
Me daba cuenta cada vez más, que la manera más profunda de conocer a un ser sigue siendo escuchar su voz, comprender el canto y el tono del que está hecho. Hay que establecer esas relaciones para seguir hablándonos a través de los siglos.
Marguerite Yourcenar
8 de junio de 1903 Natalicio de Marguerite Yourcenar
Bruselas, Bélgica; 8 de junio de 1903-Bar Harbor, Mount Desert Island, Maine, Estados Unidos; 17 de diciembre de 1987), conocida como Marguerite Yourcenar (primer seudónimo, inventado con las letras de «Crayencour» menos una «c», y luego de nacionalizarse, nombre oficial), fue una novelista, ensayista, poeta, dramaturga y traductora francesa nacionalizada estadounidense en 1947.
Sobresale por sus novelas históricas escritas con un tono poético y rasgos de erudición.
De esta primera época son novelas como Alexis o el tratado del inútil combate (1928), que comenzó a despertar el interés de la crítica; obra en la línea de un André Gide, es una lúcida y desinhibida vivisección de un fracaso existencial.
Le siguieron La Nouvelle Eurydice (1929), menos tensa e inspirada que la anterior; Denier du rêve (1934), historia de un atentado fracasado contra Mussolini en el que la violencia política ocupa el primer plano; y la colección de tres cuentos titulada La mort conduit l’attelafe (1934).
Sus largas estancias en Grecia dieron origen a una serie de ensayos reunidos en Viaje a Grecia y llevaron a su maduración la idea originaria de Fuegos (1936), una obra esencialmente lírica compuesta de relatos míticos y legendarios.
La misma dimensión mítica se deja traslucir en su colección de Cuentos orientales, publicada en 1938.
El año siguiente aparece El tiro de gracia, basada en un hecho real, una historia de amor y de muerte en un país devastado durante las luchas antibolcheviques. Son importantes también varios ensayos, como Pindare (1932, sobre el poeta griego Píndaro) y Les songes et les sorts (1938).
En 1939, la guerra sorprendió a Yourcenar en Estados Unidos; la autora decidió fijar su residencia en Maine, dedicándose en un principio a la enseñanza y adquiriendo la nacionalidad norteamericana en 1948.
Llevó a cabo también en este período una serie de refinadas traducciones de textos de diversa naturaleza: obras de Virginia Woolf, Henry James y Constantino Cavafis y la antología de poesía griega antigua La couronne et la lyre.
Su fama como novelista se debe a dos grandes novelas históricas que tendrían gran resonancia. La primera es Memorias de Adriano (1951), reconstrucción histórica realizada con gran celo documental de la vida de Adriano, el más ilustrado de los emperadores romanos.
Escrita a modo de carta dirigida como testamento espiritual a su sucesor designado, es una meditación del hombre sobre sí mismo, e ilustra el único remedio posible a la angustia de la muerte: la voluntad de vivir conscientemente, asumiendo el deber principal del hombre que es el perfeccionamiento interior.
La otra fue Opus nigrum (1965), obra fruto de cuidadosas investigaciones que gira en torno a la figura del médico, alquimista y filósofo Zenón, intelectual enfrentado a los problemas del conocimiento.
Yourcenar publicó también el ensayo A beneficio de inventario (siete estudios sobre Agripa d’Aubigné, Giovanni Battista Piranesi, Selma Lagerlöf, Constantino Cavafis, Thomas Mann, etc.) y diversas obras teatrales como Electre ou la chute des masques (1954), Le mystère d’Alceste (1963) y el volumen de 1971 que comprende Dar al César, Le petite Sirène y Le dialogue dans le marécase.
En 1974 publicó su autobiografía en dos volúmenes: Recordatorios y Archivos del Norte, frescos histórico-narrativos sobre su propia familia.
En 1980 fue la primera mujer en ser elegida miembro de la Academia Francesa.
Cuando debí acudir, sólo supe dudar;
Cuando debí llamar, callé.
Demasiado tiempo persistí en mi camino, solitaria;
Nunca imaginé que fueras a morir.
Nunca preví que fuera a secarse la fuente
Donde uno se refresca y se baña,
Ni supe que existieran en el mundo
Misteriosas frutas que maduran al morir.
Obstinada, siempre busqué en la ruta del sol tu sombra;
Ahora el amor es una palabra, el tiempo un número
Y mis penas chocan contra los ángulos de una tumba.
La muerte, menos indecisa, supo cómo acercarse a ti;
Si ahora piensas en nosotras, tu corazón debe
compadecernos.
Uno se ciega cuando muere una antorcha.
-Marguerite Yourcenar


«Después de una infancia soleada, diluvió sobre la juventud de mi abuela. Llegó en 1937 a San Sebastián, estrenando los 18 años en un país en guerra, con una sencilla maleta de cartón como equipaje.
Sólo tenía un par de zapatos, la garantía de poder ir a trabajar cada mañana. Muchos años después, aún recordaba el miedo diario a que su calzado no resistiese los arañazos de la lluvia del norte.
Llevarlos al zapatero suponía encerrarse en casa varios días y, quizá, perder su empleo. No había recambio: el edificio entero de la vida dependía de la firmeza de aquellas suelas gastadas. Nunca olvidó el frío lametón del agua que amenazaba el cuero de sus únicos zapatos […]
Tiempo después, leyendo a Natalia Ginzburg comprendí mejor a mi abuela. La guerra era otra, pero la experiencia sonaba idéntica. Su marido, Leone, era un profesor judío opuesto al régimen de Mussolini. En 1944 lo detuvo la Gestapo y murió en una cárcel romana tras ser torturado. Natalia permaneció en la capital, y a esta etapa se refieren sus recuerdos de desamparo, el escalofrío del empedrado bajo las suelas. En Las pequeñas virtudes escribe: “Este año, aquí en Roma, he estado sola por primera vez. Por la mañana, cuando me levanto, mis zapatos rotos me esperan sobre la alfombra. Sé lo que pasa cuando llueve, y las piernas están desnudas y mojadas, y en los zapatos entra el agua, y entonces se oye ese pequeño ruido a cada paso, esa especie de chapoteo” […]
En nuestros tiempos ávidos, la sed de beneficios conduce a la obsesión por abaratar costes a toda costa, a lucrarse haciendo mal las cosas. Pero la palabra beneficio es la suma de bene y facere, es decir, hacer bien. Cuando lo permanente es una especie en peligro de extinción, podemos volver la mirada a quienes
–cerca, muy cerca
– trabajan duro para crear lo que perdura, la labor forjada con pericia y esmero, ese par de zapatos que nos permitirá afrontar el invierno lluvioso.»
Créditos Al Autor









