Pan Nuestro De Cada Día, Dánoslo Hoy.

Por John MacArthur

Todo niño enfrenta una vida de dependencia desde el momento en que es concebido. Al inicio de su nueva vida debe acudir a su madre para recibir alimento en el vientre. Una vez que nace, depende de sus padres para recibir alimento, ropa y albergue.

El mismo no puede suplirse ninguno de estos recursos. A diferencia de otras criaturas terrestres, ni siquiera puede ir a la madre, ella tiene que ir a él. Un bebé también es incapaz de cuidarse a sí mismo en lo que respecta a la limpieza.

Depende de su madre y padre para que le den baños, corten sus uñas, peinen su cabello y lo pongan presentable. Una vez que se vuelve más móvil, el niño no es capaz de determinar lo que es seguro o lo que es dañino.

Sin la guía de sus padres, se podría caer por las escaleras, quemarse, ingerir algo venenoso, cualquiera de estas cosas podría discapacitado o incluso matarlo. Nadie discutiría la necesidad de cuidar a los bebés día y noche. De la misma manera, los cristianos son como bebés en cuanto a dependencia total de Dios.

Así como los bebés, en última instancia dependemos de Dios para recibir alimento, ropa y albergue. Así como los bebés se ensucian todo el día, vivimos en un mundo de pecado que contamina nuestro caminar con Cristo.

Aunque nuestro Señor pagó por nuestros pecados presentes, pasados, y futuros, todavía pecamos cada día. Necesitamos venir a Dios confesando nuestros pecados para que nos limpie y restaure y tengamos comunión con él. Y así como los bebés necesitan desesperadamente la protección de sus padres en contra de cosas dañinas, nosotros dependemos de Dios para que nos proteja de las circunstancias en nuestra vida que pueden dañar nuestro caminar.

ORAR POR NUESTRAS NECESIDADES

Por lo tanto, el segundo grupo de tres peticiones que el Señor ofrece en su oración modelo no nos debería sorprender.

Después de enfocar nuestra atención en nuestro Padre celestial Jesús ahora nos muestra cómo orar por nuestras propias necesidades especiales en este mundo: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal» (Mat. 6:1l-13).

Aunque esta segunda sección de la oración se trata de la necesidad del hombre, no hace a Dios a un lado; él también es exaltado aquí. El hecho de que Dios es el que nos da el pan nuestro de cada día, perdona nuestras deudas y nos protege de la tentación es una expresión de su poder y gracia.

Por lo tanto, se glorifica a sí mismo al suplir esas necesidades en nuestra vida. De esas tres peticiones, el Señor de manera un tanto sorprendente nos dice que oremos primero por nuestras necesidades físicas, no nuestras necesidades espirituales.

Martyn Lloyd-Jones capta la esencia de estas tres peticiones: Es evidente que lo primero que se necesita es que debamos ser capacitados para continuar nuestra existencia en este mundo.

Estamos vivos y se nos debe mantener vivos. Involucra el propio hecho de mi ser y existencia, así que la primera petición trata con las necesidades de nuestra constitución física, y nuestro Señor comienza con eso.

Luego prosigue a tratar con la necesidad de limpieza de la corrupción y culpa del pecado; y por último, con la necesidad de alejarse del pecado y su poder. Esa es la verdadera manera de ver la vida del hombre.

Estoy vivo y se me debe mantener vivo. Pero entonces sor consciente de mi culpa y falta de mérito, y siento la necesidad de que se me limpie de ello. Luego pienso en el futuro y me doy cuenta de que necesito que se me libre de ciertas cosas que allí me esperan.

La suma de todo ello es que en última instancia no hay nada en todas las Escrituras que nos muestra con tanta claridad nuestra dependencia total de Dios como lo hace esta oración, y en especial, estas tres peticiones.

Lo único que realmente importa para nosotros es que conozcamos a Dios como nuestro Padre. Si tan sólo conociéramos a Dios así, nuestros problemas ya se hubieran resuelto y nos daríamos cuenta de nuestra total dependencia de él, e iríamos a él diariamente como los hijos van a su Padre. A medida que examinamos estas tres peticiones, espero que sea instruido y motivado para ir a él diariamente y busque que él supla sus necesidades.

EL PAN Y NUESTRAS NECESIDADES FÍSICAS

Orar a Dios para que nos dé el pan diario pude al principio parecer intrascendente a muchos creyentes en una sociedad que no tienen que especular de dónde vendrá su siguiente comida. ¿Por qué deberían pedirle a Dios por aquello que ya tienen, y en abundancia? Lo que sería una petición completamente comprensible de cristianos en muchos países, parece carecer de importancia para otros bien alimentados.

