían trabajado las doce horas del día, la mayor parte bajo el calor del sol, mientras que los trabajadores contratados a las cinco de la tarde comenzaron a trabajar bajo una brisa fresca en el crepúsculo y trabajaron solo una hora.

Pero no podemos perder de vista el hecho de que cuando se contrató al grupo de las seis de la mañana, ellos estuvieron muy contentos con la oferta de un denario al día. Ellos comenzaron la jornada de trabajo de muy buen humor, encantados de que el propietario de la tierra fuera extremadamente generoso con ellos. Él les estaba ofreciendo más del salario que razonablemente podían esperar.

¿Qué ha cambiado el estado de ánimo de ellos tan drásticamente? Solo que alguien menos merecedor (o así lo creían) era tratado con más generosidad. Al instante se sintieron maltratados, envidiando la buena suerte de la otra persona.

Toda la actitud de ellos cambió. No podían soportar la idea que otros trabajadores recibieran el mismo salario sin trabajar tan duro como ellos lo hicieron. De repente, la gratitud y admiración de ellos por la generosidad extrema del hacendado dieron paso al amargo resentimiento. Los obreros de la hora undécima, por supuesto, estaban en éxtasis. Ellos entendieron mejor que nadie cuán gentilmente había sido tratados (cp. Lucas 7.40-48).

El proverbio Ahora mire el contexto inmediato de esta parábola y note que tanto el prólogo como el epilogo son un simple proverbio: «Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros» (Mateo 19.30). (La separación entre Mateo capítulo 19 y 20 es una interrupción artificial.

El último versículo del capítulo 19 en realidad introduce la parábola que sigue). Entonces el mismo proverbio se repite al final de la parábola: «Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros» (Mateo 20.16).

Un eco del refrán también se encuentra en la parábola en sí, en esa frase clave en Mateo 20.8, donde el dueño instruye al mayordomo cómo pagar a los trabajadores sus salarios: «Llama a los obreros y págalas el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros».

Jesús utilizó variaciones de este mismo proverbio en otras ocasiones. La encontramos, por ejemplo, en Lucas 13.30: «Y he aquí, hay postreros que serán primeros, y primeros que serán postreros»; y en Marcos 10.31: «Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros».

El proverbio es también una especie de enigma. ;Qué significa? No está diciendo exactamente lo mismo que Marcos 9.35: «Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos». O en Marcos 10.43-44: «El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos».

Estos versículos realzan la humildad y el sacrificio. Son imperativos: mandatos que nos dan instrucciones para ser siervos humildes en lugar de buscar protagonismo y poder. Pero el proverbio que aparece en esta parábola está en indicativo, una simple declaración de un hecho: «Los primeros serán postreros, y los postreros, primeros». ¿Qué significa esto y cómo funciona?

En una carrera a pie, por ejemplo, la única manera de que los últimos sean los primeros y los primeros sean últimos es que todo el mundo termine la carrera al mismo tiempo. Si todo el mundo cruza la línea de la meta exactamente en el mismo instante, los primeros son últimos y los últimos son los primeros. Todo el mundo termina empatado.

Esta, por supuesto, es precisamente el asunto que Jesús estaba mostrando en la parábola. Los contratados primero y los últimos todos obtuvieron exactamente el mismo salario. Todos ellos, desde el primero hasta el último, tuvieron todos los beneficios de la generosidad del propietario de la tierra a partes iguales. ¿Qué lección espiritual se encuentra en esta historia?

El punto

La lección es muy simple: la historia es un cuadro preciso de la soberana gracia salvadora de Dios. Ya que los pecadores son completamente indignos y las riquezas de la gracia de Dios son inagotables, todos los creyentes reciben una cuota infinita y eterna de su misericordia y bondad, aunque nadie realmente se lo merece. «En quien [todos] tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia» (Efesios 1.7). El «nos resucitó [juntos], y asimismo nos hizo sentar [juntos] en los lugares celestiales con Cristo Jesús, para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús» (2.6-7). Esto habla de todos los que son redimidos.

Es la buena voluntad del Padre darles el reino (Lucas 12.32) a todos ellos y en igual abundancia. El ladrón moribundo que se arrepintió en sus últimos momento sentró en el paraíso, donde está disfrutando de la vida eterna y la comunión eterna con Cristo lo mismo que Pedro, Jacobo y Juan, quienes literalmente dieron sus vidas en servicio del Salvador.

El propietario de la tierra en la parábola representa a Dios. El viñedo es el reino, la esfera del gobierno de Dios. Los trabajadores son los creyentes, personas que entran en el servicio del Rey. El día de trabajo es su vida.

La noche es la eternidad. El mayordomo, tal vez, representa a Jesucristo, a quien le ha sido todo el juicio. El denario representa la vida eterna. Advertencia: esta paga no es algo que los trabajadores se han ganado.