Moisés recordó a Israel que Dios «es el que te da poder para hacer riquezas» (Deut. 8:18). Nuestra vida, aliento, salud, posesiones, talentos y oportunidades se originan en los recursos que Dios ha creado y puesto a la disposición del ser humano.

Todo lo que tenemos es de Dios: Él es el que trae la lluvia para hacer crecer las cosas, hace que cambien las estaciones, produce los minerales que hacen que la tierra sea fértil, provee los recursos naturales que usamos para movilizarnos, y provee los animales y plantas de los cuales hacemos nuestra ropa y alimentos.

Nuestro pan diario, las cosas indispensables de la vida física, son todas de Dios. Dios proveyó para el hombre aun antes de haberlo creado. Después de que hiciese

y bendijera a Adán y Eva, dijo: «He aquí que os he dado toda planta que da semilla que está sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol cuyo fruto lleva semilla; ellos os servirán de alimento» (Gén. 1:29).

Desde ese entonces él continúa proveyendo abundancia de alimento para la humanidad, en variedad casi ilimitada. No obstante, el apóstol Pablo nos dice que «el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe… mandarán abstenerse de los alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participasen de ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias; pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración» (I Tim. 4:1, 3-5).

La Palabra de Dios santifica (separa para Dios) todo alimento, y lo santificamos cuando lo recibimos con oración de acción de gracias. ¿Tiene usted esa actitud? ¿Está verdaderamente agradecido a Dios por sus alimentos cuando inclina su cabeza y hace una oración antes de una comida?

Para muchos de nosotros, lamentablemente, la oración que ofrecemos a Dios antes de comer es generalmente rápida e indiferente, sólo nos estamos asegurando de cumplir con nuestro deber.

Tal actitud revela el pecado de indiferencia e ingratitud por los regalos recibidos de Dios. Thomas Watson, un gran puritano con un corazón hacia Dios, Si todo es un regalo, ¡vea la ingratitud odiosa de los hombres que pecan contra su dador! Dios los alimenta, y ellos pelean en contra de él; él les da pan, y ellos le dan afrentas. ¡Qué indigno es esto! ¿No deberíamos gritar para que se avergüence aquel que teniendo un amigo que siempre lo mantiene con dinero, y no obstante, lo traiciona y lastima? Así tratan ingratamente a Dios; no sólo se olvidan de sus misericordias, sino que abusan de ellas.

«Yo los sacié, pero ellos cometieron adulterio y frecuentaron casas de prostitutas» (Jer. 5:7). Oh, ¡qué horrible es pecar en contra de un Dios lleno de bondad, golpear las manos que nos alivian! Nunca presumir de las provisiones de la gracia de Dios agradecer su bondad de todos los días en suplir sus necesidades físicas cumple con el espíritu de la petición: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». Darse cuenta de que sólo Dios es la fuente de esas provisiones le da la gloria.

LO MÁS IMPORTANTE DE LA PETICIÓN

Lo más importante de esta petición se expresa en la palabra «dar» porque reconoce la necesidad del que la solicita. A pesar de que Dios pueda haber provisto lo indispensable, se lo pedimos en reconocimiento de su provisión pasada y presente, y confiando en su abastecimiento futuro. La instrucción de Jesús y nuestras peticiones en esta oración modelo son válidas sólo porque Dios ha prometido mantener a su pueblo. No podemos esperar que Dios dé lo que no ha prometido, eso sería impertinente. Pero podemos orar con confianza porque Dios ha prometido suplir abundantemente. En el Salmo 37 David nos aconseja que confiemos en la promesa de Dios de suplir nuestras necesidades.

Confía en el SEÑOR y haz el bien. Habita en la tierra y apaciblemente de la fidelidad. Deleitarte en el SEÑOR. y él te concederá los anhelos de tu corazón. Pero los mansos heredarán la tierra y se deleitarán por la abundancia de paz. Yo he sido joven y he envejecido; pero no he visto a un justo desamparado, ni a sus descendientes mendigando pan. Sal. 37:3, 4. 10.11,25)

Un pasaje que se refiere tanto al aspecto espiritual como al físico de nuestra vida es 2 Corintios 9. El contexto de este pasaje se refiere a la generosidad de los creyentes en cuanto a las necesidades de los santos: Debemos dar «no con tristeza ni por obligación; porque Dios ama al dador alegre» (v.7). A medida que revelamos nuestro propio deseo de suplir las necesidades de los demás (v. 6), Dios «que da semilla al que siembra y pan para comer, proveerá y multiplicará vuestra semilla y aumentará los frutos de vuestra justicia» (v. 10). Cuando usted invierte en el reino de Dios, él no sólo proveerá fruto espiritual, sino también pan para comer.