No se les da a ellos como un salario mínimo en un intercambio justo por el trabajo realizado. Es demasiado para eso. Más bien, esta representa un don de gracia, un don espléndido que supera la mejor recompensa que jamás podría merecer cualquier día de trabajo.

Así que este es el punto: si usted es un creyente genuino, recibirá todos los beneficios de la gracia inconmensurable de Dios, al igual que todos los demás en el reino de Dios. Su lugar en el cielo no es un tiempo compartido donde el acceso se determina por cuánto tiempo pasó haciendo la obra del Señor.

Las bendiciones de la redención no se reparten en cuotas sobre la base de los logros personales. El perdón no se mide por el peso de nuestras buenas acciones en contra de nuestros pecados, ni es parcialmente retenido si hemos pecado demasiado tiempo o demasiado mal.

Todo el que entra en el reino recibe la abundancia plena de la gracia, la misericordia y el perdón de Dios. Esto es verdad, no importa el tiempo que haya trabajado en el reino de Dios. Esto es verdad, sin importar lo difícil o lo fácil que sean sus circunstancias.

Es cierto si su servicio fue mínimo o máximo; si muere como un mártir en la flor de la vida o lleva una vida bastante tranquila y muere de viejo.

Es verdad si viene a Cristo en la adolescencia o si se arrepiente verdaderamente de sus pecados al final de una vida libertina. Cuando esta vida terrenal termina, si usted es un creyente, va a estar con Cristo, al igual que el ladrón en la cruz (Lucas 23.43); al igual que el apóstol Pablo (2 Corintios 5.8); y al igual que cualquier otro santo que ha muerto desde entonces.

El cielo no es una recompensa por el servicio durante mucho tiempo por el trabajo duro. Algunas personas sirven a Cristo toda su vida y otras por un tiempo muy corto. Todos nosotros entramos en la misma vida eterna. Todos vamos a recibir las mismas bendiciones espirituales en el cielo.

Si esto parece poco equitativo, recuerde que es mucho más de lo que cualquiera de nosotros se merece. Los beneficios del reino son los mismos para todo el mundo, porque en el primer lugar somos redimidos solo por la gracia de Dios, y nada más.

Esta es realmente una buena noticia para usted y para mí; nosotros no tenemos que ganarnos nuestro camino al reino. El cielo no se basa en nuestros méritos. El propósito ¿Por qué Jesús ideó esta parábola en este contexto? Los sucesos que Mateo relata antes y después de la parábola responden esta pregunta.

Nuestro Señor presentó esta analogía principalmente para el beneficio de sus doce discípulos inmediatamente después de su conversación con el joven rico. Este joven con gran riqueza e influencia había llegado hasta Jesús para preguntarle: «Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?» (Mateo19.16).

El posiblemente pensaba que sería alabado porque claramente creía que había cumplido todos los deberes espirituales y que su vida estaba en orden. Ciertamente parecía un prospecto evangelístico prometedor. Pero en lugar de simplemente darle las buenas nuevas del evangelio, Jesús lo retó en cuanto a su obediencia a la ley. Cuando el joven insistió: «Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?» (Mateo 19.20), Jesús le dijo que vendiera todas sus posesiones, las diera a los pobres y lo siguiera.

Este era un sacrificio que el joven no estaba dispuesto a hacer. Jesús por lo tanto mostró el hecho de que el joven rico amaba más a su posesiones de lo que amaba a Dios o a su prójimo. En otras palabras, a pesar de que afirmó haber cumplido la totalidad de la ley de Dios, él estaba violando el primero y el segundo más grande mandamientos (Mateo 22.37-40).

Pero el hombre no reconocía esto. No dispuesto a enfrentar su pecado y arrepentirse, «se fue triste» (Mateo 19.22). Los discípulos se sorprendieron cuando Jesús claramente parecía poner obstáculos en el camino del joven rico en vez de animarlo. Ellos estaban desconcertados: «¿Quién, pues, podrá ser salvo?» (v. 25).

La respuesta de Jesús hace hincapié en el hecho de que la salvación es obra de Dios, no algo que algún pecador puede lograr por sí mismo: «Para los hombres esto es imposible; más para Dios todo es posible» (v. 26). Así que los discípulos estaban pensando acerca de la imposibilidad de merecer el favor de Dios.

Estaban, sin duda, examinando sus propios corazones. A diferencia del rico, de hecho, ellos habían dejado todo para seguir a Cristo (v.27).

Estaban buscando alguna garantía de Cristo mismo de que el sacrificio de ellos no era en vano. Esto es lo que promovió esta parábola. Cuando el joven rico se alejó, fue Pedro quien habló en nombre de todos los discípulos y dijo: «He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?» (v. 27).

Continuara…

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