NO SE ACEPTAN PEDIDOS DE LOS INJUSTOS

La provisión física de Dios es una promesa bíblica, pero sólo para aquellos que le pertenecen, el «nosotros» de Mateo 6:11 Fíjese que David está hablando a creyentes en el Salmo 37: «Contia en el SEÑOR» (v. 3), «Deléitate en el SENOR» (v. 4), Encomienda al SENOR tu camino» (v. 5), y «Calla delante del SENOR, y espera en él» (v.7).

Hay promesa para el justo; para el injusto hay juicio: «El SEÑOR conoce los días de los íntegros, y la heredad de ellos será para siempre. No serán avergonzados en el tiempo malo; en los días de hambre serán saciados. Pero los impíos perecerán, y los enemigos del SENOR serán consumidos como el sebo de los carneros; se disiparán como el humo» (w. 18-20). Jesús dijo: «De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, que no haya de recibir muchísimo más en este tiempo, y en la edad venidera, la vida eterna» (Luc. 18:29, 30).

Dios se compromete irrevocablemente a suplir las necesidades esenciales de los suyos Un bajo concepto de la vida La causa más grande de la hambruna y las enfermedades que padece el mundo no son las malas prácticas de agricultura o malas normas político-económicas.

Tampoco es la raíz del problema la falta de recursos científicos y técnicos, o incluso la sobre población. Esos problemas sólo agravan el problema básico, el cual es espiritual. Aquellas partes del mundo que no tienen raíces o herencia cristianas siempre le dan un bajo valor a la vida humana. La gran pobreza y hambruna en la India, por ejemplo, puede ponerse a los pies del hinduismo, la religión pagana que dio origen a una gran cantidad de otras religiones, incluyendo el sintoísmo y el budismo. Esos sistemas religiosos y otros similares esclavizan espiritualmente gran parte del mundo oriental, y su influencia se está sobre la superficie de toda la tierra, y todo árbol cuyo fruto lleva semilla; ellos os servirán de alimento» (Gén. 1:29).

Desde ese entonces él continúa proveyendo abundancia de alimento para la humanidad, en variedad casi ilimitada. No obstante, el apóstol Pablo nos dice que «el Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos se apartarán de la fe… mandarán abstenerse de los alimentos que Dios creó para que, con acción de gracias, participasen de ellos los que creen y han conocido la verdad. Porque todo lo que Dios ha creado es bueno, y no hay que rechazar nada cuando es recibido con acción de gracias; pues es santificado por medio de la palabra de Dios y de la oración» (I Tim. 4:1, 3-5).

La Palabra de Dios santifica (separa para Dios) todo alimento, y lo santificamos cuando lo recibimos con oración de acción de gracias. ¿Tiene usted esa actitud? ¿Está verdaderamente agradecido a Dios por sus alimentos cuando inclina su cabeza y hace una oración antes de una comida?

Para muchos de nosotros, lamentablemente, la oración que ofrecemos a Dios antes de comer es generalmente rápida e indiferente, sólo nos estamos asegurando de cumplir con nuestro deber. Tal actitud revela el pecado de indiferencia e ingratitud por los regalos recibidos de Dios. Thomas Watson, un gran puritano con un corazón hacia Dios, Si todo es un regalo, ¡vea la ingratitud odiosa de los hombres que pecan contra su dador! Dios los alimenta, y ellos pelean en contra de él; él les da pan, y ellos le dan afrentas. ¡Qué indigno es esto! ¿No deberíamos gritar para que se avergüence aquel que teniendo un amigo que siempre lo mantiene con dinero, y no obstante, lo traiciona y lastima? Así tratan ingratamente a Dios; no sólo se olvidan de sus misericordias, sino que abusan de ellas. «Yo los sacié, pero ellos cometieron adulterio y frecuentaron casas de prostitutas» (Jer. 5:7). Oh, ¡qué horrible es pecar en contra de un Dios lleno de bondad, golpear las manos que nos alivian! Nunca presumir de las provisiones de la gracia de Dios agradecer su bondad de todos los días en suplir sus necesidades físicas cumple con el espíritu de la petición: «El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy». Darse cuenta de que sólo Dios es la fuente de esas provisiones le da la gloria.

LO MÁS IMPORTANTE DE LA PETICIÓN

Lo más importante de esta petición se expresa en la palabra «dar» porque reconoce la necesidad del que la solicita. A pesar de que Dios pueda haber provisto lo indispensable, se lo pedimos en reconocimiento de su provisión pasada y presente, y confiando en su abastecimiento futuro.

La instrucción de Jesús y nuestras peticiones en esta oración modelo son válidas sólo porque Dios ha prometido mantener a su pueblo. No podemos esperar que Dios dé lo que no ha prometido, eso sería impertinente. Pero podemos orar con confianza porque Dios ha prometido suplir abundantemente. En el Salmo 37 David nos aconseja.

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